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Una ciega chancha y putita (un final inevitable)

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La vez que mi novia me descubrió la pija parada, de solo pensar en Ayelén fue la última vez que cogimos posta. En esos días no encontraba la forma de no soñar con ella.

Yo mismo le regalé un celular con el programa para no videntes, para escribirle cuando no había moros en la costa.

Mi novia me había planteado después de aquella cogida como hacía mucho tiempo no teníamos, que necesitaba un poco de distancia para replantearse nuestra relación. Pero que no tenía ningún lugar a donde irse todavía. Los alquileres estaban por las nubes, y en lo de sus padres no había ni un rinconcito.

Creo que ni se dio cuenta que se me escapó el nombre de Ayelén cuando empezaba a acabarle todo adentro de la concha, en la posición del perrito, que es su preferida.

Sea como fuere, le dije que se quede el tiempo que quiera, si total yo laburaba, ensayaba con mi banda y tenía mi escapismo en los brazos de esa trolita angelical.

Al otro día de sus revelaciones, fui a la Ternerita necesitado de acción. Ayelén estaba en cama, con fiebre y una tos terrible. La Beti me aconsejó que no era prudente que me la coja así como estaba, y se tranquilizó cuando le prometí que solo quería verla.

Igual me cobró la muy argolluda!

En cuanto su olor me invadió en su cuarto, le toqué la frente, le palpé las tetas desnudas sobre la sábana que la cubría y le dije que no se preocupe, que si no se sentía bien para tener sexo no me iba a enojar.

Pero ella buscó con sus manos escurridizas dar con mi bulto, que yacía empalado desde que vi a la venezolana chuparle la pija a un pibito medio sin querer, porque me equivoqué de puerta, y me tironeó el pantalón para bajarlo.

¡Dale, ponémela en la boca y te saco la lechita!, dijo con la voz nasal entre algunas tosecitas.

Me pajeó un ratito, se sentó para dejar caer su cabeza sobre mi pubis y me hizo un pete tan fogoso como perverso, porque la guarra me metía un dedo en el culo y me escupía los huevos cuando su boca soltaba mi pija.

No pude más, y ni le avisé que el momento se acercaba.

Tosió como una pordioseara cuando mi leche le inundó la garganta en un disparo guerrillero, pero saboreó hasta la tela de mi calzoncillo salpicado por mi generosidad.

Esa noche me quedé a cuidarla una hora más. Digamos que fui su enfermero perverso, ya que le tomaba la temperatura, le hacía masajitos y le toqueteaba la conchita para excitarla.

Después de eso, volví a llevarla a casa en mi auto, pero esta vez me acompañaba Laura, que es personal de limpieza de las oficinas de mi laburo. Laura tiene 45 años, es una rubia grandota, de hermosa tetas y muy gauchita. Siempre se supo que le cobra diez pesitos a los empleados para tirarles la goma en el baño, generalmente después de las cinco de la tarde, cuando ya se fueron todos los jefes.

Yo lo hablé con las dos, y ambas estuvieron de acuerdo.

A Laura le tiré 200 mangos solo para que deje a mi chiquita en bombacha, ya en mi casa, para que le prepare una chocolatada y se la traiga a la mesa con unas facturas, que la peine y le chupe las tetas mientras Ayelén tomaba su taza de leche.

Después Laura se la sentó en el regazo, y yo le ponía la pija en las manos para que me haga una pajita, mientras la mujer le ponía crema de leche con sus dedos en la boca, además de esparcirle un poco por las tetas.

Al rato Laura acomodó a mi nenita en cuatro patas sobre el sillón, le puso cremita adentro de la bombacha para endulzarle el culo y la conchita, me pidió que yo le ponga la pija repleta de crema en la boca y a ella que me la chupe hasta sacarme toda la leche.

No fue necesario tanto trabajo, porque esa lengua estaba adiestrada a la erección de mi verga, y conocía a la perfección cuáles eran los trucos para que se la largue toda.

Laura le pidió que no se trague mi semen y que abra la boca. En eso le encajó una cucharada de crema, y entonces Ayelén degustó esa combinación hasta que no le quedó ni una gota en la boquita.

Todavía nos quedaba una hora más, y a Laura una gran idea.

¡Ahora quiero verte coger chiquita, porque, serás cieguita, pero tenés terrible cara de putita, no mami?!, dijo Laura haciendo que el rostro de Ayelén se contracture un poco.

Pero entonces, me la senté a upa en el sillón, le corrí un toque la bombachita y se la metí de lleno en la conchita, después de que Laura me la mamó un poquito. Eso le molestó a mi putita hermosa, pero en cuanto mi pija naufragaba en sus jugos se olvidó de todo y empezó a dar saltitos como una loca. Gemía agudito, me pedía más verga y decía que esperaba que le hiciera un bebé.

Yo sentí que me acabó varias veces en el pito. Pero la mejor de todas fue cuando me la cogía con todo a la vez que Laura le chupaba las gomas.

Antes de darle mi quesito en la vulva, Ayelén empezó a decir que quería hacer pis.

Laura tuvo otra idea fantástica. No sé cómo supo que en el baño había una pelela rosada, la que en ocasiones usaba la sobrinita de mi novia. El tema es que la trajo, sentó a la piba con bombacha puesta y todo, y quiso que yo le dé la lechita en la boca mientras Ayelén la rebalsaba haciéndose pichí.

Después de tamaño cuadro, llevé a Laura a la parada del bondi, y a mi diosa a su cueva de intercambios sexuales, prometiéndole que en dos días la vendría a buscar. Era su cumpleaños, y no podía ausentarme bajo ningún pretexto.

Esa vez le cociné en mi casa, hablamos mucho de su vida, y le propuse un juego peligroso, el que ella aceptó con gusto.

Lo primero que me voló la cabeza fue que me chupó la pija en el patio de mi casa mientras hacía pis, sentadita en el pasto, y eso fue idea de su mente privilegiada para tales morbos. Eso fue antes de la cena, donde me contó que no tiene familia, y que llegó a prostituirse porque siempre le gustó sentirse una puta.

Yo cenaba desnudo, y ella en corpiño y bombacha.

Antes de traer helado la desnudé, le puse una tanguita, un corpiño y un vestidito rojo de mi novia. Se lo manchó todo en su afán de comer el heladito, y yo solo la miraba ensuciarse cada vez más empalado.

Hasta que no me lo banqué más y le puse la pija en la boca toda embadurnada con helado, cosa que me erizó hasta los pelos del culo, aunque el calor de su boquita lo arreglaba todo. Era una sensación extrema!

Después le pedí que me pajee rápido mientras le apretaba las tetas pegoteadas de chocolate, y le dejé todo mi semen adentro del cuenco que todavía tenía bastante postre, el que ella se comió agradecida y feliz.

Luego yo la masturbé para que se acabe en la tanguita de mi novia.

Al rato fuimos a mi pieza. La desnudé para ponerle otra bombacha onda bedetina blanca, unas medias y así recostarla boca arriba en el lecho que solíamos compartir con mi novia. Ese día ella ni siquiera estaba en la ciudad.

Me la comí a chupones como un lobo hambriento, le puse el perfume favorito de mi novia, le sobé las tetas con la pija, y en cuanto noté que se empezaba a acabar toda porque, además yo le colaba los deditos, le saqué la bombacha y le puse otra de seda negra. Ésta le quedaba un poco apretadita. Mi cieguita chancha había subido unos kilitos, y eso me gustaba más!

La senté para cogerle la boquita, y cuando intuí que mi leche necesitaba recompensarla, la acosté boca abajo y se la mandé enterita por la concha. Cómo le di bomba esa noche! La cama nunca se había quejado tanto, ni el colchón ardió así con ese fuego en su superficie.

Apenas detoné toda mi leche en su interior, la hice caminar por todo mi cuarto para observar cómo aquella sustancia blanquecina le goteaba de la bombacha delicada de mi novia. Cada vez que sus pasos se me aproximaban, la guacha me olía y se agachaba para tocarme la pija, y eso me ponía más loco.

Le saqué la bombacha empapada, y le puse un culote rosa. Le traje agua en cuanto me anunció que tenía sed, la acosté en la cama y, traté de enseñarle a fumar un cigarrillo. Pero se ahogaba, se impacientaba y no parecía disfrutarlo.

Distinto fue cuando le di un fasito de flores que me regaló el baterista de mi banda. Ahí sí se relajó un poco más, y hasta se reía con ganas de cada pavada que le dijese.

Le propuse coger adentro de las sábanas, los dos tapaditos como si fuésemos marido y mujer, y ella se echó a reír disparatada.

¡Pero yo soy una puta Lechu, soy re sucia y estoy gordita, no veo una bosta y me cogen todos los días, y me tomo la leche de todos!, decía entre divertida y cariñosa, porque me lamía todo el cuerpo, ya que me había acostado a su lado.

Me la subí sobre el pecho y le metí la pija en la conchita para cogerla despacito. Yo estaba cara al cielo y ella frente a mí, por lo que mis manos le amasaban ese culo hermoso a placer, y ella gemía sin parar de besarme en la boca.

¡embarazame nene, dale, dejame la leche adentro y cógeme toda la noche, que tu novia entre y nos vea, que me saque de los pelos y me cague a palos si quiere, pero vos dame pija, rompeme toda!, me pedía desconectada de la realidad, con aliento a mariguana, con las tetas aún endulzadas por el helado y con un olor a sexo que me invitaba a no abandonar sus peticiones.

Se la largué toda en la vagina mientras me contaba que una vez hizo una doble penetración con un padre y su hijo, que otra vez una señora llevó a su sobrino para que debute con ella, y que la tipa entró a la pieza con él, y que una mañana la Beti la castigó porque la encontró masturbándose en el pasillo con un consolador.

Nos reíamos de sus aventuras, a la vez que mi pene se deshinchaba en su vulva insaciable, y sus mimitos eran cada vez más sensoriales en mi piel.

¡Ahora la quiero en el culo, y no me podés decir nada porque es mi cumple, y yo soy tu putita favorita, no?!, me tiró justo cuando yo recordaba que en el cajón de la mesa de luz había un consolador.

Salí de la cama con prisa, lo busqué y se lo di.

¡pajeate con esto, tomá, pero primero chúpalo!, le dije mientras se lo daba en la mano.

Ella le pasaba la lengua sin nada de erotismo pero con mucho ruidito, al tiempo que yo le sacaba la bombacha llena de semen para ponerle otra azul con voladitos.

Se pasó el chiche por las tetas luego de babearlo todo, y cuando llegó el turno de hundirlo en su vagina, lo hizo con mucho suspenso. Primero solo lo posaba sobre la tela del calzón, se abría el elástico con la puntita, contorneaba la forma de su vulva apenas tocándola, abría y cerraba las gambas, y entonces me dijo:

¡Me la meto toda?!

Claro que no esperó mi respuesta. La chanchona se cogió solita por un rato hasta que le acerqué la pija a la boca para que me la mame, y ahora yo manipulaba el juguete adentro de su almejita.

En un momento que se la saqué solo para que respire alcanzó a decir:

¡Quiero pis!

Entonces la tiré boca abajo en la cama, la obligué a chupar el consolador repleto de sus flujos embriagadores y me le subí encima para rozarle el culo con la punta de mi verga hinchada, a la vez que le decía:

¡meate Aye, dale, quiero que mi cama tenga tu olor a putona, a pis, a flujo, el olor de tu piel, dale que te hago el culo bebota!

Y, mi reina se echó tremenda meada en el exacto momento que le penetré el orto de un solo empujón. Gritaba como una loca, pero levantaba la cola para sentirla más adentro, chupaba el chiche y se agarraba con todo a mis piernas clavándome sus uñas.

¡Me vas a tener que cambiar el pañal pendejo, soy una chancha, te meé toda la camita guacho… dale, haceme el culo más fuerte que estoy drogada, meada y sucia!, decía enardeciendo al sindicato obrero de mi esperma que soñaba con hacerle un hijo.

Acabé de lleno en ese culo majestuoso cuando la imaginé embarazada.

Le saqué la bombacha y le pregunté si prefería volver a la Ternerita o si quería dormir en casa. Optó por esto último, y obviamente durmió desnuda, en la cama llena de flujos, de semen y de su pipí.

Al día siguiente la ayudé a vestirse, aunque solo se lavó la carita, y fuimos hasta donde la Beti la esperaba algo molesta. Esa vez sí que me salió cari la joda.

Pero mi consuelo fue saber que Ayelén tuvo el mejor cumple de su vida, y dicho por sus propias palabras.

La cosa fue mi regreso a casa. Mi novia se encontró con sus bombachas mojadas de sexo, con las sábanas calientes y meadas, con su vestido manchado, sus zapatos revoleados y todo su ropero revuelto. No me tembló el pulso. Le dije que una putita preciosa, con un culo inolvidable, con un aliento cargado de lujuria, con un aroma a sexo que parte la tierra estuvo en nuestra casa, y que cogimos como nunca. También le sinceré que no era la primera vez. Pero no le di más explicaciones. Ni ella las necesitaba ni yo quería exponer demasiado a Ayelén.

Más rápido de lo que supuse, la tarada de mi ex agarró su cartera, rompió la taza de café que se había preparado, se prendió un pucho, me hizo mierda el cenicero que me regaló su madre contra el suelo y se las tomó para siempre, sin saludos ni histeria ni lágrimas.

Volví a la Ternerita al otro día. Pero Ayelén no estaba. La Beti me dijo que la trasladaron al Chaco, aunque no parecía tan segura. fin

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