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Cita de trabajo

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Daniela está deliciosa de pies a cabeza. Cabello oscuro, piel blanca, cara de facciones finas, como muñeca de porcelana, piernas torneadas acentuadas con un culo redondo y paradito y sus tetas son medianas pero suculentas que sin importar el escote, invitan a comérselas y desde que la conocí había querido dármela.

Un día me invitó a su casa porque quería hablarme de un trabajo. Se me hizo agua la boca en cuanto abrió la puerta. Llevaba puestos unos pantalones pegados que resaltaban sus piernas y su culo y una blusa negra sin mangas lo suficientemente escotada para dejar ver un poco de sus tetas. Empezó a contarme del trabajo y no podía dejar de ver sus suculentos senos aunque trataba de disimular, creo que lo notó. Toda ella me parecía perfecta.

Se levantó y fue hacia un mueble donde tenía los documentos del trabajo y me quedé mirando su culo sin darme cuenta de que ella lo había notado y me estaba viendo. “¿Te gustan?”, me preguntó. Me sobresalté y mi mirada se cruzó con la suya aunque no sabía si lo decía en serio o si lo hacía para confundirme. No supe qué responder y comenzó a acercarse a mí. “Te pregunto en serio, ¿te gustan?”, me dijo volteándose y poniendo sus nalgas muy cerca de mi cara mirándome por encima del hombro. “Me encantan, las tienes bien ricas”.

Dejó los papeles en el sillón y se sentó sobre mí dejando sus tetas al nivel de mi cara. Empezó a mover la cadera y mi miembro comenzó a ponerse erecto, puse mis manos en sus piernas y empecé a subirlas lentamente. Ella las tomó con fuerza y las llevó a sus nalgas y acercó sus labios a los míos rosándolos. “Que se vea que te gustan”, me dijo mirándome a los ojos. Las apreté con fuerza y la jalé hacia mí para besarla. Nuestros labios se encontraron en un beso lento pero lujurioso. Deslicé una mano por debajo de su blusa y subí acariciando su espalda y con la otra seguí apretando su culo.

“Quítate la ropa”, le dije. Me miró a los ojos, me sonrío, se levantó y se quitó la blusa y el brassiere liberando sus ricas tetas, me dio la espalda y lentamente bajó su pantalón dejando al descubierto su bóxer cachetero de encaje negro y sus perfectas nalgas se podían ver. La tomé por las caderas y empecé a bajarlo, tomé sus nalgas en mis manos, las apreté fuerte, y les di un pequeño mordisco, a lo que ella respondió apretando mi cabeza contra ellas. Se volteó hacia mí y comenzó a bajar mi pantalón mi miembro estaba erecto. Se sentó sobre mí apretando sus nalgas contra él y empezó a moverse lentamente hacia adelante y hacia atrás la cadera haciendo que su delicioso culo frotara mi pene mientras tomaba mis manos y las subía a sus tetas para que acariciara sus pezones. “Quiero que me lo chupes”, le ordené mientras pellizcaba los pezones. Se hincó frente a mí y empezó a jalarlo lentamente, lo acercó a su cara y lo frotó lentamente contra ella y poco a poco lo lamió desde la base hasta la punta y después lo metió lentamente en su boca; suavemente lo jaló y succionó el glande y hacía círculos con la lengua haciendo que estuviera a punto de venirme.

“Quiero comértela”, le dije levantándola con desesperación y jalándola por la cadera hacia mí; ella se acomodó haciendo un 69. El olor de su sexo era exquisito y podía ver que la delgada línea de vello ya estaba un poco húmeda. “¿Te gusta mojarte?”, le dije en tono pícaro. “Tú haces que me moje”, me dijo gimiendo al mismo tiempo que besaba miembro. Agarré con fuerza sus nalgas y metí la lengua en su sexo; ella gimió y con fuerza metió mi pene en su boca y al mismo tiempo me masajeaba las bolas, mientras yo jugaba con sus labios vaginales recorriéndolos con la lengua y dando pequeños mordiscos que la hacían sobresaltarse; sus gemidos se hicieron más fuertes cuando lamí el clítoris y lo succioné. “Así papi, no pares”, dijo entre gemidos y noté que se mojaba más. “Ya quiero darte”, le dije entre gemidos. Ya necesitaba metérselo, quería sentirla mojándome el miembro.

Me acomodé en el respaldo y ella se sentó de frente a mí metiéndose poco a poco mi miembro; agarré sus nalgas y con fuerza la ensarté, soltó un gemido leve y empezó el vaivén. Lentamente se movía de arriba a abajo; sentía sus jugos resbalar por mi miembro, la jalé hacia mí y metí la cara entre sus tetas y empecé a lamerlas como loco, ella apretó mi cabeza contra sus senos y comenzó a gemir más fuerte. “¿Te gustan mis tetas papi?”, dijo gimiendo. “Me encantan”, le dije lamiéndolas.

Su cuerpo estaba bañado en sudor, su vagina se sentía muy caliente y más mojada; el temblor que le provocaba el orgasmo hizo que bajara el ritmo de sus movimientos. Movía la cadera lentamente y cerraba los ojos de placer, apenas puse mis manos en sus tetas y las apretó fuertemente. Me miró con lujuria, sonrió y empezó a moverse más rápido. “Mójate más chiquita”, le dije mientras apretaba más fuerte sus tetas y ella sólo gemía por lo bajo; sus movimientos me tenían a nada de venirme y quería venirme en su boca. “Chúpamelo”, le ordené. Lentamente, me paré y se hincó frente a mí metiendo mi miembro en su boca jalándolo con fuerza y lamiéndolo muy rápido. Ya no aguanté más y se lo saqué, tomé su cabeza, agarré mi pene y lo jalé hasta que mi leche salió. Con fuerza, le cayó un buen chorro en la boca salpicando su cara y resbalando hasta sus senos, ella seguía con la boca abierta esperando a que ya no saliera más esperma y se lo metió de nuevo para succionar las últimas gotas. Me tumbé en el sillón y siguió chupándomelo, lo frotó en su cara juntando la leche que quedaba y lo lamió de nuevo. “El trabajo es tuyo”, me dijo mientras seguía jalando mi miembro y comiéndose el semen que había cado en sus senos.

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