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Una ciega chancha y putita (Tercera parte)

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Eso que en mi pecho no parecía saber cómo latir de emoción a centímetros del aroma de Ayelén me estaba volviendo loco!

No tenía razones para celarla, pero lo hacía, y en ocasiones me enojaba con ella.

La vez que me contó que un pibe debutó en su conchita, me acuerdo que le hice sexo oral hasta que mi lengua me empezó a doler de tanto hacerla acabar. No la dejé sacarse la bombacha. Por lo tanto terminó inundada de sus jugos y mi saliva.

Eso lo hicimos en el pequeño baño del bulo.

Otra tarde en ese mismo lugar la arrodillé en la diminuta cinta de cerámica que divide la ducha del resto del baño para que me la chupe, me pajee con sus tetas y para que se tome la lechita mientras se pajeaba con un consolador.

Esa misma tarde fui el encargado de enjabonarla, pasarle la esponjita por todo el cuerpo, lavarle la cabeza y secarla con un toallón desgastado. Todo porque en medio de la mamada que le ofrendaba a mi pija vanidosa y fiel solo a su boquita, la chancha se hizo pichí encima, por supuesto, bajo mi promesa de pagarle el doble.

La llevé envuelta en el toallón y en mis brazos hasta donde la Beti se preparaba un gancia, y me fui con los ojos llenos de su colita preciosa.

Otra vuelta Ayelén me esperaba en su pieza con un guardapolvito, una mochilita, trencitas en el pelo, pantalón de joggin y zapatillas.

Fuimos al colegio secundario más cercano y nos mezclamos con los escolares que salían del turno tarde. Más de uno la miraba con asombro al escuchar el toc toc de su bastón en la vereda. Pero ningúno la reconocía.

Le di un chicle y le pedí que hiciera globitos con él para pegotearse la boca. Después que se chupe los dedos como si estuviese saboreando una rica verga. Hasta aí pude controlarme.

Le qité el bastón y la subí a mi auto. En cuanto arranqué le saqué el chicle de la boca y le di un alfajor. Solo que, mientras lo degustaba, sus manos y su boquita debían jugar con mi pija. Eso lo hicimos recién cuando llegamos a un descampado.

Sentía cómo la leche poco a poco subía por mi tronco cuando me la chupaba con pedacitos de alfajor y miguitas en la boca, cuando lamía mis pelotas y me olía con desesperación.

Pero no se la di tan rápido.

Antes de empacharla preferí reclinar el asiento del acompañante con su cuerpito expectante, bajarme del auto y volver a su lado pero por la otra puerta. Ahí le arranqué el guardapolvo sin desprendérselo, cosa que generó un estallido de botones por doquier, le subí la remerita y le volqué un postresito de vainilla en las tetas.

No les puedo explicar lo melodioso y agitado que fue el recital de sus gemidos con la chupada de tetas que le regalé! Se las amamantaba con furia, le sorbía los pezones, le mordía el costadito de sus gomas suaves, chiquitas y carnositas, fregaba mi rostro para que ella me lo chupe y se coma lo que pudiera del postre y, también la hacía sentarse para frotarle el pito contra ellas.

Después le bajé el pantalón, le rompí la bombachita de algodón celeste que traía con los dientes y la retaba porque, supuestamente tenía olor a pis.

No era cierto. Su vagina tenía la fragancia de todos sus jugos espasidos hasta por su culo, y mi lengua no podía perderse semejante legado de la naturaleza en celo.

Le saqué una pierna del auto como para que permanezca bien abierta, y dejé que mi lengua recorra desde su clítoris ardiendo hasta el agujerito de su culo después de descalzarla.

Me encantaba verla con esos zoquetitos azules!

Mis dedos obraron con lealtad por su vagina como buscando un tesoro prohibido, donde solo había jugos, temblores, contracciones y una urgente necesidad por acabar.

Tampoco la dejé. Solo le acerqué la pija a la entradita de la concha, le subí el pantalón y me hice una paja contra sus tetas luego de acomodarle la remera, hasta ensuciársela por completo.

Así de calentita y sucia la llevé a su jungla de hombres sedientos.

En el viaje mi cieguita chancha casi que me imploraba que me la coja, y que si ya no había tiempo, ella hablaría con la Beti para explicarle.

Estaba re caliente, y como no tenía siquiera la opción de tocarse solita, ya que le até las manos con un cordón de sus zapatillas, no quería ni hablarme.

Una noche fui a la madrugada, pensando que tal vez, después de un mal show con mi banda, ella podría calmar mi descontento.

La Beti me dijo que estaba dormida. Entonces le propuse entrar igual a su cuarto, despertarla y cogerla así como estuviese.

La Beti me aclaró que esa noche, casualmente, dos chicas más dormían en su pieza, y que si yo no tenía reparos con eso, que le pague lo acordado y vaya nomás.

Cuando entro, veo a una morocha en bolas durmiendo en un colchón, a la venezolana haciéndole un pete a un camionero, y a mi Ayelén durmiendo en su camita, en calzones y desparramada, como dando a entender que tuvo un día difícil.

Decidí acercarme y ponerle la verga en la boca, tocarle las tetas y lamerle uno de sus pezones.

Se despertó en ese momento, y dijo;

¡cogeme la boquita mi amor, quiero tu lechita para dormir bien toda la noche!

Mi pija reaccionó a su cálida consignay se la ofrecí para que sus dientes, lengua y saliva la rodeen con sus hechizos.

¡cogeme bien la boca pendejo!, dijo con dificultad cuando mi carne le obstruía el sonido de sus palabras, y entonces le agarré la cabeza para bombearle la garganta, oírla esforzarse para no tener arcadas, eructar cuando se la sacaba de golpe y pedirme más cuando le apretaba la nariz.

Entretanto abría y cerraba las piernas con insolencia, se pegaba en la vulva y en la cola.

En ese rato la venezolana se dejaba hacer el culo paradita con las manos sobre la pared por ese camionero resfriado, ya que no paraba de toser y estornudar, y gemía fastidiando a la morocha que pedía silencio con un malhumor inevitable.

Ayelén se apropió de mi semen justo cuando el camionero le acababa en las lolas a la caribeña, y fue por que de tanta saliva que descargó en mis huevos tuve un shock de sensaciones que no supe sostener.

Entonces, así como de la galera se me antojó ver a la venezolana entre nosotros.

Esperé a que el tipo se vista con todo el relax del mundo, y en cuanto se despidieron le propuse sin tapujos:

¡che nena, quiero que manosees toda a la cieguita, que le chupes las tetas y le saques la bombacha!

No quiso saber nada con juntar su boca a su piel porque, me aclaró con seguridad que no le caben las minas. Pero sí la re manoseó, le dio unas cachetaditas dulces en la cara, y le sacó la bombacha para hacérsela oler y lamer mientras le frotaba la conchita con una almohada, y respondía a cada pregunta de mis sentidos turbados de tanta calentura.

¡¿vos la bañás seguido a mi putita preferida?, la ayudás a ir al baño?, le ponés toallitas a la chancha?, la viste comerle la boca a una mina de acá?, se mojó toda no?, tiene olor a pis mi nenita?!

¡sí papi, yo la baño siempre, le paso el jabonsito por la cola y la conchita, no mi cielo?, no, ella se pone sola las toallitas, y siempre se chuponea con la Pinpoya, con la Colo o con la Nati, pero conmigo ni ahí! Está toda mojadita tu nena, y no tiene olor a pis, pero sí su bombacha, no cierto trolita?!, decía con ternura, paciencia y sadismo la venezolana, de quien jamás supe su nombre.

Yo me pajeaba como un adolescente, hasta que la morena me dio la orden de actuar antes de irse a tomar una cerveza.

En ese momento la morocha tuvo que vestirse cagando porque un flaco la solicitaba en la barra, y con suma urgencia.

Entonces, no me quedó otra opción para satisfacción de mis testículos inflamados que poseer a esa pendeja toda acabadita por las frotadas y el franeleo de su compañera.

Le di duro, haciendo que la cama sienta el vigor de mis envestidas, que sus tetas revoten llenas de mi saliva contra mi pecho, que mis manos le abran las nalgas para rozarle el ano con el bollito que se había hecho en la sábana y para que mi pija se ensanche como una bestia salvaje entre sus jugos pegajosos.

Me pedía por favor que no le deje tantos chupones en el cuello.

Me abría la boca cada vez que le tocaba los labios con los dedos que, con mucho laburo lograba meterle en la conchita para lamerlos y morderlos, y ponía carita de cógeme toda cada vez que le estiraba los pezonsitos.

Le acabé adentro en medio de una charla en la que fantaseábamos con que la loca quedaba preñada.

Me llevé su bombacha, le regalé mil pesos y salí minutos antes de que mi novia me llamara al celular. De hecho, la atendí ya vestido con ayelén colgada de mis hombros y toda desnudita. Le dije que estaba durmiendo en lo de un amigo, y en teoría me creyó.

Otra tarde la retiré del aburrimiento de su cuarto y me la llevé a pasear en colectivo. Eso fue una locura!

Fuimos de Campana a Capital y gratis, ya que ella tenía un pase por discapacidad, y ni bien nos sentamos empezamos a comernos a besos.

Ahí le liberé una de sus tetas y se la chupé con sigilo, mientras le fregaba la fresa sobre su calza ajustadísima.

Después la hice pararse para apoyarle el bulto en el culo, y que de esa manera la sienta crecer, endurecerse y ubicarse entre esas dos manzanitas apetesibles.

Luego, a la altura de Escobar le metí mano por adentro de la calza y le colé dos deditos en la concha, a la vez que con mi pulgar le punzaba la tela de su culote para que se le moje todo con el devenir de sus flujos.

También le puse su mano adentro de mi bóxer para que me estimule el pito con una paja terrible, tanto que se la llené de leche en cuanto la oí decirme:

¡cómo me calentás hijo de puta, qué alzada me tenés, pajeame toda, chúpame la teta otra vez!

Menos mal que no había mucha gente, y que la mayoría se echaba una siesta monumental.

Se lamió los dedos enlechados mientras tomaba gaseosa con un sorbete, y se sentó en mi falda para darle fuerzas a mi verga con la danza de su colita.

En cuestión de minutos mi tronco erecto reposaba entre su bombacha y su zanjita caliente, aprovechando sus movimientos, las sacudidas del bondi y los jadeos que intentando apagar masticando un chicle, ya que mis dedos le pellizcaban los pezones por su propia voluntad.

Llegué a bajarle un poco la calza para pajearla, y sentí cómo sus jugos avanzaban en tropel sobre mis dedos entumecidos de tanto frotarle el clítoris, algo incómodo pero con suficiencia, cuando tuvo un orgasmo que la estremeció.

El viaje de vuelta fue más tranquilo, aunque volvió a pajearme hasta quedarse con mi quesito untable. Regresé a saborear sus tetas pero ahora de a una, y encontró un nuevo orgasmo cuando se hizo pichí encima mientras mi pija casi se le metía en el culo y mis dedos la masturbaban.

Los últimos días de esa perversita en mi camino fueron los que me hicieron tomar decisiones fuertes.

Casi me echan de la banda por faltar a un par de ensayos, me perdí el cumpe de 15 de mi cuñada porque, le mentí que tenía un show en Bragado, y con mi novia las cosas estaban cada vez peor.

Como yo tenía la posta de que me cuerneaba, y no solo con un compañero de la consultora en la que trabajaba, creo que consideraba justo  a mis andanzas con la ciega.

Pero realmente, me calentaba cada vez más su olor a putita, sus chanchadas a disposición de mi billetera morbosa y el calor de su concha a punto caramelo si se trata de coger. Y además era una diosa comiendo pijas la sucia!

Pero naturalmente hubo un poco más de mi Ayelén.     fin

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