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La esposa del síndico

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Todo comenzó cuando la empresa de la cual soy vicepresidente, decidió hacer un "retiro espiritual" en un hotel de Alicante.

La idea , (para mí una de esas estupideces a las que el Departamento de Recursos Humanos nos tiene acostumbrados) , era compartir un seminario reservado sólo al personal ejecutivo superior y sus familias, como método para incrementar el compromiso de estas en las actividades de la compañía.

Y allí estaba yo, escuchando distraídamente las palabras del Presidente, mientras mi atención se concentraba en las maravillosas y bien torneadas piernas (denotaban largas horas de gimnasio) de la esposa del síndico.

Lucía una corta falda, medias negras, y zapatos negros de tacón muy fino con unos herrajes plateados a modo de detalle en el talón y en el frente. Ese calzado siempre calentó mi interior fetichista.

Una vez, recuerdo que tuve una secretaria que los usaba. Cuando hacíamos el amor la desvestía completamente exceptuando sus zapatos. Me la follaba con ella luciéndolos. Luego, entre polvo y polvo, compartíamos champaña que servíamos dentro de uno de ellos y que ella me administraba con sus propias manos.

Pero volvamos al seminario.

La esposa del síndico tenía las piernas cruzadas y cada tanto invertía la posición con movimientos muy femeninos. La estudié mejor. Aparentaba unos 45 años, un rostro de muñeca por el que tal vez algún bisturí había tallado más juventud, y senos de un tamaño algo mayor de lo normal, que invitaban a probarlos.

Yo contaba entonces con 35 años, y dado que mi esposa se encontraba ausente por razones de su familia, era uno de los pocos asistentes solitarios del evento.

Así que esa situación y la esposa del síndico, me estaban haciendo perder la compostura. La miré más y empecé a imaginar mil y una formas de follarla. Ese monumento, que seguramente era muy hábil a la hora de regalar sexo, me excitaba y me hacía desear en forma irrefrenable, hacer cornudo a su patético marido. Automáticamente me fijé en él.

No pude evitar al verlo, hacer una comparación conmigo. Era de corta talla y yo mido cerca de 1,90 metros. Él era gordo, fofo y calvo. Yo tengo aspecto atlético, con musculatura tonificada por horas de gimnasia diaria y soy de abundante cabello rubio. Él usaba gafas, mientras que yo tengo los ojos verdes y, según sé por antiguas amigas, son un imán irresistible a la hora de intentar un ligue.

Pero aún así, si ella no era tan perra como para ceder a mi calentura, yo era el superior jerárquico de su esposo y podía de un plumazo terminar con su trabajo y con el suculento sueldo que permitía a su bella hembra comprar las ropas que ahora lucía para mi admiración.

Y había algo que me alentaba aún más: ella tenía rostro de perra en celo.

Durante el tiempo en que el seminario continuó , también se prolongó mi éxtasis por ese monumento. Y les confieso que me las vi negras para ocultar la erección que se insinuaba bajo mi pantalón. Al fin, se produjo un " break" para distender el ambiente.

Era el momento que yo estaba esperando, ya que tenía decidido actuar a la primer oportunidad. Todos se acercaron a una mesa, donde se servía café y bocadillos. Y yo decidí que ese era el momento ideal para presentarme a la pareja. El Sr Camacho, así era el nombre del síndico, me saludó tan respetuosamente como se saluda a un superior jerárquico y a continuación me presentó a su esposa Andrea.

Yo extendí mi mano hacia ella y clavé mi mirada en sus ojos para medir el efecto. Pero ella no acusó recibo aparente y eso me desconcertó unos segundos. He tenido antes situaciones parecidas y sé que nunca paso inadvertido cuando hablo con los ojos. Aunque tal vez su desinterés fuera algo estudiado.

Estuve un rato prestando atención distraídamente a la conversación del síndico, en la que, babosamente, me contaba acerca de sus impresiones del evento y otras estupideces. Siempre detesté la obsecuencia y eso me dio aún más razones para desear joder a su esposa. Durante todo ese rato la actitud de Andrea continuó distante. Si bien prestaba atención a las palabras de su marido, sorbía en silencio su café, no me miraba más de lo estrictamente necesario y sólo pude contentarme con gozar de la perfección de su figura y con gozar su proximidad electrizante.

Todo en ella me decía que era una verdadera puta.

Después del break, cuando los participantes se dispusieron a ocupar nuevamente sus lugares, me di cuenta por sus movimientos, que Andrea iría probablemente al WC durante unos minutos antes de acomodarse para el reinicio. Así que no ocupé mi sitio y me dirigí a la salida para espiar sus movimientos. Mi suerte fue mayúscula. En lugar del WC ella se dirigió con paso felino hacia el ascensor. Tal vez fuera a su suite. Apuré mi paso y pude entrar al ascensor antes de que la puerta se cerrara.

Estábamos solos y Andrea me señaló que su destino era el piso 10. Ella comenzó distraídamente a arreglar su pelo frente al espejo del elevador . Yo me acerqué a su oído y al mismo tiempo que ponía mi mano en su culo le susurré: "estoy recaliente contigo y quiero follarte". Ella no se inmutó. Simplemente retiró mi mano como único gesto de rechazo y salió del ascensor que había parado ya en el piso 10. No me estaba tomando en serio.

Yo, que no podía quitar mis ojos de su culo y de sus piernas, vacilé unos segundos mientras ella se alejaba, y cuando dobló el pasillo saliendo de mi vista, arranqué decidido tras ella. Seguramente pensó que su rechazo en el elevador me desalentaría. Después de todo yo era un alto jerarca en la compañía y no podía exponerme a un escándalo. Pero quizás era otra forma de provocarme. Y estaba dando resultado. De cualquier modo yo estaba ya lanzado y no me detendría.

Le di alcance cuando ella había cruzado ya la entrada de su habitación y se aprestaba a cerrar la puerta. Pero no pudo hacerlo, porque interpuse mi pie a modo de traba y venciendo alguna débil resistencia de su parte, logré ingresar al cuarto y cerrar la puerta tras de mí.

Ella se alejó unos pasos con tranquilidad y ,girando su cuerpo para enfrentarme, adoptó una posición de brazos en jarra, con las piernas separadas (¡Mi dios, qué alzada tenía esa hembra!) y me dijo:

"Supongo que ahora pretenderá violarme"

Yo no le contesté. Sólo me quedé quieto. Ella caminó felinamente hacia mí con una sonrisa en su boca. Extendió su mano y tomó mi paquete apretándolo suavemente con su mano.

"No tendrá que hacerlo Sr Vicepresidente. Yo lo deseo y me entrego"

Todo se precipitó entonces. Simplemente la tomé con firmeza de la cintura y empecé a besarla en la boca, cosa que ella aceptó entregándome su lengua con pasión para chocarla con la mía.

Con mi mano comencé a acariciar su duro culo , buscando que penetrara bajo su falda. Así empecé a acariciar sus glúteos con suaves movimientos circulares, mientras mi otra mano desprendía la cremallera de su falda para que ésta se deslizara suavemente por sus caderas hasta el suelo.

Ante mi vista quedó un liguero y unas braguitas negras tan finas como un hilo dental que se metían profundamente en su culo y apenas cubría su depilada rajita.

Luego le quité la blusa y el sostén, con lo que sólo le quedaron las cadenas que pendían de su cuello, y sus parados senos de pezones como roca.

Ella me alejó unos pasos, y abriendo sus piernas para que pudiera observarla bien me dijo:

"Era esto lo que deseaba Sr Vicepresidente".

Tenía un cuerpo de diosa. Sí, era aún más de lo que esperaba. Me acerqué para poder besar sus senos y comencé a chupar y mordisquear sus pezones. Con mi mano exploré su raja y noté su humedad. Su respiración aumentaba el ritmo. Estaba entregada. Mientras hacía todo eso, ella correspondía cada vez con más fuerza a mis besos y liberaba mi polla haciendo caer mi pantalón hasta los tobillos. Luego se arrodilló frente a mí y empezó a mamarla.

"Eso perra, mámala así. Chúpala bien. Hazme gozar...Si quieres conservar el lujo de tu vida tendrás que hacerlo muchas veces de aquí en más."

Ella chupaba como posesa. Hacía esfuerzos para comérsela entera .Lo hacía como profesional. Antes de acabar la saqué de su boca. Era hora de tomar su culo.

La puse de espaldas y ella, aún de pie, se apoyó en el respaldo de una silla inclinando apenas su cuerpo y dándome la espalda.

Yo me arrodillé y la lamí desde su raja hasta el culo. De esa forma lubricaba su ano con mi saliva y con sus propios jugos, al tiempo que ella liberaba su primer orgasmo y contribuía con sus líquidos a mi trabajo. Luego de unos minutos me incorporé y penetré su culo con mis dedos.

"No por favor, decía ella, me causa mucho dolor y no podré disimularlo en el seminario."

"No me importa putita. Quiero enterrártela y voy a hacerlo ahora."

Dicho esto, y ante su débil resistencia, la penetré por su culo hasta el fondo y comencé a bombearla con fuerza haciendo que mis pelotas golpearan sus nalgas.

Ella ahogó un grito de dolor, pero pronto empezó a gozarlo y a pedir más.

Eso hizo salir mi leche para llenar su recto en forma abundante.

Cuando nos relajamos un poco, quité mi pija y tomándola de su rostro con mis manos le dije:

"Esto, putita, es lo que te espera en el futuro. Espero que te haya gustado porque serás mi amante lo quieras o no lo quieras."

Ella me miró asustada por mi inesperada violencia y me contestó:

"Me ha gustado y más me ha gustado ponerle los cuernos al cabrón de mi marido. Lo he hecho muchas veces, pero nunca con un superior suyo y menos que me atienda como tú lo has hecho"

Esas palabras endurecieron mi polla nuevamente, me pusieron a cien ,así que la levanté de las nalgas y enterré mi polla en su raja. Ella tuvo dos orgasmos más de esa forma. Y un tercero cuando, sin parar de bombearla como un animal, le susurré al oído: "Quiero llenarte la panza, perra, y que le cuentes al cabrón que ha sido él quien te ha preñado. Eso lo pondrá contento y rendirá mas en su trabajo".

Ella gritaba su placer por mis palabras en mi oído, y eso aceleró mi lechazo en sus entrañas. El morbo de la situación nos había poseído.

Al verla vestirse supe que esa era la mujer justa para dar rienda suelta a mis instintos más bajos. Jamás desposaría una mujer así, pero a esta la conservaría como amante. Seguramente la muy puta guardaría bien el secreto por el dinero y el placer que ese silencio le reportaría.

Tuve aún tiempo y vigor para penetrarla una vez más antes de abandonar la habitación. Esa mujer era una perra hermosa y sofisticada. Me calentaba ver sus movimientos y el gusto que tenía para vestir. Esta vez sólo levanté su falda, aparté el hilo dental de su raja y la clavé sin preocuparme por su orgasmo, que de todas formas vino a acompañar mi lechazo final y que la hizo gritar de placer en mi oído. Luego de esto, se arrodilló ante mí una vez mas y lamió mi polla bebiendo todo su jugo para dejarla reluciente.

Al fin, luego de los aproximadamente 20 minutos que todo había durado, salimos separadamente en dirección a la sala de convenciones. Cuando entré ella ya había ocupado su lugar junto a Camacho. No pude dejar de notar su incomodidad por estar sentada. Su culo, sin dudas, aún estaría dolorido, y mi leche seguramente estaría deslizándose por sus torneadísimas piernas.

Y algo más: ella, sabiéndose por mi observada, dio a su marido un beso en la mejilla, con el sabor de mi leche, que aún ,seguramente, guardaba en su boca.

Después de mi primer encuentro con Andrea en el seminario de Alicante, mi calentura por ella aumentó. No podía parar de follarla.

Una de las ventajas de ser vicepresidente de una empresa es que no hay que explicarle a nadie el cumplimiento de los horarios. Otra ventaja importante, radica en el hecho de ser el jefe del marido de Andrea. De esta forma mantenía siempre atareado al pobre infeliz, obligándolo a abandonar su casa muy temprano por la mañana y regresar tarde por las noches.

Yo llegaba inmediatamente después de su partida, y Andrea me estaba esperando arreglada en una forma que a mí me hacía perder la cabeza. Generalmente estaba desnuda, cubierta con un sensual camisón transparente , y montada sobre zapatos de altísimo tacón que yo mismo le regalaba.

Tanto me calentaba esa mujer, que apenas cerraba la puerta de calle, abría sus piernas para empezar a embestirla con mi polla extremadamente dura. Luego pasábamos un largo tiempo en el cual yo la obligaba a chupármela hasta el hartazgo y generalmente terminaba sodomizándola, porque, ella me había confesado que gozaba más cuando le rompían el culo que con cualquier otra cosa.

Pero lo mejor fue, en una ocasión en que mi esposa tuvo que marcharse de la ciudad para atender asuntos de su familia en el campo. Conociendo esta situación, se me ocurrió invitar al matrimonio Camacho, a gozar de un espléndido fin de semana a bordo de mi yate. Planeaba follarme allí a Andrea en las narices de su marido.

Para esto, contraté los servicios de una espléndida prostituta de 26 años, a la que aleccioné para hacerse pasar por una sobrina mía. La idea era que luego de zarpar, se dedicara descaradamente a provocar a Camacho hasta hacerlo sucumbir y una vez logrado esto, me aseguraría de su posterior silencio. El "summum" del plan, era gozar a la perra de Andrea ante los ojos de su marido.

Mi yate, les cuento, es espectacular. Me ha costado cerca de medio millón de dólares y está equipado con tres habitaciones y un salón que, combinado con su espaciosa cubierta, lo hacían ideal para fiestas en navegación. También es altamente maniobrable por lo que no necesitaba de tripulación adicional.

Así fue que, recibí a mis invitados un soleado y caluroso sábado por la mañana e inmediatamente, luego de acomodarlos a bordo y de mostrarles sus habitaciones zarpé.

Yo me dediqué inicialmente a mostrarle a Camacho los secretos de maniobrabilidad de la nave , para luego comenzar la tarea de poner el orden lo que sería nuestro almuerzo, mientras Andrea y Cristina (así se llamaba la prostituta) se dedicaban a tomar sol en cubierta dejando sus senos al viento sin ningún pudor.

Parte del secreto plan, era "entonar " a Camacho con abundante champagne que yo había decretado como bebida oficial del paseo. La mañana transcurrió tranquila. Andrea y Cristina habían congeniado y el champagne ya había empezado a circular.

Distraídamente yo aprovechaba cualquier situación para manosear a Andrea, y cuando eso sucedía, Cristina trataba de ablandar a Camacho que quedaba algo cortado ante la situación.

Durante el almuerzo, todos mis invitados ya estaban sufriendo los efectos del alcohol, cuyo consumo en mí mismo yo había dosificado pero que no se escatimó ni en las mujeres ni en Camacho. Andrea comía y bebía, mientras su mano, oculta bajo la mesa meneaba mi polla manteniéndola con una dureza permanente.

Camacho no podía darse cuenta de ello. Estaba muy ocupado tratando de disimular los descarados avances que mi aleccionada puta hacía sobre él.

Después de almorzar, todos nos tiramos en proa a gozar del sol y también de algún ocasional chapuzón.

En algún momento, Camacho , vencido por el alcohol y la modorra del almuerzo, quedó dormido dejándome solo con ambas perras que ya daban claras señales de estar más que entonadas. En ese instante, Cristina decidió que yo debía quitarme el bañador y, entre risas, Andrea la apoyó en su iniciativa.

Unos minutos mas tarde, con Camacho durmiendo el sueño de los justos, Cristina tenía toda mi verga en su boca, mientras yo lamía el coño de Andrea que se había colocado en cuatro patas.

Poco tardé en sentir que mi calentura deseaba sodomizar a Andrea y, apartando su tanguita, la penetré y comencé a bombearla. Esa situación excitó tanto a Cristina, que decidió bajar el traje de baño de Camacho y dejar al descubierto su polla tan dormida como su dueño.

Aún estaba bombeando a mi perrita, cuando observé que Cristina , a fuerza de comerse la polla de Camacho, había logrado erectarla y se aprestaba a cabalgarlo.

Camacho, entreabrió los ojos con sorpresa y cuando se percató de la situación a la que era sometido, se dejó llevar sin ningún tipo de resistencia. Cuál fue su sorpresa cuando vio que a pocos pasos, yo sodomizaba a su propia esposa.

Pero no fue violento. Creo que la situación lo puso a cien, porque empezó a bombear a Cristina con una furia de la cual yo no lo creí capaz nunca.

Entonces me desentendí del asunto y me concentré en mi puta.

Tomándola de sus cabellos atraje su oreja hacia mis labios y comencé a susurrarle:

"Perrita, no me digas que no te calienta que te rompa el culo frente a los ojos tu esposo" ó " Esta vez tu maridito verá cómo se hace para gozar a una buena perra".

Estas palabras hacían enfurecer de placer a Andrea, que no paraba de acabar.

Para esto, Camacho y Cristina se estaban incorporando y se sumaban a nuestro juego. Camacho se paró con su inmunda verga llena del semen propio y de los jugos de Cristina delante de la boca de Andrea para que esta se la chupara.

Cristina, en cambio, se colocó detrás de mí y lamía alternativamente el coño de Andrea y mis pelotas, al tiempo que con una mano se masturbaba.

No sé cuánto tiempo habrá durado, pero Camacho llenó de semen la cara de su esposa, yo acabé el recto de Andrea y Cristina lanzó un alarido de autosatisfacción. Luego de esto, todos nos tiramos de nuevo al sol y yo procedí a traer otra ronda de champagne que bebimos hasta quedarnos dormidos.

Esa noche, yo había planeado tener una fiesta. En realidad, inicialmente esa fiesta era el momento para que todo se desencadenara, pero, como les he contado, la cosa se me fue de las manos durante la tarde. Sin embargo, ya les he relatado que lo que más me fascina de Andrea es la sofisticación que tiene para vestirse y la sensualidad con que se mueve en sociedad. Así que, la fiesta no se suspendió. Quería poseerla vestida y quería verla vestida con el ajuar que yo le había comprado para ese viaje.

Con ese objetivo, nos separamos para prepararnos para la noche. Camacho y su esposa ocuparon una recámara y Cristina y yo, por separado, ocupamos las restantes. Yo me vestí, al igual que Camacho (a quien antes de zarpar había informado sobre la ropa a llevar) de etiqueta rigurosa.

Fuimos los primeros en estar listos y nos sentamos en el salón a compartir unos whiskies sin hacer referencia alguna a los acontecimientos de la tarde. Yo creo que el tipo aún creía que lo había soñado. La primera en unírsenos fue Cristina. Debo decirles que Cristina no es una prostituta común, sino una bastante cara. Tenía un doctorado en Derecho que había pagado con sus encantos como chica de alterne y se desenvolvía muy bien en la alta sociedad. Esa noche vestía lujuriosamente bella. Su vestido azul era a la rodilla, estaba diseñado para realzar su ya magnífico culo, y dejaba (¡vaya detalle!) uno de sus perfectos senos al descubierto.

Llevaba también un collar de diamantes y de oro, que seguramente había obtenido de premio en Marbella de manos de algún petrolero árabe y que resaltaba su hermoso cuello. Todo lo completaba con aretes tipo argolla de oro muy grandes y sandalias plateadas de tira que envolvían sus pantorrillas con mil vueltas. Pude percibir en los ojos de Camacho un lujurioso brillo y un rápido bulto en su pantalón. Así que me aparté un poco para que Cristina pudiera hacer su trabajo.

Unos minutos después llegó Andrea. Era realmente una cortesana la muy perra.

Llevaba un vestido transparente ajustado en la cintura, que, si bien dejaba cubiertos sus pechos, con la más leve inclinación los haría salir al descubierto.

A trasluz pude observar que no llevaba bragas. Y lucía unas sandalias doradas que resaltaban el rojo intenso de sus uñas en sus preciosos pies. Yo me adelanté a recibirla y la saludé con un beso en la boca y metiendo frente a todos mi mano en sus vestido para acariciar uno de sus senos. Camacho dio un respingo, pero la naturalidad de su esposa para encarar la situación y el hecho de que ella se acercara a él y le pasara un brazo por la cintura lo dejó algo cortado. Así empezó la fiesta.

El ambiente era tenue, la música suave y la bebida abundante. Todo invitaba a bailar, así que tomé a Cristina por la cintura y empecé con ella algunos pasos.

Andrea me imitó al instante con su marido. Mientras bailábamos, la bebida seguía corriendo y las manos de todo estaban en movimiento. Cristina acariciaba mi polla descaradamente y Andrea lamía el oído de su marido con lascivia inocultable. Un rato después cambiamos de parejas.

Automáticamente yo tomé a Andrea por el culo para guiar sus pasos, mientras Cristina animaba a Camacho a acariciarle los senos. Un rato después Cristina ya mamaba la polla de Camacho arrodillada en el suelo, mientras este se apoyaba en la mesa y no dejaba de beber. Andrea se acercó a Camacho y lo besó en la boca y el cuello. También le decía al oído:

"Vamos papito, demuéstrale a esta puta cachonda lo animal que eres practicando el sexo.

Camacho tenía una calentura de aquellas. Su pija estaba a reventar por lo que yo decidí que era el momento de atender mi propio placer. Aparté a Andrea de su esposo y comencé a besarla frente a sus ojos y a desprenderle el vestido para que cayera al suelo. Luego, la llevé de la cintura , sin dejar de besarla hasta el sillón cercano y con ella de pie y de espaldas a mí, comencé ,a lamer su culo y su raja.

Camacho ya estaba penetrando a Cristina por detrás y los jadeos de placer de ella acompañaban como fondo toda la escena. Yo penetré a Andrea en su raja, y ella tuvo su primer orgasmo tan sólo con eso. La bombeé con fuerza, la acosté en el sillón y pude darme cuenta que Camacho me observaba sodomizar a su esposa.

Yo gozaba viéndolo. El pobre tipejo tenía tan poca autoestima que no podía rebelarse a su jefe y se consolaba bombeando a Cristina cada vez con más fuerza.

Él observó como su esposa, vestida tan sólo con sus sandalias, me comía la polla con avidez de hambrienta.

Cristina no paraba de gritar de placer. Camacho, en su furia, la estaba cogiendo como seguramente nadie nunca la había cogido. Otra vez perdí la noción del tiempo, pero hasta el amanecer alternamos el sexo con charlas y bebida que compartíamos como si ese ambiente de aquelarre existiera en realidad.

Es más, Cristina logró que Camacho probara unas rayas de polvo, lo que hizo al pobre infeliz poner fuera de sí.

Cuando desperté, estaba con Andrea abrazado en la cama y el sol llegaba al cenit.

Luego de cogérmela por enésima vez y de exigirle que me la chupara sin tregua hasta llenar su boca, la dejé descansar. Así fue que descubrí que Camacho aún estaba cogiendo con una Cristina exhausta, en el sofá de la sala.

Horas más tarde la compostura había vuelto a la nave, aunque ya Camacho aceptaba mis arrumacos interminables con su perra esposa dado que él había conseguido hacer de Cristina su putita particular y hacía lo propio.

Mientras ponía proa de regreso, Camacho se acercó a mí para agradecerme la experiencia y rogarme que la repitiéramos más seguido.

Yo sonreí. Claro que lo haríamos.

Semanas después del "sarao" que disfrutamos con Cristina y el matrimonio Camacho a bordo de mi yate, llegué a la conclusión que mi síndico era un flor de tipo. Había reaprendido una lección que jamás debí olvidar: "nunca juzgues a nadie por su aspecto".

La cuestión es que Camacho se transformó en uno de mis más leales empleados. Mi situación con su esposa se había blanqueado de tal forma que él la había aceptado sin reparos. Esa actitud motivó que yo aumentara su sueldo y mejorara su imagen dentro de la Empresa.

También ocurrieron algunas cosas. En primer lugar mi esposa decidió abandonarme. La verdad es que no me amargué demasiado: me tenía saturado. La muy bruja se fue amenazándome con dejarme en quiebra sin saber que ya Camacho había arreglado que mis posesiones pasaran a manos de testaferros de confianza.

Y para continuar me nombraron Presidente de la compañía cuando el anterior decidió retirase a vivir de sus ganancias y a disfrutar de los días de vejez entre sus nietos. Para festejarlo, Camacho organizó una cena íntima en su casa, donde yo me la pasé follando a su esposa delante de su nariz, mientras Camacho se masturbaba al vernos y con Cristina se dedicaban a aspirar hasta el polvo de las alfombras, actividad esta que parecían gozar más que practicando el sexo.

Una tarde, Andrea se presentó en mi lujoso despacho. Estaba muy alterada. Y como siempre muy hermosa. La saludé al entrar amasando uno de sus senos y metiendo profundamente mi lengua en su garganta. Si yo estaba loco por ella, la muy perra no resistía ese tratamiento de saber que no podría jamás abrir la boca sin que antes la sodomizara vestida.

Llené su recto con mi leche y la obligué a chuparme la polla unos 10 minutos mientras yo me relajaba. Luego le ofrecí un whisky y recién entonces la dejé hablar. Ella me dijo, que estaba asustada. Había ido al médico por algunos malestares y este le había diagnosticado un embarazo de dos meses. Como Camacho tenía vasectomía desde hacía años, el niño de sus entrañas era de mi pertenencia.

A mí me apresó una inmensa alegría. Yo deseaba ese niño desde que la conocí en Alicante y se lo hice saber. Pero ella me contestó que temía que su embarazo la deformara y que ya no la desearía de la misma forma que siempre. Yo le dije que no lo mejor que pude. No podía contarle la morbosidad de los placeres que en mi cabeza estaba elucubrando.

Así que la besé, y pensando en mis fantasías dediqué el resto de mi tarde a follarla por todos su agujeros hasta dejarla exhausta. Convinimos en no decirle nada a Camacho hasta que este notara su pancita.

Así que durante un par de meses más seguimos nuestra habitual rutina de follar todo el tiempo sin preocuparnos. Desde lo del yate, yo no me preocupaba más por esperar a que Camacho se retirara de su casa a trabajar para aparecer en la casa a follarme a la perra de Andrea. Ella se levantaba con él, y mientras el cabrón hacía el desayuno, ella empezaba a arreglarse para mí. Eso me ponía a mil. Y como siempre, al llegar, disfrutaba cogiéndola vestida, muchas veces con él mirándome y hasta recibiendo mis instrucciones de trabajo mientras bombeaba a su esposa.

Otras veces, ella se arreglaba a mi placer y esperaba a que yo la pasara a buscar para salir a cenar y bailar. Entonces ella se despedía de Camacho con un beso en la mejilla y en mi presencia le decía que no la esperara levantado porque no sabía a que hora yo la llevaría de regreso.

Yo disfrutaba este juego por ambas puntas. Por un lado gozaba haciendo cornudo a Camacho, por otro gozaba el hecho de que toda la sensualidad de la putita de su esposa estuviera volcada sólo a mi placer personal. Era una maravilla sólo verla. Una verdadera muñeca que vivía tan sólo para arreglarse para mí. También me costaba fortunas vestirla. Pero el hecho de ser rico hace que esas cosas sean sin importancia.

Andrea era tan espléndidamente puta, que todos los hombres la deseaban. El día que Camacho descubrió la preñez, apareció hecho una furia en mi despacho. Yo lo abracé y felicité. El muy cornudo sería el padre de mi hijo. Merecía un premio y se lo di. Lo tenía preparado desde el día que supe la noticia: Una semana de vacaciones en Canarias junto a Cristina, totalmente pagadas y con 10 mil dólares para gastos. Podría empolvar muchas narices con ese dinero.

Cuando Camacho partió, aún me quedaba el regalo para Andrea: Sería una fiesta en mi finca. La fiesta era privada, pero había contratado un grupo de música para que tocara toda la noche solo a nuestro placer. Eran tres negros jamaiquinos que ejecutaban el mejor reggae de la península. Una de mis placeres era follarla al son de la música.

Así que cuando mi chofer la dejó, ella solo se sonrió como diciendo "debí esperar esto de ti".La fiesta empezó conmigo besando todo su cuerpo a la vista de los negros, que no paraban de alimentar con ron su inspiración. Ron y alguna de esas porquerías que ellos fuman impregnando el ambiente con un espantoso olor.

Mientras rompía el culo de Andrea, noté que la muy puta miraba de reojo los musculosos torsos de los negros como tratando de adivinar si sus pollas eran tan gigantes como la mitología local cuenta. A mi me encantaba cogerla embarazadita. Ella perdía el control como de costumbre. Gritaba, gemía, pedía más y tomaba la leche con avidez. Cuando noté que las fuerzas me flaqueaban, hice una señal a los negros para que se acercaran. Esa noche, como premio, Andrea sería follada sin descanso.

El primer negro se aproximó mientras aún mi polla estaba en el culo de Andrea. Se paró delante de ella y, ante sus ojos asustados, sacó de su pantalón una verga descomunal. Ante la indecisión y la sorpresa de mi puta, la alenté:" Vamos perrita, cómetela. Acaba con ella ,quítale a nuestro amigo toda la carga de esas pelotas " .

Y ella abrió su boca y comenzó por besar el capullo del africano. A lamerlo con la lengua como si fuese un helado. Ese espectáculo hizo que mi leche brotara en su recto una vez más y que un grito de placer saliera de mi boca. Pero yo no daba más, así que llamé al segundo negro. Este ya vino con la verga erecta y cuando yo retire mi pija él la reemplazó con la suya en el culo de Andrea sin ningún miramiento. Los ojos de Andrea giraban locos en sus órbitas por el placer. Tenía la verga del primer negro metida casi toda en su boca y la del segundo negro arremetiendo con furia su trasero. Yo me senté cómodamente con un whisky para gozar el espectáculo y una vez acomodado hice señas al tercer negro. Son geniales los negros.

No sé cómo mierda hizo este tipo para acostarse espaldas al suelo entre esa maraña de tres personas enchufadas y clavar en la raja de la zorra su descomunal instrumento.

Andrea hacía rato que acababa en continuado. Daba señales no poder más, pero...¡Qué coño! , tenía que aguantarlo si de veras se creía tan puta. Después de todo, hay mujeres que nacen para laburar, otras para sufrir y Andrea estaba destinada a que se la follaran.

No sé cuanto tiempo estuvieron esos negros intercambiando puestos de atención a los agujeros de mi puta. Pero los despedí cuando ella empezó a pedir basta a los gritos. Antes de hacerlo, me acerqué a ella y le pregunté:

"¿Quieres que los eche?" "¡¡¡Siii!!!, no puedo más" "Me amarás solo a mí?" "¡¡¡SÍ!!!, ¡Lo juro!

Recién entonces les ordené dejarla. Aún estaba vestida, pero su conjunto de 2 mil dólares estaba arruinado, roto y lleno de esperma de negro. Su boca estaba sucia con semen que le escapaba de sus labios.

La hice cargar por las criadas, quienes la condujeron a mi suite personal donde procedieron a bañarla con sumo cuidado. Luego la secaron, la peinaron, la vistieron lujosamente y la trajeron donde yo estaba, en el parque disfrutando de las estrellas. No había caso. Podría follarla una tropa de elefantes, pero Andrea siempre sería una belleza. Lástima que le gustara tanto mamar troncos ajenos. La besé en los labios dulcemente y juntos dejamos que la cálida noche nos envolviera.

(9,67)