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Al otro lado de la calle

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Hola a todos:

De nuevo con ustedes, cada vez con más emoción de narrar mis historias. Como siempre me presentaré para aquellos que no me hayan leído antes. Soy Sofi, una chica de 22 años. Me considero muy abierta y divertida, lo que me ha llevado a tener muchas aventuras y disfrutarlas al máximo... si me entienden. Soy una chica de estatura media, delgada y de piel blanca. Mi cabello lacio castaño claro luce muy bonito junto a mi piel y mis ojos color miel. Siempre he sido considerada de las chicas más bonitas de la escuela en la que estuviera y eso me encanta. Estoy segura de que más de un chico habrá dedicado su momento de placer íntimo pensando en mi; soy delgada pero me mantengo en forma, me ejercito para mantener un abdomen firme y estético así como piernas torneadas que terminan en un par de pompas bien paradas. Pero, como yo siempre digo, mi mayor regalo, es mi par de senos... firmes, levantados, suaves y de buen tamaño. Y sin duda, muy sensibles al tacto, sobre todo si se trata de las manos de un hombre.

La universidad. Es una etapa increíble, llena de nuevos retos, amigos, entretenimiento y grandes recuerdos. Para una chica como yo, llena de muchas experiencias que seguro dejan huella. También es una etapa de independencia, donde, como es mi caso, una se tiene que ir de casa para vivir sola si es que quiere estudiar. Y así fue. Afortunadamente mis primeros años de universidad tuve de roomie a mi mejor amiga, desde niñas, Fer. Pasamos tiempos increíbles juntas, y estar acompañadas no nos quitó privacidad cuando la necesitamos, si saben a lo que me refiero. Para el tercer año, decidimos vivir separadas para llevar aún más lejos nuestra independencia. Si bien esto no impidió que hiciéramos innumerables pijamadas, teníamos todavía más espacio que antes.

Afortunadamente me tocó un departamento muy bonito, comodo, con el espacio suficiente. Mi cuarto me encantaba pues tenía una ventana grande que daba a la calle. En frente había un edificio que parecía tener departamentos también. En fin. Estaba muy feliz. Tenía la escuela cerca y eso era muy conveniente también. Espero contarles varias de las vivencias que tuve dentro de estos muros en otros relatos.

Avanzando las semanas, noté que en frente vivía un chico en un departamento. Era tal vez de mi edad o cuando mucho, algo mayor. De muy buen ver, era un poco más alto que yo, de cabello negro y piel clara algo bronceada. Se notaba que hacía ejercicio por sus músculos, pero nada exagerado... tal y como me gusta. Siempre al llegar, podía senti su mirada viendome cuando coincidiamos. Supuse que le había gustado tal y como sentia que el me empezaba a gustar a mi. Pero pasaban los días y él nunca me hablaba. Decidí darle poca importancia y seguir con mi vida normal.

Un buen día, llegué a casa, cansada por muchas actividades. Siempre he necesitado hacer ejercicio para rendir al 100 y en aquel tiempo dedicaba dos horas al gimnasio. Pero al fin, recibiría un buen baño caliente. Otra ventaja que olvidé mencionar antes, es que el baño estaba justo en mi habitación, separado por una puerte. Una característica super agradable.

Llegué a mi habitación. Eran las 7 de la noche. El cielo apenas comenzaba a oscurecer. Me vi en el espejo; estaba molida pero aún así, bastante sexy. Llevaba un pants de licra bien pegado, haciendo una forma divina a mis piernas. Encima, una blusa de tirantes ajustada que terminaba por encima del ombligo. Y claro, como no puede faltar, un lindo escote para rematar. Que linda combinación. Pero por más que quisiera admirarme más, era tiempo de tomar ese tan ansiado baño.

Primero, me liberé de mi blusa, sintiendo un alivio increible. Solo quedaba en mi mi brasier color negro. Ya quería quitármelo también, pero me gusta más el orden y decidí quitarme primero mi licra. Y así fue. Despojada de mi ropa, quedé solo en ropa interior. Mi ventana estaba abierta y sentía lo delicioso y fresco del aire acariciar mi cuerpo semidesnudo. Pero había algo extraño, me sentía algo perturbada, como si no estuviera sola. Y era algo que había sentido antes. Una mirada penetrante y curiosa me estaba presenciando. Y creía saber a quién pertenecía. Deseaba equivocarme. Volteé lentamente y ahí estaba él; el chico desconocido de enfrente, asomado en su ventana, sin ninguna vergüenza, mirándome, espiándome. Y yo dándole espectáculo. Corrí rápido a la ventana, roja como tomate, y cerré las cortinas. Me tranquilicé. Estaba muy apenada, mi corazón latía rápido y mi temperatura corporal había aumentado. ¡Casi me veía desnuda un extraño!

Tanta era mi pena que, incluso sabiendo que ya no podría verme, no me pude terminar de desvestir en mi cuarto. Tuve que quitarme mi ropa interior en el baño. Afortunadamente la ducha me relajó bastante. Quisiera platicarles el simple recorrer del agua caliente entre mis pezones, basta para excitarlos y erectarlos un poquito. No por nada el baño siempre fue un espacio muy íntimo para mi. Ya al apagar la regadera, una sonrisa se me dibujó en el rostro. No quería, pero no pude evitar pensar en lo divertido y sobre todo, erótico del asunto. Después de todo, este chico se había llevado un buen taco de ojo al verme desvestir. Seguro el deseo de muchos. Pasó la noche y olvidé lo sucedido.

Pasaron algunas semanas hasta que, regresando el gimnasio, tal y como marca mi rutina, me pregunté si el chico desconocido y misterioso seguiría intentando verme desnuda a pesar de que siempre cerraba las cortinas al llegar. Decidí hacer el experimento y no cerrarlas al llegar. Pasados unos minutos, noté su presencia. Ahí estaba él. Su persistencia era increible. Como ya me lo esperaba, no me tomó por sorpresa del todo. Supuse que era hora de cerrar la cortina... cuando... algo me invadió, una sensación de atrevimiento de esas que te controlan. Este mismo instinto es el que me ha llevado a vivir los mejores momentos de mi vida, sobre todo en lo sexual. Y bueno, deben imaginarse a que me llevó todo esto. ¿Por qué no darle un pequeño show a este chico? Después de todo, es guapo.

No cerré las cortinas. Comencé a quitarme mi blusa y mi licra de la forma más natural. Solo trataba de alentar mis movimientos un poco. Tenía una sonrisa en mi cara que no podía eliminar, por más que lo intentara. Volteaba discretamente, y él seguía viéndome, serio, como si lo que viese fuera nada. Eso lo vi como un reto, decidí dar un paso más allá. Me volteé hasta darle la espalda y me quite el brasier lentamente hasta quedar en topless. Gire mi cabeza para echar mi cabello hacia atrás y mirar de reojo y, sin mostrarle nada, caminé de la forma más sexy posible al baño. Vaya que me divirtió todo esto. Nunca había hecho algo así. ¿Se me habría visto un seno al caminar? Seguro al menos una visión del llamado "side boob" había tenido. En fin, fue suficiente adrenalina por un día. Aunque para mi cuerpo no había acabado...en la ducha, recargada sobre la pared fría, y sintiendo el agua caer sobre mi cuerpo, disfruté tocándome suavemente, sin prisa, recordándolo todo. La ventaja de vivir sola, es que puedes hacer tanto ruido como quieras...y mis gemidos y suspiros no se exentan de eso. Terminé con un delicioso orgasmo, lista para descansar y relajarme.

Esa noche creí que hasta ahí llegaría todo. Estaba equivocada. Pasada solo una semana, regresaba del gimnasio como todos los días. Se me hizo un poco tarde y llegaba a casa ya por las 8 de la noche. Aún me faltaba una calle por recorrer. Estaba oscuro y trataba de caminar rápido para evitar cualquier peligro. Para terror mio, vi a lo lejos acercarse a un hombre de mal aspecto, acercándose. Entré en pánico, empecé a caminar más despacio. Presentía que, al menos, trataría de asaltarme. En un caso peor, no quisiera imaginar lo que podría hacer. Casi a punto de encontrarmelo de frente, el misterioso muchacho de enfrente se aparece junto a mi y me saluda como si me conociera de toda la vida. El hombre, algo desencajado, pasó junto a nosotros dando un cambio de dirección brusco, indicando que sí eran sus intenciones abordarme de alguna manera.

-... gr... gracias -le alcancé a decir. Estaba muy asustada aún, temblando.

-No deberías andar tan noche, deberías saber que es peligroso-me dijo en tono mandón y presumido.

-No sabía que era peligroso por aquí, además se me hizo tarde-le dije como en reclamo.

-Bueno, menos mal que también iba llegando-me dijo con una sonrisa.-me llamo Alejandro pero me dicen Alex.-se presentó extendiendo su mano.

-Yo soy Sofi -le dije sonriendo también y dándole la mano.

Caminamos lo que faltaba de la calle para llegar a nuestros departamentos. Él aún tendría que cruzar la calle para entrar al suyo. Estábamos por despedirnos pues ya habíamos agotado el tiempo para platicar. Sin embargo, no podía irme como si antes nada hubiera pasado.

-Oye...-le dije. Volteé a ver al piso para pensar un poco qué decir exactamente. -te agradezco por ayudarme y todo pero... tú sabes que has estado de mirón desde tu cuarto-le dijo con seriedad.

-Sí, es cierto-confesó con toda naturalidad. Siempre he tenido esa mala costumbre, creo. Normalmente me siento en la ventana y veo hacia afuera. Antes de que vivieras aquí había un chico que tocaba la guitarra. Cuando descubrió que me sentaba a escuchar su música, se alegró bastante de tener público, un admirador -me explicaba. -casi como un concierto, empezaba a tocar a la misma hora y yo a escucharlo tocar.

-Pero es diferente conmigo, yo no toco la guitarra -le dije. Me había calmado un poco. Su historia era bastante creíble por como la contaba.

-Sí, bueno... -se quedó callado por un momento. Se le dibujó una sonrisa picara -tampoco puedo negar que lo que veo ahora por la ventana es un espectáculo. Eres hermosa y parece que estoy destinado a ver arte tras esa ventana-me elogió.

Me puse colorada. Me encantó como se expresó de mi. Incluso sabiendo que hablaba de mi cuerpo, estaba fascinada con su comentario. No pude evitar sonreir.

-Bueno... -le dije-al menos no eres un freaky jaja. Después de todo me salvaste de que me asaltaran.- le agradecí.

-No tienes que decirlo. Solo evita andar de noche, puede que un día no este yo aquí-me dijo tocándo mi hombro con suavidad.

-Sí... y... quizás pueda agradecerte de alguna manera...tal vez hoy haya concierto... -le insinué y le di un beso en la mejilla.

Me di la vuelta y me metí a mi departamento. No me fijé para enterarme si ya habría entrado. Llegué corriendo a mi cuarto. No sabía lo que estaba por hacer, pero me estaba dejando llevar como pocas veces en mi vida. Mientras preparaba todo y guardaba mis cosas, estaba atenta a que Alex se apareciera en su ventana. Estaba ansiosa y emocionada. Por fin, ahí estaba él. Nos quedamos viendo por unos segundos. Ambos nos sonreímos. Por fin, el se sonrojaba un poco.

Comencé a mi rutina, pero esta vez algo más cerca de la ventana. Lentamente me quité mi blusa, quedando solo en brasiere y mi licra. Me movía lo más sexy posible, como dando un baile sensual. Jugaba con los tirantes de mi brasier, como queriendo liberar mis senos de su prisión. Alex solo me veía sonriendo. Comencé a bajarme mi pants de licra, dándole la espalda y agachándome, dame una visión muy atrevida de mis pompas, recién ejercitadas. Me enderecé, dejando el pantalón en el suelo. Lo volteé a ver y le guiñé el ojo.

-Tendrás que ser paciente y esperar un rato -le grité por la ventana.

A continuación, sin voltearme, me quité mi brasier y mi calzón, quedando al fin completamente desnuda. Camine muy sexy hacia el baño, de puntitas, y antes de entrada, me di una vuelta rápida. Algo debió a haber visto en este giro. Entré al baño. Estaba tan excitada, que quería seguir. Pero primero deseaba un rico baño. Mi mente voló con el agua caliente y tomé una decisión. Terminé de asearme y salí. Me sequé bien y me puse únicamente una bata de pijama, muy delgada y bastante transparentada. De cerca se podía apreciar bien mi desnudez.

Salí del cuarto de baño, sonriendo, relajada y aún muy caliente. Alex estaba esperándome donde siempre. Ahora con una taza de cafe en su mano. Se me hacía de lo más elegante y sexy este chico. Vaya que no lo culpaba de nada. Me senté en la cama, frente a la ventana. Él me sonrió y levantó su taza, como brindando. Ya no quería hacerlo esperar. Empecé a abrir poco a poco mi bata, desde arriba hasta que a penas y cubrian mis pezones, dejando una linea desnuda desde mi cuello hasta mi ombligo. Crucé mis piernas para que se viesen mas tersas.

Finalmente, libere mis senos un poco. Alex, quedó boquiabierta, y bajó su taza de café. Le di una sonrisa y volteé a ver mis gemelas. Vaya que se veían hermosas. Recién bañadas, suaves y firmes. Mis pezones estaban que saltaban. Comencé a darme un masaje con una crema corporal que agarré de mi buró. Empecé a expandirla de mi cuello hasta todo el contorno de mis pechos. Cerré mis ojos y me incliné hacia atrás, apoyándome en una mano sobre la cama, mientras con la otra seguía complaciendo mi cuerpo. La crema sobre mi piel da un brillo bastante atractivo. Dediqué tiempo a acariciar mis senos, los apretaba un poco y jugaba con mis pezones. A esas alturas no podía evitar poner una cara de placer, perdida en mis propias caricias.

Voltee a ver a mi espía y pude observar como, sin ninguna pena, acariciaba su pene por encima del pantalón. En serio estaba disfrutando el espectáculo. Jalé la cinta de mi bata para deshacer el nudo y la abrí completamente, echándola hacia atrás para que pudieran verse mis hombros. Ahora mi bello abdomen quedaba a la vista, justo con mis dos redondos senos. Descrucé mis piernas para dejarlo ver mi vagina... que estaba empapada. Solo de poner mi mano sobre mi zona íntima, me estremecí, temblando todo mi cuerpo.

Me acosté sobre mi cama, dejando a la vista todo mi cuerpo desnudo. Levantaba mis piernas para que pudiera apreciar perfectamente aquello que con tanto trabajo cuidaba. Comencé a acariciar mi vagina con suavidad, dándome descargas de placer. Con mi otra mano acariciaba mis senos, turnándome para jalar mis pezones y jugar con mis suaves aureolas. Empecé a dar suaves gemidos. Voltee a ver mi observador. Qué sorpresa descubrir que sacó su herramienta fuera del pantalón. Me miraba asombrado, hipnotizado tocaba su miembro. Era un pene hermoso; de buen largo y groso proporcional, se veía de color más oscuro que el resto de su piel, pero tan suave. Me contorsioné de la cadera al verla y di un gemido más profundo. Estábamos tocándonos juntos.

Mi mente fluía, imaginándome siendo poseida por Alex; imaginando su pene penetrándome mientras el disfrutaba tocando y besando todo mi cuerpo. Podía casi sentir su lengua recorrer mis senos, y sus labios besando los mios. Comenzaba a mover mis caderas de arriba a abajo, sin control. Mis pies estaban de punta sobre la cama. Mi mano no podía parar de acariciar a gran velocidad mi vagina, que cada vez escurría más de sus jugos. Si tan solo pudiera tener a ese chico conmigo ahora mismo. Lo voltee a ver y notaba con se masturbaba a mayor velocidad. Parecía que no apenas podría aguantar por más tiempo. Eso me excito tanto.

Nos vimos a los ojos, como en un intento de sincronizarnos. Sin más aguantar y sin dejar de vernos, los dos acabamos con un rico orgasmo. Mi vagina estalló en más jugos, lubricándola por completo y empapando mis dedos. Con mi mano derecha apreté con fuera mi seno izquierdo para aguantar todo el placer que estaba recibiendo. Mordía mi labio de la sensación. Mi acompañante había terminado también expulsando una generosa cantidad de semen, que con gusto había probado si hubiera tenido la oportunidad.

Me quedé acostada un rato, desnuda, siendo admirada por Alex. Notaba como seguía acariciando su pene suavemente, disfrutando de la vista. Me sentía completamente mujer y había disfrutado mucho haber complacido así a un hombre, sin siquiera tocarlo.

Me levanté por fin, y sin vestirme, me acerqué a la ventana, guiñándole el ojo a Alex. Acaricié mis senos un poco y cerré las cortinas. Era hora de dormir, y bastante bien.

Sobra decir que no todo terminó ahí con Alex. Vivir en frente uno del otro y ser solteros era una gran ventaja, sobre todo en fines de semana. Será un gran placer contarles más al respecto en otro relato. Si pudiera, volvería a exhibirme de nuevo, puedo decir que me encanta que me vean desnuda y sobre todo, dándome placer. Después de todo, no cuido tanto mi cuerpo como para que nadie lo disfrute.

Besos a todos,

Sofi

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