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Mi tercera infidelidad

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Me empezaba a gustar engañar a mi marido, tanto por lo prohibido como por la sensación de dominio que me da el hecho de seducir y llevarme a la cama a un tipo y hacerle creer que fue él que me sedujo… qué huevones son a veces los hombres!!!.

Durante Enero me porté bien, ya que como fui de vacaciones con mi marido y mi hija de cinco años, mucha libertad no tuve… sin embargo, noté que mi marido estaba preocupado por alguna cosa; yo le pregunté varias veces y siempre me contestaba que eran cosas del trabajo. Finalmente, me confesó, una vez en casa, que tenía miedo que lo echaran del trabajo, en Febrero se esperaba una reducción de personal y creía que él, con 35 años, podía quedar incluido… por supuesto que todo eso me preocupó, pero ya una vez acostada en nuestra cama, me puse a pensar y me acordé acerca de algo que mi marido mencionó cuando se refirió a su jefe, el dueño de la pequeña empresa donde trabaja:

"Es un viejo verde, que se pasa todo el día mirando el culo a las secretarias…"

Bueno, bueno…pensé yo, algo voy a tener que hacer para defender a mi maridito. Y ahí nomás comencé a preparar un plan de emergencia.

Un día, durante el desayuno, le dije a mi marido que lo pasaría a buscar al mediodía para almorzar juntos, tal como esperaba, me dijo que creía que no iba a estar en la oficina porque tenía que visitar unos clientes; para justificar mi visita a su oficina, le contesté que pasaría de todas maneras, ya que estaría por la zona y si no estaba, me volvía para casa.

Como ese día era muy caluroso, me puse un conjunto de pantalón y casaca de bambula blanca, semitransparente y saqué del cajón de la ropa interior un corpiño y bombachita (panties) color rosa fuerte, también transparente y con encajes; me miré en el espejo y me gustó lo que vi: el corpiño se traslucía por la bambula, lo mismo que la bombachita, si me levantaba el faldón de la casaca. Estaba segura que el jefe de mi marido iba a fijar su vista en el triangulito rosado que ni con la mejor buena voluntad del mundo podía tapar mucho de mi culo!!!.

Cerca del mediodía entré a la oficina y pregunté por mi marido, que no estaba; entonces le dije a la secretaria que me gustaría ver al señor Carlos (pongámosle este nombre). A los pocos minutos Carlos me hizo pasara su oficina.

Carlos es un viejo de más o menos 60 años, un poco barrigón y pelado, no más de un metro sesenta de altura, no muy cortés, al que le gusta tener lindas secretarias (aunque tengan más aire que cerebro en la cabeza); se cree que se las sabe todas, que todas las mujeres son potenciales putas. Por último, es bastante hijodeputa en su trato con los que considera inferiores a él. En resumen, es lo que en Argentina llamamos, un ZORETE (trozo de mierda).

Le dije que, ya que había pasado a buscar a mi marido y no lo encontré, quise saludarlo, pues no lo había hecho para Navidad. Su mirada pasaba de mis ojos, mientras hablábamos, mis tetas…

Me preguntó cómo nos había ido en las vacaciones; le contesté que bien, pero que a mi marido lo notaba preocupado, especialmente por el trabajo… el tipo, no decía mucho, asentía con la cabeza y decía algunas frases comunes sobre la situación del país.

Le seguí comentando que yo también estaba un poco preocupada por cómo estaba mi marido pues algunas cosas personales no andaban del todo bien… mientras lo decía, dejé caer mi bolso al piso, entonces me levanté de la silla y me agaché para mostrarle un poco mi traste… me senté nuevamente (Carlos ya me miraba más atentamente y se refregaba las manos).

"¿ Si? … me imaginaba que todo andaba bien entre ustedes dos – dijo – creí que eran la pareja ideal".

"Si..si…claro… pero… no se como decirlo… pero, bue… mi marido siempre dice que Ud. es como un padre para él…así que creo que no va a haber problema si le hago una pequeña confesión" mentí yo, sabiendo que tiraba el anzuelo y el pescado lo iba a morder.

"Resulta que con todo estas angustias que le genera saber que habrá una reestructuración en la empresa… bueno…ya no funciona como antes…me entiende, no?".

El viejo se hacía el que no comprendía, y me alentó a ser más explicativa.

"Bueno… no es fácil contarlo… pero es que desde hace unas semanas… bueno…con mi marido no pasa nada en la cama…", al tiempo que lo decía, bajé la vista como si tuviera vergüenza de lo que contaba y lamentaba no saber cómo hacer para fingir un rubor.

El viejo se adelantó y apoyó sus codos en el escritorio.

"No sabía que tu marido estaba tan mal…", dijo, "… no debe ser fácil, no?".

"Imagínese…", continué yo, "… siempre tuvimos una vida sexual muy activa… y ahora esto…y todo por el temor de perder el trabajo…", y como hablando a mi misma, "…haría cualquier cosa para que no se quede sin trabajo" suspiré. Entonces pensé, que si con esto no se da cuenta, no sé que más insinuarle.

El viejo se acercó a mí, me puso una mano en mi brazo y en tono meloso me aseguró:

"No se preocupe… ya veremos que podemos hacer por su marido", y agregó: "¿ te puedo tutear?"

"Claro que si… cómo no me vas a tutear".

Me levanté de la silla.

"Ahora me siento mejor, más tranquila…", le dije sonriéndole, y agregué en tono de complicidad: "… ya tengo telas de arañas entre las piernas…".

Apenas terminé de decirlo y me arrepentí, me di cuenta que había ido, quizás, demasiado lejos, parecía demasiado evidente que me regalaba; por suerte para mí, Carlos estaba más que caliente; se acercó a mí, hasta que su barriga tocó mi vientre y me susurró al oído:

"Quizás te pueda ayudar… tengo un buen "cepillo" para sacarle el polvo…".

Emití una risita tonta y confesé. "… mal no me vendría…".

Enseguida sentí su mano ancha, de dedos gruesos y callosos, apoyada sobre el pantalón y que me frotaba el Monte de Venus. Uno de sus dedos empujaba contra la tela y se metió ligeramente entre los labios entreabiertos junto con las telas del pantalón y la bombacha y forzó un poco más la entrada, la costura del pantalón cedió y el dedo me penetró junto con la tela de la bombacha; no pude evitar un suspiro de placer.

"Si tenés tiempo…quizás podamos charlar un poco ahora…¿te parece? …".

"Si… no tengo que volver a casa hasta dentro de tres horas…".

"Esperame en el bar de la esquina… voy a buscar el auto y te paso a buscar por allí, ¿Ok?…"

Bajé y lo esperé. A los pocos minutos paró su auto y subí. Me llevó a un hotel que está en las afueras de Buenos Aires, sobre la autopista que lleva a la ciudad de La Plata, y que parece un castillo medioeval.

"Ya reservé una habitación para los dos… creo que te va a gustar…".

La habitación era estupenda, tenía un jacuzzi y, además, una ducha con paredes de vidrio que daba al dormitorio.

Carlos pidió una botella de champan y mientras llegaba comencé a desnudarme ante él, que me miraba tirado sobre la cama, ya descalzo.

"Metete en el jacuzzi…" me ordenó, "… cuando llegue la botella voy para allá".

Preparé el jacuzzi y me metí en él para disfrutar del agua tibia. Enseguida llegó Carlos, todo desnudo y se sentó a mi lado. La vista no era del todo lo sensual que una espera en estas ocasiones: pecho peludo y canoso, los pechos un poco gordos, la panza peluda que tapaba en parte los órganos genitales, una verga de piel amarronada y no totalmente erecta y, finalmente, un par de huevos que colgabas de dos sacos arrugados.

Me abrazó y comenzó a besarme, metiéndome su lengua dentro de mi boca, con una manos amasándome una teta. Yo busqué su verga, que yacía bajo la barriga; aún estaba un poco flácida, así que jugué con ella para que endurezca, con un poco de esfuerzo logre que tomara mejor aspecto. Cuando creí que Carlos ya estaba a punto le pregunté si quería ir ya a la cama. Salimos del jacuzzi y nos secamos con un par de batas que allí había.

Nos tiramos sobre la cama , me abrazó, comenzó nuevamente con sus besos y sus manoseos en mis tetas y vagina… yo volví a agarrar su verga que ya había perdido parte de su dureza. Lo giré para que quedase boca arriba y me corrí hasta quedar con mi boca a la altura de su verga; me la metí y chupé como si fuera un caramelo, esperando que pudiera volver a endurecerla. Los pelos de su pubis se me metían en la nariz, causándome cosquillas, pero poco a poco, pude conseguir que estuviera lista.

Me di cuenta que no tenia que perder mucho tiempo si no quería que se aflojara nuevamente; entonces busqué un preservativo que estaba en una mesita junto a la cama y se lo coloqué, me subí encima de Carlos, un poco incómoda por la barriga de él, agarré su miembro y me lo acomodé entre los labios vaginales; descendí y me dejé penetrar.

Lo cabalgué suavemente. Me preguntaba cuanto duraría el viejo y si pudiese yo acabar antes que se le pasara la erección. Puso sus manos en mis tetas y me las apretaba, como si quisiera exprimirlas. Una leve baba le apareció en la comisura izquierda de la boca. Me miró a los ojos y me dijo que siempre había querido cogerme, que me miraba el culo cada vez que me veía y que sabia que detrás de mi apariencia de mujer casada, no había otra coas que una putita mal cogida. Por supuesto que no era momento para refutarle lo de mal cogida, así que lo dejé pasar.

En ese momento sonó mi celular, que lo había dejado sobre la mesita; de un vistazo veo que el numero de la llamada entrante corresponde al celular de mi marido.

"Es mi marido…atiendo un momento…".

Carlos no quiso que atendiese, pero igual lo hice.

"Hola, cómo estás…" dije mientras continuaba cabalgando a Carlos, "… pasé por la oficina y no estabas…".

Carlos pareció asombrado porque cabalgaba y hablaba por celular al mismo tiempo.

"… como no te encontré, salí a caminar un rato y a ver vidrieras en el shopping…".

Me bajé de Carlos y me puse en cuatro patas, le hice señas que se moviera y me diera por atrás. Él se empezó a excitar con la situación: yo hablaba con mi marido y él me estaba cogiendo.

"…no, no… no me compré nada…".

Carlos me agarró de las caderas y me la metió hasta el fondo de mi húmeda y caliente concha.

"… no…voy a llegar mas tarde a casa…"

Carlos bombeaba su verga, sacándola casi por completo y volviéndola a meter, yo movía las caderas acompañándolo.

"¿ Para qué querés saber donde estoy?..ya te lo dije… en el shopping…"

Yo oía la respiración jadeante de Carlos y noté que estaba por terminar, como a mí me faltaba algo de tiempo aún, apoye la cabeza contra la almohada, con una mano sostenía el celular y con la otra me frotaba el clítoris.

"¿No me crees?..bueno..te confieso la verdad… estoy encamada con un conocido. cuando acabe voy para casa….".

Carlos casi se muere del susto cuando oyó esto.

"Bueno..un beso…yo también te amo…chau".

Carlos me miró con ojos interrogantes.

"No pasa nada…es un juego entre nosotros dos… dale seguí que no sabe nada!!!…".

Terminó enseguida… yo aún no había acabado. Nos acostamos los dos sobre la cama y dejé que Carlos se relajara. Comencé a jugar con su pito dormido, pero no hubo caso, no se despertó, de manera que yo me quedé caliente.

"Muy bueno, espectacular….¿acabaste bien?…"

¿Qué podía contestarle?.

"Hacía tiempo que no terminaba así…..gracias!…", le mentí con mi mejor cara de satisfacción (fingida, por supuesto).

Carlos me dejó cerca de casa.

Después de la cena, lo agarré a mi marido en la cama para que me sacara toda la calentura que me había quedado desde la tarde. A él lo excité contándole, como si fuera una invención mía, que me había cogido a un viejito conocido, medio asqueroso por cierto, pero que de ninguna cogía como él.

Dos días más tarde, mi marido llegó contento a casa y me contó que le habían dado un pequeño aumento de sueldo.

"Parece que Don Carlos tan zorete no es…", dijo un poco extrañado por tanta generosidad.

Por lo pronto, la semana que viene me daré otra vuelta por la oficina de mi marido.

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