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Vacaciones fogosas

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Me llamo Lorena, tengo 23 años, aún estoy solterita pero no me regalo tan fácil, estudio agronomía y soy de acuario. Lo que en breve narraré nos sucedió a mis hermanas y a mí el último verano en la casa de mis tíos, Pedro y Norma.

Unos días después de reyes magos el tío nos insistió tanto con ir que hasta nuestros padres nos dieron plata para costear cualquier necesidad y colaborar con ellos. Estuvimos desde el 8 de enero hasta el 23 de febrero, y jamás pensamos en divertirnos tanto.

A los dos días yo y mi curiosidad se toparon con los tíos teniendo sexo en el patio del tremendo caserón en el que vivían desde siempre bajo la noche cerrada. Descubrí que les gusta desafiar riesgos, ya que sabían de nuestra presencia y, aún así buscaban hacerse el amor en cualquier parte de la casa. Yo siempre dormí muy poco, y como soy inquieta los vi en la cocina, en el lavadero arriba del lavarropas, en la sala sobre la alfombra, en el baño adentro de la ducha pero con la puerta como una invitación al público insomne, en el jardín y hasta contra la puerta del cuarto donde dormían mis hermanas, Paula de 20 y Diana de 18 años. Ellas nunca podían imaginarse nada de eso porque una vez que apoyaban la cabeza en la almohada no las despertaba ni un terremoto. Salvo las pesadillas a Paula, con quien había que tener recaudos, ya que si eran muy intensas era posible que mojara la cama.

Nunca hablé con ellas de las cosas que veía de los tíos ni de lo grandioso que era el pene de Pedrito. Un par de veces me colé algunos deditos mirando cómo su trozo de carne entraba o salía de la boca o de la almejita de la tía, y jamás me vieron. Ni siquiera la noche que casi me caigo mientras acababa de tanta calentura refregándome un repasador en la entrepierna, y el tío le volcaba su semen en las tetas a la tía.

También tuve algunos sueños eróticos con Norma, que es una mujer de cabello corto enrulado, siempre muy coqueta con camisas de raso, pantalones ajustados y tacos altos.

El tío no cumplía ninguno de los requisitos de un galán. De hecho es medio panzonsito, retacón, pelado con algunos mechones entrecanos y casi no ve de su ojo derecho. Pero cuando percibí que me comía los senos con la mirada cuando servía el almuerzo, regaba las plantas o barría los pisos me ratoneaba mucho más.

Yo soy la más voluptuosa de las mujeres que habitaban la casa, con 115 de tetas, una cola normal, bajita y caderona, medio rellenita pero teñida de rubia y con un papo prominente cuando suelo usar calzas ajustadas. ¡me fascina el roce de mi vulva contra la ropa o las cosas!

También advertí que Pedro veía porno a escondidas. Incluso una madrugada lo vi pajeándose con los ojos en la tele, y esa cara de perverso terminó por convencerme.

Una noche lo encontré parado al lado de la cama de Paula, con su pene creciendo en el hueco de su mano mientras que con la otra le acariciaba las nalgas, ya que se le ofrecía dormida boca abajo. Paula le pedía a veces que se quede un ratito con ella antes que llegue el sueño cuando él intuía pesadillas, y como es re inocentona, supongo que dado por su virginidad, ni siquiera notaba que a veces Pedro le corría o le quitaba la bombacha. La idea de que al tío le excite el olor a pis de Paula me calentaba demasiado.

Al décimo día yo no aguantaba más de calentura, y me re masturbé espiando a los tíos en su dormitorio, y casi me descubren. Entonces decidí detenerme un poco.

Pero al día siguiente, a unos minutos de que la tía saliera con unas amigas mientras yo baldeaba la cocina y el comedor, escuché clarito a Paula decir:

¡no tío, basta, no me hagas cosquillas malo, y te juro que no me hago más pis en la noche!

Ambos reían extasiados, y al parecer se correteaban por todo el cuarto. Llegué a la puerta del mismo y vi a Paula en corpiño y culote siendo apresada por los brazos de Pedro que la mordía, le hacía cosquillas en los pies y le daba chirlos en la cola cuando Pauli intentaba levantarse. Además la olía haciéndose el sonso.

Por supuesto que no me delaté. Pero a la noche interrogué a mi hermana, y pese a que no pude sacarle mucho me confió que le gustó jugar así con el tío. Nunca se propasó con ella más de tocarla. Aunque le vi el paquete hinchado en la bermuda.

¡hubiese dado cualquier cosa por estar en el lugar de la tarada de Paula!

Una siesta en la que yo lavaba la ropa y ordenaba algunas cosas, escuché a Diana insistente en el patio:

¡basta Xime, dejá de manosearme boluda, estás re caliente nena!

Enseguida miré y casi me acabo encima cuando vi a Ximena, que es la vecinita de los tíos que suele juntarse con Diana a hinchar los huevos cada vez que vamos con una mano adentro del short de mi hermana y con la otra amasándole las tetas. ¡esas dos mocosas se estaban calentando solitas!

Diana había tenido relaciones dos veces con un primo, y casi la reviento cuando lo supe, porque pudo haber quedado embarazada la muy boluda!

Al rato una persecución las hacía estallar de risa, transpirar, chocarse con las plantas y pelarse un poco las rodillas cuando caían al pasto. Diana se veía re graciosa con su remerita de dibujitos por arriba del ombligo, con sus rollitos saltarines y su pelo despeinado evadiendo los toquetones de Xime, que es una coloradita bien machona, flaquita y con todo por desarrollarse, aunque siempre viste ropa sucia.

Seguí mirando, y vi hasta que Xime le bajó el short, le mordió la cola por encima de su bombacha blanca de nena y le besó los muslos. Después Diana la empujó al suelo, le dio una patada y le dejó en claro que no le gustan las chicas.

La cosa no pasó a mayores. Pero una siesta, lo inevitable hizo un surco en mis entrañas cuando descubrí a Diana pegada al ventanal de la pieza del tío Pedro, con las lolas desnudas, la pollerita sobre la cintura y una de sus manos dándole candela a su sexo bajo su bombacha negra.

Enseguida me pegué a su lado izquierdo a mirar, y no tuve más opción que tocarme las tetas viendo a Xime en cuatro patas sobre el acolchado de la cama de los tíos, apenas en calzones y con la pija gorda de Pedro en la boca.

No le entraba toda, pero la guarrita se esforzaba por saborearla completa con su lengua como una cucharita lamiendo un suculento postre. El tío se la pasaba por la nariz, el cuello, se pajeaba contra su cara, la arqueaba un poco para fregarla en el hueco de sus tetas y la zarandeaba de las mechas para que vuelva a mamársela sin chistar.

¡tocame la concha Lore, dale!, dijo Diana nerviosa, inconsciente y confusa.

Me dio asco que mi hermana me pida eso. Pero el olor que emanaba su piel encendida de lujuria y los jugos que descendían por sus piernas me tentaron a darle una probadita a sus pezones erectos, acalorados y sensibles.

Gimió, abrió más las piernas y se pajeó con dos dedos furiosos mientras mi saliva se fundía en su barriga, sus senos y sus hombros de tantos chupones.

Pero de repente, volvimos a mirar por la ventana, y entonces, Xime estaba acostada lamiéndole los huevos al tío mientras lo pajeaba y contenía los gemidos que le desfiguraban el rostro, ya que la tía Norma totalmente desnuda le devoraba la vagina a besos, le lamía los pies y la acariciaba con una plumita.

Pronto los tíos se besaban en el medio del cuarto mientras Ximena se vestía y se limpiaba la cara con unos pañuelitos. El tío le dio plata y unos caramelitos. Nos asustó el ladrido del perro y salimos de la ventana en silencio. Creo que Diana le tenía las mismas ganas que yo al pedazo del tío. Lo que no sabíamos es que Paula había observado el mismo espectáculo que nosotras, solo que desde la puerta entreabierta y descuidada. Nos la encontramos ruborizada en el camino. No dijimos nada durante ese asombro, pero a la noche nos compartimos todo. Incluso yo les expuse todos mis hallazgos. Las tres nos re pajeamos, Paula solita en su cama y yo con Diana en la suya, decididas a fantasear un poco.

Las tres coincidíamos en engatusar al tío, ensalzadas por la calentura que nos envolvía. Como los 25 grados de la noche no aflojaban solo nos cubríamos con la sábana, y por momentos no podíamos controlar nuestros gemiditos. Paula se movía abriendo y cerrando las piernas, y hacía sonoro el contacto de sus dedos por su sexo. Pero yo gozaba más porque Diana estaba pegadita a mi cuerpo en bombacha igual que yo, y me tocaba las tetas. Hasta que se me escapó:

¡chupamelás pendeja!

Diana sin dudarlo se comió uno a uno mis pezones con la reprobación de Paula que nos revoleó su almohada diciendo:

¡no sean enfermas cochinas de mierda!

Diana ni se inmutó. De hecho, se atrevió a entrar su mano bajo mi culote empapado y hundir dos dedos en mi concha, tal vez cuando más lo precisaba. Yo misma manipulaba su brazo para que roce mi clítoris como quería, a la vez que le chupaba los dedos o le besaba el cuellito. Cuando uno de sus dedos tocó mi ano casi pierdo el control. De no ser porque Paula me distrajo me la hubiese cogido toda la noche.

Pero la vimos levantarse de la cama, sacarse la bombacha y lamentarse porque otra vez se había hecho pis. Le dije que lo más seguro era que fue de calentura, y volvió a su cama desnuda para seguir tocándose, repitiendo que sueña con mamarle el pene al tío.

Diana corrió hasta donde estaba la bombacha y la trajo con nosotras. Me la hizo oler, la lamió y regresó a comerme las gomas.

De repente nos quedamos congeladas, como en una peli de suspenso porque, los tíos entraron para desenchufarlo todo. Afuera se avecinaba una flor de tormenta y había bajones de luz muy pronunciados.

Yo estaba con Diana encima de mí, con una de mis tetas en su boca, y Paula en pelotas frotándose la almeja con un osito de peluche.

¡mirá lo mal que la pasan las borreguitas Pedrín, tan santitas que parecían!, dijo la tía con su voz opaca por el pucho, y el tío solo agregó:

¡y qué culo se echó la más chiquita!, aprovechando que Diana le entregaba un buen panorama de sus redondeces.

¡¿quieren ver el pito del tío Pedro putitas?!, dijo la tía mientras dejaba caer su bata de seda al suelo para llenarnos los ojos con sus pezones hinchados.

Las tres dijimos: ¡síiiiiiii! Al unísono, y el tío se quitó la bermuda, nos pidió que nos sentemos en la misma cama, o sea en la de nosotras.

Empezó a subir y bajar con sus manos por su mástil forrado de su bóxer mientras la tía le apoyaba las tetas en la espalda y le hablaba al oído. Ninguna creía real semejante erección en el tío.

Norma se sentó en la cama de Paula que estaba a mi lado y dijo abanicándose con una revista:

¡dale Pedrito, un poquito a cada una no está mal!

Cuando estuvo en frente de nosotras y se bajó el bóxer me tembló todo por dentro. Solo lo hizo para pajearse un ratito a centímetros de la cara de Diana.

¡cómo te brillan los ojitos chiquita!, le dijo, y ella se lanzó a darle unos lametazos a su pija. El tío gimió ladeándose un poco y dijo:

¡me parece que solita no vas a poder, ayudale Lorena, dale pendeja!, me reclamó, y ni lo pensé.

Le ensalivé todo el tronco mientras Diana le lamía el glande, le di pequeñas mordiditas, le escupí los huevos que le colgaban como flotadores, le di unos chirlitos en las nalgas y hasta le propuse a Diana besarnos en la boca con su pija mediante. Eso al tío casi lo infarta.

Cuando logré meterme casi la mitad y la sentí en la garganta tuve mi primer orgasmo, y sin tocarme siquiera. Fue justo cuando la tía le pidió a Diana que se saque la bombacha y que se la dé al tío, al tiempo que este me garchaba bien rico la boquita, me dejaba saborear su presemen y decía:

¡qué lindo que te la tragás atorrantita!

Cuando vi a Pedro oler la bombacha estirada de Diana tuve celos, lo confieso. Pero sabía que esa noche era de todas.

Luego el tío puso a Diana en cuatro patas sobre la cama y se le acomodó detrás para intentar penetrarle la conchita. No hubo forma de clavarle esos 23 centímetros, pero la hizo gozar un buen rato. De hecho le erizaba la piel haciéndola gritar como a una perra, y no paraba de bombearla.

Durante ese instante Paula seguía sobándose la vagina, con lágrimas en los ojos, como no aceptando tamaña situación, pero más caliente que una pava, y la tía me manoseaba las tetas diciéndome:

¡vos no te das una idea de lo putitas que fuimos con tu mami!

Cuando Pedro acabó al fin, regándole las piernas a Diana por completo además de dejarle tazones de leche en la conchita, la tumbó sobre la cama y me pidió que me la tome de su cuerpo. Sentí crujir mi estómago unos segundos, pero apenas percibí el olor a semen en sus muslos me agaché para juntar cada gotita con mi lengua. Pero el tío fue más ambicioso, y me exigió que también la beba de su concha, mientras se pajeaba contra mi cola.

Apenas mi nariz se impregnó del aroma de Diana y mi lengua atravesó sus labios vaginales, no solo atesoré una cantidad inédita de lechita en mi paladar, sino que también me enamoré de sus jugos libidinosos que pedían mucho sexo.

Enseguida Pedro me acostó cara al cielo, le ordenó a Diana que se siente en mi pecho, y mientras mi boca se inspiraba cada vez más en chuparle la conchita y el culo a mi hermana, Pedro se devoraba mi clítoris a placer, cosa que no era tan sencilla por lo grueso de mis labios vaginales. Hasta que no lo resistió y se me montó encima para calzar su estaca de carne en la entrada de mi cueva, después de sacarme la bombacha y arrojársela a la tía. Al principio casi ni se movía. Solo disfrutaba de las primeras contracciones de mis músculos en su cabecita. Pero a medida que mi lengua hacía que Diana gima como una condenada, el tío comenzaba a penetrarme cada vez más fuerte, haciendo revotar sus bolas en mi culo, arañándole las gomas a Diana y desgarrando mis entrañas cada vez que la dejaba quietita unos segundos para darme con todo.

Cuando oí a Norma decir:

¡olé Paula, tu hermana sí que tiene olor a concha, y abrí las piernas, no me la hagas más difícil chiquilina!, tuve un orgasmo que me obligó a morderle la fresa a Diana, porque además lo vi todo claramente.

La tía Norma le hacía oler mi calzón a Paula mientras se desayunaba sus tetas y su barriga a chupones, intentaba abrirle las piernas a la fuerza y le pedía que le pegue en el culo y le daba besos muy profundos en la boca. Paula correspondía todo entre gemidos de asombro y señales de no saber cómo actuar.

Hasta que Pedro nos puso a Diana y a mí arrodilladas en el suelo contra la cama, nos hizo comerle la verga asfixiando a Diana con su bóxer y, en cuanto las dos nos repartíamos su semen espeso tranzándonos como babosas empedernidas, él se fue donde la tía recostaba a Paula y la obligó a limpiarle la pija con la boca.

Enseguida nos asomamos a ver mejor, y Pedro no tardó en fregar su rostro perverso en la conchita de Paula, murmurando por lo bajo, o solo para que lo oiga la tía:

¡esta guacha se mea porque todavía es virgen… es muy rico su aroma a hembrita pura!

La tía entonces sentenció:

¡vamos, todos a chuparle la conchita a esta muñeca de porcelana!

Y fue indescriptible todo lo que siguió. Mi lengua rozándose con la de Diana, Pedro y Norma por el culo y la vagina de Paula, ríos de nuestra saliva alborotada por su piel, besos tronadores que la hacían temblar, respiraciones próximas a su flor cerrada y su humedad, algunos chorritos de flujo o pichí que daban igual en el momento, y todos tocándonos. Incluso Diana se quejó por un dedo de la tía en su orto, y yo porque el tío no era nada dulce cuando me ensartaba los dedos en la concha para pajearme.

Luego todo el cuerpo de Paula era un escenario de besos, lamidas, caricias, pellizcos y roces insolentes como el de la pija de Pedro pajeándose contra su pancita. Yo le re comí sus pequeñas tetas cuando la tía le besaba en la boca, y Diana no la dejaba en paz con que la masturbe, hasta que el tío decidió ser el protagonista absoluto.

Nos echó sin más, la acostó en cruz y le ató las manos al respaldo de la cama para primero enseñarle a chupar su pija que ya era una escultura de semental en celo.

Paula parecía intranquila o nerviosa, forzaba a que el tío la obligue hasta con alguna cachetada a chupar. Pero pronto la zorra se la comía a bocados, mientras Norma le devoraba los huevos y el culo, y Diana se entretenía sorbiendo los jugos de mi sexo cuando yo no le dejaba cerrar las piernas a Paula. Luego el tío se acomodó entre ellas para atenazar su cuerpo con sus brazos para sacarle brillo a sus pezones, y para al fin clavarle la pija en la conchita. Ella lo pedía a gritos.

¡cogeme ya perro, dale hijo de puta, rompeme la concha, cógeme toda!, suplicaba mientras el tío se la poyaba en la entradita para matarla de deseo. Pujó un par de veces con suavidad cuando la tía nos hacía chuparle las tetas, y de repente un grito estalló en la tarde gris. Paula nos enteró de que ya no era virgen cuando el tío se movía con todo encima de ella, bombeando suave y rápido por momentos, marcando sus dedos en sus nalgas y sacudiéndola como a una hojita.

¡dame pija, quiero pija tío, mucha pija!, solicitaba mi hermana.

Pedro sacó su miembro de los adentros de Paula y nos lo mostró con un poquito de sangre. La sábana estaba peor, y en la cara de Paula había signos de dolor, aunque también de insatisfacción. Así que el tío se le subió de nuevo, la tía le desató las manos y, mientras su pene volvía a acunarse en su vagina para darle masita, Norma nos chupaba la concha a Diana y a mí. El tío se vino en seco adentro de Paula en medio de unos agitados gemidos que se mezclaban con los grititos de Paula y la risa de Diana.

Enseguida las tres fuimos a saborear la leche del tío de las piernas y la concha de Pau, que desde entonces no volvió a tener pesadillas ni a mearse en la cama.

Los tíos salieron del cuarto sin decir nada, y nosotras estábamos más alzadas que antes. Pero comprendimos que esto solo será nuestro secreto de vacaciones. Diana hoy juega a ser la novia de la vecinita, y yo me convertí en la putita del tío. Claro, con la aprobación de la tía.    fin

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