Nuevos relatos publicados: 9

¡Qué rico me obligaron!

  • 12
  • 16.986
  • 8,86 (7 Val.)
  • 0

Iba caminando por la calle un día cualquiera.  Ese día llevaba una minifalda cortita y un top que dejaba muy obvias mis grandes tetas, siempre he sido talla 36C, con unos pezones que se ponen duros y parados fácilmente y, como no llevaba brassier, se movían al ritmo de mi caminar.

Mis tetas y mis piernas siempre han llamado la atención y siempre me ha gustado hacerlo.  Pongo locos a los hombres.  Les fascina verme y eso a mí me exita y me hace sentir muy cachondita.

Dos tipos venían caminando y no paraban de verme y hecharme piropos a los cuales estoy acostumbrada.  Pero nunca me imaginé que al pasar junto a ellos, me atraparían entre ambos y me comenzarían a hacer lo que hicieron conmigo, dejándome totalmente a su merced.

Uno de ellos me tomó por detrás, deteniendo mis brazos con uno suyo y amenazando con lastimarme si gritaba o me negaba a obedecer.  El otro se me puso al frente y me empezó a decir que yo era una putita para disfrutarse.

Este comenzó sin ninguna vergüenza a masajearme las tetas con un morbo que yo no sabía que hacer.  El hacer algo forzadamente trae siempre una sensación de rebeldía ante ello, quería hecharme a correr, pero no me lo permitían.

El que estaba detrás mío comenzó a tocar mis nalgas con la manaza que le quedaba libre, apretándomelas y pellizcándomelas a su antojo, mientras me decía que las tenía muy ricas y carnosas y que me las iba a chupar hasta que yo gritara de placer.

El de adelante ya me había dejado las tetas al aire y había comenzado a coger mis pezones hacíendome vueltitas, y con el aire frío, estos se pusieron totalmente duros y salidos, dándole toda la impresión de que yo estaba exitándome con sus juegos, mientras que yo lloraba desesperada por sentir mi cuerpo utilizado por dos hombres que no conocía de nada y con los que yo no quería jugar de esta manera.  Pero al mismo tiempo, mi coño había comenzado a soltar una cantidad de leche que sentía me iba a empapar todas las piernas, pero supuse que no se daban cuenta de ello.

El de atrás me estaba apoyando su enorme bulto a las nalgas y yo sentía que lo tenía gigantesco y duro como una piedra, mientras me susurraba al oído:  "A ver putita, pórtate bien, como debes de hacerlo, al fín y al cabo seguro te gusta perra".  De pronto sentí algo que me picaba en la espalda y me dijo de nuevo:  "Si no te pones perrita, te voy a dar un piquete, así que coopera con nosotros y déjate llevar ricurita".  "Abre las piernitas un poquito más nena". 

Yo obedecí.  Tenía miedo de que me hiciera daño, pero también tenía unas ganas incontenibles de gozar ese momento.  Nunca había estado bajo la voluntad de dos hombres dominándome de esta manera, sin mi consentimiento, me sentía más puta que nunca, más cachonda que cualquiera. 

El de adelante me subió la faldita solo hasta que pudo ver mi coño, el cual estaba tapado por una braguita negra de encaje que no tapaba demasiado mis nalgas, sino al contrario y el segundo aprovechó para meter sus dedos en la raja de mi culo y poder separarmelas diciéndome que que culo tan encantador tenía. 

Dios, me estaban haciendo sentir como una verdadera ramera y creo que ese era su cometido final.  Poco a poco iba cediendo ante ellos ya no tanto por el miedo sino por la calentura que me estaban provocando.  Además, estar en medio de la calle, donde podía pasar la gente y verme a la merced de dos hombres así, me daba vergüenza, pero me gustaba pensarlo.  Estar en exhibición, para quien quisiera ver el espectáculo, mmmmhhh... que barbaridad, no me sabía tan cachorrita.

De pronto el de adelante me arrancó la braquita dejando mi coño al aire y me dijo:  "Abre más las piernas puta, que te voy a lametear para que saques más leche", mientras pasaba sus dedos por mi coño que ya estaba empapado y listo para correrme.

Este se arrodilló ante mí, sin dejar de agarrarme las tetonas que me cargo primero, pero después utilizó sus manos para tomar mis muslos por adentro y separármelos lo más que pudo, mientras el de atrás se había sacado la verga y me la había comenzado a pasar por el culo, con esa cabeza hinchada que podía imaginar roja como un tomate.

Yo estaba deseosa de sentir la lengua del de adelante en mi coño, la estaba esperando y no me permitió hacerlo por mucho tiempo.  Comenzó a chuparme el coño, con la lengua bien sacada, desde abajo hasta el clítoris, recordándome en momentos:  "Así putita, estás haciéndolo muy bien rica, mueve esas nalgotas para darnos más placer" y yo no podía dejar de menearme ya en estos momentos vuelta loca, gimiendo sin parar, apretando mi coño contra su cara, mientras me metía la lengua hasta donde llegaba, sintiendo la verga del de atrás queriendo meterse en mi culo, un culo que ya estaba abierto después de tanto trabajo de ambos, deseoso de tener su vergón hasta el centro de mi, rompiéndome el culo a gusto, lo cual en un solo instante hizo, sin dejarme ni respirar, mientras el de adelante ya había sacado lo suyo y mientras me mamaba no paraba de pajearse rápidamente y yo sabía que me iba a dar la leche donde él quisiera.

Me corrí como tres veces sintiendo el culo lleno y el coño lamido y mojado, le llené la cara con mi leche y de pronto se paró, mientras el otro me empujaba para quedar con la espalda hacia abajo y el de adelante me metió esa polla enorme en mi boca, diciéndome:  "A mamar puta, que las putas buenas les encanta" y no pare de lamer esa polla mientras tenía la otra enculándome sabroso hasta que ambos no pudieron más y me llenaron de leche cada uno en su lugar, tragándomela con gusto por el culo y por la boca como una puta de verdad.

He pasado de nuevo por esa calle, pero nunca los he vuelto a ver.  Me dejaron sin bragas y con las tetas al aire y se fueron corriendo después de terminar conmigo.  Como pude me puse en orden y seguí caminando con esas mis tetas que tantas historias tienen para contar.

(8,86)