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Desafío de galaxias (Capítulo 4)

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—Me resulta fascinante la facilidad con que movían las divisiones acorazadas, —la observación de Clinio, uno de los monjes cedidos por Konark, hizo levantar a todos la mirada de sus terminales.

—¿Qué es una división acorazada? —preguntó Anahis un poco confusa.

—Tengo aquí la descripción de la 29, que al parecer era una de las de confianza de la Princesa Súm, —respondió consultando su terminal—. La mandaba la general Allyson O´Reilly, humana de Nueva Irlanda, amiga personal de la Princesa y fue la primera en derrotar a las unidades acorazadas de la Guardia Imperial en campo abierto. Fue en la batalla de los Cerros Cáusticos…

—En esa batalla, la Princesa Súm mató a la heredera del imperio, la princesa Zorralla, —le interrumpió Loewen.

—Así es mi señora, —afirmó Clinio—. Aquí está: 300 carros de combate, 150 piezas de artillería autopropulsada, de los que la mitad eran morteros pesados de plasma, y otros 1.000 vehículos de apoyo logístico y transportes de tropas.

—¡Qué barbaridad! Yo pensaba que los carros de combate estaban integrados en la infantería, como unidades de apoyo, —Marisol intentaba imaginar como debía ser—. En cambio parece que eran mucho más dinámicas. Seria aterrador encontrarse con algo así en campo abierto.

—Pues el 5º Ejército de Mandoria tenía tres, la 9, la 19 y la 29. Este archivo es interesante porque describe la estructura de estos ejércitos. Cada una de ellas era la pieza principal de una unidad más amplia, y que casi podía operar de forma autónoma. Por ejemplo, la 29º junto con otras cuatro divisiones de infantería, formaban el Cuerpo de Ejército nº 1. El 5.º Ejército tenía cuatro cuerpos de ejército, en total 300.000 soldados, más de 3.000 vehículos de todo tipo y 42 transportes de tropas, y a todo esto hay que añadir las unidades de intendencia y logística. El 5º casi alcanzaría los 500.000 en total. En la segunda conquista de Mandoria, en treinta horas, la Princesa trasladó a todo el 5º Ejército, desde Numbar y lo puso en disposición de batalla.

—Son unas cifras descomunales, —apuntó una de las sacerdotisas—. Y una destreza en el despliegue impresionante.

—Y una destreza organizativa bestial.

—Rezo porque cuando se abra el portal, sean los buenos los que llegan por él, —afirmó Marisol con sinceridad.

—No te preocupes, lo estás haciendo muy bien, —Loewen la apretó el hombro en un gesto cariñoso.

—Lo estamos haciendo Loewen, lo estamos haciendo todos, —respondió Marisol acariciándola la mano—. Que os quede bien claro a todos: somos un equipo y acertamos y herramos todos.

Todavía era verano en Mandoria, y su dormitorio se había convertido en un horno. Marisol había apagado el aire acondicionado para sentir el calor, le gustaba, le recordaba Nueva España. Desnuda sobre la cama, su cuerpo brillaba de sudor con la claridad de la inmensa luna llena del planeta: la otra debía estar al otro lado. Con el dedo medio de su mano derecha, estimulaba furiosamente su clítoris, notaba como llegaba, como sus pulsaciones se disparaban y sus pezones se endurecían. Su cuerpo de contrajo marcando sus músculos y su boca dibujó un grito sin sonido. Inerte sobre la cama, recupero sus pulsaciones normales mientras notaba correr las gotas de sudor sobre su sensible piel. Con la relajación del orgasmo se quedó dormida.

Como un zumbido lejano oyó su comunicador con una insistencia irritante. No sabía cuánto llevaba durmiendo, miró la hora y se dejó caer sobre la cama. No se lo podía creer, las seis de la madrugada. Miró por la ventana y todavía la luna iluminaba la noche, ahora en compañía de su hermana.

—¡Sí! —medio chillo cuando por fin decidió contestar.

—¿No será su cumpleaños, mi general?

—¿Qué? ¡No me jodas! ¿me despiertas a las seis de la madrugada para preguntarme esa gilipollez? —reconoció la voz de Clinio, y a pesar de la dura respuesta, lo cierto es que intentaba controlarse.

—No se enfade general, he oído que los de la Tierra celebran los cumpleaños de sus seres queridos con regalos.

—Pues sí ¡Pero no es mi cumpleaños! —casi le gritó armándose de paciencia.

—Lastima. En fin, que le vamos a hacer, vístase y venga para acá, que tengo un regalo para usted mi general.

Soltando tacos en castellano…, y muy antiguo, saltó de la cama y se vistió con su uniforme. Salio del dormitorio, y casi corriendo enfilo el pasillo que conducía a la sala donde trabajaba con sus colaboradores. Entró en ella todavía abrochándose la guerrera, y Clinio la esperaba sentado en una de las terminales con un café negro en la mano. Con un gesto la indico que se sentara a su lado y la ofreció el café.

—Es como a usted le gusta, mi general, solo y amargo—dijo mientras Loewen entraba por la puerta fresca como una flor a pesar del madrugón—. Ya podemos empezar.

—Pues empecemos de una puta vez, —respondió aceptando el café—. Luego decido si te ahogo o no.

—Al finalizar la guerra, una de las primeras disposiciones del Parlamento Federal fue la disolución del ejército de manera escalonada. En la primera fase las tropas de complemento y en la segunda fase las tropas de combate. Como ya sabemos, el 5.º Ejército Federal estaba estacionado aquí, en Mandoria, y era una de las fuerzas más poderosas de la galaxia, —Clinio comenzó a pasar documento por la pantalla principal—. En este documento, la Princesa ordena a su canciller, la licencia de todos los soldados y la disolución de las unidades, de acuerdo con un plan que se adjunta. En el siguiente, fechado dos meses después, Ramírez, como general jefe de la nueva milicia, informa a la Princesa que todos los soldados han sido licenciados, y que sus equipos militares y maquinas de guerra, han sido concentrados en uno de los acuartelamientos, a la espera de las instrucciones de la Presidencia Federal. Está, había firmado un contrato con varias fundiciones con el fin de reciclar el duranio que acorazaban esos vehículos. Tres meses después, con este documento, la Princesa ordena al canciller paralizar el proceso de entrega de los vehículos para su reciclaje. No llegó a entregarse ninguno. A partir de está fecha hay un montón de archivos dañados que se han perdido, tengan en cuenta que tienen 400 años. Entonces llegamos a este documento, en el cual, el canciller informa a la Princesa de que los trabajos de adecuación en el DAE-3 han finalizado, y adjunta otro documento donde se detallan los gastos. Antes de que lo pregunten, un DAE es un Depósito de Almacenamiento Estratégico. Se construyeron durante el Periodo de Penuria, unos trescientos años antes, y este en concreto, el número 3, era para almacenar cajas de grandes dimensiones y tiene seis niveles. A este documento he llegado después de encontrar otro posterior en el que Ramírez, comunica a la Princesa que ha comenzado el traslado al 3. En este correo del Departamento de Ingenieros, se certifica que “la instalación está preparada para recibir vehículos de gran tonelaje”. Cuatro meses después, la Princesa comunica al canciller, que definitivamente, todos los equipos militares del 5º Ejército quedan almacenados hasta nueva orden, en el DAE-3 y le transfiere los códigos de acceso a la instalación.

—¿Me estás diciendo que no se reciclaron, que se almacenaron? —preguntó Marisol llena de esperanza. El corazón le saltaba en el pecho como si quisiera salir—. ¿Y que siguen almacenados?

—Estoy diciendo que se almacenaron, y que no he encontrado nada más, en relación con el 5º Ejército o con el DAE-3, con fecha posterior. Hay un vacío total de información, ni siquiera he podido descubrir la localización del depósito.

—¿Has encontrado algún archivo que especifique que se almacenó allí? —preguntó Loewen—. En principio, casi nos interesaría más disponer de rifles militares.

—Ya te digo Loewen que después de está fecha no hay absolutamente nada.

—Creo que tenemos que hablar con el canciller, pero vamos a esperar hasta mañana, no le vamos a sacar de la cama, —Marisol se había despertado definitivamente—. Además, a primera hora está previsto que llegue Anahis desde Konark. Hablaremos con ella, seguro que conoce este banco de datos mejor que nosotros. No te molestes Clinio, por favor.

—No me puede molestar lo que es razonable. Además, como monje, no tengo ego que pueda ser ofendido.

—¿Y como hombre? —preguntó Marisol.

—El hombre no existe, solo existe el monje mi señora.

—Muy bien señores, —resumió Marisol— tenemos varios misterios que resolver: el primero, ¿dónde hostias está el DAE-3?, el segundo, ¿por qué cojones almacenaron todo ese material?, y el tercero, ¿por qué hostias lo hicieron con tanto secreto?

El transbordador volaba entre las gigantescas montañas que rodeaban el polo norte del planeta, como si fueran una descomunal corona. Anahis había descubierto la ubicación del depósito después de acceder a los archivos confidenciales de la Cancillería.

—Estamos sobre las coordenadas y aquí no hay nada, —el piloto seguía maniobrando cerca del suelo, a través de profundos valles nevados entre los altos picos.

—Sigue dando vueltas, pero elévate a 300 metros, —la orden de Marisol se cumplió rápidamente. Por las ventanas del transbordador, Marisol, sus colaboradores y Anahis miraban ávidos intentando encontrar algún indicio del depósito. Dos ingenieros mandorianos los acompañaban para resolver los posibles problemas técnicos que pudieran surgir, y dos policías por si acaso.

—Allí veo algo, a babor de la proa, —las palabras del copiloto hicieron que todos se agolparan en ese lado de la nave—. Parece una pequeña plataforma.

El piloto maniobró con pericia y se posó con mucha precaución sobre la plataforma que presentaba una gruesa capa de nieve y hielo. Ante ellos se abría la entrada de una especie de gran caverna claramente artificial

—Parece que la plataforma es estable, —informó el piloto—. La temperatura exterior es de –41º C. Parece que hay una entrada: voy a intentar penetrar por ella.

El transbordador penetró por la amplia entrada y se posó con suavidad en una especie de antecámara helada que había ante el enorme portón acorazado de acceso. Todos se colocaron los pesados equipos de frío y salieron al exterior de la nave. A pesar de estar un poco resguardados, el frío era brutal. Los ingenieros se acercaron al panel y comprobaron que, como ya habían previsto, no había energía. Sacaron una unidad portátil de energía y durante un rato largo estuvieron trabajando en unas condiciones terribles. Cuando terminaron, Anahis introdujo el código de acceso y el enorme portón comenzó a subir a tirones con un quejido chirriante según se rompía el hielo adosado a ella. Entraron iluminándose con linternas. El suelo estaba cubierto del polvo acumulado durante cuatro siglos, y con los movimientos de los visitantes se comenzó a elevar enturbiando el ambiente y obligándoles a toser.

—Casi seria mejor no movernos mucho hasta que localicemos los controles ambientales y la iluminación, —dijo uno de los ingenieros. Accedieron a un panel, conectaron otra unidad de energía y accionaron la iluminación. Largos jirones blanquecinos colgaban del techo y ocupaban los rincones.

—¿Qué es eso que cuelga? —preguntó Loewen.

—Arañas, no te preocupes, no suelen ser peligrosas, —contestó Marisol—. Tejen sus telas en zonas aisladas y con cierta suciedad. ¿En el monasterio no hay?

—No, es la primera vez que las veo. Allí la limpieza es absoluta.

—¿Cuánto hace que estas en el monasterio? —preguntó Anahis con curiosidad.

—Entre con seis años, —respondió Loewen con total naturalidad.

—General, hemos encontrado el generador principal y vamos a intentar arrancarlo, —dijo uno de los ingenieros interrumpiendo la conversación.

—De acuerdo, adelante.

—Mi señora, casi seria mejor que nosotros exploráramos un poco la instalación, —comento uno de los policías—. Por precaución.

—Agente, —respondió Marisol en tono guasón—. Si alguien lleva aquí esperándonos 400 años, cuando aparezca, nos vamos a pegar un susto que nos vamos a cagar.

El comentario hizo reír a todos, incluso al policía. Finalmente, los ingenieros pusieron en marcha el generador y un zumbido emergió del suelo durante unos segundos para luego apagarse gradualmente. Por indicación de los ingenieros, salieron todos al exterior, y al activar los extractores ambientales a máxima potencia, se levantó una descomunal polvareda que tardo varios minutos en disiparse, mientras en el exterior se formaba una tremenda nube de polvo que empezó a ensuciar la nieve de las inmediaciones.

—Tenemos potencia, el generador funciona correctamente, —informo el ingeniero mientras consultaba los controles, cuando volvieron a entrar—. La fuerza llega a los elevadores y a los niveles inferiores.

—De acuerdo, vamos a bajar. Dividámonos en dos grupos para no bajar todos juntos por el mismo elevador.

El primer grupo, con Marisol, entró en el ascensor y descendieron a tirones por la falta de uso. Llegaron a la planta inferior un poco asustados y el ingeniero que iba con ellos accionó la iluminación mientras el elevador volvía a subir. Lo que vieron los dejó sin habla, decenas y decenas, cientos de enormes y aterradores vehículos, se alineaban abarrotando el gigantesco nivel. Todavía estaban sorprendidos por la visión cuando llego el resto del grupo y se unió a ellos. Se acercaron a los vehículos que parecían recubiertos de una capa de polvo y telarañas.

—¡Joder! Son enormes, —solo pudo decir Marisol—. Y no tienen ruedas… bueno las tienen pero van encima de esas cintas metálicas.

— Creo que esto es un carro de combate, —dijo Clinio, y limpiando una parte del lateral con la mano, añadió—. DA29. División Acorazada n.º 29, y mira, lleva el emblema de la Princesa.

— Ahí al fondo está la artillería con unos vehículos aun más grandes que deben ser los morteros, —Loewen apareció por entre los vehículos señalando con la mano.

— ¿Puedes decirme algo sobre su estado de conservación? —preguntó Marisol a uno de los ingenieros. Este se acercó con su escáner de mano y comenzó a tomar lecturas.

— Más de cien toneladas de peso. Cohesión molecular de las aleaciones… estable. Circuitos electrónicos… operativos. Parece increíble, pero a pesar de los 400 años que tienen, están… impecables. Les retiraron las células de energía de fuerza, de los sistemas de armas y de otro sistema independiente que no reconozco y que confluye en esos seis… lo que sean, que rodean al vehículo. Teóricamente si les colocamos las células de energía, deberían funcionar…, cuando sepamos cómo se maneja un cacharro de estos.

—He encontrado un terminal de datos, —informó uno de los monjes.

— Yo me ocupo, —dijo Anahis y acompaño al monje a la terminal.

—Vale, vamos a formar tres grupos, —ordeno la general Martín—. Cada grupo a un nivel distinto, a ver que nos encontramos

Durante horas exploraron todos los niveles y a primera hora de la tarde se reunieron en el primer nivel para comer algo y comentar los resultados de la exploración. Improvisaron una mesa con cajas, y sentándose en otras dieron cuenta de las raciones de la policía que habían traído.

—En el nivel dos están los rifles de partículas, —informo Loewen con una amplia sonrisa—. Están bien embalados en cajas, y también hay muchos contenedores con los cargadores de partículas, —y girándose hacia Anahis añadió—. Mira en el banco de datos, a ver si dice algo de cuantos hay.

Anahis cogió su tableta electrónica, que la tenía enlazada con el banco de datos del almacén y se puso a consultarlo.

—Rifles de asalto modelo AK 2047, 411.897 unidades, —respondió Anahis—. Cargadores de partículas modelo C 2047, 6.729.463 unidades. Rifles pesados modelo AK 9000, 2.618 unidades. Cargadores C 9000, 12.694 unidades. Misiles ligeros de plasma modelo Albatros Mark 14, 18.856 unidades. Pistolas modelo STAR 11.65, 228.760 unidades, y cargadores CS 11.65, 794.887 unidades. Y luego hay una anotación que no sé lo que es. Por ahí abajo hay 1.000 fusiles de propulsión química y 50.000 proyectiles.

—¿Y eso que cojones es? —preguntó Loewen, que inmediatamente se dio cuenta de la palabra que había usado y se puso roja como un tomate.

—Creo que soy una mala influencia para ti, —bromeó Marisol— te has convertido en una monja mal hablada. ¡Hay que ver! Una sacerdotisa del más alto nivel usando ese vocabulario. No sé que iba a opinar la reverenda madre.

Todos rieron la gracia de Marisol menos Loewen, que estaba que echaba humo.

—Yo sé lo que es, —intervino uno de los monjes llamado Opx: un varón de maneras suaves. Marisol le miró, porque era la primera vez que le oía hablar.

—¡Hombre! Por fin hablas. Pensaba que eras mudo… o que tenias voto de silencio, —dijo dándole en golpecito afectuoso en la espalda—. Dinos, que es eso.

—Lo sé porque desde que la reverenda madre me pidió que me uniera a tu grupo, me he aficionado a leer las crónicas de la guerra y de Matilda que escribió la Princesa Súm. Cuando la nombró comandante de la infantería que se embarcó en los cruceros, para la misión en el Sector Oscuro, ordeno subir a bordo rifles de ese tipo. Son mecánicos y por lo tanto no les afectaba las graves distorsiones del sector.

—Pueden ser muy útiles. La verdad es que todo lo que hay aquí puede ser muy útil, —dijo Marisol pensativa—. Voy a hablar con el presidente federal y el canciller de Mandoria. Aquí hay mucho que hacer, hay que revisarlo todo para comprobar que funciona correctamente. Y descubrir por donde leches trajeron todo esto hasta aquí, porque no creo que lo hicieran por la plataforma exterior.

—De todas maneras queda que bajar al nivel uno, —razonó Clinio—. Yo creo que tiene que haber un túnel que lo comunique con el exterior. Si había una carretera que acceso, después de cuatro siglos estará cubierta por desprendimientos y por el tiempo.

Terminaron de comer y bajaron todos al nivel uno. Todo el nivel era un caótico amontonamiento de cajas, paquetes y contenedores, que contrastaba con la pulcritud organizativa de los niveles superiores.

—¡Hostia puta! —exclamó Marisol intentando abarcar con una mirada circular el mayor espacio posible, y mirando a Anahis, pregunto—. ¿Qué dice el banco de datos?

—Muy poco, casi nada, —respondió después de consultar su tableta—. 287.112 cascos militares con equipo de comunicación, uniformes, botas militares sin especificar cantidad… y 3.162 corazas de ambiente.

—¡Coño! —todos miraron sorprendidos a Opx que había vuelto a abrir la boca para soltar un taco.

—¿También sabes lo que es eso? —le preguntó Loewen.

—Son corazas individuales de combate. Son de duranio y tienen sistemas cibernéticos de ayuda que permiten al soldado moverse normalmente a pesar del peso de la coraza. Se diseñaron para combatir en el espacio exterior o en ambientes extremadamente hostiles. Las llevaron a la misión en el Sector Oscuro, y la Princesa, también los utilizo en la batalla contra los robots imperiales en el ataque a Evangelium. Y cuando comprobemos si funcionan lo quiero hacer yo.

—Vale colega, creo que te lo has ganado, —dijo Marisol dándole un par de palmadas en la espalda—. Cuándo lo hagáis avísame que yo también me apunto.

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