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La habitación 111

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¡Tienes un mail¡ decía mi pantalla.

Que curiosos somos los hombres, no llevaba ni un mes apuntado en esa página de contactos muy conocida y una mujer se había decidido a escribirme, pues vaya, después de todo ese tiempo y todos los mails que yo mandé sin respuesta no pude reprimirme en responder, lo primero que hice fue leer detenidamente su perfil y parecía muy seductor, ella era una mujer extrajera que vivía en España, más o menos de mi estatura y confesaba que con algunos kilitos, admito que eso me importó un pepino pues su castellano era fluido y las palabras que me dirigió muy atrayentes:

“Hola, me llamo XiXi, me gusta como escribes en tu blog y creo que tu y yo tenemos que conocernos inmediatamente, no creas que esta impaciencia es porque me devora las ganas de conocerte, no, es por las ganas que vas a tener de volver a verme”

Uff, vaya, como podría dejar pasar semejante envite, pues me puse manos al teclado y con mi lenguaje más meloso y zalamero la escribí unas notas tirando la casa por la ventana:

“Hola, soy “Skapat” y creo que voy a hacer una locura, si, quiero conocerte, es más, tienes razón, tengo unas ganas locas de conocerte, dime como podemos vernos o ponernos en contacto, mi teléfono es 6XX-XXX-XXX”

Ya estaba el sedal lanzado, sólo faltaba que picase pero lo que yo no sabía que el que iba a picar no era el pez que yo pensaba. Ese mismo día recibí un correo que era todo misterio y que le daba más morbo al contacto.

“Hola Skapat, mañana por la noche te espero en el Hotel Las Alondras, habitación 111, debes llevar ropa interior femenina y me da lo mismo como la consigas, con unas medias negras y un tanga bonito es suficiente, debes saber que me gustan los hombres depilados, limpios y bien perfumados, te aseguro que no quedarás defraudado”

Era temprano y miércoles por lo que encontrar lo que me pedía sería sencillo, sólo faltaba que la timidez en buscar esas prendas me impidiese comprarlas porque no se me antojaba fácil pero la cosa fue más sencilla de lo esperado y en un gran almacén ante la pasividad de las vendedoras pude elegir ciertas prendas que reunían las exigencias de mi desconocida y me fui a casa a esperar la noche del jueves.

Ese día apenas pude dormir y con la excusa de ver a no se que cliente me marché antes para estar tal y como mi desconocida me pedía, la bodyground hizo su trabajo y me dejó bien peladito y una buena ducha y bien profunda me dejó listo para mi visita a la habitación 111. Me vestí con las prendas y sentí la suavidad de la seda y la elasticidad del elastán sorprendiéndome lo ajustada y bien que pensaba que me quedaba, me puse encima mi traje gris oscuro y una camisa blanca impoluta, una corbata granate que yo la decía la de la buena suerte y mis zapatos italianos.

Tomé las llaves del coche y me conduje nervioso hasta el hotel, la zona de parking estaba medio vacía y pude aparcar sin problemas, los problemas eran que estaba nervioso como un flan pero la suerte ya estaba echada y eso que yo no era Julio César. Me bajé y me encaminé a la recepción del hotel, con un buenas noches pasé directamente al ascensor y pulse instintivamente el 1 de la primera planta.

Cuando se paró el ascensor se paró mi corazón se salía por mi boca pero conseguí sosegarme fijando mi  vista en el cartel de las habitaciones, torcí a mano derecha y me dirigí al final del pasillo pues allí se encontraba la habitación en cuestión y llamé suavemente.

Toc, toc.

- Pasa, me dijo una suave femenina muy dulce, la habitación estaba medio a oscuras y no pude distinguirla bien, llevaba un antifaz de los que se usan en Venecia y sólo pude imaginar su esbelta figura. Su voz sin ser autoritaria era firme y continuó:

- Échate en la cama boca arriba sin la ropa, sólo con la ropa interior puesta y cierra los ojos, no tengas miedo, no te voy a hacer nada malo.

Solícito yo pasé y fui quitándome las prendas dejándolas sobre el gabán para que no se arrugara y me dispuse tal y como me dijo, un poco avergonzado me tapaba mi sexo  con las piernas casi cerradas.

- No seas tímida, dijo cambiándome el género, y agarra con tus manos el cabecero de la cama, antes de que me diese cuenta, unas cuerdas japonesas me tenían amarrado al cabecero y las piernas flexionadas dejando mi culete al aire. – La ropa interior te queda muy bien y tu piel huele tan bien, mmm- a lo que seguidamente soltó un cachete a mi culo en pompa.

- Ahh, oye, me dijiste que no me harías daño.

- No, no te voy a hacer daño, relájate y deja tu mente en blanco, vas a saber que se siente al otro lado de la barrera.

No entendía nada y una mezcla de morbo, seducción y curiosidad me dejaron mudo.

Se giró mi extraña desconocida y se colocó algo a la cintura, al estar tan oscuro no supe que era pero ya lo sabría, vaya si lo sabría. Al estar a los pies de la cama y tapado por mis propias piernas no pude distinguir que hacía pero si sentí que acariciaba mi sexo y mi culo, no era la primera vez que me hacían un masaje prostático, es más, con calma mis orgasmos cuando me lo hacían eran brutales y por eso no me asusté cuando empecé a sentir la crema lubricante que puso en mi ojete y colocándose entre mis piernas, se colocó mis pies en sus hombros y me susurró:

- Ahora nenita, no te pongas tensa, relájate cielo.

Apoyó la cabeza del dildo en mi ojete y empujó suavemente, una punzada de dolor me llegó hasta la columna y antes de que pudiera decir nada los muslos de mi desconocida descansaban en las mías y el dildo estaba competamente dentro de mi, se paró un instante para que me acostumbrara a las dimensiones del dildo que por el dolor por lo menos debía medir unos 17 centímetros de largo y unos 4 de diámetro, un suave ronroneo me descubrió que mi desconocida estaba siendo a su vez estimulada por semejante juguete, como si llevase un balín situado encima de su clitóris.

Sus manos bajaron hasta mis muslos y asiéndolos con fuerza empezó un suave movimiento de mete y saca, el lubricante que había usado era algo desconocido por mi, pues oleadas de frescor me invadían en lugar de arderme. Su ritmo cadencioso cada vez más rápido excitaba mi cuerpo y me llenaba de placer a pesar de verme en esa extraña postura, la boca de mi desconocida se movía y retorcía y sus manos cada vez más sueltas me daban cachetes cada vez más fuerte y a sus reclamos de:

- Te voy a partir el culo en dos, putita, porque eres una nena muy mala

Yo no podría creerlo, me estaban tratando como una puta y mi cabeza respondía como tal:

- Si fóllame, te quiero toda dentro de mi

El vibrador puesto sobre el arnés la estaba llevando al orgasmo más deprisa de lo que ella quería pero no se paró pues apenas llevaba diez minutos metiéndome ese trozo de goma que me estaba destrozando por dentro, en cambio mi pene tenía un ridículo tamaño y que no envidiaría ninguna estatua romana. Unos gritos de placer inundaron la habitación y sus uñas se clavaron en ni piel por lo que no había que ser un lince para darse cuenta que se había corrido, se recostó un poco sobre mis piernas para tomar un poco de aire pero sin sacar el dildo de dentro de mi. Unos instantes después su mano derecha se fue a mi pene flácido y sin quejarse de semejante tamaño le reclamo que tomase cierto brío:

- A ver si ponemos esta pollita a tono, pero apenas la agitó unas veces empezó a soltar un borbotón de semen que empapó mi abdomen, no creía que con semejante tamaño pudiese salir tanto semen de dentro de mi y mi desconocida contenta sonrió ante mi final y la extrajo de dentro de mi culete, al haberme lavado tan bien, por dentro y por fuera, no hubo sorpresas, cosa que agradecimos gratamente los dos y con una caricia dulce a mis cara y un beso sobre mis labios se fue al baño dejándome amarrado al cabecero.

Empecé a tener miedo por si iría a dejar así pero mi desconocida guardaba una sorpresa, cuando se había vestido –aún con el antifaz puesto- me dijo que si tiraba de esa punta de la cuerda me desataría sin problemas, pero que esperase a que ella se marchase y que si la obedecía, volvería a tener noticias de ella. Como un buen sirviente esperé unos minutos y desaté la cuerda y tal y como me dijo, se desanudaron todas ellas dejándome libre, cuando desnudo y en ropa interior femenina aún puesta llena de nuestros sudores vi que me había dejado un sobre en la mesilla de noche con una nota:

"La habitación está pagada toda la noche, no preguntes a nombre de quien estaba reservada porque es un nombre falso, para ti soy y seré Xixi y acudirás siempre que yo te lo ordene porque eres mi putita". Dentro del sobre había un billete de 200 euros, desde entonces, vivo atento a mi correo electrónico día y noche.

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