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Rencuentro familiar

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Fui a buscarla al metro Mixcoac, habíamos quedado de encontrarnos a las 11 am. -¿Podemos vernos? Necesito hablar con alguien- Fue todo lo que necesito decirme para que yo me afeitara, (A pesar de que hacía muy poco tiempo que nos habíamos contactado de nuevo) encendiera la moto y fuera buscarla. Cuando la vi cruzando revolución, me lleve una grata sorpresa. Los años que teníamos de no vernos le habían hecho una mujer atractiva, en esencia no había cambiado mucho, seguía siendo delgada, de baja estatura no pasaría más allá del 1.60, con esa cara de niña que te hace pensar que es mucho menor de lo que en verdad es. Lo poco que si había cambiado era que ya no era la niña plana que recordaba de la infancia. Los jeans blancos que llevaba dibujaban la curva de su cadera y acentuaban su cintura, el suéter blanco tejido que usaba apenas llegaba a cubrirle el ombligo, enmarcaba muy bien sus redondos y pequeños pechos. El cabello lo llevaba suelto, ondulado y debajo de los hombros. En conjunto era un deleite a la vista y todos los que la vieron caminar hacia mi seguramente pensaban lo mismo al mirarle el trasero.

Debió de ver algo en mi cara. -¿Entonces, cómo me veo chamaco?- Lo dijo a un par de metros de mi y las pocas personas que no la estaban viendo ya, voltearon a ella. Disfrute de las miradas de envidia mientras nos abrazamos de forma efusiva. Sin problema desapareció entre mis brazo al ser tan menuda. -La barba te va muy bien- Decía mientras tiraba de ella como si fuera una niña pequeña. -Y esos hombros se ensancharon mucho- Ahora palmeaba los costados de mis hombros. -Ya sabes, la pubertad que ataca y te transforma en un par de hombros con piernas y barba- Reímos unos segundos. - A ti también te ataco. Sigues siendo fea, pero ahora atraes muchas miradas- Con un movimiento de cabeza le señale a varias de las personas que aun la miraban. -Que vean todo lo que quieran, horas de gimnasio me a costado que la gente me mire.- Se puso de perfil e hizo una postura como si estuviera en una sesión de fotos, con las manos en la nuca levantando su cabello. Deje escapar una carcajada, pero no perdí la oportunidad de ver la curvatura de sus nalgas.

-¿Quieres ir a un café a hablar?- Le pregunte mientras le daba el casco. -No, está lindo el día vayamos a algún parque público.- Me subí a la moto la arranque y le tendí la mano para ayudarla a subir, sabía que era momento que estaban esperando los que nos veían y yo sólo pude envidiarlos por poder tener tan grata perspectiva. Conocía un parque a una cuantas calles pero quería alargar lo más posible el recorrido. Sentir sus pequeñas manos alrededor de mi y el hecho de que al frenar lo hacía de manera brusca para que sus pechos se apretarán en mi espalda, estaba provocando un bulto en mi pantalón. -De verdad tienes una espalda inmensa- Me dijo al marcarnos el alto un semáforo. -Y tú tienes buenas rodillas- Le respondí, mientras le palmeaba la rodilla derecha. Soltó un golpe a mis costillas. Reímos.

Aparque la moto y la ayude a bajar, mientras yo me quitaba el casco para abrocharlo al respaldo del asiento trasero. La vi alejarse dos pasos, para mirar a unos niños que jugaban, al momento que trataba de desabrochar el casco. Aproveche para verle bien el culo, dos redondas gotas de carne empacadas en esos ajustados jeans. Giro hacía mi, no estaba seguro si me había descubierto viendo su trasero. -No puedo quitármelo- Exclamo, haciendo un puchero con los labios. Me pare frente a ella para botar el seguro de la correa, ella puso sus manos sobre mi pecho en lo que le soltaba la correa. Era un gesto inocente, pero tampoco esperaba que me tocara así. -¡Listo!- Con una mano le quite el casco y con la otra le pase el cabello detrás de su oreja. -Quien nos viera pensaría que somos novios- Me decía sonriendo, mientras terminaba de arreglarse el cabello. -Si fueras mi novia te haría usar esos jeans todo el tiempo- Me dio un manotazo en el pecho. -¡Cállate pervertido, me estabas viendo mis pompitas!- No esperaba que dijera eso y me sentí apenado, pero no iba a dejar que lo notara, así que dije -Esas no son pompitas, ¡Es un señor culo!- De inmediato subí las manos para ponerme en guardia y defenderme de cualquier ataque suyo. -¡Respétame, soy tu prima!- Decía mientras sonreía. -Ya sabes el refrán, a la prima...- Ahora el que se reía era yo. -Se le arrima- Término la frase ella. -¡Te pasas! yo sufriendo por mis millones de problemas y tú que me haces reír. No has cambiado nada- Me tomo del brazo para que camináramos por el parque.

Dimos una vuelta al parque buscando un lugar para sentarnos a platicar. Ella escogió unas bancas cercanas a las canchas de frontón de mano. A mi no me parecía la mejor opción al estar al sol y por el ruido que hacían los jugadores, pero no me interesaba otra cosa que contemplar la figura de mi prima. Iniciamos la plática con recuerdos de la infancia, pasamos a su estado financiero que prácticamente era nulo, problemas laborales. Hasta llegar a los problemas con su novio, su ausencia por meses al ser marino y tener que estar por temporadas lejos de la ciudad, además de lo rutinario que eran su encuentros sexuales. Llegados a este punto ya se le notaba bastante insegura al hablar. Le sugerí caminar para que se calmara un poco, le extendí la mano y le ayude a levantarse de la banca, entrelace nuestras manos para que quedara tomada de mi brazo y caminamos. Dimos apenas unos cuantos pasos. -¿Me puedes abrazar?- Me dijo mirándome a los ojos. Sin pensarlo pase un brazo sobre sus hombros y otro bajo su brazo y la estreche. Paso una mano alrededor de mi cintura y otro bajo mi brazo, sujetando mi hombro. Me abrazo con fuerza, clavando su cara en mi hombro. Me abrazo tan fuerte y por tanto tiempo que me incomode con la situación, pero repare en que podía sentir por completo todo su cuerpo contra mi, desde sus firmes piernas, su delgada figura y sus pechos oprimiéndose, subiendo y bajando con su respiración.

Después un tiempo, que para mi era excesivo para un abrazo, aflojo la presión y termino el abrazo. Para mi fue un alivio y una pena, por un lado estrechar su cuerpo estaba muy bien, pero por otro lado mi miembro está despertando ante el contacto de su cuerpo. Metí las manos a mi pantalón como en actitud relajada, para disimular el bulto de mi pantalón. Le dije que continuáramos caminando. -¿Que perfume estas usando?- Me pregunto mientras me tomaba del antebrazo. -Polo Sport Blue. Es el único que uso.- Le respondí sintiendo que se acercaba más a mi, su seno me rosaba el brazo. Nunca he sabido si las mujeres hacen eso a propósito o sólo es algo que pasa sin querer. Pero bajo ninguna circunstancia me iba a quejar o a hacer algo para perder ese contacto.

Recorrimos la mitad del parque sin decir ni una sola palabra, no sabía que le podía decir para que se sintiera mejor, así que hice lo que me sale más natural y solté una broma. -Tengo la solución a todos tus problemas- Se detuvo, me miro a los ojos. -Puedes vender las nalgas. Te ejercitas, ganas dinero y liberas tu frustración sexual- De inmediato me reí y ella hizo lo mismo. -Baboso- Me dio un manotazo en el pecho, dejo su mano ahí y me abrazo de nuevo sujetándome por la cintura, era un abrazo íntimo, para mi esto estaba volviendo cada vez más excitante. Entonces me mordió el pecho justo a un lado de donde estaba su mano apoyada, una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, el que me mordieran o rasguñaran siempre tenía un efecto extremadamente excitante en mi. Como un acto reflejo empuje mi cadera contra ella dejando que mi pene se apretara en su vientre y con una mano la tome del cabello de la nuca, tire de él para que dejara de morderme y me viera a los ojos. Note de inmediato como abría los ojos de par en par y como respiraba aceleradamente, acerque mi rostro al de ella, con en tono firme, pero sin que mi voz dejara de ser apenas audible le dije mirándola a los ojos -No vuelvas a morderme o no sabes lo que te haré- En cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo la solté y le pedí disculpas, me había dejado llevar, pero a pesar de mi momentánea vergüenza por mis actos pude ver cierta excitación en ella.

Continuamos caminando un rato más, sin ir tomados del brazo, sin hablar. No podía verla, aun sentía pena por lo que había hecho. Llegamos de nuevo a las bancas de un principio, le habíamos dado la vuelta al parque ya. Me recargue en el respaldo de una de ellas, ya no quería seguir caminando, tome una pequeña ramita que estaba sobre el concreto de la banca y con ella me puse a trazar líneas imaginaras en el respaldo. -¿Eres así siempre?- No entendí bien la pregunta. -No soy una persona agresiva- Le dije mirando a sus pies. -No agresivo. Dominante- Entendí a lo que se refería ella, hablaba de sexo. La mire a la cara, se estaba mordisqueando el labio y mantenía los brazos cruzados sobre el pecho como si se cubriera con ellos. Su pregunta y su lenguaje corporal me hicieron recobrar un poco de confianza. -Si lo que estas preguntando es ¿Si soy dominante en la cama? La respuesta es a veces, en ocasiones me gusta ser el que obedece- Me miraba con interés, podía ver como se estaban formando preguntas en su rostro. Estire mi mano para tomarla del ante brazo y acercarla a mi, esta vez era yo el que quería abrazarla. La tome de la cintura con una mano y ella quedo de constado a mi, me acerque un poco a su oído -Pregunta lo que quieras, te responderé a todo- Use un tono suave, que pareció gustarle porque se estremeció un poco. Se giró entre mis brazos, recargo su espalda en mi pecho y apoyo su cabeza en mi hombro. Casi podían rosar sus nalgas con mi pene que estaba volviendo a despertarse. -¿Cómo es?- Aunque su pregunta era vaga respondí. -Excitante- baje mis manos de su cintura a su cadera. -¿Siempre lo haces así?- sus preguntas no eran difíciles de contestar. -No, te aburres de lo mismo siempre- Puso sus manos sobre las mías. -¿A veces hay golpes?- ¿Golpes? Creo que sé a qué se refiere, Me dije a mi mismo. Jale su cadera y por fin mi pene quedo entre sus nalgas, desde que vi su trasero supe que quería hacer justo eso. -Si quieres puedo azotarte el culo, darte de nalgadas hasta que queden completamente rojas- Fue un momento glorioso el tener sus nalgas pegadas a mi miembro punzante, pero acabo tan rápido como inicio. -Llévame a mi casa- dijo en tono seco.

Después de unos diez minutos e indicaciones secas llegamos a su departamento, me dijo donde parar la moto. Se bajó, me dio el casco y se dirigió a las escaleras. Apague la moto, asegure los cascos y fui tras ella. Tenía que disculparme, tenía que hacer que me hablara y arreglar las cosas. Corrí escaleras arriba, no la vi en el segundo piso, llegue al tercero y la encontré metiendo la llave en la puerta del que debía de ser su departamento. Me apresure, la tome de mano para detenerla y hablar con ella. Se giró rápidamente, me jalo del cuello y me beso. Yo creía que estaba enojada conmigo pero, por fin entendí a que quería ir a su departamento. La bese, la agarre por las nalgas y la lleve contra la pared del pasillo, me besaba con ansia, enterraba sus uñas en mi espalda y yo apretaba y separaba sus nalgas, tome una de sus piernas y la puse alrededor de mi. Quería cogérmela ahí, quería oírla gritar y jadear. Empecé a martillar su sexo con mi verga aún dentro de mis pantalones, puso sus manos en mis nalgas, me empujaba contra ella, frotaba su sexo en mi miembro. Busque uno de sus senos y lo estruje con fuerza, dejo salir un gemido. Ahora embarraba con más frenesí su pelvis en mi miembro. Mi verga dolía de lo dura que estaba, desabroche mi cinturón, abrí mi pantalón, de inmediato ella metió la mano para sacar mi verga, la apretó y tiro de ella. Me veía a los ojos, sonreía y jadeaba. La sujete del cabello de la nuca y la hice arrodillarse, levante mi miembro, me acerque a ella y puse mis testículos sobre su boca. La abrió y comenzó a chuparlos. Deje que mi verga cayera sobre su cara, cruzaba su rostro de abajo a arriba. En la punta de mi pene había una gota de líquido pre seminal que amenazaba con caer sobre su frente. Note debajo de mi verga su mirada, excitada, encendida. No soltaba yo su cabello y ella me sostenía la mirada. Fue un momento de mágica y gloriosa excitación. Deslizo su lengua de mis testículos a la punta del pene y de un solo empujón lo metió todo en su garganta, mi verga desapareció por completo dentro de su boca. La sensación fue tan deliciosa que me tuve que encorvar, durante unos segundos empuje su cabeza para ir aún más dentro de su garganta y cuando la libere respiro con fuerza, expulsando mi verga de sus labios. Tal vez fue sólo un segundo lo que duro mi miembro fuera de su boca, porque de inmediato me estaba dando una mamada, ruidosa, rápida. Era una diosa de la felación.

Oímos gente subiendo las escaleras, la ayude a levantarse y entramos a su departamento. En cuanto cerré la puerta me saque la playera. Ella me miraba a unos 2 metros apoyada en una mesa que estaba contra una de las paredes del departamento. Se iba a aproximar a mi. -¡Alto!- Le dije con voz firme, se detuvo, pero había duda en su mirada. -Muéstrame tu culo- Iba a decirme algo pero de nuevo repetí la orden -¡Muéstrame tu culo!- Desabrocho su pantalón, dio media vuelta y se lo bajo junto con una tanga a rayas horizontales azul cielo, se inclinó y se quitó los zapatos, pantalón y tanga. Quería morder esas nalgas, meter mi lengua en su ano y vagina alternando en cada uno, deseaba montarla en ese momento y llenarla de semen. Pero me controle tanto como pude, ella me miraba, estaba esperando lo que iba a hacer. -Pon las manos en la mesa, levanta el culo y mira a la pared- Se tensó, pero hizo las cosas tal como se lo había dicho. Estaba fascinado con sus nalgas, me acerque a ella, aún con mi verga colgando fuera de mis pantalones. Pase una mano sobre sus nalgas, asegurándome que mis dedos rosaran su mojada vagina, movió las caderas, pero con la otra mano detuve el movimiento de ellas. Le quite el suéter y el sostén. Me saque el cinturón, tome uno de sus brazos y le pase el cinturón sobre el codo, hice lo mismo con el otro brazo y ajuste el cinturón hasta que su antebrazos se tocaron el uno al otro atrás de su espalda.

-¡Tú y tu culo, llevan toda la mañana calentándome! Me parece justo que reciban lo que merecen- Acto seguido metí mi cara entre sus nalgas y pase mi lengua desde su vagina hasta su ano. Sus piernas temblaron un poco. Levanto la cadera exponiendo su vagina aún más. Estaba bien depilada salvo un pequeño triangulo de bello dibujado sobre su sexo, con mi lengua jugué con su clítoris y con dos dedos tire de su vello púbico, un pequeño jalón y después jale con más fuerza hacia el piso. Ella movió las caderas, gimió. Me levante para acercarme a su rostro, la bese, mordí su cuello y mientras lo hacía metí dos dedos en su boca, los chupo, como había hecho antes con mi pene. Sin que levantará su cuerpo de la mesa, le sujete la barbilla y la hice verme a la cara. Pase mi brazo por debajo de ella y deslice lentamente los dedos que ella había chupado dentro de su vagina, su cara se contraía en un rictus de placer, quería desviar el rostro pero yo la mantenía mirándome, observe como abría la boca para gemir mientras mis falanges entraban y cuando mis nudillos golpearon su cálido interior vi como suplicaba con la mirada que no me detuviera. Curve ligeramente los dedos e hice el clásico movimiento de dedos como si le dijeras a alguien que se aproximara. No tardó mucho en mezclarse el sonido de sus jadeos con el ruido húmedo de su vagina. Yo trataba de mantenerla de pie pero temblaban mucho sus piernas. Además que los rápidos movimientos de mis dedos le hacían perder el equilibrio. Se estaba viniendo con mi mano, me detuve por completo antes de que terminara. Me estaba mirando a la expectativa de que iba a hacer. Solamente la veía resollar y mover las caderas en espera de que mis dedos consumaran su cometido. Pero solamente lamí los dedos con los que la había estado masturbando sin decirle nada, sin quitarle la mirada de encima. -¡Déjame terminar!-Pidió entre resoplidos. -¿Así se piden las cosas?- Le respondí con tono de burla. Esperé su respuesta con una sonrisa de oreja a oreja. -¡Por favor, déjame acabar!- Era justo lo que quería escuchar de ella, la empuje más adentro de la mesa de forma que quedara todo su torso sobre la mesa y sus piernas terminarán apenas tocando el suelo. Me coloque atrás de ella y con ambas manos le separe las nalgas. Enseguida me incline y le mordí una de sus carnosas nalgas. Soltó un pequeño quejido y sin darle tiempo a protestar le mordí la otra nalga. Volvió a quejarse. Podía ver mientras la mordía como apretaba su ano y no me pude resistir, separe más sus nalgas y mordí su ano más suave que a sus nalgas, además que mientras mordisqueaba le pasaba la punta de la lengua. Ella gimió y se movía con las puntas de los pies tratando de levantar más las nalgas. Solté sus nalgas y con las yemas de mis pulgares separe sus labios y lamí su rosada carne. Lo hice tan rápido como mi lengua podía, pero por mucho era más lento de lo que la masturbaba mi mano, ella rogaba por que lo hiciera más fuerte y más rápido. Estaba disfrutando de oírla rogar. Sus piernas temblaban al estar en puntillas, con sus manos apresadas sólo las abría y cerraba tratando de apretar algo que no estaba ahí, el interior de sus muslos tenían cada uno un hilo de sus fluidos. Con la mano izquierda empecé a masturbarme, con la mano derecha frotaba su clítoris y vulva, al tiempo que lamía su interior. Así estuve por unos minutos hasta que de pronto grito, estiro las piernas, tenso las nalgas y se vino.

Con la mirada busque su rostro y vi como respiraba con la boca abierta, en la pulida madera de la mesa se formaban manchas de vaho, que aparecían y desaparecían con cada exhalación. Me incorporé rosando con la mano el interior de sus muslos. Se estremeció. Su cabello le cubría parte del rostro, le despeje la cara descubriendo que su mirada estaba clavada en mi. -Ha sido el mejor castigo que me hayan dado- Dijo aun resoplando. Le sonreí. -Ese no fue el castigo, sólo han sido los preparativos- Mirándola a los ojos, le sobe una nalga y sin que se lo esperará le di una nalgada tan rápido y fuerte como pude. Dio un alarido que ahogo de inmediato y sonó más como un rugido que como un grito. Enseguida se formó en rojo vivo la marca de mi mano en su trasero. La mire al rostro levantando una ceja, se mordió el labio inferior y dejo entre ver una sonrisa. Sabía que a eso se refería cuando me pregunto "¿A veces hay golpes?" Le sobe la otra nalga por unos segundos como antesala del siguiente azote y cuando la nalgueé ya estaba lista, esta vez ahogo más el grito y solo fue un pujido prolongado, de igual forma como una fotocopia de su otro glúteo se dibujó mi mano en exacta posición. -¿Así que te gusta que te azoten el culo?- Le dije divertido. -¡No! Cuando le dije a mi novio, me dijo que eso era de putas- Al responder puso los ojos en blanco, mostrando el fastidio que eso le causaba. Me acerque a su rostro, la tome del cabello y levantándola un poco de la mesa le dije al oído: -¡Suerte para mi! Por qué ahora, mi prima es mi puta- La besé aun sujetándola del cabello. Deje que se recostara de nuevo sobre la mesa, tome la nalga que acababa de azotar y apreté sobre la marca de mi mano, ella prenso la boca aspirando aire entre los dientes y siseo cual serpiente.

Estaba ideando mil formas más en las que la podría castigar, pero la verdad es que lo único que deseaba en ese momento era empotrar mi miembro en ella. Necesitaba el alivio de descargar el semen que llevaba toda la mañana acumulando. Con la verga colgando aún fuera de mis pantalones, me coloque atrás de ella, sujete mi miembro y lo empuje contra su vagina. A pesar de estar muy mojada fue difícil penetrarla, su vagina era tan estrecha que tuve que ir despacio por varios minutos. Estaba increíblemente apretada. Fue tan delicioso que me costó trabajo no eyacular antes de terminar de penetrarla. Cuando por fin mi verga entro por completo, me tome un momento para respirar y calmarme, porque de verdad iba a vaciarme con tan sólo haber entrado en esa apretada vagina. -¿Estas bien?- Le pregunte, y jadeando me respondió. -Sí, puedes moverte- Me aferre a sus caderas, salí y entre de ella, lento, con calma, aumentando el ritmo con cada envestida, hasta que el sonido de sus nalgas y chirrido de las patas de la mesa retumbaron por el departamento. Ella oprimía la boca para reprimir el volumen de sus gemidos. Estaba empapado en sudor, sentía todo mi cuerpo ardiendo, mi miembro era estrangulado por su vagina, la excitación era intensa y me hizo entrar en un frenesí. Vi como las venas de mis brazos y manos se engrosaron. Me sentía a punto de estallar, acelere aún más el ritmo y la fuerza a tal punto que termine levantando su cadera de la mesa y sus pies dejaron de tocar el piso, estaba a nada de correrme dentro de ella. -¡Voy a venirme!- Le grite. -¡Espera! ¡Alto! ¡Alto! ¡Alto!- No la había escuchado hasta que casi lo grito. Contra todo instinto me salí de ella.

Molesto le quite el cinturón de los brazos, le ayude a girarse y le sobe las marcas que el cinturón le había dejado. Mi verga palpitaba frustrada por no haber terminado. Recargada contra la mesa se llevó una mano a la entrepierna y se sobo su sexo. La mire con furia, pero ella no me miraba, seguía sobándose. Sentí el deseo de masturbarme para acabar, pero me limite a jugar con mis testículos. La observe lamerse dos dedos y con la mano que se sobaba separo sus labios, con los dedos recién humedecidos froto rápidamente su clítoris de arriba a abajo. Yo seguí viéndola, jugando con mis bolas, un poco menos molesto y más absorto en el íntimo ritual que ella llevaba a cabo. -Quiero que acabemos juntos- dijo jadeando. La empuje y cayó de espaldas en la mesa, levante sus piernas y le metí la verga sin miramientos. Grito sin dejar de frotar su clítoris. Esta vez no iba a detenerme por nada. Sentía como la presión aumentaba. En venganza por haberme hecho para hace unos segundos, me incline sombre ella mientras bombeaba en su sexo le di una mordida en su seno derecho y lo hice con fuerza haciéndola gritar más alto. Su cuerpo estaba cubierto de un ligera capa de sudor, la piel de sus senos estaba erizada y en su cara se veía el rictus de doloroso placer previo a llegar al orgasmos. Enterré mis dedos en entre la carne de sus nalgas y sin poder contenerme más, apenas y logre salir de ella mi verga escupió un chorro tras otro de semen, salpicando sus pechos, llenando su ombligo y manchando el pequeño triangulo de vello. Con la mano derecha exprimí las últimas gotas dejándolas desplomarse en sus muslos, antes de dejarme caer en una silla que estaba próxima.

Por algunos minutos cada uno estuvo inmóvil en su lugar, sólo se escuchaban las respiraciones agitadas. Con la cabeza colgando en el respaldo de la silla y viendo al techo rompí el silencio. -¿Hasta cuando dices que viene tu novio?

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