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Avances tecnológicos con sorpresa

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Hola, me voy a presentar lo primero.

Soy Carolina una mujer felizmente casada con un empresario de alto poder económico. Estoy locamente enamorada de él pero debido a su trabajo solemos tener un maravilloso y excitante encuentro sexual una vez a la semana, normalmente los sábados. Lo cierto es que nunca hablé de esto con nadie pero supongo que teniendo 34 años es normal que un encuentro le sepa a poco al cuerpo; como no veo justo serle infiel a mediados de semana me suelo dar un gustazo yo sola. Lo que empezó siendo unas atenciones a solas en mi cama se han ido desmadrando a niveles de un nivel superior. Lo que cuento en las próximas líneas es el resultado de mi último miércoles, espero que os guste.

Sobre las 9:00 me despido de mi marido en la puerta y marcho rápida para la darme una ducha de las que me gustan, agua calentita, muchos jabones aromáticos y para terminar un aceite al cacao que me encanta. Mi cuerpo parece conocer ya el ritual pues al secarme noto como mi entrepierna empieza a animarse con los preparativos de lo que será su fiesta personal. Aún desnuda con la toalla enrollada en la cabeza me maquillo como nunca lo hago: labios de rojo agresivo perfilados, ojos azules para resaltar más el azul de los míos, un poco de color con algo de reflejo y unos pendientes con dos preciosas esmeraldas. De ropa me pongo una tanga minúscula, unas medias de rejilla con un precioso liguero rojo, unos zapatos de tacón cómodo y un abrigo con forro polar que me llega hasta por encima de las rodillas y cojo mi bolso preferido, uno grande y no esos minúsculos que no les entra más que el rímel. A mi marido le encantan los juguetes sexuales por lo que tengo una caja tan completa que casi podría montar una sexshop; lo cierto es que tengo tantos que me cuesta decidir qué llevarme cada miércoles. Al final me decido por unas pinzas de presión regulables, un huevo vibrador de última tecnología y un dildo de buen tamaño y me dirijo al garaje a coger mi Tesla S. Según arranco el coche y veo encenderse las pantallas noto un hormigueo en mi entrepierna a la vez que mis pechos se endurecen… parece que va a ser un buen miércoles me digo. Enciendo la calefacción y la subo a 26º después miro mi bolso que también me mira desde el asiento del copiloto con la cremallera abierta mostrándome la oferta del día. Después de meditarlo me decido por el huevo el cual lo dejo entre mis labios y en contacto directo con mi clítoris, después miro a mi aparato de radio y decido poner Bach. Ahhhh se me olvidaba decir que el huevo está sincronizado con el aparato de radio del coche y vibra al ritmo de la música. Ummmhhhh que bueno es empezar así el viaje.

Mientras va abriéndose el portón, voy planificando la ruta, salgo con el coche y decido meterme en la ciudad a culebrear un poco. Lo cierto es que los semáforos se ven de una forma distinta cuando se tiene prisa a cuando se tiene un vibrador entre las piernas moviéndose al ritmo de la música y encima en cada parada aprovecho para sin soltar las manos del volante mover mi cadera hacia adelante y atrás forzando a huevo a presionar mi clítoris, el cual está cada vez más hinchado. Como consecuencia del flujo que ha ido saliendo el huevo se me escapa para arriba y me veo obligada a meter una mano para dejarlo en su sitio. Como ya me imaginaba está todo húmedo y pidiendo más fiesta. Como no quiero que se nadie se dé cuenta retiro la mano rápidamente y me chupo los dedos poniendo dirección a la autopista. De camino cambio la música, para alegría de mi vulva y alrededores, en este momento me está pidiendo que baje mi mano y alivie su hinchazón pero sé que no debo volver a bajarla o me correré en poco tiempo.

Al llegar a la autopista decido poner la conducción autónoma del Tesla y dejar más libertad a mis manos. American Woman de Lenny Kravitz suena con fuerza y el ritmo es más intenso por lo que la vibración me llega las palmas de las manos. Al girar la mirada veo mi bolso. Vislumbro las pinzas y no lo dudo. Cojo una y mientras la acerco puedo escuchar el ruido de los 5 cascabeles que le cuelgan al moverse dentro de mi mano. Lo abro dejando unos 3mm y después de ver que no hay nadie mirando me lo coloco sobre mi pezón derecho. La primera reacción de este es endurecerse, pero al poco se relaja. Me giro a por el segundo y me quedo mirándolo mientras noto como se va transformado el dolor inicial en el pezón a una agradable presión. Me gusta sujetarlo con los dedos por la pinza y darle toquecitos escuchando el ruido de los cascabeles mientras medito de su destino. En este caso decido cerrarlo por completo y después de volver a verificar que el coche circula con seguridad y que no hay nadie cerca deslizo el huevo hacia la entrada de la vagina colocando las pinzas en el clítoris colgando los cascabeles sobre el huevo, una vez que está correctamente colocado retiro las manos para evitar tentaciones. Ohhhhhhh, qué subidón! Mi clítoris está enorme por lo que tengo que colocar las pinzas en la base quedando el clítoris más abultado y expuesto a la dulce vibración. Como el sur ya está suficientemente atendido decido cambiar la pinza del pezón de lado ya que el otro se cela, no sin antes reducir un poco la apertura. Mientras lo dejo cerrarse poco a poco sobre el pezón noto un dolor leve que me ayuda dejar de pensar en mi zona inferior, después recojo un poco de flujo y se lo esparzo al pezón que acabo de liberar. Me encanta utilizar el flujo para jugar con los pezones ya que resbalan mejor que la saliva. Me dedico a hacer círculos concéntricos alrededor de la aureola hasta que el flujo se seca, vuelvo a coger más y me dedico a dar pequeños tirones del pezón. Lo bueno de jugar con los pezones un rato es que me evita pensar en el horno que tengo debajo. Ahhhhhh, si metiera la mano ya…

De pronto el vehículo empieza a frenar y mi mirada se clava en la caravana que tenemos delante. Suerte que el coche hizo bien su trabajo, me digo. Por lo parece el accidente fue hace poco ya que no veo los vehículos de auxilio. Esta nueva situación me obliga a dejar de participar en el juego, pero mi excitación continúa en aumento. Para intentar enfriar un poco miro al coche que tengo al lado y observo a un señor de mediana edad escuchando música, emocionadísimo, mientras con la mano derecha golpeaba el salpicadero rítmicamente. Busco en el dial la misma emisora que está escuchando. Al poco rato nos pasan a todos a un solo carril y lo dejo pasar delante. Desde atrás puedo ver como su mano sube, baja y golpea el salpicadero al ritmo de la música de la misma emisora que mi huevito y yo estamos escuchando. Vuelvo a colocar el coche en conducción autónoma, bajo una mano y meto el nuevo en mi vagina la cual parece devorarlo como consecuencias de las contracciones internas. En esta nueva disposición me permite darle un poco de descanso al clítoris el cual no podía soportar mucho más las vibraciones que le llegaban a su base a través de los cascabeles. Es muy raro que tenga un orgasmo solo vaginal por lo que sabía que había ganado algo de tiempo siempre y cuando no tocara el clítoris.

Desplacé mi abrigo de lado y dejé al descubierto la nalga derecha. Cada vez que él bajaba la mano, yo me daba un cachete estuve así un buen rato subiendo poco a poco la intensidad de los cachetes. Me ponía mucho aquella situación. Con mucha pena al acercarnos al accidente tuve que recomponerme un poco y ya no pudimos sincronizarnos más.

Le pedí al coche que me llevara de vuelta a casa y me saqué el huevo y las pinzas del clítoris, devolviéndolo todo al bolso. A continuación me saque la pinza que tenía en el otro pezón y repetí el juego sobre las aureolas con el exceso de flujo que emanaba de dentro, pero esta vez me recompensé los dos a la vez, primero vueltas y después tirones y pequeños pellizcos. Ahhhh, mis pezones son fantásticos, y están bien entrenados. Enseguida se abrieron y erizaron para hacerme gozar de las múltiples sensaciones de mi pecho.

Recosté un poco el asiento para atrás y metí la mano en el bolso para sacar mi último juguetito. Sabía que dentro de la vagina había mucho flujo, así que me bajé el tanga hasta las rodillas. Ya tenía preparada bajo el asiento la toallita de mano que tengo en el coche para tales ocasiones. El dildo es grande para mi gusto y solo lo utilizo cuando estoy lo suficientemente lubricada y ese día lo estaba. Empecé a meter la punta a la vez que notaba cómo se expandían las paredes para dejar entrar a ese conocido. Al ser tan grande he de ir poco a poco así que lo meto un poco y lo vuelvo a sacar. Una vez fuera describe un ocho dando la vuelta al clítoris pero sin apretarlo directamente volviendo a entrar en su cueva. En una de esas penetraciones noté que tocaba el fondo generándome un pequeño escalofrío de placer. Lo dejé metido hasta del todo empujándolo de vez en cuando un poco y disfrutando de esos escalofríos que me ponen la piel de gallina. Mmmmm, apreté las rodillas y cerré los músculos de mi chochito para notar toda su vibrante extensión en mi interior. Cada 6 o 7 pequeñas embestidas rápidas hasta el fondo lo sacaba para darle una vuelta al alrededor de los labios, clítoris y volver lentamente para dentro… Ohhhh, qué gustazo… así deliciosamente lento. En una de esas series de embestidas profundas no resisto más y me aprieto el clítoris con la otra dejándome invadir a un orgasmo mayúsculo. Estuve con la mirada en el techo no sé cuánto, sintiéndome chorrear y sollozando de puro placer.

Una vez recuperada de los espasmos saqué el juguete y lo guardé en el bolso con sus compañeros de fatigas. Al sacar el trapito para meterlo en el bolso me sorprendí a mí misma de la cantidad de flujo que tenía dentro. Me adecento como puedo la zona y me subo el tanga.

Durante el resto del viaje no me logré sacar de la cabeza las palmadas del conductor anónimo sobre el salpicadero, y recordé aquella vez que me corrí mientras mi marido me aporreaba con su polla semierecta en el clítoris, y me chupaba los pezones. Ufffff, indescriptible. Sólo de recordarlo me empiezo a excitar de nuevo. Al llegar a casa me dirigí directamente al jacuzzi para limpiarme y darme otro homenaje con los chorritos; pero esa es otra historia para otro día.

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