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Mi regalo de San Valentín

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Todos amamos San Valentín. Nos encanta poder expresar nuestro amor a quienes queremos o a quienes nos quieren. Incluso es una muy buena fecha para celebrar en grande y demostrar nuestro deseo por la otra persona… incluso cuando no es nuestra pareja.

Antes de empezar quisiera contarles acerca de mí, para aquellos que no hayan leído mis anteriores relatos. Soy Sofía, una chica de 22 años, vivo en México. Soy de estatura media, mido 1.71 m. Soy de piel blanca, en ocasiones apiñonada cuando me puedo broncear. Tengo ojos cafés claro que combinan muy lindo con mi cabello castaño, lacio y largo a media espalda. Me considero una chica muy linda, siempre fui de las más bonitas de la escuela. Ser la más bonita es muy tierno hasta que provocas deseo en los chicos; soy delgada y hago ejercicio, lo que me mantiene tonificada, especialmente mi abdomen, con ligeras marcas de trabajo físico. Mis piernas están bien formadas, terminando en un buen trasero. Pero mi punto fuerte… son mis senos. De buen tamaño, pero tampoco excesivos, muy firmes y simétricos, suaves y sensibles; sin duda un imán de miradas.

También quiero contarles de mi mejor amiga, Fernanda. Nos conocemos desde niñas y hemos estado siempre juntas en buenas y malas, tanto que somos compañeras de cuarto en la universidad. Nos contamos todo y todo es todo; compartimos nuestras experiencias con nuestros novios y hasta con los chicos con los que nos encontramos casualmente. Ella es muy hermosa; mide más o menos lo mismo que yo. Ella es la típica niña rubia que, al crecer, su cabello se volvió castaño claro. Tiene una piel blanca muy linda y suave, y ojos color miel. Es bastante sexy, diría yo. Siempre jugó volleyball, lo que le ha dado un cuerpo de envidia; lindas curvas, lindos pechos y lindos senos… sin duda el deseo de todo hombre. Gracias a Fer es que he vivido muchas experiencias a las que no me hubiera atrevido por mí misma, que espero contarles después.

Era un día del amor y la amistad, flores por todos lados, parejitas juntas dónde sea. Yo tenía a mi novio, llevábamos pocos meses juntos. Era un chico muy lindo, guapo y caballeroso. Desafortunadamente no podríamos vernos aquel día porque tenía un viaje de la universidad. Aun así, nos habíamos asegurado de festejar un día antes... tuvimos una cena romántica que terminó en una sesión de besos apasionados. Por el poco tiempo que llevábamos juntos y por razones personales, aún no habíamos hecho el amor, pero eso no le impedía acariciar por aquí y por allá de vez en cuando.

Aquel día estaba en la cafetería de la escuela con algunas amigas cuando llegó Fer y se unió a nosotros. Venía muy feliz y era porque traía noticias.

-¿Qué creen? Las quiero invitar a una fiesta- nos dijo muy emocionada.

-¿Fiesta? ¿De quién?-le preguntamos, pues era un día de la semana poco habitual para hacer una fiesta.

-¿Se acuerdan de Marco? ¿El chico de la facultad? Pues está haciendo una fiesta de San Valentín, parece que su casa es muuuy grande-nos explicó.

Marco era un muchacho bastante atractivo, aunque algo presumido. Sus padres tenían mucho dinero y no se nos hizo raro que tuviera una casa tan grande. Pero Fer nos explicó que irían demasiadas personas por lo que en verdad era una gran casa.

-Y no solo eso, la fiesta es temática -nos guiñó el ojo a todas.

-¿Cómo que temática? -le pregunté.

-Sí, todos deben usar antifaces, y además, las niñas tenemos que ir con vestidos -nos contó.

-Bueno, el vestido lo tengo. -dijo Paulina, otra de nuestras amigas.

-No, no… pero no vestidos así -la corrigió -un vestido de pijama -explicaba.

Todas nos pusimos rojas al instante. Nos ganaron las carcajadas. ¿A qué chica no le agrada verse sexy? Pero otra cosa diferente era frente a tantos compañeros y amigos de la carrera. Sin embargo, no estábamos tan convencidas.

-¿Y saben quién va a ir?-nos preguntó Fer con cara pícara.

-¿Quién? Ya, cuenta-le exigieron mis amigas.

-Javier… -nos guiñó el ojo.

Javier era un chico de la universidad, estudiaba otra cosa, pero había compartido algunas clases con nosotros. Era alto, muy guapo e inteligente, siempre con las mejores notas y el favorito de los maestros. Todo eso no le impedía estar en forma, que, aunque no exageraba, tenía un cuerpo muy marcado. Siempre se contaba que la chica que fuera su novia era muy afortunada, pues la leyenda decía tenía un… miembro bastante dotado, por decirlo así.

-¿En serio va a ir él? -preguntó Carla, otra de nuestras amigas, muy emocionadas.

-Sip -le contestó Fer -y… me enteré que terminó con su novia hace varios meses… -nos dijo medio cantando.

A nosotras siempre nos encantó la idea de estar con Javier, aunque sea una noche, era la fantasía de muchos. Incluso un reto pues a él no le bastaban las chicas guapas o con buenos cuerpos, siempre se fijaba en otras cosas además de eso, más intelectuales. Sin embargo, desde que salía con mi novio evitaba comentarios sobre él con mis amigas, pues decidí dejarlo como una fantasía de antes y no me gustaría que alguna pareja anduviera hablando de otra chica además de mí.

Mis amigas accedieron a ir, todas eran solteras en ese momento. Tenían la esperanza de ligar con Javier y que algo ocurriera. Yo me reía de ellas, era muy chistoso verlas competir por él.

-Yo no iré-le dije a Fer cuando estábamos solos ella y yo.

-Pero, ¿Por qué? -me preguntó Fer sorprendida.

-Pues ya sabes, ustedes quieren ir por los chicos, yo tengo novio, no puedo estar en esas cosas -le dije, algo desanimada.

-Sofi, tienes que ir. Te la vas a pasar muy bien y, además, no tienes que hacer nada que no quieras.-me decía. Era un hecho que sus palabras me tranquilizaron, siempre me convencía.

-Pero aunque quisiera… no tengo un vestido de pijama aquí, está en casa- y era verdad. Había olvidado esas pijamas en mi casa en la ciudad de la que provengo.

-Yo te presto uno, somos de la misma talla… bueno… excepto por tus amiguitas… -me dijo señalando mis senos.

-Oyeee -le reclamé riéndome.

La noche llegó. Le dije a mi novio que iría a una fiesta con Fer y mis amigas. Aunque no fuera a salir con él, decidí arreglarme y ponerme muy linda. Me pinte los labios de color rojo suave. Me arreglé el cabello un poco y me puse el vestido de Fer. En serio era una sensualidad. De color negro, transparentado. Me llegaba a penas por debajo de mis pompas. Afortunadamente podía llevar bikini debajo, pues en la fiesta había alberca. No me gustó como se notaba el sujetador del bikini bajo el vestido, así que decidí llevarlo en mi bolsa. Agradecía que el vestido tuviera una parte gruesa en la parte de los pechos. Me quedó un escote muy revelador, ni siquiera mi novio me había visto así antes, pero me gustó tanto que decidí ir así. Como toque final, un collar de color dorado, que terminaba en el inicio del camino que empezaba entre la redondez de mis gemelas.

Salí a la sala para esperar a Fer. Ella iba hermosa, un vestido de pijama rojo, escotado, dejando ver sus redondos senos. Se pegaba muy bien a su curveado cuerpo, mostrando unas tonificadas piernas. Llevaba tacones negros. Era seguro que ella iba para algo que más que bailar o nadar en la piscina.

-Qué sexy -le di una nalgada. Sí, nuestra relación de amigas era de mucha confianza.

-Mira quién lo dice -me respondió viéndome de pies a cabeza- la que no quería llamar la atención.

Me sonrojé de inmediato. Pero no había marcha atrás. Salimos a la fiesta. Fer tiene un coche aquí, y así nos fuimos.

Llegamos a la casa, estaba llena de chicos y chicas, muchas de ellas bastante arregladas, algunas más sensuales que otras en su forma de vestir. Al llegar nos dieron un antifaz a cada una. Marco había contratado un DJ para la música, y algunos meseros para llevar bebidas.

Mi antifaz era muy bonito, negro con plateado, con brillantina que lo hacía ver muy bonito. Me vi en un espejo y me veía muy bien con todo el conjunto. Estaba segura que, de ir mi novio, acabaríamos acostándonos finalmente.

La fiesta estaba muy agradable, bailé con mis amigas y estuvimos platicando con amigos nuestros de la universidad, riéndonos y echando relajo. Algunos chicos y chicas se metíeron a la alberca para bailar ahí. Como en todas las fiestas, y al ser día de San Valentín, no faltaba la pareja que se besaba o que incluso fajaba frente a todos. Pero a nadie parecía importarle, cada quién en su rollo. De repente Fer llegó conmigo:

-Sof, Sof, ven, alguien quiere conocerte-me dijo jalándome de la mano.

No pude evitar detenerla pues me jaló con mucha fuerza. Ni siquiera podía preguntarle a dónde me llevaba ni a quién me presentaría, estaba muy ocupada abriéndome paso entre la gente. Al final llegamos a un lado de la piscina, donde estaba un grupo de chicos, todos con antifaces. Cuando se trata de ligar y conocer chicos, no soy nada desinhibida... siempre y cuando esté soltera. Pero aquí fue diferente, me puse nerviosa, pues todos esos chicos me miraban y no eran de mal ver. Sentía cierta protección con mi antifaz.

Entre ellos estaba un muchacho alto. Llevaba un pantalón de mezclilla algo pegado, haciendo notar piernas fuertes y trabajadas y… buenas pompas. Encima una camisa negra, casual y relajada. Tenía una espalda fortalecida por el ejercicio, pero de aspecto muy natural. De cabello negro azabache, piel blanca y una barba de pocos días. A través de los orificios de su antifaz se observaban ojos cafés oscuros.

-Sofi, él es Javier, Javier, él es Sofi- nos presentó Fer.

Me quería morir. No creía que se tratara de él. El chico presente en las fantasías de todas, incluso mías, estaba interesado en mí. ¿Cómo podía saber quién era yo con mi antifaz?

-Mucho gusto- me dijo Javier muy amable, dándome un beso en la mejilla.

-M…mucho gusto-le dije titubeando un poco.

Aún seguía analizando la situación. Era algo increíble. Me sentía algo molesta con mi amiga y a la vez agradecida por darme la oportunidad de conocer a este hombre. Pero por otro lado sentía que todo esto no debería estar pasando. Me sentía como adolescente cuando conoce por fin al chico que le gusta.

-¿Bailamos? -me preguntó Javier.

Y sin dejarme responder, me llevó al otro lado de la piscina, de la mano, para poder bailar. Tenía manos fuertes, algo grandes, decidí inconscientemente darle la mano correctamente. Al llegar comenzamos a bailar, vaya que era buen bailarín. Era música latina la que sonaba y parecía que era un experto. A mí me encanta bailar y es difícil encontrar un bailarín que lo haga bien.

Después de varios minutos, comenzó la bachata. Me encanta bailar eso con chicos cuando los conozco, es perfecto para ligar. Claro que en esta situación no era lo que buscaba precisamente. Como era de esperarse, Javier también conocía los pasos y muy bien. Su cuerpo comenzaba a pegarse al mío y el género comenzaba a hacer efecto sobre mí…me estaba sintiendo excitada por este chico.

-¿Quieres tomar aire? -me preguntó.

-Sí, por favor -le dije agradecida.

Nos salimos de entre la gente. Por fin me dio el aire un poco. Fuimos a donde estaban las bebidas y Javier me dio un vaso con un cocktail. Tomé un trago y estaba muy rico.

-Tenía muchas ganas de conocerte, afortunadamente Fernanda te conocía -me confesó.

No podía creer lo que oía. Fer ya era su amiga y nunca me lo dijo. Y no solo eso... le gustaba al que era tal vez el chico más sexy de la escuela. Mi cabeza daba vueltas en todo aquello y en el hecho de que las chicas me volteaban a ver. A pesar de tener antifaces podía notar sus miradas de envidia.

-Gracias… me halagas… -le respondí algo nerviosa. Entonces mi novio volvió a mi mente-… pero tengo pareja, lo siento-tomé otro trago de mi bebida, casi terminándola.

-Entiendo… qué lástima, me hubiera encantado salir contigo alguna vez-me dijo con mucha confianza.

Me sentía tan mal. Todo pasaba en el momento equivocado. ¿Cómo no lo conocí antes? ¿Por qué a penas se decidió a conocerme? De hecho, estaba segura de que él me habría visto por ahí con mi novio, seguro sabía que estaba comprometida por el momento.

-Pero... supongo que bailar no tiene nada de malo… ¿o sí? -me preguntó sonriendo, señalando a la izquierda con su cabeza, como invitándome a volver.

No podía decir que no. Su sonrisa me cautivó, incluso si ver toda su cara por la máscara que usaba. Al menos debía disfrutar el poder bailar con un chico así.

Volvimos a la pista de baile y seguimos al ritmo de la música. Esta vez, yo era la que se pegaba a él, sacando a relucir mis mejores pasos de baile. Pude notar que se sorprendió pues tal vez no creyó que me gustara tanto bailar.

Siempre me ha llamado la atención como mis senos dan saltos cuando me muevo así, y me encanta que los chicos observen ese espectáculo. Recuerdo ver las miradas de mis amigas, que se reían al observarnos y quién sabe de qué tanto hablaban. Pareciera como si todas supieran lo que estaba ocurriendo.

Javier comenzaba a tomarme de la cintura mientras bailábamos, al voltearme su mano rosaba mi cadera, justo antes de mis pompas. Tal vez fue por el baile combinado con lo que había tomado, pero empecé a sentirme más desinhibida y alegre y me estaba dando cuenta de ello.

Puse mis brazos alrededor del cuello de Javier, con la finalidad de bailar de esa manera con él. De repente, y más rápido de lo que pudiera reaccionar, él me acercó jalándome de la cintura y me dio un beso en los labios. Al principio no puse resistencia, lo tomé muy natural. Fue un beso que me llevó a las nubes. Volví en mí, abriendo los ojos como platos y alejándome. ¿Qué acababa de hacer?

-Javier… no... esto no está bien… -le dije aún en shock.

-Sofi- me dijo acercándose de nuevo a mí- es día del amor y la amistad… todos besan a sus parejas… o a sus amigos -me dijo.

Entonces acercó sus labios a los míos para continuar con el beso. Decidí seguirle la corriente y entregarme a aquel beso. Mientras tanto mi mente era un caos. ¿Estaba todo eso bien? Seguro a mi novio no le gustaría nada saber que bese a otro. Pero era Javier… ¿estaba bien no aprovechar la oportunidad de besarlo? En ese momento era una de esas chicas afortunadas que podían estar con él... y en eso recordé qué las hacía tan afortunadas. Ese miembro del que tanto se cuenta entre las chicas. Comencé a preguntarme si sería cierto, y mi mente empezó a divagar en eso, ayudando en nada a mi situación. No sé cuánto tiempo pasó durante ese beso, pero se volvió tan intenso que nuestras lenguas ya empezaban a conocerse, jugueteando y acariciándose una a la otra.

-¿Me acompañas? -me susurró al oído, erizándome la piel.

-Sí… -le alcancé a decir.

Me tomó de la mano y salimos de entre la multitud caminando, en dirección a la casa. No sabía a dónde me llevaría, pero eran muy claras sus intenciones. Por mi parte, estaba muy confundida. Me sentía nerviosa, me temblaban mis piernas y puedo asegurar que sudaban mis manos un poco. Al entrar a la casa, estaba Fer en la sala, como esperándome. Me dio un beso en la mejilla y me dijo al oído.

-Feliz día de San Valentín, guapa, te lo mereces -me sonrió.

Me puse toda roja y le sonreí. Definitivamente era la mejor amiga que pude alguna vez pedir. En este momento me decidí en disfrutar lo que fuera que viniese, sin importarme mi novio, ni nada más. Le pedí disculpas en mi mente; me estaba entregando a otro muchacho.

Fuimos al segundo piso de la casa de Marco. En serio era grande. Había muchas habitaciones, solo las que estaban abiertas eran las disponibles. En las que estaban cerradas, había seguramente parejas pasándola bien. Nos metimos a la última disponible. Era una habitación amplia, con una cama de buen tamaño, muy elegante, donde las cortinas hacían juego con la cocha. Estaba todo alfombrado. La luz de la luna entraba por la ventana y caía justo sobre la cama, alumbrándola por completo.

Me quité mis tacones, descansando al fin mis pies de ellos. Estaba a punto de quitarme el antifaz, pero Xavier me detuvo y me dijo que prefería que lo conservara y él también. Se me hizo de lo más excitante.

Nos quedamos viéndonos a los ojos, de pie, por unos segundos. Hasta que otra vez nos fundimos en un rico beso. Sus manos acariciaban mi cintura mientras que con mis brazos me abrazaba de su cuello. Me estaba volviendo adicta a sus labios, tan suaves y húmedos. Nuestras lenguas jugaban en el interior de nuestras bocas. Comenzaba a sentir la humedad en mi entre pierna mientras que la erección de mi nuevo amante se hacía notar.

El beso se detuvo, retomando nuestras miradas a los ojos del otro. Me hice unos pasos para atrás, hasta donde la luz de luna que entraba por la ventana cubría todo mi cuerpo. Lentamente empujé los tirantes de mi vestido hacía afuera, deslizándose por mis hombros. Ya quería liberar mi cuerpo, especialmente mis senos, de su encierro. La desnudez siempre es mi escape de la excitación; mi cuerpo pide quedar al desnudo y ser visto.

Mi vestido negro fue bajando poco a poco hasta llegar al suelo. Mis senos quedaron a la vista de mi nuevo compañero, iluminados por la luna. Mis pezones estaban endurecidos. Solo me quedaba mi ropa interior. Mi collar daba destellos con el hecho de que me moviera tan solo un poco.

-Estas preciosa -me dijo Javier.

-Gracias -le dije sonriente.- ¿Te gustan? -le pregunté, viendo de reojo hacia mis pechos.

-Me encantan-me dijo, sin dejar de verlos.

-Entonces ven… -le dije colocando su mano sobre mi seno derecho.

Me di cuenta de que mi piel estaba ya muy sensible. No pude evitar soltar un breve gemido ahogado. Entonces Javier se me acercó y con cada mano comenzó a acariciarlos muy suavemente, dándome mucho placer.

-Aaah… -gemía yo con poca potencia.

Nos fuimos a la cama, donde yo me senté a la orilla y él junto a mí. Aún estaba perdido acariciando mis pechos. Los repasaba con la palma de su mano, suavemente. Los sujetaba sin fuerza cerrando su mano, tomándolos como pequeñas pelotas. Con sus dedos daba tiernas caricias a mis pezones… era un experto. Pocos chicos dedicaban tanto tiempo a esta parte de mi cuerpo, irónicamente, que sea de las más deseadas.

Mientras tanto, yo posaba mi mano sobre su pantalón, acariciando suavemente sobre su erecto pene. Era verdad, nunca había sentido que tuviera que recorrer tanto la mano para acariciar uno por completo, y eso que aún tenía el pantalón encima.

-Hmmmm… me gusta mucho… -le dije al oído para excitarlo.

Sin dudar, comenzó a besar mi cuello y fue bajando poco a poco hasta llenar de besos todo mi seno izquierdo, sin llegar al pezón. Ya no aguantaba más, quería sentir su lengua jugar con mi suave piel. Y así fue, comenzó a lamer como si se fuera un helado, dando suaves lameteos de abajo para arriba y en círculos. Mientras, usaba su habilidosa mano para complacer a mi otra gemela. En mi cara se imprimió una sonrisa de placer, involuntaria pero sincera.

-Hmmmm… aaaaah… -gemía de gusto.

Era mi turno. Lo hice parar para volver a besar sus labios, ahora de forma más juguetona. Con mi lengua recorría su interior y la superficie de su dulce boca. Mientras tanto aproveché para desabotonar, uno a uno, los botones de su camisa. Hasta despojarlo de ella. Que hermosa vista…un cuerpo marcado, duro, con algo de vello, me estaba volviendo loca. Dejé de besarlo un tiempo para poder apreciarlo y acariciarlo, su espalda, sus hombros, su abdomen. ¡Qué hombre!

-Supe que terminaste con tu novia… -le dije mientras me dirigía a su pantalón y comenzaba a desabrocharlo.

-No en realidad… solo hemos tenido algunos problemas-me dijo con toda naturalidad. No sabía si creer lo que acababa de escuchar, pero era muy tarde para arrepentirse, estaba perdida en él y la curiosidad sobre el tamaño de su pene me tenía loca.

-¿Le molestará a tu novia que vea tu aparato? -le pregunté con la voz más sugerente posible.

-Me mataría -y dio una pequeña risa-pero me gustas más tú- me respondió dando una caricia a mis senos de nuevo.

Y sin más demora, bajé su pantalón, que se soltó acompañado de su bóxer. Por fin, mi tan esperado regalo estaba desenvuelto. Qué sorpresa. Que shock. En serio era el pene más grande que hubiera visto hasta entonces. No soy una chica que sepa de medidas, pero al menos medía 20 cm de largo y era bastante grueso en proporción. La leyenda era cierta y estaba frente a mí. Lo agarré con una mano y apenas pude cubrir la mitad de él.

-Es enorme -le dije con sorpresa.

-Qué bueno que te guste -me dijo acariciando mi cabello.

Estaba hipnotizada viéndolo. Comencé a acariciarlo, suavemente, sintiendo su piel con mi mano. Aún estaba boquiabierta. Deseaba ese miembro para mí, siempre, sabía que siempre me tendría complacida. Ahora con dos manos lo acariciaba, pasando por la punta hasta la base, que estaba muy bien afeitada. Tomé la base con una mano, mientras que con la palma de la otra comencé a dar masajes en círculos a la punta. Les encanta eso. Varios chicos han terminado solo de hacer eso. Pero la resistencia de Javier era increíble. Seguro la estaba pasando bien. Pero podía aguantar eso y más.

-¿Puedo probarlo? -le pregunté con una sonrisa atrevida.

-Es tuyo -me dijo. Se me iluminó el rostro al oírlo decir eso. Mi fantasía hecha realidad.

Acerqué mi boca hacia mi nuevo juguete. Empecé dándole tímidas caricias con mi lengua a la punta. Podía saborear el delicioso líquido que empezaban a emanar. Estaba vuelta una loca, perdida en el encanto de un hombre. Ahora bajé con mi lengua hasta la base y vaya que tardé. Me aseguré de recorrer cada parte del tronco con mi lengua, bañándolo y dejándolo húmedo. Mientras lo chupaba, lo volteaba a ver para deleitarme con su cara de placer. Me sentí muy bien conmigo misma por saber que tengo la capacidad de complacer así a un chico.

Traté de introducir el pene en mi boca, pero era claro que sería imposible hacerlo hasta la base. Prefiero no hacer con ningún chico. Aun así, me aseguré de darle el mayor placer, combinando mis labios, lengua y dientes para hacerlo sentir tan bien como él a mí solo por tocar mis pechos.

Sentí que era suficiente por el momento, pero antes de terminar, debía ponerle la cereza al pastel. Me hinqué en el suelo, frente a tremendo instrumento y lo coloqué entre mis suaves senos, que a pesar de su firmeza pudieron moldearse a su forma. Los apreté de los costados y comencé a subir y a bajar.

-Aaaaah -pegó un grito de placer. Me complacía mucho oírlo.

-¿Esto te hace tu novia? -le pregunté. No podía creer que hiciera preguntas como esas, lo relacioné con la excitación que sentía.

-Nunca tan bien como tú... -me dijo apenas respirando.

Fue entonces que por sorpresa, sentí un líquido llegar hasta mis labios, escurriendo por mi pecho hasta su pene. Había eyaculado. Creí que duraría más, me sorprendió un poco que lo hubiera hecho. Incluso me desanimó, pues no me tocaría ya nada de este regalo.

Deje de masturbarlo para revisarme, era una gran cantidad de semen el que había producido. Un poco cayó en mi boca, pude degustarlo y era exquisito.

Javier me tomó de la mano para ayudar a levantarme. Creí que ahí había acabado todo, pero no era así. Me bajo mi pequeño calzón negro, dejándome completamente desnuda, justo como él. Se echó hacia atrás en la cama y me hizo sentarme frente a él, dándole la espalda. Me empujó un poco para que pudiera recostarme sobre sus piernas.

-Aun te debo mucho -me dijo al oído. -¿No le importará a tu novio si te hago llorar de placer? -me preguntó.

-Hmmmm… demasiado… -le dije mientras me acomodaba bien-ahorita soy tuya-

Comenzó a acariciar mis hombros con gran suavidad, poniéndome la piel de gallina. Con la yema de sus dedos tomó un poco del semen sobre mi pecho y lo distribuyó sobre mis pezones. No me lo esperaba y era de lo más erótico. Usaba su semen para acariciar todo mi cuerpo, mis senos, mi abdomen y hasta mi vagina, que estaba demasiado mojada ya.

-hmmmm… así… ahhhh… -le decía yo entre suspiros.

Con una mano apretujaba y jugaba con mis senos, alternados mientras que comenzó a acariciar mi vagina con la otra. Lo hacía excelente, jamás se movió de mi zona de placer. Comencé a arquear mi espalda, retorciéndome. No sabía dónde poner mis manos ni cómo mover mis piernas. Cada vez había más líquido en mis labios vaginales.

-Aaaaaaah -pegué un gemido ahogado. Mi primer orgasmo llegó. Me sentía sudada y húmeda.

Fue delicioso. Me tomó un tiempo retomar el aliento. Mis pezones estaban en punta, más sensibles que nunca. Caí entonces en la cuenta de que su pene jamás disminuyó su tamaño, a pesar de su prematura eyaculación.

-¿Le molestaría a tu novio si te hago el amor? -me preguntó. Pocos chicos se refieren de esa forma a tener sexo. Un 10 para él.

-Ya hazme tuya -le rogué.

Él se recostó completamente y yo me senté sobre él, viéndolo. Tenía su pene en mi mano de nuevo, preparándolo para ser introducido. Me elevé un poco y empecé a acariciar mi vagina con él. Era el momento… estaba ya muy lubricada.

Comencé a introducir su pene lentamente, parecía que nunca llegaría hasta el final. Tuve que apretar mis labios para soportar la ola de sensaciones que estaba recibiendo. Cerré mis ojos con fuerza y me dejé caer. Nunca había sentido un miembro tan dentro mío. Me encantaba, sin siquiera moverme me volvía loca. Me incliné hacia él para besarlo, estaba muy contenta y agradecida con él por lo que me estaba haciendo sentir. Después del beso me volví a enderezar y comencé a subir y bajar al tiempo que su pene entraba y salía parcialmente.

-Hmmmm… aah… aaaah… ay… -nuestros suspiros y gemidos se mezclaban entre sí. Qué placer

Estuvimos así por un rato, mientras aprovechaba para acariciar mis senos, aumentando mi goce. Parecía que esto no tendría fin. No quería que terminará de cogerme.

-Sigue, sigue, sigue -le suplicaba perdida en mi misma.

Ahora él se sentó a la orilla de la cama y yo me senté encima de él, dándole la espalda. Su pene se abrió camino de nuevo con mayor naturalidad; mi interior lo recibía con gusto y mi vagina lo conducía con suavidad. Comencé a saltar de nuevo, igual que mis pechos, subían y bajaban. Me sentía la chica más sexy del mundo, la más deseada y feliz. Que dichosa era, al tener dentro algo tan deseado por todas.

-Sí… sí… me encanta tenerte dentro… sigue… sigue… -le decía yo ya casi entre gritos.

-Siempre te desee… desde que te vi -me dijo entre gemidos- soñaba con tenerte desnuda para mí-

Sus palabras me calentaban aún más. Mi novio ni por error pasaba ya por mi cabeza. Javier era el único hombre de mi vida en estos momentos. Había tenido ya más de un delicioso orgasmo y estaba deseosa de más.

Sin sacar su pene de mí, me giró hacia él para empezar a comer mis senos de nuevo, lamiéndolos y succionándolos. Me causó otro orgasmo solo al hacer eso. Finalmente, me recostó sobre la cama, y siguió penetrándome una y otra vez. Yo, por mi parte, abracé su cuerpo con mis piernas, y con mis manos lo jalaba de sus duras nalgas hacia mí, para que me lo hiciera con más fuerza.

-Aaaah… aaaaah… aaaaaaaaah -grité.

Y así tuve mi orgasmo final. Recibí toda su descarga de semen en mi interior. Mi espalda quedó completamente arqueada, y mis manos, temblorosas, quedaron a mis costados, sin poderlas mover. Mi abdomen se tensó como nunca. Javier se acostó junto a mí y me abrazó. Nos relajamos un rato, mientras me besaba y me daba las últimas caricias a mis pechos, que seguro lo extrañarían.

Pasado un rato nos vestimos y nos arreglamos para volver a la fiesta. Mis amigas ya no estaban, excepto Fer, esperándome para ir juntas a casa. Y claro, quería que le contara todo lo que paso. Me despedí de Javier con un beso en los labios, sin pena alguna, incluso frente a mi amiga.

En el camino a casa ella me explicó que ya conocía a Javier y que incluso ya había conocido su enorme miembro en los baños del gimnasio de la universidad. Me dijo que al saber que yo le gustaba, tenía que hacer algo para que pudiera disfrutarlo también. Por eso la amo, siempre piensa en mí. A mi novio jamás le dije sobre Javier… nuestra relación terminó unos meses después, nunca me acosté con él al final de todo.

Espero lo hayan disfrutado, así como yo espero pronto narrarles otra de mis aventuras eróticas.

Besos donde más les guste,

Sofi

(9,37)