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Teresa (cuarta parte de Los amantas de Ana)

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Pasaron varios días sin tener contacto con Mario, por un lado no quería ni verle, le odiaba por su sadismo y por haberme entregado a ese grupo de bestias, pero por otro lado, estaba impaciente por qué me llamara, su dominio sobre mí me volvía loca, y cómo voy a mentir, sobre todo por su formidable verga. Por fin a los cinco días recibí la ansiada llamada, era algo extraño, esta vez me propuso salir sólo a cenar, me dijo que le apetecía verme alguna vez sin que tuviésemos sexo, me dijo que no iríamos solos, que vendría con nosotros otra mujer que le encantaría presentarme, una buena amiga a la que le había hablado mucho de mí y que estaba deseosa de conocerme. “¿Qué pretendes esta vez?, ¿no querrás que ahora lo haga con una tía?” le inquirí; “tranquila, que solamente queríamos que vinieses a cenar con nosotros, pero si estás tan reticente mejor lo dejamos”, me respondió Mario. Finalmente le dije que iría, la verdad, es que me apetecía salir a cenar con otras personas, ya que me encontraría sola porque Fabián había tenido que asistir a un congreso durante todo el fin de semana y los niños estaban con sus abuelos en la playa.

Quedamos en un bar del centro al que yo nunca había ido, un local en el que ponían música cubana. Cuando llegué estaban esperándome Mario y su amiga, Mario me presentó a Teresa, una mujer delgada y morena, más o menos de mi misma estatura, tendría unos diez años menos que yo, se le notaba su procedencia sudamericana en el habla y en su piel morena, era una mujer muy guapa y sensual, muy pero que muy atractiva; labios carnosos que los llevaba pintados de un rojo intenso, delgada pero con unos grandes pechos que parecían desafiar a la gravedad y una cintura estrecha que acababa en unas caderas y un culo espectacular, en fin, una envidia de cuerpo. Estuvimos un rato en el local tomando un par de mojitos, hasta que Teresa propuso que nos fuésemos a su apartamento a cenar lo que había estado preparando para nosotros aquella tarde, me quedé algo confusa, yo había pensado que Mario nos llevaría a algún restaurante a cenar, no dije nada ya que había sido sólo una interpretación mía.

El apartamento de Teresa estaba situado a dos manzanas del bar, era realmente precioso, se notaba su buen gusto, desde que entré me sentí muy a gusto. Teresa era una excelente cocinera y la cena discurrió en un ambiente muy relajado, Mario era un buen conversador y las dos nos reímos mucho con él.

Teresa me cayó estupendamente desde el principio, no era del tipo de mujer como eran mis amigas, y como yo había sido hasta hacía poco tiempo. Cuando acabamos de cenar Teresa me pidió que le ayudara a recoger la mesa y le dijo a Mario se quedase sentado, que era un desastre, que la última vez que se ofreció a fregar los platos le rompió dos copas. El que fuese yo solamente a ayudarle había sido sólo un pretexto para quedarse a solas conmigo y poder hablarme en confianza sin la presencia de Mario. Me contó que estaba al tanto de mis esporádicas relaciones con Mario, me dijo que Mario hasta le había mostrado el video del Gang bang y que le excitó muchísimo lo que vio, pero pensaba que conmigo se habían ensañado demasiado, sobre todo el que me azotó con la fusta. Me estuvo contando, que ella también en una ocasión asistió a uno de esos Gang bangs, pero que a ella no le vendaron los ojos y pudo disfrutar de la visión, ya que todos los amigos de Mario estaban verdaderamente buenos. Teresa me hizo una confesión: “Ana, la verdad que eres más linda de lo que Mario me había dicho, desde que me habló de ti sentí deseos de conocerte, quiero que sepas una cosa, además de gustarme los hombres también me atraen algunas mujeres, pero solo mujeres muy femeninas, como tú, nunca me han gustado las típicas lesbianas que parecen marimachos, Mario me ha pedido que intente mantener relaciones sexuales contigo y con él a la vez, pero tengo muchas dudas, no me gusta jugar con nadie y mucho menos quisiera jugar contigo, me pareces una mujer preciosa y digna de ser amada, no te voy a mentir, me encantaría hacerlo contigo, estoy harta de los juegos de dominación que le gustan a Mario y sé que a ti te excitan al igual que me pasaba a mí, pero me cansó ese rollo. Sería un placer para mí darle junto a tí un espectáculo a Mario, pero solo eso, un espectáculo donde él solo mirase”. De repente, sin darnos cuenta, Mario irrumpió en nuestra conversación y dijo: “vaya, ¿parece que ya se lo has contado todo?, ¿porque no nos desnudamos y nos vamos los tres a la cama?, ¿no te parece una buena idea Ana?, seguro que a Teresa le encantará y a ti también”.

Yo jamás había mantenido relaciones sexuales con otra mujer, pero después de las cosas que había hecho en los últimos tiempos, ¿por qué no probar?, además, la propuesta de Teresa me pareció más excitante aún: ser observada mientras lo hacía con otra mujer.

Le dije a Mario que solamente lo haríamos Teresa y yo, que él no podría intervenir, que solo podría observar, si aceptaba eso bien, si no me iría. Mario aceptó a regañadientes.

Teresa pidió a Mario que nos vendase los ojos a las dos y le dijo que a partir de ese instante se abstuviera de intervenir en nada, que se estuviera callado y sobre todo quieto. Teresa se acercó a mi oído y me dijo: “aunque tú ya lo debes saber, al tener los ojos tapados se resaltan el resto de los sentidos, sobre todo el del tacto”.

Yo me senté desnuda a un lado de la cama mientras Teresa acariciaba mis pechos pasando sus manos por debajo de mis brazos y apoyando sus pechos en mi espalda, comenzó a susurrarme al oído: “olvídate por un tiempo de los hombres, nosotras somos mejores, somos más sensibles, somos la vida, somos la ternura, no nos queremos dominar, nos entregamos por completo y sobre todo, tenemos toda la sensibilidad del mundo, la que ellos no tienen”.

Jamás en la vida me habían acariciado de esa forma, mi piel temblaba de gusto con cada roce de su mano, Teresa me pidió que me tumbase y una vez lo hice siguió acariciándome por todo el cuerpo haciendo que me estremeciera mil veces, se notaba que era una mujer quien me estaba acariciando, pues sólo una mujer puede conocer a la perfección nuestra sensibilidad, me lamió los pezones poniéndomelos duros y me ofreció los suyos para que yo se los lamiera, lo hice como a mí me gustaría que me lo hicieran y teresa se derretía diciendo: “que rico”, “que linda y generosa”. Teresa se tumbó sobre mí aplastando sus pechos sobre los míos y su sexo sobre el mío, nos besamos las bocas apasionadamente y rodamos sobre la cama de un lado al otro, nuestras bocas chorreaban de placer y nuestros sexos cada vez estaban más inquietos buscando algo con que saciarlos. Una vez quedó Teresa tumbada en la cama boca arriba tomé toda la iniciativa y me cambié de posición buscando dar placer a su sexo con mi lengua y ofreciéndole el mío para que ella me lo diera a mí. El sexo de Teresa estaba recién y completamente depilado, me entretuve lamiendo y saboreando aquel sabor a mar, en cambio mi sexo no estaba completamente depilado, solo por la zona de las ingles y lo justo para que no sobresaliese el vello del bikini, Teresa dejaba de vez en cuando de lamerlo para decir cosas como: “que rico, hacía tiempo que no saboreaba un mejilloncito natural, con todas sus algas”. Llevábamos un buen rato devorándonos cuando Teresa me dijo: “Ana, si sigues así me voy a enamorar”; y eso es lo que me estaba ocurriendo a mí, me estaba enamorando de una mujer, de una mujer que me estaba dando un placer infinito. Seguimos lamiendo nuestros sexos como poseídas, hasta que llegamos al unísono a un poderoso orgasmo, porque parecía que los orgasmos de cada una se habían fundido en uno solo. Nos quitamos las vendas y sin ni siquiera mirar al espectador nos llevamos un buen tiempo tumbadas de lado juntando nuestros pechos, acariciándonos la cara, el pelo..., todo; y besando nuestros labios con la mayor de las ternuras.

Al cabo de unos minutos nos interrumpió Mario diciendo: “oíd, estoy aquí”, “ha sido estremecedor, parece como si estuvieseis enamoradas”. Las dos nos echamos a reír. Mario nos pidió si podía agregarse al grupo y nosotras le dijimos que no a la vez, Teresa le invitó a marcharse un buen rato a tomarse una copa, invitación que aceptó relatando, porque lo que él quería, era meterse entre medio de nosotras; una vez se fue volvimos a devorarnos como si fuésemos dos leonas hambrientas.

Tumbadas exhaustas, agarradas de la mano, Teresa me dijo que una de las cosas que más apreciaba era la sinceridad y que no quería comenzar una relación conmigo con ocultaciones y mentiras; yo no me imaginaba a que se estaba refiriendo. Empezó a hablarme de Mario, de cómo lo conoció y como se convirtió en una de sus amantes ocasionales, me contó que a Mario le gustaban los juegos sexuales de dominación pero que con ella no había podido tenerlos, dijo que a Mario le gustaba contarle los pormenores de todas sus aventuras sexuales, me contó, que le gustaba mantener relaciones con mujeres casadas porque les era más fácil dominarlas, ya que accedían a cualquier cosa por el miedo de que sus maridos se enterasen de sus aventuras; me dijo, que sabía cosas de mi esposo que yo debería saber. Mario le había contado que mi esposo estuvo al tanto de sus aventuras conmigo desde el primer momento, incluso le facilitó el primer encuentro a solas conmigo, ese día que vino a mi casa con la excusa de traernos los CDs. Teresa me contó que mi marido le había pedido a Mario que me sedujese y que este lo hizo encantado, pues deseaba hacerlo desde mucho antes de que se lo hubiese pedido; al parecer, las teorías de Mario sobre la monogamia también habían hecho pensar a Fabián; Mario incluso le envió a Fabián las fotografías que me había hecho en el primer encuentro, esas con la cara llena de semen y con sus dedos introducidos en mi ano.

Lo que me relataba Teresa me dejó muda, ella paró de hablarme un momento, me acarició el pelo y me besó tiernamente los labios; “¿no te esperabas eso, verdad mi amor?”, me preguntó, yo asentí y le besé su boca.

Teresa siguió diciéndome que aunque me hiciera daño era preferible conocer toda la verdad, y que lo que venía a continuación quizás me sorprendería aún más; “¿sabes realmente porque te cubrió Mario los ojos cuando te lo hicieron varios hombres en su casa?”, me preguntó Teresa; “¿estaba entre ellos mi marido?”, le pregunté yo aun teniendo esa certeza, Teresa asintió diciéndome: “pero lo más duro, es que fue tu esposo el que te azotó con la fusta, y me dijo Mario que lo hizo con una rabia extrema.,

Teresa siguió su relato: “a tu esposo se le había ido de las manos todo esto, él le había pedido a Mario que te sedujese alguna vez porque le excitaba pensar que su esposa estaba siendo follada por otro hombre, y que si así de paso, según las teorías de Mario, tu estaría más activa sexualmente, así mejor que mejor para él, vería cumplida una fantasía y además conseguiría que tú te volvieses más activa sexualmente. Pero Mario comenzó a jugar con vosotros sabiendo que los dos os ocultabais vuestras partes en la historia. Tu marido, después de tu primer encuentro a solas con Mario, le pidió que no volviese a ocurrir nunca más, que por favor, hiciesen ambos como si nada hubiese ocurrido. Pero Mario, que tiene la afición perversa de grabar todos los encuentros sexuales que tiene en su casa con cámaras dispuestas por todos los rincones, el día que conociste a Vladislav grabó todo el encuentro y le mandó videos de cómo te follaban los dos a la vez, además le contó que ese encuentro no lo había preparado él, sino que fuiste tú quien lo propuso; eso encolerizó a tu marido, pero no sabía cómo acabar con esa situación sin que tú te enterases de que él fue quien inició todo cuando le pidió a Mario que te sedujese. Tu marido, no era capaz de asimilar que a ti te excitasen esas situaciones de dominio y no llegaba a aceptar que te dejases hacer cosas por otros hombres que a él jamás le habías dejado. Un día Mario le propuso a tu marido asistir a un Gang Bang con una mujer muy ardiente, ocultándole que esa mujer tan ardiente eras tú, cuando entraste a la casa de Mario con los ojos cubiertos tu marido estaba allí y se quedó perplejo, estuvo sentado casi todo el tiempo sin atreverse a hacer nada, solo observó callado y paralizado hasta que uno de los hombres propuso fustigarte porque movías poco el culo, fue tu marido quien te lo hizo lleno de rabia, no el tipo que lo propuso porque movías poco el culo como tu pensabas, tu marido después de golpearte con la fusta se fue. Mario te ha estado ocultando todo el tiempo el papel de tu esposo en todo esta historia, al igual que tu esposo también te lo ha ocultado a ti haciéndote creer que tú le ponías los cuernos sin que él lo supiese. He visto el video de aquel día varias veces, y aunque me excita ver aquello, no entiendo como disfrutaban todos estos tíos al tratarte de esa forma tan sádica, bueno, tampoco llego a entenderte del todo a ti, pero al fin y al cabo terminaste teniendo varios orgasmos. Imagino, que todo esto que te he contado te ha dejado perpleja”.

Teresa me aconsejó que, lo mejor que yo podía hacer era no desvelarle a ninguno de ellos el que yo lo sabía todo, pues de esta forma, sería yo quien tendría el dominio sobre ellos, además, me dijo que pensaba que mi esposo era una buena persona que se había dejado engatusar por las palabrerías de Mario y que el sadismo que demostró cuando me golpeó con la fusta, había sido fruto de su impotencia e inseguridad.

Ahora soy una nueva Ana, tengo un nuevo amor que es también mujer como yo, y más adelante os contaré las nuevas aventuras que vivimos con los amantes que compartimos Teresa y yo.

(9,11)