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Este es mi cuento

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Los actores deben saber que las personas volvemos a nuestros orígenes para educar nuestro presente. Allá donde elegimos una opción, hoy hubiéramos elegido otra distinta. ¿Por qué? Los actores y las actrices deben saber que cualquier opción elegida es la acertada. En la vida no es como en la lotería, donde si uno acierta se lleva el premio. El premio de la vida es saber que uno acierta, elija lo que elija. La vida es un regalo. Uno no puede no elegir. Pero hay elementos como la confianza, el valor, etc... que aseguran el acierto.

Todo lo que uno hace es positivo. Hoy empiezo a comprender que lo que no entiendo de lo que hace el otro es por mi bien.

El camino de la libertad está hecho de cada persona, de cada paso, de cada pelo. Todo indica que el odio es contrario al amor. Y el amor es un ejercicio que se hace continuamente.

Una persona es un cantar, una nota, que un día dejará de sonar. Y habrá dejado una huella que algunos seguirán. Son muchos los que le siguen. Muchos que cantan. Muchos que son notas, cantares a su vez. Muchos que también un día dejarán su huella, su obra terminada. Huellas que otros que siguen cantando seguirán.

Me están contando historias personales, con sentimientos personales. Rumbos tomados por personas les llevan a puertos distintos. Y yo las miro, las veo sentadas en el muelle de sus puertos, contando sus historias al mar y al viento. Hermanos de sus hermanos cuentan al mar sus historias. El mar que un día se las contó a ellos: gotas, cada uno, de ese mar.

El mar bebe de la tierra. Está en un cuenco y parece libre como lo invisible del viento que lo mueve. Libre como lo aparentemente aleatorio, azaroso. En ese mar se bañan las gotas que son las personas. En ese mar se bañan los recuerdos, las memorias.

El camino de la libertad está lleno de buscadores, de gotas, de recuerdos, de memorias. Todos buscan, creando, encontrando. Encontrándose. Recordándose. El mar está en un cuenco. Vive de la tierra. Vive de los bañadores, de los buscadores, de los recuerdos.

Me está contando el aire historias personales que sólo las puedo transmitir viviéndolas, soñándolas... para que otros las recuerden, para que otros las vivan en sí. Soy mensajero. Vivo de lo que no soy, que dialoga con lo que soy...haciéndome continuamente. Mañana, cuando mi pie desnudo ya no esté sobre la arena, habré vuelto al océano. Hoy no sé cómo será la huella. No sé qué será lo que deje aquí cuando nadie me vea, cuando nadie sepa que estoy bañándome en el mar de los recuerdos, buscando una historia propia.

Cada cantar, cada persona es tan distinta de otra como una gota del océano es distinta de otra gota. Iguales y distintas. Y el diálogo entre la distinción y la igualdad tiene lugar dentro de cada persona, de cada gota. ¿Qué somos las personas?: personas. Cada persona busca su leyenda. En algo es igual a la leyenda de otra persona. En algo es distinta.

Cada cual busca su leyenda. Le falta saber que la ha encontrado. Y cuando la encuentre desaparece la persona y nadie la ve. Ha dejado de poner el pie sobre la arena. Y se ha ido al mar a escribirla, a contarla, a vivirla.

Estos ojos que miran saben que hay personas más pequeñas. Son los ojos del mar. No hay nada más grande e inabarcable. Esa abstracción nos tiene a todas las particularidades. Y cada particularidad es el mar mismo. Y entonces empieza a saber cada persona que es todas las historias posibles. Y que sepa que así es... es haber encontrado su historia. 

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