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Volver a sentir 2

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Las primeras tres semanas, Sara trabajó tras bastidores, absorbiendo cada cosa que veía y hacía. Sabía en qué momento opinar, cuándo callar y cuando actuar. Se volvió como mi sombra, hasta el punto en que casi nos podíamos comunicar solo con mirarnos.

Para mí era desconcertante, trataba de no mirarla como otra cosa que no fuera mi pasante, pero me era imposible. Incluso en mis noches solitarias, ya era costumbre que estuviera en mis pensamientos. Anhelaba verla cada mañana, oírla hablar, oírla sonreír. Ver sus expresiones que tanto me gustaban, su manera de tocarse el cabello cuando pensaba, el torcer de su boca cuando algo no le salía bien o su ceño fruncido cuando sentía algún tipo de frustración. Todas, una mezcla adictiva para mi, tanto que no pasó dos semanas antes de que hiciera que Betty le arreglara su escritorio en mi oficina.

Sólo una persona había tenido ese privilegio, por lo que Betty se sintió un poco reticente al principio. Pero tuvo que admitir que la presencia de Sara me había cambiado drásticamente el humor, era como si hubiese recuperado las ganas de vivir.

Durante esos día Sara, Betty y yo éramos las últimas en salir del estudio, sin embargo, esa noche Sara se había tenido que ir temprano a la universidad, pues tenía un examen que presentar. Ya a punto de salir, Betty entra a mi oficina.

―¿Eli, será que podemos hablar unos minutos?

Por su cara supe que era algo grave, así que tomamos asiento, yo en mi silla y ella enfrente.

―Sabes que te quiero mucho Eli, sabes que te he apoyado desde siempre y me preocupa cuando veo que las cosas pueden ir mal

―Claro Betty, lo sé – Me incliné hacia el escritorio y apoyé mis brazos en él.

―No puedo negar que en éstas tres semanas has tenido un cambio favorable, ya no tienes esa expresión perdida de siempre y las ojeras se te han ido desapareciendo poco a poco; así que intuyo has dormido mucho mejor – Hizo una pequeña pausa en la que yo asentí dándole la razón – Y creo que no es secreto para nadie aquí adentro, la razón de ese cambio.

―Supongo – Dije imaginando por donde venía todo.

Betty se pasó la mano por la sien como ordenando sus ideas.

―Bien, entonces comprenderás que me preocupa enormemente el apego que tienes con Sara. Es una chica maravillosa, de verdad que se hace querer muy rápido, pero creo que tu apego va más allá … ¿Me equivoco? – Se quedó en silencio esperando mi respuesta.

Había intentado no pensar mucho en ello, en no definir lo que estaba sintiendo por Sara, pero por más que lo intentaba, era algo que ya no estaba bajo mi control. Me pasé la mano por el cabello unos instantes antes de contestar.

―No Betty, no te equivocas – Admití – Sara … me gusta y mucho … me gusta tanto que me aterra pensar que sólo quedan cinco semanas para que se termine su estadía aquí – Confesé con ansiedad – No sabes lo fuerte que he luchado para no sentirme así, pero … es algo que no logro controlar. Me gusta estar a su lado – Se me quebró la voz y no pude contener las lágrimas que se acumularon en mis ojos – Pensé que nunca me volvería a sentir así otra vez … estoy aterrada de esto ¿sabes? Me aterra volver al vacío en el que estaba, al silencio, a la soledad … no sé que estoy esperando de Sara Betty, pero lo único que sé es que no quiero que se vaya – Respiré profundo y me limpié las lágrimas que cayeron por mis mejillas – No quiero que se vaya.

Betty asimiló en silencio todo lo que le había dicho, sabía que todo aquello era un total desastre, que aunque lo intentara, ya no había mucho que hacer, sólo prepararse para el inminente desastre.

―Pero sabes que se irá Eli, sabes que Sara no es como tú, que no te ve igual que como la vez tú.

―Lo sé … pero ni siquiera sé si quiero que lo haga … no sé si podría con eso – El mar de confusiones que eran mi mente y sentimientos me hacían ser ambigua – Yo sólo quiero tenerla cerca Betty, nada más.

Betty sabía que era sólo cuestión de tiempo el que eso cambiara, Elizabeth había jurado que nunca más volvería a fijarse en otra mujer y de allí la idea de que sólo deseara que estuviese a su lado, pero la conocía y sabía que esa niña había calado muy adentro en ella.

―Eli, no te hagas esto … ¿De verdad podrás con el hecho de que se vaya? ¿No sería mejor que intentaras buscar donde realmente puedes encontrar?

―No estoy buscando nada Betty, sabes bien que eso no ocurrirá – Dije con tono áspero.

―Tal vez no a conciencia, porque si realmente fuese así, ni siquiera te hubieses permitido acercarte tanto a Sara como lo has hecho.        

―¿Y qué sugieres que haga? ¿Le digo que se devuelva a su universidad y que no vuelva?

―Sabes que no.

―¿Entonces Bet? ¿Qué hago? – Abrí los brazos con impotencia.

―Tú sabes lo que tienes que hacer Eli, no hace falta que yo te lo diga.

Me levanté de la silla y comencé a caminar de un lado a otro. Sabía que debía alejarme lo más posible. Primero, porque me había jurado a mi misma no entregarle mi corazón a nadie más; segundo, era sólo una niña y para terminar, era heterosexual. Todos los ingredientes necesarios para salir corriendo estaban titilando en grande, debía ponerle fin a esta locura, debía devolver todas mis emociones, sentimientos y necesidades al baúl de los recuerdos y perder la llave que lo abría hoy y para siempre. Era fácil decirlo, pero ¿podría?

Sin decir una palabra, volví a sentarme y miré durante unos segundos a Betty; finalmente asentí ligeramente. No había más nada que decir, así que se levantó y caminó hacia mí; me besó en la frente dándome un pequeño abrazo y se fue.

Durante la semana siguiente me comporté distante y fría con Sara, me atormentaba hacerlo, pero no había otra salida. Traté de asignarle tareas que la mantuvieran lejos de mí, tomaba cualquier excusa para salir de la oficina cuando los días eran flojos. Los mediodías me iba a casa a comer para evitar almorzar junto a ella como se había hecho costumbre. En las tardes, hacía todo lo posible por terminar las actividades a tiempo y poder salir con todos los demás. Normalmente, Sara se estaba quedando con Betty y yo hasta comprobar que no quedaba nada pendiente, así que la única forma de hacer que se fuera sin herirla o hacerla sentir incómoda era que pensara que todo estaba al día; lo cual me hacía volver más pronto a casa y perderme en mis pensamientos.

En más de una ocasión la descubrí mirándome como intentando descifrar qué había pasado; y cuando intentaba hablarme, yo simplemente la evadía con cualquier tema. Pero las excusas se me fueron acabando.

Una tarde, Betty se tuvo que ir temprano por una cita médica, Jessica y Gilberto, estaban cubriendo un evento y Sara me estaba elaborando un presupuesto y no tenía clase en la universidad ese día, así que muy a mi pesar, tuve que enfrentar la tarea de permanecer a su lado totalmente a solas y sin excusas de tiempo.

―¿Te falta mucho para terminar? – Pregunté mirando el reloj.

―No mucho, pero no quisiera irme sin finalizar – Se apresuró en decir – Me gustaría lo revisáramos antes de irnos.

―Podemos hacerlo mañana temprano – Sugerí tratando de sonar despreocupada.

―Si, pero siempre me has dicho que es mejor trabajar con margen de tiempo a tener que hacerlo a las carreras, y mañana a las 10 debes enviar este presupuesto ¿no es así?

No pude rebatirle ese argumento, así que asentí ligeramente y volví mi atención hacia la computadora. No veía nada en específico, sólo navegaba sin cesar intentando parecer que estaba concentrada en alguna actividad importante.

Pasaron unos diez minutos antes de que finalmente Sara rompiera el silencio entre las dos.

―¡¡¡Terminé!!! – Habló mirando el computador y con cara de satisfacción.

―Muy bien, entonces podemos irnos – Me apresuré a decir.

―¿No lo revisaremos? – Me miró con desconcierto

―Lo podemos hacer mañana temprano – Ya estaba recogiendo mis cosas, pero al no recibir respuesta me volví hacia ella y le vi su expresión de incredulidad. Sabía que estaba actuando de manera infantil, no podía permitir que lo personal prevaleciera sobre lo laboral – Esta bien, ven aquí y lo revisamos.

Sara recogió sus cosas y rápidamente se sentó a mi lado para abrir y explicarme los detalles del presupuesto. Al inicio me concentré en su explicación, pero al cerciorarme que todo estaba excelentemente bien, mi atención se desvió hacia el aroma de su perfume, el ligero olor de su cabello que me llegaba cada vez que movía su cabeza, la calidez de su piel por tenerla tan cerca … por momentos no pensé en otra cosa más que en voltearme y atraerla hacia mí para poder besarla sin reparo. Tuve que cerrar los ojos por unos instantes para lograr controlar ese impulso.

―¿Te sientes bien? – Le escuché decir con preocupación.

―Sí, estoy bien. Tal vez un poco cansada - Me apresuré en decir.

―Te ves tensa.

―Estoy bien, créeme. Nada que un baño y mi cama no puedan arreglar – Le sonreí ligeramente. Sin embargo, no dejó de mirarme inquisidoramente.

―¿He hecho algo malo? – Preguntó luego de unos minutos.

―¿Perdón? – Fruncí el ceño

―¿Qué si he hecho algo malo? – Insistió.

―No – Dije rápidamente. Si bien era verdad que mi problema era ella, nada tenía que ver con su desempeño.

―¿Te ofendí de alguna manera, o a alguien de la oficina? ¿Dañe algún trabajo? ¿Hice algo que no esperabas?

―Sacudí la cabeza negando cada interrogante que me hacía. Me era duro darme cuenta de lo insegura que estaba con su trabajo a causa mía.

―No Sara, nada de eso ha pasado.

―Entonces no entiendo - Se quedó en silencio unos instantes – Cuando llegué aquí, pensé que conseguiría a alguien imposible de alcanzar, alguien con la que quizás no podría ni siquiera cruzar palabra, pero no fue así. No sabes lo que significó para mí el que me dieras la oportunidad de llegar un poco más allá de lo que han podido llegar otros … no sólo por el hecho de conocer tu trabajo, sino porque me dio la oportunidad de conocerte como persona, de conocer esa parte de ti que tan pocos conocen … pero ahora, sin saber cómo, ni por qué has puesto un muro tan grande que se me hace imposible traspasarlo … sé que no soy más que una pasante y sería esperar demasiado pretender ser tu amiga … - Intentó hablar varias veces antes de que pudiera articular palabra - ¿Pero qué rayos pasó? ¿Por qué ese cambio conmigo? Te he observado y sé que no es algo general, tú cambio es sólo hacia mí y … no entiendo por qué.

Ver su cara y oír su tono de angustia mientras hablaba fue como si me estrujaran el corazón, así que debía hacer algo y rápido.

―Sara … no voy negarte que he cambiado, pero no es por ti. No la he pasado bien esta semana y … supongo que simplemente me alejé de la persona que menos me conoce aquí. Soy muy celosa con mi vida privada y quizás, inconscientemente, te vi como una amenaza.

―¿Yo? ¿Pero por qué? – Su confusión era total.

―No sé Sara, … no sé qué decirte – Desvié la mirada hacia el frente.

―Supongo que es hora de irme entonces – Dijo con pesar. Sin esperar mi respuesta se levantó para recoger sus cosas.

En el fondo, sabía que eso era lo mejor, pero en el fondo no podía dejar que se fuera de esa manera.

―¡¡¡Espera!!! – Al ver que terminó de recoger sus cosas y se disponía a salir de la oficina me apresuré a seguirla y la tomé por uno de sus codo – Espera Sara por favor – Se detuvo pero no se volteó hacia mí, así que la solté y comencé a hablar – No eres tú ¿sabes?, soy yo la que tiene el problema de no confiar en nadie, veo fantasmas donde no los hay … y … tiendo a pensar que se acercan a mí sólo para averiguarme la vida y después ventilarla al primero que pregunte – Al ver que seguía sin voltearse continué – Supongo que me asusté por lo rápido que se dio todo … tú lo dijiste, nunca pensaste en encontrar a una Elizabeth accesible y agradable, pero así fue; y de la misma forma en que te sorprendió a ti, me sorprendió a mí.

La tomé nuevamente por el brazo y halé ligeramente para que se volteara a mirarme, pero me llevé una gran sorpresa al mirar dos hileras brillantes que recorrían sus mejillas, estaba llorando. El dolor que me atravesó me dejó casi sin aliento.

―Sara no llores – Intenté limpiarle las lágrimas con el dorso de mi mano – Dios no … no soporto ver a nadie llorar.

Sin pensarlo la atraje hasta mí y la abracé con fuerza. Era un poco más baja que yo, por lo que acomodé su rostro en el hueco de mi cuello. Al principio la sentí reticente, pero luego simplemente se dejó llevar y me abrazó también con fuerza mientras dejaba salir sus lágrimas sin reparo. Estuvimos así un buen rato. El silencio lo rompían sólo sus sollozos que poco a poco se fueron calmando. Por mi parte, le acariciaba el cabello tratando de dar consuelo. Deseé quedarme así toda la noche.

―¿Estas mejor? – Pregunté casi en susurro.

No habló, sencillamente asintió. Tratando de no hacer movimientos bruscos y sin dejar de abrazarla, caminamos hasta el sofá que estaba al lado de la pequeña biblioteca que había en mi oficina y allí nos sentamos.

―¿Quieres agua?  - Tomé un mechón de pelo que caía sobre su cara y lo metí detrás de su oreja - ¿O prefieres algo más fuerte?

Sonrió con la última pregunta sin dejar de mirar sus manos entrelazadas.

―No gracias. Estaré bien – Dijo finalmente.

Fui hasta mi escritorio para agarrar algunas toallitas y volví a sentarme a su lado. No sabía sin limpiarle la cara yo misma, tal y como mis instintos gritaban, o si dárselas nada más. Opté por lo segundo, era más seguro. Ella se limpió la cara y la nariz pero aún sin levantar la mirada.

―Lo siento, normalmente no soy así – Trató de disculparse

―Está bien … - Me atreví a levantarle la cara para que me mirara    - Quién debe disculparse soy yo. No fue justo que te tratara de la manera que lo hice, no cuando en realidad no has hecho nada para que desconfíe de ti o de tus intenciones – Tomé su mano derecha entre mis manos – No debí hacerlo … lo siento.

Por un momento que me pareció eterno nos miramos a los ojos. Su mirada fue extraña, no pude entender lo que expresaban, luego ella miró hacia su mano atrapada entre las mías y sentí un pequeño estremecimiento de su parte, pero no retiró su mano.

―Me rompí la cabeza esta semana tratando de descubrir qué había hecho mal – Habló un poco más tranquila – Pensaba que había metido la pata y que sólo esperabas el día en que me fuera … creer que te había fallado …  era como si le hubiese fallado a mi padre también … era algo que no podía soportar – Luego de unos segundo me miró nuevamente – Sentía como si hubiese destruido todo aquello por lo que había trabajado tan duro.

―No lo has hecho Sara, todo lo contrario. Estoy totalmente satisfecha con tu trabajo aquí. Eres … un diamante en bruto – Le sonreí.

―Pero debo confesar que … más allá del trabajo, lo que más me atormentaba era tu distanciamiento. Es ridículo pensar que pueda considerarme tu amiga, pero créeme, al menos yo si te veo como tal … me gusta hablar contigo, me gusta … el tiempo que compartimos aquí y … ya es bastante duro pensar que sólo me quedan cuatro semanas para que todo termine.

Su mirada se había vuelto triste y la mía supongo que también. Supe que estaba perdida, pues me di cuenta que no sería capaz de dejarla ir. Supe también que, definitivamente quería mucho más de ella, más que ser mi pupila, más que ser una simple amiga, quería mucho más; el problema era que tal vez nunca fuera así, pero no podía dejarla ir.

―No tiene por qué terminar – Al mirarme con desconcierto por no entender lo que decía, continué hablando – No tienes por qué irte en una semana. Me encantaría tenerme aquí de manera permanente.

―¿Y eso qué significa? – No quería dar por sentado lo que pensaba que significaban mis palabras.

―Que si quieres, puedes pasar a formar parte de nuestra empresa como mi asistente – Abrió los ojos como plato y retuvo la respiración por un momento – Quiero que lo pienses, de seguro al graduarte te ofrecerán otros empleos que tal vez te puedan interesar más que trabajar aquí, así que date tu tiempo para pensarlo y darme una respuesta. Termina los días que quedan, tómate unos días para tantear opciones diferentes y luego me dices tú decisión – Abrió la boca para hablar, pero no la dejé haciéndole un gesto con la mano para que se detuviera – Piénsalo Sara, te aseguro que trabajar conmigo no es nada fácil. Además, puede que en el fondo desees dedicarte más a lo artístico y no a lo comercial así que, no te apresures ¿sí?

Sara asintió. Sus ojos brillaban de la emoción mientras que mi corazón latía a mil por horas. Salimos sin decir palabra. Incluso en el carro, mientras la llevaba hasta su casa, cada quien iba ensimismada en sus pensamientos. En mi caso, trataba de poner orden en mis sentimientos, trataba de pensar en lo que tendría que hacer para lograr estar junto a ella sin sucumbir a mis deseos. 

***

Entré a mi departamento rogando que no hubiese nadie. Mi familia vivía en una ciudad del interior por lo que cuando llegué a la capital, tuve que buscar para rentar una habitación. Por suerte, Ruth estaba buscando alguien con quien compartir los gastos y al conocernos en la universidad y enterarse de mi necesidad, no lo pensó y me ofreció el alquiler.

Desde el primer momento nos hicimos muy buenas amigas, y en casa, a pesar de que compartíamos todo, nos dábamos nuestro espacio. Sin embargo, Ruth podía ser a veces bien insistente, si veía que algo afectaba mi humor, por lo que daba gracias a Dios que en ese momento no estaba en casa, no hubiese podido ocultar mi desconcierto. 

La conversación con Elizabeth me había agarrado desprevenida, pero no por lo que habíamos hablado, sino por lo que había sentido mientras lo hacíamos.

Me había dolido muchísimo escuchar que todo su distanciamiento se debía a que no confiaba en mí, eso había sido un golpe muy duro. Sabía que no éramos amigas, pero al menos, había intentado ganar su confianza en todo ese tiempo y escuchar que no había tenido éxito fue letal.

A pesar de la posterior explicación, en la que había quedado en evidencia que todo aquello nada tenía que ver con mi desempeño, me sorprendió darme cuenta que en el fondo, de haber sido ese el problema, lo hubiese aceptado mucho mejor, pues sabía lo que tenía que hacer para mejorar. Pero en este caso, no sabía que más hacer para que Elizabeth se diera cuenta que podía confiar en mí, necesitaba desesperadamente que lo supiera. El desconcierto venía justamente por ese sentimiento, no entendía qué me motivaba a ello, no entendía por qué necesitaba ese acercamiento con ella, pero lo cierto era que lo necesitaba, lo deseaba. Y no sólo eso, también me había dado cuenta lo feliz que me había sentido cuando Elizabeth me abrazó, lo segura y cálida que me había sentido en ese momento; tanto, que cuando nos separamos para sentarnos en el sofá, tuve que hacer de tripas corazón para no abrazarla de nuevo.

Lo que más me asustó fue que luego de que Elizabeth se disculpara, había sentido el impulso de acercarme y besarla. Esto estaba fuera de lugar completamente, pero había tenido tiempo para reflexionar durante el camino a casa y darme cuenta que en realidad había sentido esa necesidad. En la oficina, no reaccioné a tal impulso, simplemente lo reprimí y ya, pero ahora que estaba en casa, sola con mis pensamientos, caí en cuenta de lo que podía implicar … ¿Por qué había sentido aquello? ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso me gustaba Elizabeth? Nunca antes había sentido nada igual con nadie que no fuese un chico, hasta ese momento, nunca en toda mi corta vida, había sentido ningún tipo de atracción hacia alguna mujer, así que ¿De dónde salía todo aquello?

Al irme a dormir, estuve dándole vueltas al asunto, no sabía si debía salir corriendo y no volver o si por el contrario debía descubrir qué era lo que me estaba pasando y la única manera era terminar la pasantía. El sueño  venció, y lo último que pensé fue que en la mañana decidiría.     

 

Kam

(10,00)