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Desafío de galaxias (Capítulo 6)

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—¡No me lo puedo creer! Pero ¿por dónde cojones han salido? —Marisol, con los brazos en jarra miraba a Loewen, que acababa de dar la noticia. Y en un carguero de ese tamaño.

—Salieron por el borde de la galaxia hacia en sector 25, —la sonrisa de Loewen evidenciaba la alegría que la embargaba. La suerte de los evacuados de Akhysar preocupaba a todos desde que se supo la noticia de su precipitada salida del santuario—. Han sacado lo que han podido del monasterio, libros, manuscritos, armas… y el Aro de Luz. El resto esta…

—Eso puede ser importante… me refiero al Aro de Luz.

—Eso creo yo también, pero de los manuscritos solo han podido sacar los más importantes, el resto, junto con un montón de obras de arte y objetos valiosos los han escondido en los sótanos del monasterio.

—¿Has informado a Konark?

—Es lo primero que he hecho. La reverenda madre de Akhysar quiere que todos nos reunamos con ella en Konark, incluido el presidente federal. Dice que es de vital importancia: tiene algo importante que anunciar.

—¿Cuándo llegaran?

—Dentro de cuatro días.

—Informa al presidente y dile que nosotros estaremos allí.

—A la orden.

Un día antes de partir hacia Konark, una mano impetuosa despertó a Marisol. Sobresaltada se incorporó dejando al descubierto sus bonitos pechos.

—¡Vamos, vamos, vamos! Levántate rápido, —Anahis tiró de ella sujetándola de un brazo y la hizo salir de la cama completamente desnuda. Cogió el uniforme que estaba sobre la silla y se lo tendió—. Vístete que es importante… ¡Anda! Estás depilada.

—¡Claro que estoy depilada! —exclamó Marisol mirándose la zona genital—. ¿Qué te crees, que soy como las monjas de Konark? Entrenan desnudas porque no les hace falta ponerse nada con esos pelazos.

—Yo no me depilo, —admitió Anahis con cierto rubor, un fenómeno curioso debido a la piel azul de los mandorianos.

—¿Qué no te depilas? ¡No me jodas! todo el mundo se depila.

—Yo no, y pensaba que los generales tampoco, —dijo Anahis con retintín.

—No hables en plural, que por ahora solo hay un general… y se depila. Cuando tengamos un momento libre, hay que solucionar ese asunto, no puedes ir por la vida con el chocho lleno de pelos.

—¿Por qué no? Siempre los he llevado.

—¡Nada, nada! El chochito tiene que estar al aire, para que los tíos… o tías vean lo que tienes ahí.

—No me interesan mucho los tíos… no he tenido buenas experiencias. Te follan como conejos faralianos y se ponen a jugar con la maquinita de los cojones.

—¿Y las tías, te interesan?

—No se, nunca he estado con una. Reconozco que siento curiosidad, —admitió Anahis—. ¡Joder! No me puedo creer que este hablando de estas cosas.

—No te preocupes que soy una tumba, y en cuánto a tu problema con los pelos, ya buscaré un momento para “depilarte”.

Entraron en la sala de trabajo, se dirigieron a la consola que ocupaba Opx y se sentaron a su lado.

—¡Bueno! Decidme que ocurre tan importante, —y a continuación preguntó—. ¿Y por qué cojones, últimamente me dais las noticias de madrugada?

—Este es un archivo del banco de datos personal de Ramírez, de fecha posterior al fin de la guerra en el Sector Oscuro, —Opx se lo puso en la pantalla principal, y los demás operarios dejaron de trabajar para prestar atención, junto a Loewen y Clinio que llegaban en ese momento—. En él, hay copia de un correo que envía a la Princesa, en el que la informa, que todo se ha cumplido conforme a sus ordenes, y adjunta un archivo. En ese archivo, hay un informe muy dañado de un tal capitán Leef, que ha resultado ser el comandante de la flota de transporte del 5.º Ejército. En él, comunica que las naves están aseguradas según los planes previstos, que Camaxtli ha dado el visto bueno y que cierra la instalación.

—¿Cómo que están aseguradas? ¿y que cierra la instalación? ¿qué instalación es esa? —preguntó Marisol—. ¿Qué hostias significa eso? ¿Y quien coño es Camaxtli?

—A eso voy mi señora, —respondió Opx mientras Anahis la apretaba el brazo con una sonrisa amplia—. Hemos revisado los memorándum de desguace de los astilleros de Raissa y Mandoria, en lo referente a la flota adscrita al Atlantis, y solo aparecen tres transportes de tropas, los cruceros, cuatro fragatas y nueve corbetas. Todos, salvo los cruceros, irrecuperables después de las últimas batallas de la guerra. En principio, faltan más de cincuenta naves.

—¿Y la tal Camaxtli? —preguntó Loewen.

Camaxtli está considerada como uno de los mejores ingenieros de la historia de la galaxia. Era jefe de ingeniería de Matilda, en el Tharsis.

—¿Y sabemos dónde están? —preguntó Marisol cruzando los dedos.

—No.

—¡Mierda!

El refectorio de Konark estaba abarrotado otra vez de gente. Las más altas personalidades de la república, con el presidente federal a la cabeza, estaban presentes. Los más altos dignatarios religiosos también: faltaría más. Marisol, y sus principales colaboradores, se situaron por detrás de los políticos que pugnaban para conseguir los mejores sitios como en el juego de la silla. El presidente la buscó con la mirada y cuando la vio, hizo una indicación para que se acercara. Cuando llegó junto a él, una sacerdotisa la trajo una silla y se sentó junto a él, ante la mirada inquisitiva de los políticos.

Las dos prioras entraron juntas al refectorio encabezando una comitiva de sacerdotisas y monjes. Finalmente, entraron un contenedor criogénico que dejaron al fondo.

—Señor presidente, altas autoridades de la república, —comenzó a decir la priora de Konark— con su permiso, quiero dar la palabra, a la reverenda madre del monasterio de Akhysar.

—En estos días terribles que nos ha tocado vivir, cuando la certeza de las tinieblas comienzan a extenderse por la galaxia, ha ocurrido algo maravilloso. En el monasterio de Akhysar tenemos un candidato a receptor que nos guíe en el glorioso camino…

—Reverenda madre, disculpe, ¿cuándo han detectado al receptor? —preguntó la general Martín interrumpiéndola.

—El mismo día que comenzaron las anomalías, —respondió visiblemente molesta.

—Entonces no nos soluciona nada, —dijo Marisol al presidente bajando el tono.

—Es una falta de respeto desconfiar de lo que podamos aportar, señorita…

—Reverenda madre no es señorita, —cortó el presidente Fiakro con tono serio— es la general Martín, mi persona de confianza para está crisis…, no lo olvide.

—Discúlpeme señor presidente.

—Reverenda madre, el candidato ¿qué edad tiene? —preguntó Marisol a la priora de Akhysar.

—15 años.

—¿Ha sido preparado?

—No, no lo ha sido.

—Teniendo en cuenta que Matilda estuvo tres años preparándose en este monasterio, ¿cuándo cree la reverenda madre que podremos disponer de un “súper guerrero” místico?

—En el mejor de los casos… dos años, pero…

—Mire reverenda madre, —la interrumpió Marisol— la aseguro que confío ciegamente en todo lo que nos pueda dar una ventaja táctica. Desgraciadamente, no podemos esperar dos años a tener un guerrero imberbe. En menos de dos semanas, ese portal del que han huido se abrirá, y todo parece indicar que serán los malos los que vengan por él.

—General, podemos aportar mucho a la causa.

—¡Por supuesto! Ya lo están haciendo, —y señalando a sus colaboradores, al fondo de la sala, Marisol añadió—. Esos de ahí son mis colaboradores más directos, casi todos han salido de este monasterio, y están aportando un trabajo muy valioso, un trabajo tangible, real, —Marisol estaba lanzada ante el evidente beneplácito del presidente Fiakro—. Dígame reverenda madre, ¿lo que hay en ese contenedor criogénico, no será el candidato?

—Si, es el candidato, —admitió la priora.

—Le ha metido ahí porque no tiene ni puta idea de que hacer con él. ¿Es así?

—Bien, se acabó el tema, —intervino la priora de Konark mirando al presidente buscando su complicidad. Este, puso su mano sobre el antebrazo de Marisol que acalorada guardó silencio—. Quiero pedirles disculpas, evidentemente, hemos empezado con mal pie. Casi todo lo que ha apuntado Marisol… la general Martín es correcto. Es cierto que está ahí porque no sabemos que hacer, pero también es cierto, que seria peligroso traer al candidato normalmente con la enorme cantidad de energía mística que está generando el portal. Es necesario que entre todos tomemos una decisión importante que nada tiene que ver con el candidato. En estos momentos, el Aro de Luz y el Ojo del Universo, están juntos en este monasterio, algo que no ha ocurrido en más de mil años.

Marisol se puso a cuchichear al oído del presidente que la escuchó con atención mientras asentía. Después consultó con los que tenía más cerca durante unos minutos mientras la priora de Konark guardaba silencio. Algunos políticos incluso se levantaron para hablar con el presidente, mientras discretamente, Marisol miró a los suyos, no en vano, eran religiosos y la preocupaba su opinión. Con disimulo, Clinio levantó el pulgar mientras Loewen la guiñaba un ojo.

—Bien reverenda madre, a partir de este momento, y para evitar futuros problemas con mi fogosa general, toda comunicación con el monasterio se hará a través de ti, como superiora de Konark, —y dirigiéndose a la priora de Akhysar, añadió—. Le ruego que me disculpe, a ella la conozco desde hace más de treinta años, y a usted no. Bien. Uno de los colaboradores de la general, descubrió en el Manuscrito Sagrado, la forma de construir la maquina que genera el portal, de las que las dos reliquias son piezas fundamentales. Reverenda madre, ¿siguen las reliquias dentro de los bloques de piedra?

—Así es, señor presidente.

—¿Se pueden extraer?

—Con el receptor aquí, si, —respondió la priora señalando el contenedor—. Pero no inmediatamente. Hay que localizar dos doncellas que tengan su misma impronta mística y hay que realizar el Phom Madóx y adjudicarle una de las espadas.

—Entonces, lo primero saquen al candidato y comiencen a adiestrarlo. Segundo, trasladaremos las reliquias tal y como están, en los bloques, a un lugar secreto que más tarde la comunicaremos. Y tercero, busque a las doncellas y denle una espada para que pueda hacer, lo que tenga que hacer con los bloques.

—Así se hará señor presidente.

—¿Crees que es apropiado, Marisol? —percibió inquietud en la voz de Anahis—. ¿Aquí en el monasterio?

—No veo que problema puede haber.

—No sé tía, me da cosa.

—No vamos a hacer nada malo, solo… cosas de mujeres, —dijo acariciándola la mejilla—. Ya veras como te gusta. Voy a dejar tu chochito azul más suave que… que… bueno, muy suave.

La empujó suavemente hacia atrás y situándose entre sus piernas, cogió sus enormes bragas con las manos y se las saco.

—¡Te gustan las cosas a lo grande! —comentó Marisol riendo.

—No digas nada de mis braguitas, que me las compra mi madre, —Anahis frunció el ceño ligeramente, pero era broma.

—Si no digo nada, pero las de mi abuela son bastante más pequeñas.

—Pues todas las que tengo son así…

—Tú y yo vamos a tener que irnos un día de estos de compras, —la interrumpió sonriendo—. Un día que vayamos por Raissa, que allí tienen cosas chulas.

La intrascendente conversación calmó los nervios de Anahis que se dejó hacer. Marisol la separó las piernas, y fue pasando la depiladora láser lentamente: para que apurara bien.

—¡Anda! Mira lo que aparece por aquí, —exclamó Marisol mientras con una toalla limpiaba los restos de pelos. La azulada línea vaginal de Anahis se mostró en todo su esplendor. No dijo nada, no fue capaz de responder. Claramente excitada, se abandonó a las manos de Marisol. A los pocos minutos tuvo un orgasmo mientras aprisionaba la mano de Marisol con los muslos y gritaba como una demente. Mientras ocurría, Marisol se tumbó junto a ella y aproximó su boca para poder respirar sus gemidos.

—¡Por todos los dioses! ¿qué me has hecho? —dijo por fin cuando se tranquilizó y pudo articular palabra.

—Poco para lo que voy a hacerte, —contestó mientras con suavidad la besuqueaba los labios.

—¿Más?

—Mucho más. Voy a comerte el chochito hasta que cambie de color, —y comenzó a trabajar.

—¿Ya ha cambiado de color? —preguntó cuándo recuperó un poco las fuerzas.

—Pues claro. Mira.

Perdieron la noción del tiempo, y finalmente, entre caricias y besos furtivos, abrazadas, se quedaron dormidas.

Marisol abrió los ojos y lo primero que vio fue los preciosos ojos azules de Anahis que la miraban fijamente a pocos centímetros.

—¡Estas ahí, mi amor! —dijo y comenzó a besarla en los labios.

—No, no empieces, —Anahis pasó sus manos por el perfecto trasero de Marisol—. Hoy tenemos muchas cosas que hacer.

—Ya lo creo, follarnos como anoche, —insistía Marisol sin dejar de besuquearla.

—¡Que no! —exclamó rechazándola con suavidad—, Está noche te depilo yo.

—¡Ja! No creo, —río Marisol levantándose de la cama.

—¿Por qué no puedo depilarte yo? —preguntó Anahis frunciendo el ceño mientras desnuda se sentaba sobre la cama y sus pechos vibraban ligeramente—. Para esta noche seguro que pinchas.

—No es eso mi amor.

—¿No te fías?

— Claro que me fío boba, —respondió arrodillándose en la cama y abrazándola—. Es que no me hace falta, me hice un rollo genético hace unos años. Solo me crece pelo en la cabeza.

—¡Joder tía! Pues me hacia ilusión.

—Bueno, no te preocupes que ya se nos ocurrirá algo.

Ya era tarde y desayunaron algo rápido en la cocina. Se encaminaron a la biblioteca y entraron como si tal cosa.

—¡Por fin! Las dormilonas, —exclamó Opx.

—Lo siento chicos, —respondió Marisol desviando la atención sobre ella—. No se que me ha pasado, me he dormido.

—La reverenda madre ha llamado varias veces preguntando por ti.

—¿Cuál de ellas?

—Marisol, solo hay una, la otra ya no tiene monasterio, —Loewen la miraba con interés—. Te veo rara, como resplandeciente.

El comentario hizo que Anahis se ruborizara violentamente, como se ruborizan los que tienen la piel azul. Las mejillas se le pusieron de un color azul oscuro. Y el hecho no le pasó desapercibido a Loewen.

—Pues no se, —acertó a decir Marisol mirando de reojo a Anahis, que parecía que se iba a desmayar— estoy como siempre.

—Si, si, como siempre. ¡Ya, ya!

—¡Hombre, por fin te has levantado! —exclamó la reverenda madre entrando en la biblioteca. Llegaba acompañada de la otra… de la antigua priora de Akhysar—. Ven hija que tenemos que hablar.

Entraron en una estancia aparte y se sentaron en una bancada.

—Mira Marisol, creo que vosotras dos habéis empezado con muy mal pie. Nunca había visto a dos personas chocar de una manera tan absurda y violenta sin conocerse.

—Reverenda madre, por favor, permítame, —intervino la antigua priora de Akhysar poniéndola la mano sobre el antebrazo—. General, quiero pedirla disculpas. Para mí, perder el monasterio ha sido un golpe muy duro. Hacia mucho tiempo que no se elegía a una priora tan joven como yo… joven en comparación con las anteriores prioras, —esbozó una sonrisa— y tenía muchas expectativas, que se derrumbaron en segundos. He llegado aquí, totalmente descontrolada y mi actitud arrogante y absurda es la que provocó una reacción tan dura en usted.

—Señora, yo también tendría que haberme controlado un poco. Entiendo por lo que está pasando porque yo estoy pasando por lo mismo. El presidente ha puesto sobre mis hombros toda su confianza y no puedo fallarle, aunque la misión sea casi imposible.

—Mi compañera quiere ayudarte, y te aseguro que puede serte muy útil, — la reverenda madre no perdía su afable sonrisa en ningún momento.

—General, me han dicho que tiene una persona especializada en los textos antiguos. Yo estoy muy familiarizada con ellos, y además, hemos traído parte de los libros y documento que teníamos en Akhysar. Y por supuesto, soy un guerrero del Círculo. Pero si no desea contar conmigo, lo entenderé. No se preocupe.

—En mi equipo hay cuatro personas que son mis más cercanos colaboradores, y después de mí, ellos están al mando.

—Y tres de ellos han salido de Konark, además a uno lo conocerás, vino de Akhysar.

—Le doy mi palabra de que no tendrá el más mínimo problema, —su sinceridad era evidente.

—Entonces de acuerdo. Otra cosa más, ¿cómo debo llamarla?

—Me llamo Marión, general.

—Muy bien Marión, —Marisol se levantó tendiéndola la mano y ella se la aceptó rápidamente.

Salieron de la habitación y la presentó a sus colaboradores y al resto del equipo.

—¿Se acuerda de mí, rever… Marión? —Opx la miraba sonriente. Ella le miró fijamente y de pronto sus ojos se agrandaron.

—¡Opx, eres Opx! Que alegría, —exclamó Marion mientras se cogían de los brazos.

—Usted fue una de las hermanas que me apoyaron. Gracias a usted no me expulsaron del monasterio, aunque me mandaron a Konark.

—Fue una injusticia, pero ya no hay que darle más vueltas. Además, si no hubieras venido aquí, ahora no estarías protagonizando todo esto, colaborando con la general Martín.

—Bien señores, tenemos mucho que hacer, —intervino Marisol dando unas palmadas—. Marión, te presento a Anahis, trabajaras con ella. Ella te pondrá al corriente, pero básicamente, de los registros faltan más de cincuenta naves de guerra y queremos saber donde cojones están. Este tema es prioritario para todo el mundo. A trabajar.

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