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Tras la violación de mi mujer

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Tras la violación de mi mujer el pasado verano dejamos de tener una relación sexual satisfactoria, ella dejó de conseguir orgasmos conmigo, además, debido a eso yo dejé de tener buenas erecciones, estaba obsesionado con la imagen de esos cuatro tíos tan bien dotados que sometieron a mi esposa a más de una hora de sexo bestial.

Llevábamos meses que en nuestra cama no llegábamos a tener ningún orgasmo como los de antes. Pero una noche en que salimos a tomar unas copas con unos amigos, cuando íbamos de vuelta a casa tiramos por una zona de la que solían decir que era algo peligrosa por la gente que por allí deambulaban, esa zona de la ciudad se había convertido en una especie de gueto donde convivían muchos inmigrantes del este y mucha prostitución tanto de mujeres como de travestis, yo no aguantaba las ganas de orinar y le dije a mi mujer que me esperara mientras me adentraba en un callejón para hacerlo, mientras yo orinaba en el callejón observé como un tipo en coche abordó a mi mujer creyendo que era una prostituta, quizás confundido al verla sola en la oscuridad y por la corta falda que se había puesto para salir de copas esa noche; el tipo tras verme salir del callejón reemprendió la marcha y dejó a mi mujer en paz. Mi mujer me hizo volver al callejón con ella y me dijo “fóllame, súbeme la falda y fóllame”, así lo hice, la forma de “zorra” en que me lo pidió hizo que mi polla se pusiese de dura como hacía mucho tiempo que no lo hacía, le subí la falda y le bajé las bragas mientras ella acertaba a desabrocharme el pantalón, se me colocó de espaldas agachando la espalda ofreciéndome su formidable trasero y le penetré de golpe su coño que se encontraba completamente húmedo y dilatado, mi erección era total y ella tardó menos de un minuto en correrse, tras terminar el orgasmo me dijo “sácala y métemela por el culo”, eso jamás me lo había pedido, yo pensé que me costaría mucho penetrarla por detrás, pero me sorprendió la facilidad con que mi polla se adentró en el culo de mi esposa.

Durante el resto del paseo hasta el coche mi mujer me hizo una confesión: “yo no sé lo que me ha pasado desde aquel día en la playa, pero me es imposible excitarme contigo igual que antes, sólo me siento excitada en situaciones peligrosas, como antes en ese callejón, hacía ya mucho tiempo que no tenía un orgasmo contigo, hacía ya demasiado tiempo, desde el verano, desde antes de que me violaran. Te tengo que confesar una cosa, te acuerdas cuando te dije que uno de los violadores me llamó al móvil un par de veces y te dije que le había amenazado con denunciarle, pues te mentí, no fue así, quedé con él y he tenido varios encuentros con tres de ellos. Cada vez que quedo con ellos logro tener varios orgasmos y la verdad que muchos de ellos son tremendos, la forma en que me tratan sé que es humillante, pero es que me excita terriblemente, me tratan como a una puta, me insultan y me follan por todos lados dándome una caña tremenda, a veces, cuando no he querido hacer algo incluso me han pegado, por eso a veces no he querido que me veas desnuda, no quería que vieras las marcas que me dejaban en el culo al pegarme exigiéndome que lo moviese, ¿te acuerdas de hace un mes que te dije que se me había hinchado algo la cara y de que se me había puesto algo roja por un brote alérgico?, pues era mentira, fue de una guantada que me dio uno de ellos; pero es que, después de que pase eso, después de que me traten así, de que me maltraten y me vejen, llego a tener los orgasmos más grandes que jamás he tenido, lo siento mucho por ti, por tenerte engañado, pero no sé lo que me pasa, jamás antes de que me violaran me había atraído el masoquismo, no sé qué hacer, ahora se ha convertido en la única forma que tengo para conseguir excitarme y tener orgasmos”.

Me quedé sin habla, ahora comprendía la facilidad con que había penetrado a mi mujer por el culo, por donde nunca antes la había follado porque jamás me había dejado, estuve seguro de que haría muy poco tiempo alguno de esos la habría estado follando por ahí y le había dejado el culo bien abierto. Le pregunté a ella si pensaba seguir viéndolos y ella me contestó que no quería hacerlo, pero que no se atrevía a prometerme que no lo haría.

Cuando nos acostamos ella se dio la vuelta y no sé si se quedó dormida o lo fingía, yo no paraba de pensar en lo que me había confesado, me creaba unos sentimientos contradictorios, por una parte me dolía enormemente que estuviese teniendo esos encuentros a mi espalda, pero también pensaba, que desde que pasó aquello yo dejé de funcionar sexualmente como debería, además, también es verdad que desde que la violaron delante mía a mí me ha excitado muchísimo el recrearme en el recuerdo de esos cuatro tipos tan bien dotados follándose a mi mujer. Empecé a imaginármela a ella siendo vejada y maltratada por esos tíos y como llegaba a esos grandiosos orgasmos, de pronto volvía a tener una erección como la que tuve en el callejón esa misma noche, me levanté a baño y me estuve masturbando, al volver a la cama me pareció que mi mujer seguía dormida. Yo casi no pude pegar ojo en toda la noche pensando en todo lo que había pasado.

Al día siguiente hablé con mi esposa, le propuse una cosa que había estado meditando durante la noche, “¿podría compartir tu experiencia?, si decides volver a encontrarte con ellos ¿podría estar yo presente?, al fin y al cabo ellos ya te han follado antes delante mía y no tuvieron reparos en hacerlo”. Mi esposa me respondió que pensaba que a mí no me agradaría verlo, pero yo le insistí y le dije que si ella llegaba a disfrutar no me importaría verlo, al final claudicó y me dijo que lo consultaría con ellos.

A la semana siguiente mi esposa me contó que había llamado a uno de ellos, con el que siempre se ponía de acuerdo para los encuentros, este le dijo que no había problema, siempre que yo hiciese todo lo que me dijeran y me quedase quieto, no querían que yo participara activamente, yo acepté sin condiciones.

Mi mujer siempre había quedado con ellos mientras yo estaba trabajando pero al poder ir yo de espectador quedamos el sábado por la tarde. Siempre había tenido los encuentros en una casa a las afueras de un pueblo cercano y mi mujer me contó que siempre le habían llevado ellos en coche, pero esta vez nos dieron la dirección y fui yo quien llevó a mi esposa para entregársela. Por el camino ni siquiera hablábamos, yo estaba absorto meditando en cómo podía haber llegado a esa situación de estar llevando a mi esposa a un lugar para contemplar a unos macarras fuertes, sádicos y enormemente dotados follándosela y haciendo con ella lo que les viniera en ganas.

Nada más llegar a la casa, los tres hombres, a los que reconocí de inmediato, se sonrieron al verme, uno de ellos me dijo “que tal, vemos que te han quedado ganas de ver como la putita de tu mujer disfruta con unos machos de verdad, pasa siéntate ahí en la alfombra y pon las manos detrás de la pata de esa mesa, que te voy a poner estas esposas”. Yo me quedé algo desconcertado pero obedecí, me senté en la alfombra y pasé mis brazos por detrás de la pata de una robusta mesa apoyando mi espalda contra ella, el tipo me puso las esposas bien apretadas, era imposible que yo me moviese de allí.

“¿Estarás preparada?, porque hoy vamos a darle un espectáculo especial al cornudo de tu maridito”, le dijo uno de ellos a mi mujer. De golpe la rodearon entre los tres y mientras el más grande y fuerte la agarraba por el cuello y le daba dos guantazos en la cara los otros la desnudaron tirándole de las ropas con bastante violencia, las bragas y el sujetador se los quitaron a tirones y las bragas acabaron rotas, la cara de mi esposa se ponía de vez en cuando roja de los apretones de garganta que casi no le dejaban respirar. Una vez desnuda el bestia aquel le atragantó contra la pared y comenzó a darle tortas en los pechos, mi mujer lloraba y balbuceaba pidiéndole “por favor no, ahí no”, tras soltarlale dijeron que se agachase y mientras uno de ellos le metió la polla hasta la garganta mientras le tapaba la nariz, otro le acercó la mano hasta el culo y empezó a meterle primero uno, después dos, tres, hasta que intentó meterle cuatro dedos por el culo, ella empezó a gritar diciendo “¡tanto no!, ¡tanto no!, que con esto no puedo”. Uno de ellosdijo “a esta puta habrá que dejarla más dócil, agarradla fuerte”. Mientras uno de ellos la agarró de los brazos contra el suelo, otro le puso el pie desnudo sobre la cabeza presionándola también contra el suelo, el tercero cogió una fusta y le dio varios golpes en las nalgas poniéndoselas muy coloradas, he incluso al darle alguno de los latigazos le hizo algo de sangre, mi mujer se orinó encima. El que le dio con la fusta le gritó diciéndole que limpiase lo que había orinado en el suelo con la lengua, cosa que hizo sin rechistar, se puso a lamer el orine del suelo.

Un momento después el mismo sádico acercó un pañuelo a la boca de mi esposa y le dijo que lo mordiese mientas le dilataba el culo, acercó de nuevo la mano al culo de mi mujer y mientras ella mordía el pañuelo le introdujo los cuatro dedos para después introducir casi toda la palma de la mano, la cara de mi esposa estaba roja del dolor que estaba pasando.

Durante todo ese tiempo no me atreví a abrir la boca, fue lo que prometí, pero veía que se estaban ensañando con mi mujer de forma extremadamente violenta. Ella no había parado de llorar durante todo el tiempo.

Tras sacarle la mano del culo, uno de ellos se tumbó en la alfombra a un metro de mis pies, agarrándose la polla completamente erecta, que bien podía tener los veinte centímetros o más, al igual que la de los otros dos, indicó a mi esposa para que se pusiese encima de él , ella obedeció y poniendo sus piernas hacia los lados, clavó ese enorme pene en su coño y estuvo poco más de un minuto cabalgando encima hasta que le llegó un orgasmo grandioso, gemía, gritaba y jadeaba como una posesa, estaba claro, el sentirse dominada, maltratada, vejada y finalmente follada por una tremenda polla la volvía loca.

Tras el orgasmo el que le propinó los latigazos con la fusta y que también le metió la mano en el culo, hizo lo propio con su polla, se la introdujo de golpe por detrás mientras ella seguía encima del otro con su polla dentro del coño, era impresionante la forma de follar que tenían, le estaban dando una caña tremenda, pero no habían pasado tres minutos y ya volvía a tener otro orgasmo. Durante esos momentos mi mujer me miraba con la cara ya más relajada y llena de manchones de pintura de ojos y labios.

El tercer hombre, que todavía no había intervenido y que sólo había estado observando acercó su miembro a la cara de ella y le dijo “venga, métetela hasta la garganta, que el cornudo vea como disfrutas con nuestras pollas”, aludiéndome a mí. Era la segunda vez en mi vida que veía a mi mujer con todos sus orificios rellanos con unas pollas extraordinarias, a los dos o tres minutos, se sacó el miembro de la boca y comenzó a gritar poseída por su tercer orgasmo, era asombroso, en apenas diez minutos había tenido tres.

Los tres sacaron sus pollas de dentro de los orificios de mi esposa y le ordenaron que se pusiera de rodillas con su cara frente a sus tremendas pollas. Mi esposa se puso a masturbarlos y a lamer sus pollas hasta que se corrieron abundantemente encima de ella, le llenaron la cara y la boca de semen diciéndole uno de ellos, que antes de tragárselo abriese la boca para mí y me mostrase el semen de macho que tanto le gustaba tragar.

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