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Una mutua masturbación

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Había sido una mañana estresante. Llevaba desde primera hora en el Departamento de Administración de la empresa de Juan, resolviendo incidencias contables para justificar gastos y responder el requerimiento de Hacienda para evitar una grave sanción. Ya le había librado de algunos problemas porque siempre andaba con negocios raros. Me llamó sobre las 14 horas preguntando cómo llevaba el asunto. Contesté que casi había terminado y me dijo que le avisara para salir juntos a comer a un restaurante cercano y de paso le informaba.

No me gustaba mucho la idea pero no podía desairarle una vez más, era uno de los clientes que más ingresos me aportaba y además se trataba de una comida de trabajo. Juan era un tipo agradable, divertido, casado, rico y mujeriego. Hacía tiempo que andaba intentando acostarse conmigo y hasta el momento había podido eludir todos sus intentos. Casi eran las 15 horas cuando salíamos de la empresa para ir al restaurante.

Como imaginaba volvió a la carga con que era una mujer especial, le gustaba mucho, quería hacerme feliz, bla, bla, bla… Para terminar me quiero acostar contigo. Mejor atiendes lo que tienes en casa que seguro no lo sabes cuidar bien jejejejeje. Era siempre mi respuesta.

A pesar de ello pasé un buen rato en su compañía, bebí más de la cuenta durante la comida y para terminar unos chupitos en la sobremesa. Total más de las 17 horas y sin ninguna gana de volver al despacho a atender mis asuntos. Llamé para que me anularan las citas y acepté la invitación de Juan para ir a tomar unas copas a un pub cercano, a sabiendas del riesgo que corría, pero estaba animada y me apetecía.

Era un local bien decorado, acogedor, luz tenue, música suave. Escogió un sitio discreto. Al sentarme mi falda subió demasiado, por encima de mis ligas y seguro se vería mi tanga desde enfrente, el sofá era demasiado bajo. Lo que faltaba pensé, pero ya no había marcha atrás. No tardó en pasar su brazo por encima de mi hombro y besarme. Estaba a gusto y me dejé hacer reposando la cabeza en el respaldo, me comía la boca con pasión, metiendo lengua y yo correspondiéndole. Desabrochó dos botones de la blusa y mis tetas quedaron al aire a su disposición, no me gusta llevar sujetador para que puedan marcarse en mis blusas ajustadas. Las sobó bien, estrujó, chupó los pezones y pronto noté su mano subiendo por la entrepierna. A todo esto el camarero pasaba una y otra vez mirando percatándose de mis encantos demasiado visibles, y eso lejos de cortarme me excitaba más. Me escurrí en el asiento abriendo bien las piernas y sus dedos empezaron a hurgar en mi coño, difícilmente cubierto por el mini tanga que llevaba. Metió dos dedos, mientras la yema del pulgar frotaba mi clítoris ya erecto y duro. Notando su tamaño lo frotó con la yema de dos dedos estimulándolo como si quisiera pajearlo.

Estaba a mil de calentura y mi mano se posó en su paquete, lo acaricié por encima del pantalón. Volvió a meterme dedos en la vagina, esta vez tres y siguió estimulando mi sexo como si me follara. ¡Cuánto mojas zorra! ¡Te gusta, eh putita? No tardé en venirme con un orgasmo enorme y él al sentir mis contracciones y mis temblores me dijo, " vamos a follar, quiero metértela hasta el fondo para que goces, así sabrás como te folla un macho de verdad a diferencia de tu cornudo".

Miré mi reloj, eran más de las 19 horas. Pues va a ser que no, le dije, da la casualidad que he quedado con él y ya llego tarde. Lo siento otra vez será. "¿No querrás dejarme así, puta?", me dijo molesto y cabreado. Desabroché su pantalón, bajé la cremallera y saqué su verga dura, grande, con el capullo brillante a reventar. La metí entera en la boca, agarrada a la altura de los huevos, la salivé bien y se la mamé rápido para hacerle correr. No tardó en soltar un gran chorro sin avisar y cuando quise retirarme me oprimió la cabeza contra su polla que no dejaba de chorrear leche abundante. Casi me ahoga el cabrón. Me tragué casi toda y cuando pude salir, la leche que me quedaba la metí en su boca al darle el beso de despedida.

"Cuando vamos a follar", me dijo de nuevo Ya te avisaré, descuida que podrás demostrar de lo que eres capaz. Como era de esperar, cuando a los pocos días tuve que ir a su despacho por un asunto de trabajo, no pude evitar me pusiera apoyada en su mesa, me subiera la falda, me bajara las bragas y me la clavara toda en una gran follada. Pero eso lo dejo para otro día.

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