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Bien caliente y bien domado

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Habiendo yo logrado un propósito harto difícil en una adolescente edad -como el de lograr abstenerme de toda práctica sexual incluida obviamente la masturbación-, luego de meses de "ostracismo", aquella noche caliente de primavera, salí hecho un verdadero tambo andante decidido a descargar toda esa acumulada lujuria, buscando la menor oportunidad que encontrase, con cualquier fémina que a esos efectos sirviera.

Y entré -me acuerdo-, a un multitudinario baile allá cerca de un inmenso parque medio en las afueras casi, de la ciudad.

Aquello, hervía de chicas a cuál de todas, más excitantemente hermosas. Mis ardores eróticos estaban en la cresta de la ola, y todo mi ser parecía querer cobrar candela en cualquier momento.

Entonces, es cuando comienza en mi vida, a ocurrirme "aquello"; aquello, que fue como bisagra en mi sentir erótico, para el resto de mi vida.

Una chica -muy hermosa y repleta de gracia-, comienza a acosarme, aprovechándose de que andaba en numerosísimo grupo con otras amigas, para desplegar sobre mí, esa cosa que muchas chicas suelen hacer de agarrar en esas circunstancias que las favorece, para acosar a un chico al que deciden acosarlo en diversión desaforada.

En grupo venían y me atosigaban con empujones, manoseos y cosquillas, y huían a las carcajadas si yo quería entablar con ellas conversación, y, sobre todo, con aquélla la principal en toda esa organizada cosa de acosarme en constante jodienda.

El nombre de la muchacha en cuestión: María. Inmediatamente lo supe, al oír cómo sus amigas la nombraron desde el comienzo.

-"Basta, María!!!" -Le decía yo riéndome, y ella reía también conmigo. Pero su propósito, era decididamente fastidiarme de continuo, sin darme lugar a un respiro, ni menos aún, poder hablar siquiera un ratito con ella calmadamente. Sus amigas secuaces, la secundaban al pie de la letra. Por toda la inmensísima superficie de aquellos salones donde la fiesta se daba me perseguían acosándome de continuo, y yo iba y venía desesperado con todas ellas persiguiéndome en aquel acose, y cada vez que me alcanzaban, aquello era un mar de toqueteos y cosquillas, sin poder yo defenderme.

María, no paraba de reír, y encendida y plena de un humor y gracia que la hacía más hermosa, me acosaba dirigiendo aquella descabellada jodita. Mucha gente ahí ya había captado esa onda entre nosotros, y hasta reían siguiendo las alternativas de aquel insólito hecho. En las pistas de baile, muchedumbres de parejas, bailaban.

Toda aquella noche así nos la pasamos en esa hirviente jodienda donde yo era el centro de sus acosos, cuando repentinamente un apagón de electricidad oscureció totalmente el lugar, generándose una confusión y gritería asombrosa por tal situación, que había sido ocasionada por una insipiente tormenta que ya comenzaba, y que hizo suspenderse la fiesta, desparramándose todo el mundo hacia afuera, por lo que todo aquel gentío se marchaba ya de aquel baile.

En aquella oscuridad absoluta sólo interrumpida por los resplandores de los relámpagos cada vez mayores, todo el mundo se dispersaba rápidamente, y "mis amigas"... las perdí de vista en la confusión. Yo, que había llegado hasta el lugar cortando por el parque, por allí mismo me interné, para regresar por donde había llegado. Aún no me había internado en la parte boscosa marchando por un sendero entre hierbas y pasto, cuando oigo las risas de varias de ellas que en el resplandor de un relámpago habían logrado descubrirme, y ya venían corriendo para darme alcance, a muy corta distancia.

No quise correr huyendo, pues me pareció demasiado cobarde, y las dejé llegar hasta mí, que llegaron corriendo a las carcajadas, capturándome directamente sin ningún preámbulo, mientras reíamos en esa captura tanto ellas, como también yo que las insultaba en obvio tono jocoso.

-"Te capturamos, bandido!!!" -Me decían, siendo ellas sólo algunas, faltando entre ellas "la principal": María. Y exclama entonces una:

-"¡Corran a llamarla a la María y díganle que ya lo tenemos capturado!!!"

Una electricidad recorrió mi ser entero, mientras una de ellas ya salía corriendo y a los gritos llamándola a la María mientras entre las que me tenían agarrado, comenzaban ya a desnudarme y atarme las manos detrás utilizando para ello las medias que una rápidamente se había para eso quitado, mientras con la otra media, unían también mis tobillos de manera que quedaba yo con un corto segmento así unidos mis pies, para que pudiese yo caminar...pero no correr. Y entonces, soltándome, reían a carcajadas viéndome completamente desnudo y así amarradito e indefenso, mientras podía yo escuchar cómo la María, a las risas, ya venía hacia nosotros avisada por aquella amiga que la había enseguida encontrado.

-"¡Te lo capturamos, María!!! -Decían las amigas riéndose todas allí, y agregaban socarronamente diciéndole:

-"¡Seguro que fue él quien hizo que se cortara la luz para escaparse de nosotras y arruinar todo el baile!!!¡Se merece que le des una buena paliza, María!!!"

Los relámpagos iluminaban cada vez más el paisaje, y también las figuras hermosas de todas ellas y de la María con su escultural silueta por demás hermosa con un jean ajustadito y un top, en la femenina figura más hermosa que pueda uno imaginarse.

-"¡Dále una paliza por bandido, María!!!" -Insistió otra, y riéndose, la María comenzó a quitarse el cinto de la cintura... yo: ¡hervía!!!

Corría yo dando ridículos pasitos así ligerito y saltitos de gorrión así desnudito y maniatado y con mi chorizo completamente empinado en una empaladura bestial que iba dando cómicos brincos en el aire que arrancaban las carcajadas de todas, y ya cinto en mano... la María me alcanzó atrapándome de un brazo, y... ¡comenzó la paliza!!!

Los truenos comenzaban a rugir y los relámpagos iluminaban aquello, y la María me azotaba dándome la más deliciosa paliza haciéndome sonar su cinto finito de cuero en mis carnes, haciéndome gritar de dolor al mismo tiempo que me reía y la insultaba, y ella más cintazos me daba riéndose por demás feliz. Una naciente felicidad erotizante en esa paliza que la María me empezaba ahí a dar, estaba naciendo en mí... ¡Sí!

Todas reían soltando las carcajadas y saltaban eufóricas y aplaudían y bailaban alzando los brazos, y todo eso aderezaba esa cosa como endemoniadamente excitante que me iba rellenando por dentro de un placer que me estaba empezando a nacer con fuerza masoquistamente creciente. La María, advirtiéndolo, más reía, y me dirigía las más candentes miradas cómplices como diciéndome con la mirada, que ya estaba yo atrapado por ella en "esa cosa", y que me gustaba y no podía ocultarlo.

Le bastaba la mirada a la María, para hacerme entender eso. Y reía con la más pícara y socarrona risita, y yo se la devolvía riéndome y llorando "derrotado"... "vencido"... ¡DOMADO!!!

Entreveraba yo llanto y risa, y la insultaba en la más inconvincente manera insultante, que no era sino complicidad aún más excitante para ella. Los cintazos... sonaban en mi desnudez caliente.

Por fin, satisfecha con la paliza que me había propinado, me empuja haciéndome caer al pasto, y comienza a manosearme entero haciéndome las más atroces cosquillas por todo el cuerpo sintiendo yo todos sus dedos recorrerme a su antojo no pudiendo impedir en absolutamente nada su hacer, haciéndome gritar y gemir desesperado y retorcerme inútilmente sintiendo sus manos toquetearme todo y manosear mis huevos y mi verga provocándome con ello una electrificación total de mi ser que enloquecía en esas cosquilleantes sensaciones enloquecedoras mientras ella reía como cochina. Todas las demás, eran un permanente coro de femeninas carcajadas grotescas festejando lo que la María me hacía.

Chantajeándome con darme un respiro en aquella tortura si le obedecía sus órdenes, inmediatamente me hizo decirle que sí diciéndoselo cien veces seguiditas así bien ligerito, riéndose más aún, y comenzando a decirme mientras se iba descalzando...

-"Vas, a lamerme los pies!!!"

Inmediatamente colocó sobre mi cara una de sus plantas bien sudaditas y olorosas... y mi lengua... ¡empezó a lamer! Lo confieso: nacía también ahí en mi... ese delicioso placer de lamerle los pies a una chica.

Mi verga estaba ya en un punto máximo de excitación erectil desmesurada, y la María la miraba riéndose, en la más triunfal de las felicidades conquistadoras.

Sí: La María... ¡me había domado por completo! Ya, era yo, cosa de ella.

Gemía yo mientras lamía sus sudados pies y suspiraba delatando mi placer total, y reía ella mirándome y mirándola yo como embobado de felicidad... pero en el ambiente, una tormenta con aguacero ya inminente, iba a comenzar en cosa de segundos tal vez.

-"¡Vayamos hasta las grutas ahí en los roquedales a guarecernos!!!" -Exclamaron las chicas, y, de inmediato, decidieron ayudarme a ir con ellas más rápido, agarrándome de brazos y pies llevándome corriendo para llegar a aquellas hondas cavernas donde a tiempo entramos con el imponente aguacero desplomándose asombrosamente abundante entre la multitud de luminosos relámpagos y truenos como bombazos estridentes.

-"¡Aquí prosigue la cosa!!!" -Me dijo la María, que sin demorar ni un segundo, se tiró encima de mi cuerpo prosiguiendo "la fiesta".

Era ése, el comienzo de nuestro más fogoso y despampanante noviazgo donde iría a ser yo de ella, su más sumiso y feliz esclavo dejándome por ella para siempre hacer, las cosas que a ella se le antojara hacerme.

Ahí, adentro pues de una caverna, la María me hizo explotar en el primer orgasmo haciéndome saltar ríos de leche en medio de gritos como de loco mientras ella comenzaba a divertirse en grande conmigo desnudo y amarrado, y haciéndome así conocer ese camino que me llevaba derechito a ser su juguete y novio a la vez, pero a ella sometido por completo para iniciar esa ardiente caravana de mil lujuriosas cosas que deberé ir contando en detalles más directos, en próximos relatos si acaso éste, tuviese la aceptación suficiente para hacerlo en los otros.

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