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Colegialas en celo

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Realmente empecé sexto año con todas las ganas. Quería reencontrarme con mis amigos, con los profes que me caían bien, volver a tener los nervios previos a los exámenes y traer buenas calificaciones a casa para que mis papis estén orgullosos de su hija.

El primer día de clases me senté sola como acostumbraba para que nadie me moleste. Pero el próximo, una coloradita de nombre Ana, quien junto a tres varones se integraron a nosotros me invitó a sentarme con ella. Era re copada, simpática, alegre y tan aplicada como yo. Pero creo que al cuarto día de clases los profes la ficharon por charlatana. No se callaba nunca. Cada vez que había un silencio entre explicaciones, gráficos o dictados, ella hacía algún chiste, un sonidito con la boca o tarareaba alguna canción.

La cosa es que la misteriosa de Ana comenzó a comprar mi atención contándome cositas íntimas de sus amoríos. Admiraba la forma que tenía de contarlo con su voz que acariciaba mi intriga.

¡no sabés lo bien que la pasé cuando mi vecinito me comió la chuchi en su casa; me invitó a ver una peli, y no sé cómo pasó… apenas me levanté a buscar un jugo me volteó en el sillón, me re manoseó y me bajó la bombacha por debajo de la mini; el divino me lamió el culo también de paso!, me relató durante la hora de química.

Otra vez me reveló que le hizo sexo oral a su primo en navidad, que una vez le mostró las lolas a un pibe de octavo y que le hizo una paja en el laboratorio, que en el club se metió en la ducha cuando su novio se bañaba con su amigo y que los hizo acabar frotando sus gomas contra sus penes bien parados, y que otra vuelta hizo el amor con otro novio en la cama de sus padres, y que la encontró su hermana mayor.

No me parecía raro que haya tenido 9 novios con 18 años porque es preciosa. Es de tez blanca con ojos celestes y no debe pesar más de 50 kilos. Es peticita pero dueña de unas tetas que dan ganas de morderlas.

Sus relatos sexuales con el correr del tiempo eran más zarpados cada vez y, había logrado excitarme muchas veces. En el cole la vi a upa de algunos chicos, frotar su cola contra sus bultos y decirles cosas al oído. No me jodía que quisiera seducir a todos, solo que algo me inquietaba.

En junio la acompañé al baño para preparar unos machetes para una prueba de historia. Nadie había estudiado porque la vieja nos rezongaba por cualquier estupidez y nos fastidiaba. Me sorprendí pero no encontré manera de resistirme. Me manoteó de la corbata y me llevó junto a la pared. Me dijo:

¡qué preciosa colita tenés Debí, dejame tocarla!

Me dio un beso en la boca que electrizó mi pensamiento, paseó su lengua por mis labios y mi mentón, me desabrochó la campera, me subió la remera y me besó las tetas encima del corpiño. Me la aparté confundida y mojada. Ya había notado sus intenciones. Siempre que fumábamos a escondidas en el baño me pellizcaba la cola, me tiraba el pelo en el salón, buscaba darme un pico cuando me saludaba y, especialmente su voz era como de caramelo si se dirigía a mí. Mi cuerpo era derrotado por el roce de sus tetotas en mi espalda cuando se me apoyaba. ¡me fascinaba que me confiese que se le mojaba la bombachita cuando me veía, que la excita mucho la fricción de la tela en su vagina, y que tenía muchas ganas de encamarse con una nena!

Ella fantaseó primero conmigo, pero yo la miraba y me derretía como un terrón de azúcar. La mañana de los machetes quedó ahí nomás, pero luego en la biblioteca nada pudo detenernos. Aquella vez fuimos a leer unos cuentos para literatura, y como fue durante la hora de gimnasia no había nadie. Después de subrayar y anotar unos verbos, Ana posó su cabellera en mis hombros diciendo:

¡parate nena, y subite la pollera, quiero verte esa cola de cerquita!

Les cuento antes que nada que tengo 18, que soy rubia trigueñita, medio rellenita y, según las miradas y comentarios de los varones mi cola es la más linda y turgente del aula. Nuestro uniforme consta de zapatos marrones, corbata azul como la pollera tableada y una remera blanca.

Apenas estuve de pie, ella me la subió con un lápiz, suspiró y se agachó tras de mí. Puso una mano en cada nalga y me dio unos masajitos re lindos. Hasta que me corrió la bombacha y juntó su cara a mi colita. En cuanto supe que me estaba oliendo sentí vergüenza y la saqué para seguir con los libros. Pero ella se me sentó en las piernas, me comió la boca diciendo:

¡no seas tonta Debo, estás muy perrita, dejate llevar!, y una de sus manos palpó mi vagina sobre mi bombacha. Con la otra acariciaba mis pechos. Cuando me mordía el lóbulo de la oreja me hacía viajar al más allá.

¡che, a vos también se te re moja la chabomba piba!, dijo, y no demoró nada en escurrirse entre mis piernas, quedarse con las tetas al aire y empezar a deslizar su lengua chiquita en mi concha como una fogata de flujos incontrolables. Fregó sus lolas en mi sexo y me hacía saborear esos pezonsitos erectos sin dejar de decirme que estaba más caliente que una pava.

No puedo describir con precisión la locura que sentí cuando intentó introducir su pezón en mi fresita moviéndose y gimiendo bajito. Pero justo cuando se sentó en la mesa para que yo pruebe su sabor entró la profe de artes plásticas. Nos retó, pero no desviaba sus ojos de las gomas de Ana. Todos sabíamos que Cristina es lesbiana, y ser descubiertas por ella nos calentó aún más.

Tuve miedo de invitar a Ana a casa, tal vez porque seguro querría propasarse conmigo, aunque yo lo permitiese. Sin embargo, me seducía más que nos calentemos en el cole. Siempre ella rompía mis esquemas poniendo un caramelo en mi boca con la suya, dibujando colas y lolas en mi carpeta, dejando su mano extendida en la silla cuando me iba a sentar, lamiendo mis dedos mientras escribía lo del pizarrón haciéndose la dormida, o diciéndome bajito:

¡no sabés las ganas que te tengo, me re calentás zorra!

En el baño aprovechábamos a tranzarnos como locas, y allí mismo me decidí a chuparle la conchita una vez.

Fue loco, pero luego de que su lengua recorra cada rincón de mi vagina, ella me desafió:

¡vos no te animás a chupármela cagona, sos muy chetita, re caretita, pero te morís por hacerlo, no sucia?!, decía chazqueando su saliva en mi sabia vaginal que me quemaba. Entonces, la senté en el mármol frío de la mesada que une las piletas y soporté la burla de sus gestos y palabras cuando me quité la bombacha para que la huela.

¡mmm, ya sos grande para usar calzones con dibujitos chancha!, dijo mientras la olía y yo le estrujaba las tetas con las manos y la calentura de mi boquita.

Alguien golpeó la puerta y nosotras corrimos hacia uno de los bañitos donde la senté en el inodoro y oculté mi cabeza entre sus piernas. Su bombacha con encajes tenía olorcito a pis, pero su concha era una fruta afrodisíaca que sabía a miel como el color de sus ojos. Se la lamí, chupé, mordí, penetré con la lengua y los dedos para que se moje más cada vez. Ella gemía y decía: ¡así cochina, seguí con esa lengua puta, viste que te iba a gustar la concha, chupala bien, sacame la calentura, oleme y mordela!

Creo que su mejor orgasmo llegó cuando ambas oímos a dos chicas cuchichear en el baño mientras yo le devoraba todo el clítoris.

¡che boluda, rajemos de acá que están las tortilleras esas!

Ana gritó: ¡sí putas de mierda, bien torta somos, ¿por qué no vienen y nos chupan la concha?!, y quedamos paralizadas por el momento.

Después de esa mañana no pudimos controlar fácilmente nuestros arrebatos. No solo nos besábamos por toda la escuela, sino que si existía la chance de estar solas en el baño nos pajeábamos sin medir consecuencias. Muchas veces la preceptora nos llamaba la atención, y hasta nos pusieron amonestaciones por reiterarnos que cuidemos las formas, especialmente a ella que también jugueteaba con varones.

Una vez Cristina se reunió asolas con nosotras y nos habló:

¡Débora y Ana… yo sé que se gustan, se desean, quieren tocarse y besarse todo el tiempo, y que les calienta el morbo de estar y hacerlo en el colegio… les gusta comportarse así, pero deben aprender a moderarse!

Ella hablaba y nos enternecía, hasta que Ana la interrumpió: ¡le juro que siempre tengo ganas de coger, y esta nenita me puede… pero sus tetas son hermosas profe!, le dijo usando su mejor voz de gata lamiendo su labio superior.

¡¿qué decís chiquita?, creo que estás llegando un poco lejos!, dijo la profe con las mejillas rojas, las manos sobre el escritorio y la mirada atenta.

¡esas tetas me re calientan, y a ella también!, agregó Ana.

Cristina se abrió la camisa y liberó para nosotras sus monumentales senos del corpiño diciendo:

¡haber que son capaces de hacer con esto!

Las dos salimos como un rayo de las sillas y nos prendimos cada una a una de sus tetas para lamerlas, chuparlas y succionar sus pezones además de intercambiarnos besos convidándonos porciones de esas lolas cada vez más sabrosas. Ella gemía, frotaba su cola en la silla y decía: ¡qué sucias que son, chúpenlas así, como dos bebitas, que la seño les da toda la teta putitas!

Hasta que Cris depositó sus manos en mi conchita sobre la bombacha, la tironeó hacia abajo y, supongo que de no haber sonado el timbre nos íbamos a comer enteras. Ya nada nos detenía. Obvio, Cris era nuestra Venus con las tetas de oro además de nuestra profesora favorita. En clase siempre nos complacía con alguna miradita, carita o sonrisa indirecta.

Ana y yo seguíamos haciendo del baño, la biblioteca, la sala de computación, el laboratorio, la escalera hubiese o no alguien y la cocina un lugar en el que besarnos nos quedaba chico.

Cierta mañana durante la hora libre de literatura, porque había faltado el plomo de Ramirez, las dos hicimos el práctico en 10 minutos y salimos al baño. Apenas entramos chuponeándonos, nos sacamos las bombachas y nos escondimos cuando entraron dos chicas del otro sexto. Los segundos flotaban en el aire entretanto nosotras abrazadas nos pajeábamos una a la otra muy suavecito.

¡che, digamosle que nos conviden!, dijo Ana y salimos del individual.

¡no podíamos creer lo que vimos! Las nenas estaban sentadas de la mano en la mesada, fumando y chapando con una inocultable calentura en las pupilas.

¡epa, perdón chicas, ¿podemos fumar con ustedes?, yo tengo fuego!

Ana no se molestó cuando una de ellas le mostró el paquete vacío, y no nos dio del suyo. ¡era demasiado verlas besarse así, frotarse las piernitas y lamerse los deditos! Yo no daba más de tanto sexo no resuelto por mis venas. Así que le subí la faldita a Ana y me arrodillé para beber todos los jugos que goteaban de su conchita depilada y fresca, justo cuando alguien abre la puerta con una ira que nos momificó inmediatamente.

Era Cris con su jean ajustado, su andar cadencioso y un cuaderno en la mano.

¡Zaira y Sol, ¿qué hacen fumando acá adentro?; esto es un baño señoritas, acá se hace pis y caca, y nada más… vamos a ver cómo le explican esto a sus padres!, gritó la profe caminando impasible por todo el baño.

Cuando encontró nuestros calzones, los que descuidadamente dejamos en el suelo, los ojitos le brillaron con una luminosidad tal que se ablandó.

¡¿de quién son estas bombachitas?!, preguntó recogiéndolas.

¡de nosotras Cris, perdón!, dije con un nudo en el estómago.

¡aaah, mirá vos Debí, y, ¿se puede saber qué hacían?!, replicó la profe tirando un chicle en el cesto, y Ana me arrinconó contra la pared para besarme el cuello, las orejas y la boca con su lengua desorbitada.

¡esto hacíamos profe, ¿está mal?!, dijo Ana sin nada de inocencia.

¡las nenas también se besaban, ellas son pecadoras como nosotras!, acusó después, y enseguida las bebitas se acariciaban el pelito comiéndose la boca. Cris se destetó y nos miró actuar.

Mientras se las amasaba, Ana nos subía la pollera, y Sol que es una morocha gordita muy dulce le decía a su chica: ¡te amo Zai, me gustás mucho!

Cris lucía cada vez más nerviosa. Gemía impaciente, no hablaba salvo para elogiar mi culo o las tetas de Zaira, que es rubia, media villera y bastante rapidita según Ana que es su vecina del barrio.

¡bueno, basta cochinitas, quiero que las cuatro me chupen las tetas ahora!, ordenó la profe sentada en la mesada. Todas corrimos y la rodeamos. Ana y Sol le comían la goma derecha, y yo con Zaira la izquierda, pero las cuatro enrarecidas, calientes y miedosas.

¡sigan así perritas, están muy alzadas, son unas nenitas rebeldes, mal educadas y sucias, merecen el infierno, pero la seño les va a sacar las ganitas!, decía Cris palpando nuestras colas, oliendo la bombacha de Ana y desprendiéndose el pantalón.

Quiso que nos sentemos las cuatro en la mesada tomadas de la mano y dejemos las tetas al aire.

¡me las voy a coger a todas, qué hermosas lolas tienen las guachas!, decía mientras saboreaba pezón por pezón. Sólo se detuvo un poco más con las de Ana. Después pidió que nos comamos la boca entre todas, y eso me hizo acabar al toque. Las bocas de esas nenas eran como de chocolate, y era irresistible en especial la de Sol.

¡sol, mi amor, sacale la bombachita a Zaira!, exigió Cris, y luego de que cumpliera sentó a Zaira, le abrió las gambas y las tres empezamos a pajearnos oyendo el chapoteo de su lengua en la vagina de la lobita esa, la fricción penetrante de sus dedos y la voz de Cris junto al sollozo gemidor de la rollinguita:

¡abrite más turra, dale, gemí nena, y bañate más seguido antes de jugar a las noviecitas que tenés mucho olor a pendeja sucia!

Sol se sacó la bombacha y me pidió que se la chupe. Pero en cuanto Zaira estuvo lista y mojada luego de su orgasmo Cris la sentó, me ordenó que le tenga las manos y no paró de olerla, penetrarle la conchita mientras su lengua rozaba el culito sexy de la piba que me rasguñaba para que la suelte. Después le comió la almeja a Ana que acabó enseguida, apenas yo le froté las tetas en la cola mientras el sable de saliva de Cris le sacaba miles de sensaciones a su clítoris.

¡¿chicas, ninguna quiere hacer pis?, la que me muestre cómo lo hace aprueba plástica!, dijo Cris presa de una confusión total con una mano adentro de su jean, y yo le dije que necesitaba acabar.

¡vení chiquita!, dijo llevándome de la mano a un bañito. Me comió las tetas con un dedo intrépido entrando y saliendo de mi conchita, me lo hacía lamer y hasta me babeó el pupo con unas escupiditas que me hechizaban.

¡¿anita y vos cogen todas las noches?, te chupa la concha siempre?, tu bombachita es ésta corazón?!, decía mientras me la fregaba en la cara, me daba cachetadas, me apretaba la cola con toda la palma y me mordía los hombros.

¡sí, es mía profe, y Ana es una trolita, coge con otros chicos y me masturba en el aula!, le dije palpitando como si se me estuviese por terminar el pulso.

Las otras se comían a besos y miraban que ahora Cris agachada me chupaba la concha y el culo con una sed que me endurecía los pezones al punto de dolerme. Por suerte Ana me los lamía al tiempo que las pibitas se iban del baño.

¡dale Debi, hacete pipí y acabate toda mami… te hacés pis cuando Ana te toca puta?, te gusta el orto de tu amiga Ana, no fantaseás con hacerle la colita?!, decía delirante la profe, sorbiendo cada poro de mi piel, cada destello de las mieles de mi clítoris al rojo vivo, y por último mi orgasmo que llegó justo cuando Ana me hacía oler mi bombacha con puntillas. Cris hundía dos dedos en mi orto, y yo me hacía pis llorando de emoción, vergüenza, temor y envuelta en un sismo que no me dejaba abrir los ojos.

Cris salió a la galería con mi calzón en un bolsillo tras pedirnos prudencia. Ana me puso el suyo mientras decía que la calentó mucho verme mearle las tetas a la profe y volvimos al aula. Cris me aprobó y jamás tuve que hacer ni una lámina. Zaira y Sol se pelearon por boludeces de un pibe que le tiraba onda a una de ellas, y Ana sigue siendo mi mejor amiga, en la vida y bajo las sábanas. Yo, aún no sé si me gustan las mujeres o los varones. Pero sí estoy segura de que mi profe me vuelve loca.Ssiempre imagino que cuando se me acerca me huele, me mira con deseo y piensa: ¡tarde o temprano vas a terminar en mi cama zorrita! Fin

(9,11)