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Carter, el lavautos de Santiago (2)

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Como a las doce de la noche se me fue acercando por el frío del aire acondicionado.

Me acurruqué y siento de nuevo esa culebrona punteándome las nalgas. Me pasaba la pinga suavecito, como preguntándome si quería probar. Yo le agarré las manos y se las fui guiando por mis nalgas, Manos callosas, dedos largos, uñas largas. Me puse lubricante y fue entrando poco a poco, la cabeza primero y me acomodé para que el gancho de verga que me estaba entrando encajara en mi hueco.

Poco a poco fue entrando, la metía y la sacaba lentamente y el que se meneaba era yo. El solo me agarraba las nalgas y no me dejaba retroceder. En un momento me metió todo su palote y lo dejó descansar adentro. Mi culo estaba caliente y mojado, resbaloso. Me fui meneando poco a poco, echándome para atrás y sosteniéndolo para que me fuera bombeando con calma. Sentía la pinga puyándome la próstata. Cada vez que la sacaba se escuchaba el sonido del hueco mojado. Me fui acomodando de lado, con calma y el también. Me metió un dedo en la boca para que se lo mamara.

A lo cortito me metía y sacaba, ya solo estaba lubricada con su saliva. Mientras yo me meneaba el me marcaba la espalda y las nalgas con las uñas. Me agarró las piernas con las suyas y bombeó y bombeó hasta que suspirando sentí como descargaba su semen hirviendo lo más adentro de mi culo que pudo mientras yo me pajeaba hasta que mi leche cayó directamente en las sábanas. Nos quedamos quietecitos, uno al lado del otro hasta dormirnos, llenos de leche y sudados del esfuerzo.

Como a las 4 de la mañana vuelvo a sentir el hierro duro de Carter. Esta vez comencé a lamerle el sudor de los huevos y fui bajando hasta su culo. El se acomodó para que yo pudiera meterle la lengua. El culo lo tenía forrado en pelo, grueso, negro. Yo le separé las nalguitas y le fui raspando el ano, duro, con ganas. El comenzó a menearse como si fuera una lombriz y me agarró el cabello con fuerza, obligándome a alternar entre su verga y el culo. Ahí si se quejaba y gritaba como bestia. Me comenzó de decir que yo era su perra y que me iba a romper el culo.

Como yo no aguantaba más la arrechura me puse en cuatro para que me culeara. Solo se puso un poquito de baba en el pingón curvo y me lo zampó completo, como con rabia y ganas. Yo gritaba y me quejaba pero me agarró del pelo y me escupió en la boca para meterme varios dedos mientras me penetraba. Me comencé a menear de un lado a otro y de atrás para adelante, me di cuenta que mis quejidos y mis gemidos lo arrechaban más. Me fue culeando tan duro que casi no sentí cuando se vino nuevamente adentro de mi culito. La leche me chorreaba como si fuera yogurt.

En la mañana nos levantamos como si nada hubiese pasado. De más está decir que estuve con el culo adolorido como tres días. Que rico. Ya lo llamé para otro polvito.

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