Nuevos relatos publicados: 13

Esclavas

  • 8
  • 9.073
  • 8,70 (10 Val.)
  • 0

Mientras cerraba mi nuevo departamento para hacer las primeras compras en el barrio, una voz muy suave detrás de mí me saludo:

—Hola, soy Fernando.

Continuo mientras me daba vueltas para ver quién era:

—Somos nuevos vecinos, vivo al lado de tu departamento, en el quinto C, es un gusto conocerte.

Se trataba de un joven de mi edad, unos veinticinco años, morocho, hermoso pelo oscuro lacio y largo, ojos claros de facciones y modos muy femeninos que me enloquecieron porque yo llevaba algún tiempo de travistiéndome de closet con orientación lésbica e inmediatamente vi en ella la persona de mis hasta ahora fantasías.

Le respondí tan atentamente como para que se diera cuenta que me interesaba su amistad y creo que hicimos una buena química en ese corto lapso que nos encontramos, ella capto mi intención y se ofreció amablemente “para cualquier cosa que necesitara”, yo capte la onda de su respuesta y no tarde en caer al quinto C con cualquier estupidez como excusa.

Así fuimos haciendo una hermosa amistad con cada vez más excusas para encontrarnos, el trato fue pasando de cordial a amistoso, luego más dulce y los dos empezamos a exagerar gestos femeninos en una especie de seducción mutuos. A las dos nos gustaba ese coqueteo pero ninguno se animaba a avanzar al otro y creo que disfrutábamos de esa miel.

Un día nos encontramos en su departamento y ya éramos dos nenas tomando el té, charlando y cruzándonos miradas y gestos femeninos hasta que le dije que me encantaba su compañía, ella me miro a los ojos, me tomo la mano y me agradeció esas palabras y me dijo que ella también sentía lo mismo, se nos aceleró el corazón y nos pusimos coloradas pero no largamos nuestras manos y se me dio por decirle lo suave que sentía sus manos, ella respondió:

—A mí me gustan tus labios

Y rozo con su dedo mis labios. Yo aproveche para besar su mano y ver su reacción. Ella se acercó y me dio un beso en mis labios y yo le respondí con otro beso interminable.

Ahí estábamos las dos mariquitas besándonos cuando y al sentir tanto placer solté un orgasmo y de pues me orine encima de una forma que no pude contener. Me dio vergüenza y me retire pidiéndole disculpas diciéndole que me iba a cambiar de ropa.

—no te aflijas, me dijo con voz dulce,

—Yo también estoy mojada.

Se sacó los pantalones y me mostro su bombachita humedecida en su bultito, además de su bombachita llevaba puestas unas medias con portaligas y al verla así yo también me saque la ropa y para sorpresa de ella quede en bombachita.

Que hermoso, vamos a continuar besándonos pero en bombachitas, y me tire en sus brazos

Después de largos minutos de descargar nuestras ganas de besarnos ella se par, me tomo de la mano y me dijo que quería mostrarme algo.

Me pare y disfrutamos de ese pequeño paseo de la mano como dos mariquitas en bombachitas.

Me llevo hasta su vestidos y me mostro los cajones llenos de su ropita erótica femenina.

Me quiero meter en esos cajones, le exclame

Primero vamos a bañarnos, respondió con picardía.

Y fuimos otra vez de las manos hasta la ducha.

Note que ella comenzó a tomar el control con una dulzura muy femenina y me entregue a sus deseos.

Nos bañamos también con las bombachitas colocadas para no perder nuestra femineidad inicial.

Ella me pidió que enjabonara suavemente su cola.

Luego le pedí que hiciera lo mismo conmigo, ella accedió y nos quedamos un ratito largo mirándonos a los ojos y disfrutando nuestros primeros pasos de putitas.

Luego me hizo pone de frente y comenzó a enjabonarme el bultito.

Me encanta acariciar tu conchita, me dijo

Eso me hizo la cabeza y comencé a sentir que tenía una conchita entre mis piernas, y a partir de ahí nos gustó la figura de conchita para referirnos a nuestros penes.

Le respondí acariciando su “conchita” y así quedamos saboreando el placer un rato hasta que me llevo nuevamente a su vestidor, nos sacamos las bombachitas mojadas y comenzamos un dulce e interminable acto de colocarnos ropas femeninas: bombachitas, medias con portaligas, botas, guantes y corpiños rellenos con unas bubis sintéticas que parecían reales, luego unas polleritas y musculosas ajustadas.

Terminamos de vestirnos, nos miramos al espejo y contemplamos nuestras figuras hermosas y femeninas.

Me siento una nena dispuesta a lo que quieras, le dije.

Ok, respondió, me llevo de la mano a su habitación que era un santuario lleno de espejos, con sabanas sedosas y luz tenue.

Se recostó boca arriba y me propuso que acariciara su conchita, sin dudarlo comencé a acariciar su bultito que comenzó a crecer y luego me pido que me pusiera en posición de perrita.

Me excite y me ofrecí como una perrita. Ella saco una crema y empezó a untar mi cola mientras yo empecé a gemir y pedirle que siga.

Luego empezó a rozar mi cola con su “conchita” y yo comencé a apretar las sabanas con mis manos y a pedirle cada vez más, se detuvo y apoyo la cabecita en mi ano como para comenzar a penetrarme.

Me pregunto cómo jugando: Estas segura de hacer esto?

Si mi amor estoy enloquecida, por favor penétrame-

Bueno, pero no seas ansiosa, te voy a penetrar muy despacito, de a pedacitos y lubricándote para que puedas gozar cada pedacito que te voy metiendo.

Si mi amor, hace como quieras, estoy entregada, soy tu esclava.

Me metió la cabecita tan suavemente que comencé a gemir como una gatita.

Luego me cogió ese pedacito para que me lubricada.

Me dijo: ya tenés la cabecita adentro.

Si soy un poquito putita, bromee.

Si lo note cuando te conocí, bromeo también.

Repitió ese procedimiento en cada centímetro que me fue penetrando, y yo gemía descontrolada y pidiéndole que me penetrara más. Yo la miraba a los ojos por el espejo gimiendo y haciendo pucheritos para que viera lo mucho que me gustaba y le decía: “cógeme que soy tu putita”, “soy tu hembrita”, “métemela toda”

Cuando tenía la mitad de su conchita adentro mío me dijo:

Ya sos media putita, continuando con la broma inicial.

Hay, que hermoso, me mire en el espejo de costado y veía la escena con su conchita e entrando en mi colita y me excitaba cada vez más.

Hasta que me dijo:

Bueno amor, la tenés toda adentro.

Ahí, que hermoso, me hiciste la putita que siempre soñé, gracias mi amor.

Después se me ocurrió un juego histérico que me hacía sentir aún más putita.

Lleve mi mano hacia mi cola y le reproche.

No mi amor no está toda adentro.

Ella se dio cuenta de mi jueguito histérico y replico dulcemente:

No mi vida, te la metí toda.

No, no, no, no está toda adentro, no querés que yo sea una putita, volví a reprochar.

Con su dulce paciencia y siguiendo el jueguito que me calentaba, empujo su conchito hacia mi culito y me repitió que estaba toda adentro-e placer,

No, no, no, déjame sentarme en tu conchita para esta segura que me hiciste una putita completa.

Me fui sentando en su conchita y cuando no entraba más cerré la escena de histeria agradeciéndole por hacerme putita

Luego de esa larga sesión de suave y sabrosa penetración inicial, comenzó a cogerme suavemente y no tarde en mojar mi bombachita, ella también eyaculo dentro de mí y al sentir sus líquidos dentro de mi cola renovó el placer de sentirme una putita.

Después que su conchita se murió en mi cola me pregunto.

Te gusto?

Si mi vida estoy enamorada.

Esto no termina acá tengo otra sorpresita, y trajo un pene portátil que ato a su cuerpo y me hizo su putita toda la noche.

Al otro día amanecí penetrada, pasamos el día haciendo jueguitos sexuales e histeriqueando como dos putitas y al final del día me dijo:

Ahora me toca a mí, quiero que me hagas el amor dulcemente como anoche lo hice con vos, yo también necesito sentirme una putita.

Esa noche la esclava fue elle y me dijo que hiciera el siguiente ejercicio mental para excitarme:

Imagina que mi cuerpo es el tuyo visto en tercera persona y que mis gemidos son los tuyos y te voy a dar otro secretito para pasar la noche de verdugo:

Me hizo poner colita hacia arriba y me penetro con un consolador suavemente.

Así vas a reprimir toda sexualidad masculina remanente.

Es el día de hoy que intercambiamos los roles sin dejar de sentirnos putitas ni un solo momento, y nos derretimos cada noche.

(8,70)