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Diez colores

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Esta historia que voy a narrar sucedió hace ya tiempo, cuando no se estilaban los móviles, tabletas, ordenadores y demás aparatos electrónicos.

Hola me llamo Maite, esta historia sucedió cuando contaba 18 años y con mi mejor amiga y compañera de clase que se llamaba Mónica. Estudiábamos BUP. Mi amiga era más lanzada que yo, más espabilada que yo y naturalmente se cortaba menos que yo. Por aquel entonces teníamos las hormonas un poco revolucionadas y la primavera y el calor ya nos acompañaban. Mi padre trabajaba por la mañana y por la tarde hasta las tantas en una tienda que regentaba y mi madre se pasaba las tardes participando en talleres de plástica, decía que se sentía realizada cuando conseguía sacar todo lo que llevaba dentro, yo era hija única y mi amiga tenía tres hermanos así que cuando tocaba estudiar nos encerrábamos en mi habitación.

Teníamos que prepararnos para un examen de biología que era un tostón, y mientras sacábamos libros, apuntes, bolígrafos y toda la parafernalia que necesitábamos charlábamos de lo feo y viejos que eran los profesores, lo mal que vestía la chica rubia que nos caía mal, lo descarada que era la que tenía las tetas más grandes y lo guapo y alto que eran los chicos que nos gustaban. Yo ese día encontré entre los cajones del escritorio un antiguo regalo que me había hecho mi madre por un antojo que tuve de una papelería cercana a casa, un bolígrafo de diez colores, blanco y azul de unos quince centímetros de largo y unos tres de diámetro. Mi amiga se quedó flipando recordando mi boli que hacia tiempo no los veia y le hizo gracia sobre todo porque los colores no pintaban, ni ahora ni antes, que ese boli estaba mejor que cargar con cuatro bolígrafos para el rojo, azul negro y verde que solíamos usar para tener los mejores apuntes.

Cuando conseguimos empezar a estudiar y abrimos el libro nos desmoralizamos porque casi no entendíamos nada, así que nos dedicamos a pasar páginas y mi amiga encontró el capítulo de la reproducción donde venían dibujos de los aparatos reproductores de los animales y del hombre y la mujer. Mi amiga se entretuvo en explicar los dibujos y a decir que menuda mierda de polla habían dibujado, caída y floja, que la del último chico con el que había estado era mucho mejor, aunque no supiera manejarla. Luego pasó al de la mujer. Aquí salió su lado perverso y me dijo:

-Quítate las bragas, vamos a estudiar el aparato reproductor femenino.

Yo no la tenía todas conmigo, y eso que no era la primera vez que nos veíamos desnudas, muchas habían sido las ocasiones en las que nos habíamos enseñado las tetas y las habíamos comparado y también cuando comenzó a salirnos el vello púbico. Mónica empezó a tirar de mis pantalones hasta que me los quitó entre risas así que cedí a sus peticiones. Mientras me terminaba de quitar los pantalones y las braguitas ella arrimó la mesa al espejo de la puerta del armario y me ordenó que me subiera encima mirando al espejo mientras abría las piernas. Ella cogió el libro puso voz grave y dijo.

- Vamos a comenzar la clase así que estén atentos a la lección. Cogió el bolígrafo de diez colores a modo de puntero y comenzó diciendo.

-Aquí tenemos el monte de venus que son estos pelos rizados de aquí arriba. Mientras decía esto pasó el boli describiendo círculos lo que me propició unas cosquillas y una corriente eléctrica me cruzó el cuerpo.

- Por cierto, estos pelos hay que arreglarlos, ¿no ves el dibujo que están recortados?

Yo le dije que ella que sabía que acaso ella se lo había recortado.

- Por supuesto, yo ya había visto el libro y me gustó así que los rasuré.

-No te creo. le dije a Mónica. -Enséñamelo.

-Así que no me crees, ¿no? Pues mira. Y se quitó los pantalones y las bragas y resultó que era verdad, Mónica se había rasurado su monte de venus y me mostraba su coñito sin pelos

Volvió a coger el bolígrafo y continuó con su explicación.

-Continuamos bajando y esta cosa de aquí al lado que llega hasta abajo son los labios mayores. Mi amiga me comenzaba a excitar y entonces me abrió mi sexo y con el bolígrafo lo paseó hasta detenerse en mi clítoris y con su voz grave imitando a los profesores comenzó a acariciarlo. Yo me tumbé en la mesa mientras suspiraba de placer, y ella bajó y señaló mis labios menores y dijo:

-Aquí tenemos los labios menores y si lo abrimos vemos la entrada de la vagina. Mónica comenzó a acariciar mi entrada con el bolígrafo y yo ya gemía de placer con sus caricias y ella notó mi mojadura y comenzó a introducir la punta del bolígrafo. Cuando introdujo más bolígrafo de la cuenta di un bote por el susto de lo que pudiera pasar, Mónica también se asustó, pero me relajó diciendo que no pasaba nada que me lo metería hasta que le avisara que no podía aguantar más. Y así lo hizo, me introdujo casi medio bolígrafo cuando le avisé. Y comenzó a meterlo y sacarlo. Se puso junto a mí y con la mano libre me subió la camiseta y me sacó los pechos por encima del sujetador y comenzó a acariciármelos. Mi placer era enorme y mi mano se dirigió a su depilado sexo que comencé a acariciar y le introduje un dedo.

El único momento que Mónica dejo de penetrarme fue el tiempo que tardó en quitarse la camiseta y el sujetador para liberar sus pechos y colocármelos en mi boca para que se los chupara, su placer iba en aumento y sus movimientos con el bolígrafo cada vez más rápidos y me corrí, vaya si me corrí. Fue una explosión de gemidos, gritos ahogados, suspiros y respiración alterada que dejé a Mónica a medias.

Pero Mónica no había probado el bolígrafo de diez colores. Como estaba mojada no requirió mucho trabajo. Le apoyé sus brazos y pechos en la mesa y le comencé a deslizar el boli por su espalda bajando por la raja de su culo y lo apunté a su sexo. Entró sin problemas y cuando sintió medio bolígrafo me dijo que hasta ahí. Y comencé a meterlo y sacarlo. Esta vez me adelanté a ella y le cogí sus duras y firmes tetas, eran un poco más grande que las mías, pero poca cosa. Ella estaba disfrutando de lo lindo porque así me lo hizo saber cuándo me pidió que parase un momento se irguió, se giró y se quedó frente a mí. Cogió mi mano y la guió a su entrada y me pidió que continuase. Su respiración alterada y sus gemidos explotaban en mi cara. Ella cogió mi cabeza y me pidió que chupara sus tetas que la volvía loca y que metiera el bolígrafo más rápido que se iba a correr, un gran grito y su cuerpo cayendo sobre la mesa reveló que Mónica se había corrido. Cuando se repuso me abrazó y nos fuimos al baño a asearnos. Mónica me dijo que por qué no mejor nos duchásemos juntas y mientras yo fui a por unas toallas y encender el termo ella recogió el bolígrafo de diez colores. Cuando lo vi le pregunté que para que lo quería y solo me dijo:

-Ahora lo vas a ver.

El agua nos salpicaba a las dos y Mónica comenzó a chupar el boli a la vez que se tocaba su sexo. Cuando lo vio oportuno comenzó a introducir el boli en su sexo y a gemir, pero cuando llevaba medio boli siguió empujando hasta que le entró casi entero. Un gesto de dolor ocupó el rostro de mi amiga y yo me asusté, pero Mónica enseguida comenzó a meter y a sacar el bolígrafo de su coño, cada vez más rápido hasta que se su espalda se apoyó totalmente contra la pared y se corrió de nuevo. Yo estaba quieta observando bajo el agua como mi amiga acababa de hacérselo con mi bolígrafo.

Ella enjuagó el bolígrafo con el agua caliente y me lo pasó. Me dijo que ahora me tocaba a mí que iba a disfrutar que no me preocupase del dolor que solo era un momento por lo rígido del boli, pero que lo habíamos hecho con chicos que la tenían igual, aquí se echó a reír y dijo casi parecidas y se pasaba rápido. Ella me introdujo el bolígrafo en la boca y mientras le practicaba una mamada ella me acariciaba mi clítoris y me metía un dedo en mi sexo.

Yo me introduje el bolígrafo lentamente hasta la mitad, pero Mónica me alentaba para que siguiera metiéndolo. A mí me daba miedo así que Mónica me quitó el boli me inclinó ligeramente apoyó el boli contra la pared a la altura justa para que me entrara desde atrás. Y comencé a balancearme mientras Mónica sujetaba el boli y me pellizcaba los pezones. Mis movimientos eran cada vez más rápidos y el bolígrafo entraba cada vez más hasta que un grito de dolor me paralizó pero como a Mónica desapareció rápido, Mónica me dijo que lo había conseguido que me había entrado todo el boli y que ahora solo tocaba correrme. Volví a moverme y a sentir como el bolígrafo recorría mis entrañas haciendo desaparecer el dolor y proporcionándome un gran placer como antes. Mónica me acariciaba el clítoris y me chupaba las tetas mientras el agua caliente me proporcionaba una nueva sensación y volví a correrme. Me saqué el bolígrafo como pude y cayó a la bañera. Mónica y yo nos besamos, nos secamos y volvimos a mi cuarto a vestirnos. Nos tumbamos en mi cama y nos quedamos en silencio mirando al techo y suspirando de vez en cuando. Cuando nos miramos a los ojos nos echamos a reír, Acabábamos de crearnos nuestro propio consolador para las dos con el bolígrafo de diez colores. En ese momento sonó la puerta de la calle y entraba mi madre que venía de sus cursillos. De un bote nos sentamos a la mesa para hacer como que estudiábamos, mi madre entró para saludarnos y preguntar si habíamos merendado.

Una hora después Mónica se marchó a su casa no sin antes besarme en la boca y chupando el boli. Yo esa noche casi no pude dormir pensando en lo que habíamos hecho y cuando concilié el sueño me dormí con una gran sonrisa.

Naturalmente el examen no lo aprobamos, no trataba sobre las partes del aparato reproductor pero esa noche para mitigar la pena de haber suspendido me acosté con el bolígrafo de diez colores y me transportó al final del arco iris del éxtasis. Una semana después vino Mónica emocionada, había conseguido encontrar otro boli de diez colores y dos de cuatro, le pregunté que para que quería los boligrafos de cuatro colores y ella me dijo:

-Ahora lo vas a comprobar, desnúdate y ponte a cuatro patas en la cama. Yo esta vez no discutí y me desnudé de golpe poniendo mi culo a disposición de Mónica. Ella me sonrió al comprobar que me había recortado mi monte de venus y comenzó a acariciar mi sexo y a ponerme a tono mientras ella chupaba el bolígrafo nuevo. Cuando estuve a punto sacó el boli de su boca y me lo introdujo casi entero. Yo gemía de placer y movía mis caderas hasta que sacó el boli de mi coño y lo apuntó a mi culo, con un poco de resistencia Mónica consiguió introducirlo mientras yo me acariciaba mi clítoris. Ahora que tenía el boli en mi culo cogió el grande y después de echarle un poco de saliva lo introdujo en mi coño. Comenzó un mete y saca con ambos bolígrafos mientras mis dedos retorcían mi clítoris y me proporcionaban un orgasmo tremendo que me derrumbaba en la cama con el culo hacia arriba y con catorce colores llevándome al paraíso.

Cuando me repuse le pregunté qué de donde había sacado semejante idea y me dijo de una revista porno que guardaba su hermano bajo la cama en la que una mujer se metía un consolador por el coño y otro por su culo, que se compró un bolígrafo para ella y que intentó metérselo pero que no se atrevía por el tamaño por eso compró uno más chico y ese entraba bien y volvió a comprar otro para mí para que ambas viviéramos las mismas experiencias.

Yo le comenté que cuando nos dieron las notas para consolarme por el suspenso lo utilicé, ella me sonrió me besó y me felicitó. Pero ella estaba vestida y ahora le tocaba colorear su placer así que la desnudé y la acaricié. Mientras chupaba sus pechos le introducía un dedo en su sexo y cuando me confirmó que estaba lista comencé a penetrarla con los bolígrafos, como me había hecho a mí, uno por el culo y otro en su coño. hasta llevarla a conseguir su orgasmo.

Nuestras experiencias sexuales eran maravillosas, cada vez nos veíamos más a menudo para disfrutar de nuestros bolígrafos y mientras en un principio a nuestros padres les parecía bien nuestro entusiasmo por estudiar, que era la excusa perfecta, los resultados académicos no acompañaban a tanto esfuerzo y nuestros padres empezaron a no ver con buenos ojos que estudiásemos juntas y al final tuvimos que separarnos. Pero para entonces manejábamos los bolígrafos de maravilla.

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