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Siempre me calentaron los viejos (8)

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-Ah, entonces… ¿Se va a sumar el… el señor Antonio?... -murmuré…

-Se va a sumar… -confirmó don Ernesto mientras me recorría entero con una mirada libidinosa… -Mañana mismo se suma, putito, y empezamos a darte entre los tres…

Y ese día llegó, y con él el señor Antonio. Lo vi junto a don Benito y a don Ernesto cuando al volver de la escuela me presenté desnudo y con mi collar en el cuarto de don Benito.

-Hola, bomboncito… -me saludó el señor Antonio adelantándose hacia mí y estampándome un beso en los labios mientras aferraba mis nalgas con las dos manos. Abrí inmediatamente mi boca y su lengua me entró entablando un apasionado encuentro con la mía.

Yo ardía de tan excitado por ese beso y las manazas del viejo en mis nalgas. Oí que don Benito y don Ernesto reían hasta que don Benito dijo: -Bueno, bueno, hombre, basta ya que el nene es de los tres…

El señor Antonio se apartó con algún esfuerzo y volviéndose hacia don Benito le dijo: -Tiene un muy lindo patio, señor mío, propongo que usemos al nene ahí…

La idea fue aprobada con entusiasmo, se desvistieron, salimos al patio y una vez allí lo primero que hice fue fijarme si podrían vernos desde algún edificio vecino, pero afortunadamente no y entonces me entregué tranquilo al morbo de los tres viejos.

Don Ernesto propuso que antes de culearme les hiciera una buena mamada y la idea fue enriquecida por el señor Antonio, que demostró tener una buena inventiva: -Pongámos en círculo a dos o tres metros uno del otro –dijo. –y que el nene vaya en cuatro patas de una verga a la otra para chuparlas bien chupada…

Don Benito y don Ernesto opinaron que era una idea. -¿Has oído, putito? –me interrogó don Benito.

Asentí y entonces se ubicaron como había propuesto el señor Antonio. Quedé en el medio del círculo que formaban los tres, con sus vergas a media asta, pero ya me ocuparía yo de ponerlas en forma. ¡Y qué ganas tenía de hacerlo!

-¿A quién… a quién primero, don Benito?... quise saber y el viejo me indicó al señor Antonio: -Primero a la visita… -dijo y me ordenó ponerme en cuatro patas: -Como el perro que eres… -agregó…

-¿No será que es perra?... –intervino el señor Antonio y sus palabras perversas aumentaron mi calentura… “mucamita, perra… sí, soy todo eso”, pensé y en cuatro patas me deslicé hacia la primera de las vergas, la del señor Antonio…

¡Qué hambre y qué sed tenía cuando me la metí en la boca!... Además, el señor Antonio era exactamente el tipo de hombre que me excita; bueno, pero no quiero ser injusto con los otros dos, que también me calientan mucho… Es que me dan mucho morbo sus pieles lechosas, sus vellosidades grisáceas, sus adiposidades… Y en eso pensaba mientras chupaba la verga del señor Antonio, de buen aroma y buen sabor… ¡Y tan dura dentro de mi boca!... Por fin, mientras el viejo jadeaba cada vez más fuerte, su verga lanzó tres chorros de semen caliente que empecé a tragar viendo como al vejete le temblaban las piernas y tuvo que sentarse en el piso para no caer…

Yo estaba en plena degustación cuando don Benito me gritó, imperativo: -¡Ven aquí, niño! ¡rápido!

-Sí… sí, don Benito… Voy… -dije y me desplacé hacia él viendo, mientras terminaba de tragar el semen del señor Antonio, cómo su verga se iba alzando y endureciendo aun antes de que yo la tocara…

Cuando llegué a destino lo primero que hice mientras sostenía la verga apuntando hacia arriba con mi mano derecha fue darle una buena lamida a los huevos, cosa que cada vez me gusta más… Don Benito jadeaba alentándome: -Bien, Jorgito, bien… así… ¡asíiiiiii!...

Y yo seguí durante un ratito, estimulado por ese elogio, hasta que por fin me metí la verga en la boca y me apliqué a mamarla… Al parecer el viejo estaba muy caliente, porque poco tardó en acabar y llenarme la boca de semen… Y la historia se repitió, porque antes de que terminara de tragar esa sabrosa sustancia fui llamado por don Ernesto y hacia él me dirigí en cuatro patas, como el perro que soy, arrastrando por el piso la correo de mi collar…

-Vi que a don Benito le lamiste los huevos… Haceme lo mismo, putito, ¡vamos!...

-Lo que usted quiera, donde Ernesto… contesté desde lo más hondo de mi ser sumiso, y comencé a lamer mientras él mismo se sostenía la verga apuntando al cielo…

Es hermoso sentir cómo los huevos van perdiendo su rugosidad y se van hinchando al contacto con  mi lengua perruna… Por fin, cuando yo ya estaba teniendo muchas ganas de mamar esa verga bien erecta, don Ernesto me ordenó hacerlo… ¡Qué placer!... Es de los tres el que más larga la tiene y a mí me gusta sentirla en la garganta y que me provoque arcadas antes de retirarla un poquito y empezar a chuparla… Tampoco él demoró mucho en correrse entre gemidos y jadeos y entonces me lanzó tres chorros de semen y cuando la sacó vi que quedaban restos en la punta del glande… Retuve la lechita en la boca, sin tragarla, y me puse a lamer esos pequeños restos antes de tragar todo…

Los tres viejos estaban sentados en el piso, reponiendo fuerzas y yo sentí ganas de imitarlos, pero sé que no debo hacer nada que no me sea ordenado o permitido, así que seguí en cuatro patas mientras los oìa hablar:

-Este nene es impagable… -dijo don Ernesto y fue apoyado por el señor Antonio: -Ya lo creo, mi amigo… Le confieso que me he cogido a dos chicos antes, pero ninguno como éste, por lindo y buen mamón…

-Coño, si no termino de agradecer habérmelo encontrado… -agregó don Benito y así siguieron elogiándome hasta que por fin don Ernesto me ordenó que me acercara y me pusiera a trabajar en su verga para ponérsela otra vez en forma: -Sí, mucamita, y después a trabajar con nosotros… -agregó don Benito. –Todavía resta darte por el culo…

-Sí, sí don Benito… -acepté temblando de calentura ante semejante promesa…

-Eso quieres, ¿eh, Jorgito?... –dijo don Benito entre risitas burlonas…

-Sí, don Benito… -admití sonrojado…

-Decilo, nene… -intervino el señor Antonio…

Y lo dije: -Sí… Quiero que… que me usen por el culo…

Los tres estallaron en carcajadas y después me urgieron a trabajar con mi boca en sus vergas para reanimarlas y dejarlas listas para volver a entrar en acción…

(continuará)

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