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La administradora

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Hola, primera vez que escribo.

Soy un hombre casado, de 41 años de edad. Soy abogado y aunque asesoro varias empresas, en la ocasión de este relato, se trata de una academia de capacitación.

Llegó, entró a la oficina una mañana de un día diferente. Tan segura de sí, que al verla sentarse, pensé innecesaria la entrevista para la que la había citado. Con una sonrisa pícara y aires de mujer descomplicada, saludó y me entregó el curriculum. No sé cómo, pero tuve que exigirme para poder entrevistarla. Sencilla, tranquila y natural, pero con una estela de sensualidad que motivó pensamientos irracionales en mi. Tuve que controlarme.

Al final, de las candidatas, ella quedó con el cargo de administradora de la empresa para la que estaba trabajando. Días después, me correspondió recibirla y al verla, volvieron a mí esas fantasías del primer día. Por algún tiempo en el trabajo ella debía entregarme información necesaria y nuestras reuniones se extendían y aunque en momentos las miradas y sonrisas se intercambiaban, no provoque más que apretones de manos. Luego, los mensajes se daban para saludar y fueron yendo a provocaciones mutuas. Fue allí cuando decidí tener a esa mujer entre mis brazos, tomar de ella todo lo que su mirada incitaba. Una tarde, en un compartir de la empresa, sentados cada uno al otro lado del salón, comenzamos a escribirnos y a provocarnos, hasta que le pedí que saliera al pasillo. Fuera de la oficina, los pasillos eran oscuros y nadie nos vería.

En un momento dejó de escribirme y desesperanzado pensé que había exagerado al solicitar verla allí. Pasaron los minutos y no había respuesta, el desespero llegaba a mí, la buscaba y no la encontré en el salón. Hasta que un mensaje decía: Ven. No me hagas esperar mucho! Con prisa me pare y me dirigí fuera de las oficinas y allí pude ver su sonrisa llena de picardía, que me esperaba y al acercarme, un divino beso me aseguró que mis fantasías comenzaban a realizarse. El deseo se apoderó de mí y a cada beso le continuaba una caricia. Como pude saque de su blusa sus senos y los acaricie y mordí exasperado. Mi mano presionaba sus nalgas y entrando en su pantalón, llegue a sentir la humedad de su cálida vagina. Mientras acariciaba su clítoris, sus besos entregaban pasión, sus palabras pedían parar y, aunque su cuerpo quería explotar en goce, debíamos parar y volver al salón antes de que notaran nuestra ausencia. Hasta allí ese momento.

Luego, vinieron días de miradas cómplices y la mañana del sábado, su mensaje pedía que nos viéramos. Mis ganas por ir más allá, dieron una respuesta decisiva: si nos vemos no puede ser en público, si te busco iríamos a un sitio privado. Y varios minutos después su respuesta me saco de la impaciencia: Ok. La recogí por el sitio indicado, se subió al carro y luego de un rico beso que indicó todo lo dispuesta que estaba a saciar nuestras ganas, avanzamos en busca de un espacio que compartiera nuestro secreto: Convertirnos en amantes! En el camino, mis manos inquietas recorrieron todo su cuerpo por encima y por debajo de la ropa. Sus líquidos vaginales entre mis dedos eran miel. Sus palabras detonaban en mi una pasión desde hace mucho acallada. Imaginar que tendría su cuerpo para mi, dejaba ver el apuro por comenzar a deleitarme con su piel. El deseo era incontrolable.

Entramos a la habitación y como pudimos nos desvestimos, sin intentar algo más, ya mi pene estaba jugueteando con su clítoris y sus labios vaginales. Ella solo pedía que lo dejara entrar de una vez! Extendí ese juego por unos minutos, hasta que ella misma tomó mi pene y se lo introdujo diciendo: ya no aguanto. Quiero sentirlo dentro de mi. Fue en ese momento de la penetración donde supe que seriamos capaces de intentar muchas locuras juntos. Acostado sobre ella, la sentí gemir y llegó su primer orgasmo. Cada penetración era más fuerte que la anterior y eso la descontrolaba. Gritaba: Ay, jefe que divino eres. Házmelo. Dame duro jefecito. Nos sentamos, ella de frente a mi tomó mi pene y lo colocó en su vagina, sus movimientos y el deseo de morder mis labios, provocaron un segundo orgasmo y sentí que yo iba a explotar, por lo que le pedí que me dejara hacerlo en su boca. Sin mucho tiempo para responder, mi pene entro dejando todo mi semen en su lengua y un poco saliendo de sus labios hacia su mejilla. Que divina sensación.

Esa mujer de la entrevista, estaba desnuda en una cama tragándose mi semen. La que desee desde el momento en que la vi, reposaba saciada a mi lado. Me dijo: sabe divino, pero debes hacer lo mismo. Comete mis fluidos. Y así lo hice. Baje mi boca hasta su vagina y penetrándola con mi lengua, chupé todo lo que su entrepierna me ofrecía. Ella, deleitada con el sexo oral, solo gritaba agradecida. Con una mano le acariciaba los senos y con la otra fui metiendo un dedo en su ano, al empezar a entrar quiso pararlo, pero pude convencerla de dejarme seguir. Manifestó dolor y mis ganas crecieron más cuando me dijo: nunca lo he hecho por allí, así que ten cuidado. Lo que vayas a hacer, hazlo suave. No lo podía creer, era virgen por el ano y yo tendría el honor de tomarlo. Me ofrecía su ano. Lo acaricié mucho rato, lo ensalive y poco a poco lo penetraba con un dedo, luego dos. Mi pene estaba otra vez a reventar, así que la penetré por la vagina, dejando mis dedos en su aro. Logré que se volteara, ya sabía lo que haría. Con sus manos se abrió las nalgas para ayudarme con la penetración. Que placer sentir como esa cavidad se abría para dar paso a mi pene. Me encanta esa sensación. La presión que producen sus paredes intestinales sobre mi miembro. Comencé un mete y saca mientras con mis manos acariciaba su vagina para tratar de distraerla del dolor. Saqué mi pene y fui a lavarlo para proseguir. Le dije mientras la penetraba nuevamente: Te gusta? Vas a ser mi perra particular? Vas a estar dispuesta a dejarte hacer de todo por mi? Y ella solo contestaba: Si papi, soy tu perra. Solo trátame con cuidado y hago lo que quieras. En ese momento tuvimos un orgasmo juntos, algo pocas veces vivido. Saciados nos quedamos acostados por un rato para recuperar nuestra energía. Que divino momento. Me demostró ser esa mujer que en mis fantasías se entregaba sin límites.

Eso ha sido hasta hoy: una hembra dispuesta a complacer a su hombre mientras se satisface con cada locura! Nos llegó el momento de irnos, sabiendo que muchas más historias cabrían en esa habitación, o en cualquier otro sitio!

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