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Pibitas de barrio

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Carriego y yo vivimos hace 5 meses en una modesta pensión de Morón, desde que agarramos una parada grande en la construcción de unos galpones para vaya a saber qué. Nos tocó un barrio intranquilo, con mucha falopa y terrible oferta de sexo infantil, además de las paraguayas de casi todas las esquinas. En una de esas conocimos a Lola y a Mily, la noche que decidimos ir un rato al barcito del Tano. Eran dos pendejas con ganas de pija, aunque arruinadas por la vida que llevaban. Lola se veía adolescente aunque con 18, tenía una sonrisa forzada y una voz apenas audible por su resfrío, ojos azules, unas tetas poderosas amenazando con fugarse de su remerita y un jogging agujereado atrás para que brillen sus nalgas desnudas. Siempre andaba descalza y con un faso temblando en los labios.

Mily tendría unos 20, ojos marrones, el pelo por la cintura, algo más de simpatía, zapatillas y una pollerita mecida por el viento para que admiremos su culito bien parado. Las dos eran morochas, mal habladas y huérfanas. Pero para nosotros eran especialmente bellas, tal vez desde que las vimos petear a 4 obreros en la placita, o desde la tarde que vi a Lola haciendo pis en el cordón de la vereda, o desde que el negro me batió que una mañana las pilló a los chupones cerca de la estación de trenes, lola con las tetas al aire.

Pero, volviendo a la tarde del bar. Recuerdo que mientras el negro compraba cigarros yo hablaba con un colifa que solía deambular sin rumbo fijo y manguear guita, hasta que Mily se me acercó sigilosa diciendo:

¡Hola don, quiere echarse un polvo con nosotras?!

Me señaló a Lola que sacaba la lengua desde la otra vereda, y le dije que mi amigo tal vez querría también. En cuanto el kioskero cerró la ventanilla los dos la arrinconamos contra la pared para meterle mano y chupones por todos lados. La piba se re dejaba, tanto que luego se agachó para bajarle la bragueta a Carriego dispuesta a petearlo suavecito. Yo los acortinaba subiéndole la pollera, hasta que veo que se aproxima una señora con dos nenes a comprar.

Fuimos hacia el banquito de la plaza donde Lola comía un alfajor. Mily la besó en la boca cuando el negro la manoseaba y yo le rozaba los pezones a Lola que se le endurecían en mis dedos. Pronto le subí la pollera a Mily para apoyarle mi verga empalada al descubierto en su colita fría, y cuando pensaba en arrancarle la tanga, el negro dijo que no seamos boludos y las llevemos a la pensión, porque a las 8 de la noche pasaba todo el mundo. Además había un cana que podría sospechar algo.

Ni bien llegamos apagamos la radio para que el jefe no rompa las pelotas y, mientras Carriego se duchaba las guachas morfaban una pizza con verdadera necesidad, y yo arreglaba las camas. Cuando salgo de la pieza veo al negro en bolas parado contra la mesa arengando a Mily que se la mamaba ya sin su remera gastada y descalza. Lola permanecía sentada en el suelo cuando me le acerqué, le quité la remera y el corpiño, pelé la chota y ella sola se la refregó en la carita como a mis huevos, y cuando sentí el calor de su lengua en mi glande temí ahogarla de tanto entrar y salir de su garganta sonora, por lo que ni bien se escupió las tetas me pajeó con ellas lamiéndomela cuando podía, mientras Lola con toda la leche del negro en la cara lo histeriqueaba con no querer desnudarse.

Pronto él se entretuvo viendo cómo Mily me comía la poronga y la otra las bolas metiéndose un dedo en la concha, cómo después Mily se sacó la pollera y la tanga para hacerle oler la chuchi a Lola y luego pajearse desparramada en el sillón grande, y cómo la nena se tragaba mi lechazo en 4 patas, todavía en el piso-

Fue terrible cuando escuchamos un bocinazo, y enseguida las voces del pelado y del Beto en la calle. El negro quiso esconder a las mocosas en el baño, pero el pela abrió la puerta y entonces no había más que decir. El negro no me hizo acordar que esa noche era nuestro campeonato de truco. Por lo que cambiamos las cartas, la película que traía el Beto y la salidita nocturna al putero más cercano por una orgía fatal.

Ni se lo preguntamos a las pibas. Sencillamente el negro las puso en 4 patas sobre la mesa tras desnudarlas y, los invitó con un vaso de vino a que se hagan chupar la pija. El Beto con Lola y el pelado con Mily, que puso cara de ojete cuando éste le daba chotazos en la boca. Lola peteaba con mayor decisión y dejaba que el negro la nalguee con violencia, que la putee y hasta que le meta un dedo en el culo. Le dolió pero pedía más. Entonces colocó la punta de su pija en la entrada de su agujerito afiebrado y se lo engolosinó a puro roce, porque todavía no le entraba, y además el negro portaba un termo prodigioso.

Yo me acerqué a la boca de Mily apenas el pela le dio un respiro, ¡y la guacha encima de comérsela como a un panchito decía; tu pija sí que me gusta papito, quiero que me des la lechita eh!

Pero el pelado que siempre tuvo pocas pulgas la apartó al oírla, como poniéndose celoso, se la encajó en la trucha después de propinarle una cachetada y mientras la atragantaba de guasca le gritaba: ¡vos te vas a comer mi poronga sucia putarraca, y todos te vamos a hacer el orto por trola!

Mi tarea era sujetarla para que el pelado le coja la boquita a su antojo, y de paso la pajeaba un poquito.

Luego cambiamos de parejas porque, al Beto le daba cosita que Lola sea tan nenita, por lo que entonces Carriego y yo volvimos a revivir con el petardo de Lola que, hasta nos estornudaba en las pijas y nos las chupaba con mocos y todo con una devoción única.

Beto y el pelado ahora intentaban que Mily le chupe las tetas a Lola mientras ellos le metían la pija un ratito cada uno en la concha y bombeaban con dramatismo, acelerados y contaminando el oxígeno de alcoholemia. El pelado quería culearse a como dé lugar a Mily. Así que después de darle unos cintazos, los que la pendeja le pidió, Beto la acomodó en la mesa boca abajo y mientras le seguía llenando la geta de verga, el pelado se le trepó y no le importó un carajo. Lo último que dijo fue: ¡te la vas a comer toda por el culo bebé, y te la voy a sacar llena de tu caquita para que me la mames!

Seguido de eso Mily hizo temblar los vidrios de la ventana con sus gritos de piedad, porque el pela se hamacaba sobre ella partiéndole el orto con su pija entrando y saliendo, hurgando en lo más adentro permitido, llenándola de moretones por las nalgadas que le ofrendaba y sacándole todos los peditos que pudiese mientras Beto se pajeaba contra sus tetas.

Yo ya tenía a upa a Lola, y estaba a punto de penetrarle la argolla cuando se me hizo pis mientras peteaba a Carriego que hasta la instó a toser gravemente al ahogarla con su lechazo. Yo no le hacía asco a nada. La hice limpiarme las piernas y el pubis con la lengua, chuparme los huevos a la vez que me pedía la mema haciéndose la tonta y que me pajee con sus tetas. Hasta que el Beto ni bien enlechó entera a Mily que seguía sufriendo por la cola pero ya resignada, hicimos que Mily le lama la conchita meada.

Enseguida, cuando noté que la leche me saltaba, agarré a Mily del pelo, le metí la verga en la boca y se la rebalsé de mi semen rabioso mientras Beto sostenía a Lola contra mí para que mi lengua y nariz tengan el mismo frenesí que mi sangre al drogarme con su olor a pichí de villerita.

De repente el pelado sacó el revólver que suele usar por si las moscas de su pantalón, obligó a las nenas a arrodillarse en el suelo, y a la vez que las apuntaba simulando gatillar les pedía un pete, las dos juntas y comiéndose las bocas. Lola degustó sus huevos como si se tratara del manjar más caro y apetitoso del mundo, y Mily hacía resonar sus pómulos inflados con la sopapa peneana de sus labios en el glande del pelado que pechaba su pubis contra las caras de las nenas, jadeando y diciendo: ¡o me sacan toda la leche o les vuelo la cabeza putitas de mierda, basuritas, villeras del orto; todas ustedes lo único que saben hacer es coger!

Yo, el Beto y Carriego sabíamos que el chumbo no tenía balas. Pero las caras de miedo de las pibas y lo crespito de sus pieles más la meada que se echó Mily apenas el pelado le tocó la sien con el fierro nos re calentó.

Ni bien el pelado acabó en las gomas de Lola después de que ambas le hicieron una turca envidiable, yo puse la pava para unos mates. Los 4 nos sentamos en ronda a fumar unos habanos, a matear, a conversar de la obra y del River-Boca que se avecinaba, mientras las guachas nos chupaban la pija, solo que ahora estaban en calzones y gateaban eligiendo una o dos vergas para sus boquitas infestadas de leche. Así nos sacaron varios polvitos más, hasta que al cabo de una hora se sentaron a compartir unos mates y unas facturas con nosotros.

Al rato el Beto se ofreció a llevarlas a la estación donde Mily dijo que tenían otra changa. Lo hizo luego de vestirla, y de que Carriego y yo le demos una murrita a Lola en el colchón, él por la boquita y yo a esa conchita que apestaba a pis de nenita.

Después del cagazo que se llevaron las pendejas con el pelado nos pareció extraño que casi todos los martes o jueves, las dos a eso de las diez de la noche estén golpeando la puerta de la pensión en busca de sexo, guita y morfi.     

Fin

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