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Sex note -1

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Un extraño regalo caído del cielo

El día que encontré el “sex note” estaba particularmente deprimido, porque la chica que me gustaba me había rechazado. No es que Juliana fuese el amor de mi vida ni mucho menos, pero su rechazo se sumaba al de otras mujeres, que a lo largo de los veinticuatro años que tengo de vida, me convencieron de que no hay manera de que una fémina medianamente bella se sienta atraída por mí.

No es que sea feo. Al menos no lo considero así, y mis amigos y amigas reafirman esa convicción, creo yo, con sinceridad.

Pero si no resulto desagradable a la vista, tampoco tengo ningún rasgo atractivo. Soy un morocho del montón, con varios kilos de más, y de estatura media.

A la carencia de atractivo físico hay que sumarle la ausencia de otro tipo de atractivo. No soy muy inteligente, ni tengo algún talento que me destaque por encima de los demás, y para colmo, mi problema visual me hace comportarme de manera torpe, y debo caminar de una manera un tanto extraña, mirando a todos lados cada vez que doy un paso. Tengo anteojos que me ayudan con ese problema, pero aun así, no puedo andar libremente por la calle. Y como frutilla de la torta, soy tan tímido, que cuando estoy con una chica linda me vuelvo un estúpido. En fin, soy un desastre a los ojos del sexo opuesto. Si no fuera por las putas, todavía sería virgen.

Volviendo a ese día. Juliana me había escrito por Messenger que no estaba interesada en salir. Yo la había invitado mientras chateábamos, ya que en esas circunstancias me sentía más valiente. Pero cuando recibí el mensaje me estremecí por dentro, y me sentí el mismo fracasado de siempre.

Estaba en un café, al que fui luego de salir del trabajo, para hacer tiempo antes de entrar a la universidad. Pero como estaba tan deprimido, decidí olvidarme de la clase de análisis matemático e irme a caminar por ahí.

Me había alejado una par de kilómetros, adentrándome en un barrio desconocido, cuando sentí que encima de mí aleteaba un pájaro.

Pero no era un pájaro. Era un cuaderno abierto que caía, y sus hojas se movían por el viento. Tocó el suelo, justo a mi espalda. Me di vuelta a mirarlo. Era un cuaderno de tapa negra, dura. En su tapa se leía “sex note”. Llamó mi atención de inmediato. Creí que me había equivocado y que no se trataba de un cuaderno, sino de un libro erótico, cuyo título era “sex note” pero cuando me agaché a agarrarlo y lo abrí, me percaté de que mi primera impresión fue la acertada, porque salvo las primeras páginas, todas las demás estaban con los renglones en blanco, listos para ser escritos. Lo guardé en mi mochila y volví a mi casa.

En el colectivo abrí de nuevo el cuaderno para leer lo que decía en la primera página. Era raro lo que estaba impreso. El título decía “Reglas para el uso del sex note”, y a continuación se enumeraban las siguientes reglas.

1- El humano que reciba este sex note será el dueño del mismo hasta que, por decisión propia y expresando su deseo verbalmente, le traslade la posesión a otro humano.

2- la persona cuyo nombre se escriba en la nota, en cualquiera de las hojas en blanco, quedará sometida a la voluntad del dueño del sex note.

3- Para evitar confusiones entre homónimos, el dueño del sex note deberá escribir el nombre completo de la persona que pretenda someter, sin faltas de ortografía, y además, deberá imaginarla, lo más detalladamente posible, mientras escriba la nota.

4- el sex note, sólo debe usarse para obtener satisfacción sexual, entendiéndose por esta, a todo acto que genere placer sexual a su dueño, sin necesidad de alcanzar un orgasmo. Si se intenta utilizar para cualquier otra cosa, la nota no surtirá efecto.

Hasta ahí llegó mi lectura. Me parecía un disparate, y no podía entender cómo alguien podía perder el tiempo escribiendo esas cosas. Sin embargo debo admitir que me perecía muy original. Además, no pude evitar fantasear, mientras iba llegando a casa, con lo increíble que sería poder usar un cuaderno así para acostarme con todas las mujeres que deseara. Pero era sólo una bella fantasía. Al menos eso creía en ese momento.

EL PRIMER EXPERIMENTO

Al otro día fui a trabajar al estudio jurídico. Luego de hacer las diligencias por tribunales, fui a la oficina. El doctor Lacapra me había dicho que iba a estar en unas audiencias en capital y que no volvería por la tarde. Eso me alegró, porque el tipo, si bien es bueno, está todo el tiempo dando órdenes contradictorias, y tiene la mala costumbre de decidir que todos las cédulas y escritos que debo confeccionar son urgentes, lo que me llena de trabajo innecesariamente.

Pero como tenía la oficina para mí solo, podía decidir qué cosas hacer y qué no.

Mientras redactaba un escrito para iniciar un juicio de divorcio, me llega un mensaje del doctor Lacapra. “va ir la Srta. Armella, por favor dale la documentación que tiene que firmar, y que te deje los datos de los testigos”.

El mensaje me alegró. La señorita Armella se llamaba Micaela, y era una de las clientas más lindas del estudio. Si bien no tenía un cuerpo despampanante, su trasero no estaba nada mal, y su rostro era precioso: de ojos verdes y de delicadas facciones. Su piel siempre bronceada y el pelo castaño muy prolijo, peinado hacia atrás, terminando en una cola de caballo.

Llegó a los pocos minutos que recibí el mensaje. Estaba muy linda, con una pollera ceñida, medias negras y tacos. Arriba, una sobria camisa blanca. Ella también trabajaba en alguna oficina cercana, supuse.

La atendí con el mismo nerviosismo que me ataca siempre que estoy frente a una hembra hermosa. Ella firmó los papeles, y me dio los datos de los testigos que íbamos a usar para el juicio. Me saludó con un beso en la mejilla, y mientras veía su rostro sonriente alejarse del mío, sentí que empezaba a calentarme. La acompañé hasta la puerta, y mientras se marchaba, le miré el culo.

Cuando entré me acordé del sex note. Lo tenía en la mochila junto con las carpetas y libros que usaba en la universidad, por la noche. Lo saqué y leí la regla que más me había llamado la atención: “2- la persona cuyo nombre se escriba en la nota, en cualquiera de las hojas en blanco, quedará sometida a la voluntad del dueño del sex note”.

Qué no daría porque eso fuera cierto, pensé. Y entonces, como estaba caliente, y tenía el cuaderno en mi mano, y porque mi jefe no estaba para ver que no hacía nada, agarré una birome y escribí la siguiente nota en la primera página en blanco: “Micaela Armella vuelve a la oficina de la que acaba de salir, y le practica sexo oral a Carlos, el secretario del doctor Lacapra”.

Obviamente yo soy Carlos, pero no estaba seguro de si debía referirme a mí en primera persona. En fin, cuando terminé de escribir me sentí el más tonto del mundo, no sólo por haberlo hecho, sino porque una parte de mí esperaba, mientras redactaba un oficio policial, que Micaela toque el timbre y entre exclusivamente para chuparme bien la pija. Pero pasaban los minutos y nada sucedía. Había escrito la nota ni bien se fue, por lo que ya debería haber vuelto. Me sentí un imbécil de nuevo, pero no pude evitar releer las cuatro primeras reglas, para luego leer la quinta, que decía así:

5- Una vez que se escriba la nota, deberá finalizarla con la palabra FIN. La nota deberá indicar la hora y fecha exacta en que se pretenda que surja efecto, de no indicarse horario ni fecha, se entenderá que el sometimiento comienza inmediatamente después de escribir la palabra FIN. Si tiene fecha pero no tiene horario, se entenderá que el sometimiento comienza a las cero horas del día indicado. Si solo tiene hora, se entenderá que el sometimiento empieza el mismo día que se escribió, a la hora indicada. Si la hora y fecha son anteriores a que se escribió, la nota no surtirá efecto.

Una vez que leí eso, todavía sintiéndome ridículo y tonto, escribí la palabra FIN al pie de la nota.

Pero pasaron los minutos y nada.

Calculé el tiempo que había pasado desde que se fue, y el que había pasado desde que escribí la palabra FIN, y llegué a la conclusión de que soy un idiota. ¡Cómo podía estar perdiendo el tiempo con eso! Ese cuaderno me estaba trastornando la cabeza. Ya bastante difícil se me hacía concentrarme en el trabajo y en la facultad al mismo tiempo, y encima ahora me estaba obsesionado con ese ridículo cuaderno. Tiraría el sex note a la basura.

Pero justo cuando me disponía a hacerlo, sonó el timbre.

Cuando abrí la puerta, Micaela entró casi corriendo.

— ¿Te olvidaste de algo? — pregunté, sorprendido por la casualidad de que haya vuelto, aunque en el fondo estaba esperanzado.

— No sé qué hago acá. — dijo, y con la puerta todavía entre abierta, se arrodilló y llevó una mano a mi bragueta.

No lo podía creer. ¡De verdad estaba pasando! Cerré la puerta, mientras ella me bajaba el cierre del pantalón. Liberó mi falo que ya estaba semi erecto. El gesto de su cara no coincidía con lo que estaba haciendo. Se la veía confundida, e incluso asqueada. Pero no dudó en llevarse la verga a la boca. Se la comió entera. Su cara hermosa, perpleja por la confusión, estaba colmada por mi sexo ya duro. Me acarició las bolas, se sacó el pene de la boca y comenzó con la succión más específica, primero pasando por todo el tronco, para luego lamer mis bolas peludas. Se le metió un pelo en la boca, tosió como una gata, y cuando lo escupió, se concentró en el glande.

— Si hermosa, siempre me gustaste, que bien la chupás. — le decía yo, mientras le acariciaba la cabeza, despeinándola un poco.

Hace mucho que no tenía relaciones, por lo que acabé enseguida. Lo hice, por supuesto, adentro de ella. Pero a Micaela no pareció gustarle el sabor a semen, y lo escupió a un costado una vez que dejé de eyacular.

— No sé qué hago acá. — Repitió. Se limpió la boca con la manga de la camisa, y antes de que yo pudiera decirle algo, se fue dando un portazo.

APRENDIENDO A UTILIZAR EL SEX NOTE

Luego de semejante experiencia, dejé de lado todo el trabajo que debía hacer, y me dediqué a leer detenidamente las reglas del sex note.

Todavía no estaba convencido del poder que tenía ese cuaderno de tapa negra, pero era extremadamente improbable que lo que acababa de suceder con Micaela fuese una mera casualidad.

No voy a escribir todas las reglas, sino las que considero más importantes para que se entienda su funcionamiento.

La regla siete decía que el sex note, no podía alterar las leyes físicas. Es decir, que si por ejemplo, yo escribo que en media hora Jessica Alba estaría en bolas en mi habitación, esa nota no surtiría efecto, porque ella está a miles de kilómetros de distancia, y sería imposible que llegue en tan poco tiempo.

La regla 10 es una de mis preferidas.

10- El sometimiento durará como máximo dos horas, o bien, finalizará una vez que se realice lo que la nota indique.

Y acá dejo otras de las más importantes.

12- La nota deberá ser lo más precisa posible, detallando no solamente las acciones, sino también los sentimientos y pensamientos que dominarán al sometido durante el lapso de sometimiento.

Esta regla resulta muy esclarecedora, ya que explicaría la actitud de Micaela, que si bien hacía lo que indiqué en la nota, su cara reflejaba confusión, y su actitud al terminar de chupármela, fue de una mezcla de vergüenza y arrepentimiento. Debería tener cuidado la próxima vez, y ser mucho más específico, ya que luego de que el tiempo de sometimiento termine, la mujer de turno podría pensar que fue drogada o inducida mediante cualquier otro método, y entonces tendría problemas.

18- Se puede someter a un máximo de dos personas simultáneamente, escribiendo una nota para cada uno.

Esta regla sin lugar a dudas me sería útil más adelante.

En fin, cuando salí de la oficina, dejando un montón de trabajo sin concluir, ya había leído todas las reglas y tenía una idea más o menos clara de los alcances y límites del sex note. Además también reparé en ciertos detalles, como la cantidad de páginas que tenía el cuaderno. Eran doscientas hojas, es decir cuatrocientas páginas en blanco, para llenarlas de mis más retorcidas fantasías. Para ser preciso en las notas, necesitaría como mínimo media carilla, lo que implicaba que contaba con unas ochocientas notas. Aunque lo usara todos los días, ese cuaderno me traería diversión por mucho tiempo.

EL SEGUNDO EXPERIMENTO

Fui a la universidad, como todos los días, salvo que este no era un día como todos los demás. Después de que Micaela me mamara la verga, estaba obsesionado con confirmar el poder del sex note. Decidí que esa misma noche escribiría otra nota.

Esta vez tocaba Clase de sociología. Empecé la universidad recién este año, por lo que tengo compañeros mucho menores que yo, aunque claro, como es el turno noche, hay gente de todas las edades.

Había varias pendejas de entre dieciocho y veinte años a las que me cogería con gusto. Pasé la mirada por todos los asientos, y me di cuenta de que había por lo menos quince chicas a las que querría someter a mi voluntad.

Pero no debía ser descuidado. Si hacía eso, podría tener inconvenientes. Se correría el chisme de que había algo raro en mí, y las chicas, una vez liberadas del poder del sex note, y sabiendo que no eran las únicas a las que las había invadido la irrefrenable necesidad de estar con migo, comenzarían a sospechar de que ese deseo no era natural.

Pero al menos a una me cogería, de eso no cabía duda. Estaba Agostina, la más carilinda de todas, una morocha que bien podría estar desfilando por las pasarelas. De piernas largas y hechiceros ojos negros, a sus dieciocho años estaba consciente de su belleza, y miraba a los hombres por encima del hombro, sabiendo que podría elegir a cualquiera.

También estaba Ximena, una flaquita de ojos verdes y sonrisa compradora. Una de esas chicas que generan en los hombres el impulso de meterle la verga en la boca.

Y luego, en el fondo, se sentaba Romina, la pendeja más despampanante de la comisión. Sus caderas, tetas y nalgas, parecían querer explotar, atrapadas en las prendas ajustadas que usaba.

Estaba pensando a cuál de las tres elegiría cuando entró la profesora.

La licenciada Fernanda De La Torre era linda, aunque no más que las tres chicas que mencioné antes. Sin embargo tenía algo a su favor que la hacía más atractiva que cualquiera de mis compañeras: era profesora.

Desde chico, fantaseaba con acostarme con mi maestra de séptimo grado. Y desde ahí siempre tuve una especial atracción hacia las mujeres que me enseñaban. El hecho de que fueran, por decirlo de alguna manera, más poderosas que yo, me generaba ganas de dominarlas y hacer que esa relación de poder se invierta, y sea yo el que controle la situación.

Por otra parte, el hecho de que la relación alumno maestra sea un tabú, me hacían querer trasgredir esa regla. El morbo me erotizaba.

Fernanda tenía un par de años más que yo, por lo que no debería parecer imposible que yo me acueste con ella, siempre y cuando no fuera tan tímido y fracasado, claro. Pero el hecho de que sea mi profesora, limitaba la relación que podríamos tener, y hacía parecer imposible una aventura con ella. Es por eso que elegí dedicarle mi segunda nota en el sex note.

Mientras ella hablaba de quien sabe qué, yo, en lugar de tomar notas en el cuaderno universitario como hacían mis compañeros, abrí el cuaderno negro, y escribí lo siguiente: “Fernanda De La Torre, a las 22:30 hs, comenzará a sentir un deseo sexual creciente por mí. A las 23 hs, luego de finalizada la clase, se irá al baño del departamento de deportes a masturbarse, deseando que yo la interrumpa y me la coja. Una vez que yo llegue a donde está, se olvidará de cualquier pudor y prejuicio que pueda tener, y hará todo lo que yo le diga con el objetivo de complacerme. Ella a su vez, se sentirá más excitada de lo que jamás se sintió, y desde que comience a masturbarse hasta que terminemos de coger, el único pensamiento que rondará su mente, será que tiene que estar conmigo, y mientras todo esto suceda no dirá una sola palabra. Mientras la penetro, ella acabará cada cinco minutos, y tendrá los orgasmos más intensos que haya tenido jamás. FIN”

Eso era todo lo preciso que podía ser en ese momento. Más adelante aprendería a redactar las notas de mejor manera. Pero no estaba nada mal, era clara y no dejaba cabos sueltos. A las once de la noche los alumnos volaban a sus casas y en la universidad sólo quedaban los de seguridad. Pero para estar seguro de que nadie nos molestaría, elegí el baño del departamento de deportes, ya que estaba seguro de que en esa parte de la universidad, a esa hora no quedaba nadie.

Se hicieron larguísimas las tres horas que debían transcurrir hasta que sean las diez y media.

Fernanda daba la clase como siempre, con dinamismo, permitiendo la participación de los alumnos. Caminaba por los pasillos dejando una estela de su perfume. Llevaba un pantalón de jean con pequeñas roturas en la rodilla, y una blusa azul con estampado de corazones blancos. El pantalón no le quedaba nada mal, le levantaba el culo, que más de uno de mis compañeros le miraba disimulando mal. Su piel blanca se enrojecía de pasión cuando hablaba de la influencia mediática. Su elocuencia y su lenguaje amplio siempre me resultaron seductores. Estaba convencido de que había hecho bien en elegirla.

A las diez y media en punto me clavó la mirada. Pareció sorprendida, como si hubiese descubierto algo sorprendente. Luego sacó con esfuerzo su vista de encima de mí y siguió con la clase. Sin embargo a cada rato me miraba de reojo, y se ponía colorada. Yo esperaba que mis compañeros no se den cuenta de que la profe se estaba excitando con migo.

En más de una ocasión se puso muy seria, como queriendo reprimir el deseo que ya la había poseído. Por momentos se perdía en sus reflexiones y debía volver a empezar. Eso me causó gracia, y un poco de lástima.

A las once menos diez dio por terminada la clase. Yo salí al pasillo, y me quedé sentado a esperar verla salir.

A las once en punto, salió del aula, casi corriendo. Vio que yo estaba ahí, y me miró con sorpresa y deseo. Pero apuró aún más el paso, salió al patio grande y se fue en dirección al departamento de deportes.

Ya estaba convencido de que el poder del sex note era real. Solo tenía que ir a donde se encontraba la profesora, que ya estaría masturbándose, pensando en mí, y podría hacer con ella lo que quisiera.

Fui al baño de mujeres del departamento de deportes, y entré en silencio. Había muchos cuartos de inodoro, pero un ruido constante me indicaba a dónde me tenía que dirigir.

El sonido de la mano frotándose con el clítoris se escuchaba cada vez más fuerte mientras me acercaba. Abrí la puerta y me encontré con Fernanda, más conocida como la profesora De La Torre, sentada en el inodoro, con los pantalones bajos, la bombacha por las rodillas, y la mano todavía tocando su sexo.

Se sorprendió, abrió grandes lo ojos, se ruborizó, rio, todo eso sin sacar la mano de en medio de las piernas.

— Hola profe. — saludé.

Ella me saludó con un movimiento de cabeza, es que no podía decir nada, porque así lo dispuse en la nota. Se paró, me abrazó, y me dio un beso apasionado.

Nunca había generado esa pasión por nadie, así que me quedé un rato pasmado, mientras ella saboreaba mis labios como si fuera lo más delicioso del mundo, apoyaba su pubis peludo sobre mí, y me acariciaba por todas partes, como si tuviese mil manos que querían tocar todo al mismo tiempo.

Sin darme cuenta, ya tenía los pantalones abajo, con el falo hinchado. Ahora empezaba a secundarla, y mientras me manoseaba, yo comencé a acariciarle el culo desnudo. Sólo ese contacto produjo en ella una serie de gemidos que me pusieron a mil.

La llevé contra la pared, ella apoyó la pierna flexionada sobre el inodoro, y así nomás, sin preservativo, la ensarté.

¡Que rico se sentía! Mi pene se resbalaba en los flujos vaginales, que ya habían salido, abundantes, mientras entraba en ese túnel caliente. Entonces comencé a cogerla. Ella largaba gritos, esos no eran considerados palabras, por lo que no tenía por qué reprimirlos. Mientras entraba en ella, me besaba el cuello y la oreja. Yo escuchaba su respiración entrecortada. Fernanda me ayudó haciendo movimientos pélvicos que estaban bien sincronizados con mis embestidas. Me agarraba la cara y me miraba a los ojos, como pretendiendo asegurarse de que yo era real. Me besaba los labios dejando un montón de saliva en ellos. La madera que hacía de pared del cuarto del inodoro crujía por la presión que hacían nuestros cuerpos transpirados en ella. La profe me acariciaba el culo, la espalda, los hombros, como si fuera el ser más perfecto del mundo. Enseguida vino su primer orgasmo. Me apretó con sus manos como garras, y sus ojos se desorbitaron, quedando blancos. Largó un grito tan fuerte que yo temí que alguno de los de seguridad escucharan. Sentí los fluidos vaginales empapando mi verga. El olor a sexo se percibió más fuerte que nunca, inundando el pequeño cuadrado en donde estábamos copulando. Era el olor más rico que jamás haya sentido.

Yo seguía duro, adentro de ella. Cuando me movía para enterrarme más, todo su cuerpo temblaba. Había quedado muy sensible después de haber acabado. Por lo que la penetré con gran lentitud y delicadeza. Su respiración era todavía agitada. Me acariciaba los pectorales, y me miraba con una sonrisa idiota, como si fuese una especie de dios. A los cinco minutos acabó de nuevo, con un orgasmo tan intenso como el anterior. La di vuelta. Le di un beso en el culo, y luego lo mordí. Después le enterré un dedo en el ano. Ella gimió de placer, su cuerpo se arqueó, y su cabeza giró para verme mientras le enterraba de nuevo el dedo. Lo hice una y otra vez. Quería que descanse un poco, tener tantos orgasmos seguidos era muy intenso, su corazón debía estar latiendo muy rápido, y yo temía que le suceda algo malo. Pero mientras metía y sacaba el dedo, le sobrevino el tercer orgasmo. Luego recordé que en la nota había dispuesto que mientras la penetraba, debía acabar cada cinco minutos, y lo de hacerle el culo con el dedo, también era una penetración, por lo que la profe se retorció de nuevo y yo sentí la contracción de sus músculos en mi dedo, que se vio muy apretado mientras ella largaba más flujos que se chorreaban por la pierna.

Seguimos cogiendo un rato más. Me costó mucho seguir el ritmo, porque ella era insaciable. Yo acabé tres veces, y ella… bueno, había perdido la cuenta.

La profe De La Torre estaba bañada en transpiración y despeinada, y largaba un fuerte olor a sexo. Y yo había perdido la noción del tiempo. Miré la hora: las doce y cuarenta de la medianoche. Me dio miedo. El tiempo de sometimiento ya había pasado. Me preguntaba si iba reaccionar como Micaela, que una vez que estuvo libre del poder del sex note, había huido corriendo. O quizá sería peor y la profe me atacaría a golpes y luego me denunciaría.

Sin embargo, Fernanda me dio un fuerte abrazo, y ahora que podía hablar, me dijo al oído:

— No puedo creer lo bien que cogés, quiero que esto se repita.

Eso no me lo esperaba. Al principio no lo comprendí, pero luego concluí que si bien ya no estaba bajo el poder de la nota, cualquier mujer que fuera tan bien satisfecha quedaría fascinada con el hombre que lo logró.

Nos lavamos y emprolijamos lo mejor que pudimos, y nos fuimos, por separado, primero ella, y diez minutos después yo, para que los de seguridad no sospechen que estuvimos juntos.

Continuará.

APARTADO ESPECIAL (lectura no obligatoria)

Reglas para el uso del sex note

1- El humano que reciba este Sex Note será el dueño del mismo hasta que, por decisión propia y expresando su deseo verbalmente, le traslade la posesión a otro humano.

2- la persona cuyo nombre se escriba en la nota, en cualquiera de las hojas en blanco, quedará sometida a la voluntad del dueño del sex note.

3- Para evitar confusiones entre homónimos, el dueño del sex note deberá escribir el nombre completo de la persona que pretenda someter, sin faltas de ortografía, y además, deberá imaginarla, lo más detalladamente posible, mientras escriba la nota.

4- El sex note, sólo debe usarse para obtener satisfacción sexual, entendiéndose por esta, a todo acto que genere placer sexual a su dueño, sin necesidad de alcanzar un orgasmo. Si se intenta utilizar para cualquier otra cosa, la nota no surtirá efecto.

5- Una vez que se escriba la nota, deberá finalizarla con la palabra FIN. La nota deberá indicar la hora y fecha exacta en que se pretenda que surja efecto. De no indicarse horario ni fecha, se entenderá que el sometimiento comienza inmediatamente después de escribir la palabra FIN. Si tiene fecha pero no tiene horario, se entenderá que el sometimiento comienza a las cero horas del día indicado. Si solo tiene hora, se entenderá que el sometimiento empieza el mismo día que se escribió, a la hora indicada. Si la hora y fecha son anteriores a la que se escribió, la nota no surtirá efecto.

6- El horario se considerará válido en base a la zona horaria donde se encuentra el usuario del sex note, mientras escribe la nota.

7- EL Sex Note no puede alterar las leyes físicas, por lo que cualquier nota que no respete las mismas, aunque sea en parte, será nula en su totalidad.

8- No habrá límite de distancia para que el sometimiento sea eficiente, siempre y cuando se respeten las reglas anteriores.

9- El dueño del sex note no tiene obligación de participar activamente de las acciones que se le indiquen al sometido, siempre y cuando la nota cumpla con la regla N° 4.

10- El sometimiento durará como máximo dos horas, o bien, finalizará una vez que se realice lo que la nota indique.

11- El sometimiento nunca excederá el tiempo establecido en el punto anterior. Luego de eso, todo lo que haga quien fue sometido, será a su libre elección, ya que volverá a recuperar su voluntad.

12- La nota deberá ser lo más precisa posible, detallando no solamente las acciones, sino también los sentimientos y pensamientos que dominarán al sometido durante el lapso de sometimiento.

13- Si en la nota sólo se aclaran las acciones que deberá realizar el sometido, todo lo demás quedará sujeto a la decisión del sometido, cabiendo, de esta manera, la posibilidad de que lo indicado por la nota no se lleve a cabo.

14- Es esencial aclarar no sólo lo que el sometido hará durante el periodo de sometimiento, sino también lo que no hará, así como también qué pensamientos y sentimientos no lo poseerán mientras es sometido.

15- No hay ningún tipo de límites en la elección de la persona a someter. Siendo las normas éticas y las imposiciones sociales nulas a la hora de que surja efecto la nota.

16- El sometimiento sólo alcanzará a las personas humanas, resultando sin efecto cualquier nota con la que se pretenda someter a otro tipo de ser vivo.

17- No habrá límites en el tiempo que transcurra entre un sometimiento y otro.

18- Se puede someter a un máximo de dos personas simultáneamente, escribiendo una nota para cada uno.

(En el próximo relato escribiré más reglas).

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