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Primitas putitas

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Mi nombre es Ailén, y hoy tengo 20 añitos rebalsados de sexo, lujuria, fiebre uterina y mucho fuego en la conchita gracias a Caro, mi prima de 29 que fue mi mentora, mi diosa suprema, mi luz en el camino y mi artesana en esto de la seducción.

Todo empezó hace dos años, cuando vino a mi casa a tomar unos mates y a venderme unos cosméticos. Cayó con un guacho que parecía salido de una cárcel por sus tatuajes, sus modos y su lenguaje. Dijo que solo era un amigo, que la trajo para ahorrarle la caminata y que ya se iba. Pero enseguida él pidió ir al baño. Ella se me acercó y tartamudeó en mi oído: ¡no está tu hermanita en la pieza no?! y sin más los dos entraron.

Yo me quedé asombrada, parada como una boluda con la yerbera y la pava escuchando el golpeteo de mi cama contra la pared, los gemidos de Caro y alguna que otra bofetada. No podía verlos, pero imaginaba a ese tumberito darle masita a mi prima, y me mojaba toda. No me animé a tocarme por miedosa, pero no me faltaron ganas.

Cuando salieron, ella con gotas de sudor en la cara y él con la ropa desacomodada confirmé que se mataron a puro sexo, y me sentí rara. Apenas él se fue sin emitir palabras tras rechazarme un mate, las dos nos fuimos al patio a pispear la revista de cosméticos y lencería. Pero la normalidad entró en corto por mis venas cuando ella dijo suelta y sin preámbulos: ¡¿no querés acompañarme a putanear guachina?, estás muy perra y creo que podemos hacer mucho las dos juntas… tu sonrisa es re compradora!

Ahí supe que Caro es prostituta hacía ya diez años, y su figura no lo aparentaba para nada. Me contó que se operó las tetas, que se compró el departamento, el auto y todos los muebles con la guita que hizo troleando. No quiso hablarme de su ex cuando le pregunté, y dijo que para ella los hombres son solo pitos de distintos tamaños, texturas, grosores y sabores, pero que todos tienen un valor. Me pidió que lo piense, ya que de paso podía hacerme unos pesos y pirar de mi casa para no lidiar con mi vieja y su alcoholismo agravado.

Creo que a la semana le dije que sí, con temor pero muy ansiosa, y me llevó a su departamento. Los ojos no me alcanzaban para ver la cantidad de trajes eróticos de todo tipo, la ropa y los accesorios que tenía. Cuando entré me dijo con su antipatía natural: ¡desnudate y ponete esto, y dale que llegamos tarde!

Era un jumper de colegiala, con bombachita y medias de nena, y me pidió que me haga dos colitas en el pelo. Cuando las dos estuvimos desnudas y de frente, tuve ganas de tranzarla. Pero no me atreví.

Ahí me enseñó a fumar, y me explicó que las putitas lo hacen para que los hombres paguen más.

De repente estábamos en un telo comiéndole la pija a un pibe re cheto, ella haciendo equilibrio sobre sus botas largas y yo en 4 sobre la cama. El pibe gemía en especial cuando ella le escupía los huevos y yo le apretaba el tronco lamiendo su glande, aunque sin meterlo en mi boca. Ella me sacó la bombacha, se la enredó en la verga y me obligó a chupar todo junto mientras me nalgueaba diciendo: ¡comé bebita, sacale la leche a este nenito de mamá, y petealo bien!, mientras le daba tetazos en la cara. Le saltó toda la leche cuando comencé a pajearlo contra mis tetas babeadas por mi primita después de devorarse mis pezones. Siempre le gustaron, desde que comencé a desarrollarme, y nunca me reusé a que me las toque.

Esa noche mientras subíamos al lujoso auto de Caro sentí que abandonaba por completo a la nena inocente que miraba dibujitos comiendo churros en la merienda, y que me convertía en un objeto deseado. Me excitaba eso, y más el sabor de las gotas del semen del caretita ese en los labios.

Al otro día caminábamos viendo vidrieras, ella me dijo: ¡andá y parate al lado de esos viejos en el kiosko, hacé lo que quieras pero calentalos!

Eran dos cincuentones feos pero trageados y con cara de ricachones. Crucé la calle y me les puse en frente. Me agaché para que me relojeen las tetas, ya que andaba solo en musculosa, y hasta liberé una del corpiño. Los dos posaron sus manos en mis hombros, y uno balbuceó: ¡qué linda sonrisa tenés mocosa!

Corrí hasta donde me esperaba Caro y ellos me siguieron. Pronto los 4 subimos al auto de mi prima y dimos unas vueltas por la ciudad, hasta que llegamos al departamento. Nosotras bajamos, nos cambiamos en el ascensor y volvimos al auto, yo vestida de bebota y ella de mucamita. Los viejos miraban boquiabiertos cómo lentamente Caro me llevaba a upa al coche, me dejaba en pañales y baberito. Me hizo lamer un chupete, me hizo fumar y, en menos de lo que creí se la chupaba a uno de ellos mientras ella saltaba sobre la falda del otro, comiéndole la verga con su sexo, todos bien apretaditos en el asiento trasero. Luego ella empezó a pedir una pija en el culo, y yo no lo soporté. Me quedé en tanga y me senté en la poronga que ensalivé laboriosa para subir y bajar emputecida de celo, mientras el otro le perforaba aún más su colita preciosa a Caro. Al tipo lo hice acabar acelerando mis movimientos cuando Caro me pedía que la pajee, sin detener su ampulosa cogidita anal. Ni bien ellos nos regaron con su semen agitado y nervioso, nos pagaron y huimos tras dejarlos en la ruta.

La semana siguiente Caro me llamó desesperada para que me bañe urgente, porque fuimos invitadas a una fiesta privada. Nunca supimos lo que se festejaba. Pero los de seguridad conocían a Caro, y según ella son sus mejores clientes. Esa vez me puse mucho perfumito y labial como ella quiso, pero antes de ponerme el jean ajustado, ella se sacó su tanguita y me pidió que me la ponga. Eso me descolocó por completo, y desde entonces siempre uso sus bombachitas.

Ella, lucía unas calzas brillantes con unos pomponsitos en la cola, y una remera bien escotada.

Entramos enseguida, y fuimos casi invisibles para los invitados, pero no para un grupito de guachos que no hacían más que mironear mis tetas bamboleando al ritmo de la música, tanto como el culo de mi prima, y beber cerveza. Cuando Caro me dio la orden me les arrimé.

¡hola chicos… ¿por qué en vez de mirarnos tanto no nos llevan al patio y nos hacemos unos mimitos?, aprovechen que estamos calentitas!, les dije mientras disimuladamente le tocaba el paquete a uno de ellos. Nadie dudó en lo más mínimo.

De pronto eran 5 pijas al aire, creciendo y goteando juguito, sacudiéndose entre sus manos en un baño, y nosotras dos arrodilladas en el suelo nos dedicamos a petearlos como locas. Caro se quedó en calcita y yo en tetas para fregarnos todas contra esos trozos de carne tiesa, y en cuanto nuestras bocas se abrieron para chupar, lamer, escupir y oler tanta sabia varonil, un coro de gemidos, guarradas y respiraciones nos puso más loquitas.

La lechita de todos esos alzados nos inundó después de que Caro me bajó el pantalón para que me castiguen la cola con sus látigos hinchados, luego de que ella les hiciera una turca tremenda, y cuando empezamos a pajearlos con la boca y las manos fue una guerra seminal que hasta nos manchó la ropa. Pero esa noche levantamos 3000 pesos. Ella sabe cómo cobrar.

Así mi prima me arrastró al vicio de coger por plata, de conocer distintos sabores y tamaños, y de seleccionar más y mejor a la víctima.

Una vez un cuarentón nos contrató para mamársela en su depto, pero el muy puerco no nos dejaba ir. Estuvimos 4 horas peteándole esa pija imponente y cada vez más lechera. Le sacamos 7 polvitos y 4000 manguitos, ella vestida de mucamita y yo de colegiala. Al vieji le encantaba que le tire el humo del cigarrillo en la boca y le hable como nenita, mordiéndole la oreja mientras Caro se la ordeñaba con la boca.

No éramos de coger en la calle como putas baratas, pero una vez que yo estaba sola me calentó un pibito que salía de un gimnasio, y me le tiré. Después de tranzármelo en la placita, mi cerebro se bloqueó y no pude más que correrle el jogging y meterme su pija transpirada en la boca. No paré hasta sentir las burbujas de su semen cremoso en mi garganta. Le cobré 50 pesos, y cuando se lo conté a Caro casi me mata por regalarme así.

Pero todo cambió entre ella y yo después de la despedida de soltero en la que nos contrataron. Tal vez haya sido por su exceso de whisky, o mi mambo con el licor de menta, nuestras bebidas favoritas. Aunque, igual la pasamos genial.

Esteban nos eligió para enfiestarnos con su amigo David, que se casaba al día siguiente. Aceptamos de una porque la plata nos sedujo. Ese día ella fue en shortsito con brillitos y musculosa, y yo de calza y remerita mojada, y orgullosa con la tanguita de mi prima rozando mis labios vaginales. Fue en la casa de Esteban, y eran solo 3. David, el agasajado, Esteban y Marcos.

Llegamos a las 2 de la mañana, cuando ellos estaban más que entonados por el faso y los tragos. Nos pidieron que nos comamos a besos, y Caro no quiso saber nada. Pero bastó que le ponga las lolas desnudas en la cara para que su boca ruede por mis hombros y mi cuello, para que envuelva mis pezones y endulce mis oídos cuando me decía: ¡cómo te gusta usar la bombachita de la puta de tu prima eh, y hoy te quiero ver coger como a una guacha salvaje nenita!

Me re calentaba cuando me pasaba la lengua por la nuca, cuando lamía mi ombligo o cada vez que arengaba a los pibes para que se pajeen mirando mis tetas.

No tardamos nada en permanecer largo rato, en cuclillas entre las piernas de esos pijones, especialmente Marcos. Nos alternábamos las pijas, les pedíamos pellizcos en la cola, hacíamos más ruido entre nuestra saliva y las pieles de sus penes venosos para apurarles el primer polvo, y lo logramos. Yo me tragué la de Esteban, y Caro la de David que no paraba de oler mi diminuto corpiño apenas me lo quité. El otro acabó en el short de Caro mientras le amasaba la tripa con su culito bailantero.

Apenas las dos quedamos en bombacha, sus aullidos de placer nos convensieron de que había más. Cuando Marcos me dijo: ¡vení gorda putita, chupamelá!, me le acerqué, escupí todo mi corpiño y se lo enjuagué en la pija, en ese monumento perfecto con la cabecita roja, hinchada y afiebrada. Se la mamé, lo pajeé contra mis tetas y se las hacía lamer, hasta que al fin me agarró de las axilas y me sentó en su falda calzando com precisión su pito en la entrada de mi conchita, sin sacarme la tanga. No entró fácil por su grosor, pero una vez que me atravesó no podía parar de cabalgarlo furiosa, tal vez porque lo de gorda me molestó un poco. Soy rellenita pero no para tanto.

A mi lado Caro estaba en 4 con los codos en una mesa ratona peteando a Esteban, mientras David le rozaba el culo con su pija. Se lo olía, le subía y bajaba la tanga, le besaba la espalda, y pronto se la clavaba de a poco en la concha, todo sin hablar. Muy distinta a mí que me reía de todo, porque las cochinadas que decía Marcos me tentaban.

¡cuando te haga la cola te voy a sacar hasta los pedos del fin de semana loquita, y te voy a hacer mear como a las fanáticas de Luis Miguel!, me decía mientras no paraba de coger y coger.

Ahora Caro peteaba a los dos, y Marcos se entretenía pajeándose contra el agujero de su culo bien paradito, y yo me pajeaba solita. Hasta que Marcos me aprisionó en sus brazos boca abajo en el sillón y arrancó un mete y saque veloz en mi vagina sedienta, a la vez que mi boca se ocupaba de la pija de David, que había logrado impregnarse del aroma de mi prima, y eso me quemaba la cabeza. Caro y Esteban, creo que solo miraban, porque no podía verlos, y no los escuchaba gozar.

Enseguida noté que los chorros de semen caliente descendían por el hueco de mi sexo y la pija de Marcos perdía fuerza pero jamás su erección, y fue entonces cuando Esteban me hizo upita, me paseó por todo el patio y volvimos a entrar al living, donde él mientras me la metía por el culo sentados en la mesa ratona, Caro calmaba su sed comiéndome la conchita llena de restos de Marcos, y ambas pajeábamos a David que le nubló la vista cuando le acabó en la cara. Luego, mientras Esteban seguía punzando en mi cola, Marcos la calzó sin miramientos en mi conchita al tiempo que ella le lamía el orto diciéndole: ¡cogete a mi primita putito, te gusta que las putas te chupen el culo cochinito no?!

Sentir el bombeo desenfrenado de esas pijas rellenando mis canales me hacía gemir como a una guachita siendo violada en un matorral, y Caro me tapaba la boca con su bombacha o el calzoncillo de alguno de ellos.

Pronto ella se dejaba perforar la cola por Esteban mientras David y Marcos se ponían de acuerdo en cómo me lo seguirían rompiendo. No hubo mucho debate. Enseguida me hicieron arrodillar en el sillón, abrazada al respaldo y comenzaron a pajearse entre mis glúteos, mientras Caro se arrastraba por toda la alfombra, cada vez más enculada pero sin chistar. Cuando la pija de Esteban me atravesó, Marcos me lamió la oreja diciéndome: ¡te vas a comer las dos pijas por la colita putona!

Y entonces, de repente, la fuerza de dos machos enfurecidos me hicieron doler, gozar, lloriquear, morder almohadones, hacerme pichí, putear y pedirles más y más pija. Sentía que cuando todo pasara no podría ni sentarme. Pero los volcanes de mi sangre deliraban con esos pitos duros, recios, lechosos y movedizos bien adentro de mi cola de nena.

Pero pronto Caro les pidió: ¡sientense con la nena a upa, y no se la saquen que ahora David se la va a coger por la concha!

Ninguna de esas tres vergas tuvieron piedad de mi cuerpo como brazas de calentura. Me penetraron como con odio y repudio, entre agudos arañazos y mordidas a mis pezones, nalgadas y tirones de pelo, gemidos y todas las obscenidades que fluían de sus bocas, mientras yo creía que perdería la voz de tanto jadear, y Caro intentaba callarme con sus tetas o su lengua.

¡dale guacha, te voy a dejar el culo todo enlechadito, cogé así, qué conchita rica tenés trolita, y tu prima te calienta mucho no?!, era parte de lo registrado por mis oídos, cuando la leche de David me inundaba la vagina, y los otros sin el peso de su amigo ahora me sacudían más fácil y rápido, y Caro le limpiaba la pija con la boca a David que no despegaba sus ojos de mis gomas.

Tan pronto como pudo Marcos salió de abajo mío para darme su trozo con sabores mezclados en la boca, y no demoró en soltar una catarata de lechita que sabía a alcohol, a la vez que el otro aullaba dejando sus pétalos seminales bien adentro de mi culo.

Caro me puso la bombacha y me arrodilló en el sillón para que se las mame a los tres, y yo solita me hice cargo de hacerlos acabar en mi boquita, sin parar de tomar y fumar.

Recuerdo que esa mañana amanecí hecha un asco en la cama. No sé cómo ni quién me trajo. En la noche, de pronto Caro desapareció. Cuando volvimos a vernos me dijo que los pibes no le pagaron, y yo no se lo creí.

Desde entonces, y sumado a que me estaban empezando a pasar cosas con ella preferí tomar distancia. Ahora me regalo como quiero y sin sus reproches.      

Fin

(9,19)