Nuevos relatos publicados: 11

Alicia en el país del morbo

  • 4
  • 6.394
  • 8,57 (7 Val.)
  • 1

Alicia Morbillon, ese es mi nombre y apellido. Esta la introducción a mi más deseada fantasía sexual.

Pero antes de iniciar, tengo que preguntar: ¿Alguna vez has oído hablar de mis hazañas en el país de las maravillas? ¿Me has visto, en el edén de las fantasías?

Seguramente, sí. Cambiemos un poco la historia:

El sol refulgia en su más brillante esplandor, y lentamente se escondía en las llanuras, pasando por la cumbres de montañas desoladas.

Marli, prima e hija de la hermana de mi madre, había insistido en huir al campo. Solamente para leer un libro erótico, y yo habia aceptado.

Y aquí estamos, en el campo. Lejos de la ciudad y de sus habitantes. Con ella masturbándose a pies de un árbol, con sus tetas fuera del vestido.

Y yo, subida en un árbol, refregando mi coño contra la rama de un árbol, desesperada.

No usaba bragas, ni tangas si quiera. Sólo una falda, y un top olvidado en algún lugar de ese sitio tan desolado.

Mi clitoris se atascaba con la madera, de una forma un tanto dolorosa. Gemía descontroladamente, con una mano de apoyo para no caerme y otra masajeando mi teta rápidamente.

Gemi, gemi y gemi. Cerré los ojos, y relami mis labios, escalofríos recorrieron mi cuerpo y yo tense piernas y brazos.

Abrí los ojos para encontrarme, con un árbol chorreando y a una prima medio muerta a causa de las pajas.

Y alguien más, a un hombrecillo con la polla en la mano, que corría descontrolado.

—¡Llego tarde, llego tarde!— Jadeaba el hombre, canoso y con tripa cervecera. Tenia la bragueta abierta, y un pollon tieso en la mano izquierda.

Al segundo, el hombre yacía a metros de mi. Con curiosidad me deslice fuera del árbol, totalmente desnuda lo seguí peleandome con la flora.

Lo observaba desde la lejanía. El hombre se había deslizado por una madriguera, sin problema alguno. Y yo en un momento de lucidez seguí sus pasos.

Me adentre el la madriguera, para caer por el agujero. Cerré los ojos, sintiendo el viento elevar mi pelo, y mi cuerpo desnudo caer. Mis pezones se tensaban por momentos a causa del frío aire.

Poco después, mi coño entro en contacto con el frío suelo. Abrí los ojos, para encontrarme con una puerta.

Una puerta con una polla como picaporte y unos ojos saltones, y lo peor. ¡Hablaba!

—Antes de avanzar, tendrás que chuparmela un rato— Río entre dientes.

—¿Que? ¿Tu me has visto cara de zorra?— Le mire perpleja, y confundida.

—Zorra no, pero puta sí. ¡Que tetas y que coñito más bonito! ¡Anda chupamela un ratito y te dejare acceder!— Suspiro emocionado.

Me resigne, esas palabras me habían encandilado. Me gustaba que me insultaran por lo guarra que era, no, no me gustaba ¡Me encantaba!

Además era una puerta, que podía perder. ¡Y también a lo mejor me encontraba con el conejo al salir!

Me intente acercar, pero el techo disminuía cada vez más y no podía acceder al pollon. Desilusionada retrocedí y mire de nuevo a esa polla tiesa, con venas palpitantes.

—Pero no puedo llegar— Suspire designada

—¡Oh, oh!— Río —Para eso tienes que halagarme!—

—Uh, bueno... ¿Estas bien dotado de hay?— Murmuré avergonzada, y dudosa.

Cuando me di cuenta, había disminuido de tamaño, todo a mi alrededor era más grande que yo, y la polla era más grande que nunca, apuntando hacia mi cara.

Con el capullo rosadito, y con liquido preseminal saliendo de el. ¡Uh, que rico!

Me mordi el labio inferior. Esa atrocidad no me cabía en la boca, ahora que había disminuido de tamaño.

Suspire. Y pase mi pequeña lengua alrededor del glande, me movilice hacia los laterales para lamer las venas palpitantes. Recorriendo los trazos que hacían, y acariciando el torso en intento de paja.

Intente metermela en la boca, pero solo me cabía una pequeña porción. Enrede mis dedos el el bello púbico, lami el capullo variadas veces, bese el glande y repetí la acción unas cinco veces. Debido a ser más pequeña que la polla.

Me dirija a chupar el glande, cuando me embadurne de la lefa de la polla. Se había corrido, en todo mi cuerpo.

Tosía, el semen se había adentrado en mis fosas nasales. Mis tetas y mi coño, todo en si estaba lleno de su semen.

Y antes de poder decir nada, la puerta se habia abierto, la polla había desaparecido.

El conejo, seguía corriendo de aquí para allá con su polla en la mano, y se dirigía hacia su casa.

Y yo, seguía con las ganas de polla que se me habían quedado antes.

Continuara.

(8,57)