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Tenía que confesarme

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Me llamo Sandra, tengo 32, estoy casada hace 10 años, nunca le he sido infiel a mi marido, la verdad es que el por una enfermedad del corazón, solo me toca una vez al mes y eso a mí insistencia, el había salido de viaje hace una semana.

Ese sábado era cumpleaños de rosa, una buena amiga de la oficina de personal donde trabajamos, somos como 15 personas, les cuento que mi jefe que debe tener como 45 años, siempre me molesta, en parte debe ser, porque a pesar del uniforme que usamos y de que soy chata, tengo un buen cuerpo, no soy coqueta para caminar, pero hay que escuchar las cochinadas que me dicen en la calle.

No me gusta ir sola a las fiestas de compañeros del trabajo, pues a pesar de que casi todos son casados y con hijos, los bandidos no pierden oportunidad para mandarse, yo la verdad me rio y no les hago caso, esta vez acepte pues era un almuerzo, y rosa les había dicho a todos que vayan con sus esposas o esposos, ya se lo que Uds. Se están imaginando, pero la verdad es era increíble lo que me iba a pasar. Todo empezó bien con pisco sours, yo tranquila pues si todos estaban bien cuidados por sus esposas, me tome un tres copas y estaba un poco mareada, vino el almuerzo, ya terminábamos, cuando llego nuestro jefe que se disculpó por la tardanza, y dijo que se disculpaba con dos botellas de litro de ron bacardi black, con coca cola y bastante hielo todos comenzamos a tomar y bailar, no les dije pero mi jefe vino solo, así que ni modo era mi pareja para todos los bailes, yo sentía que a medida que pasaban las horas, y los tragos iban y venían él era cada vez más descarado para apretarme más a él, sobre todo cuando bailábamos un merengue o salsa, yo la verdad es que estaba ya un poco mareada, pero cuando se pegaba mucho, me reía y me soltaba dándome una vueltita, lo que hacía levantar mi vestidito floreado que era bien holgado y mover mi cabello lacio negro, el me miraba con ganas diciéndome - Sandrita que ricas piernas tienes- para mi mala suerte, rosa que lo controlaba un poco se había quedado dormida.

Ya eran como las 9 de la noche y varias parejas ya se habían ido y las que quedaban estaban tan mareadas que no se daban cuenta de nada, mi jefe me decía cosas al oído y yo me reía, la verdad es que con las horas y el licor el juego me era divertido, sobre todo saber las cosas que me decía - vámonos en mi carro a otro sitio,- siempre me has gustado, si me aceptas dejo a la bruja de mi esposa- la verdad es que mi cuerpo se estaba calentando, y ya sentía que mi cuerpo se estaba excitando, así que antes de ser débil trate de poner fin al asunto, - vamos jefe ya no siga hablando o me molesto y me voy- con esta advertencia él se tranquilizó un poco, pero pasados unos minutos, me miro serio, y me dijo, - sabes Sandrita hay un problema en la oficina, pero prefiero hablarlo en privado - sin esperar mi respuesta me llevo de la mano, a una salita que estaba a la entrada de la sala, yo la verdad en mi interior sabía lo que el quería pero no puse resistencia, al entrar cerró, la puerta se abalanzo sobre mí y me recostó sobre la pared -Sandrita me vuelves loco- mientras su boca buscaba la mía, y sus manos pasaban debajo de mi vestido,- no jefe no siga no no ,no sea malo déjeme- la verdad es que mi cuerpo me traicionaba pues si bien le decía que me dejara, no hacía nada para apartarlo, ni gritaba a lo mas susurraba, mi corazón latía a 100, cuando en eso la puerta se abrió y entro julia, una señora de edad de la empresa, se quedó con la boca abierta solo pudo decir - disculpen - y salió dejando la puerta abierta.

Regrese a ser una mujer decente y fiel, me arregle, salí, desperté un poco a rosa y me despedí, salí de la casa paso rápido, ya eran como las 10 de la noche, mi casa estaba como a 8 cuadras, así que decidí caminar, me sentía pésima, había estado a punto de ser infiel a mi esposo, nunca nunca me había pasado algo así, la verdad es que nunca había estado tan cerca, la verdad es que si la puerta no se abría, hubiera ocurrido todo, mi cuerpo hervía en ese momento y todavía seguía hirviendo y eso me hacía sentir peor, estaba arrepentida, en eso pase junto al templo católico, yo nunca había sido muy religiosa y solo iba a misa una vez al mes, pero en ese momento sentí una necesidad de hablar ,de pedir perdón a alguien, quería confesarme con alguien, entre sin pensarlo dos veces al templo, era mediano y vi todas las bancas vacía, excepto por una anciana que estaba en el confesionario, me puse detrás de ella esperando mi turno, la verdad es que yo desentonaba con mi vestidito floreado, con lo gris de la iglesia. La anciana termino se persignó, y con la cabeza gacha sin mirarme se retiró, al arrodillarme en el confesionario, vi la sombra del cura, era grande y robusto,- hermanita ,dime tus pecados - su voz era fuerte, no sabía cómo empezar, - padre casi le he sido infiel a mi esposo, y estoy arrepentida - mi voz temblaba, - padre puedo hablarle me siento desesperada, tengo problemas en mi matrimonio - el carraspeo un poquito y me dijo - hermana cuénteme todo lo que ha pasado si eso la ayuda, la escucho, - la verdad es que su voz me dio confianza y le conté todo, los problemas de salud de mi esposo, lo que me había ocurrido esa noche con mi jefe, y al final le dije lo que sentía en ese momento - padre lo que me hace sentir peor es que a pesar que me siento con vergüenza, con culpa, todavía me siento débil, y siento que mi cuerpo me traiciona y que en cualquier momento ante la tentación voy a caer ante los impulsos de mi cuerpo, que no me siento capaz de controlar, ayúdeme padre ayúdeme - después de decir esto guardo unos segundo de silencio y me dijo - hermana y aun en este momento se siente así, como que puede pecar en cualquier momento ? - no pude responder, en ese momento sentí que se abría la puerta del confesionario y no pude evitar sorprenderme, el cura media como 1.90 m no era gordo, pero si robusto, y con pelo rubio, tenía una sotana de las antiguas que más parecen un vestido negro, salió lentamente y mirándome con tranquilidad ,me dijo - sígame hermana, - la iglesia estaba desierta y nuestros paso resonaban en el templo, yo lo seguía detrás como una monaguillo, camino hasta el fondo donde había una puerta, la abrió con una llave, entro y era un pasadizo apenas iluminado por un foco, a los lados se veían como 8 puertas, mientras seguía caminando, me decía - estas son nuestras celdas, que son para orar y descansar, ahora somos solo tres sacerdotes, el resto de celdas están desocupadas, la mía esta al final, - abrió la última puerta, prendió una luz de un foco, y me invito a pasar, yo entre, allí había un crucifijo, una cama, y un gran sillón acolchado, es se sentó, y me dijo que me arrodillara delante de él, - hermanita te veo desesperada y a punto de pecar y malograr tu santo matrimonio, te quiero ayudar, pero nosotros solo podemos controlar tu alma, la única que puede ordenar en tu cuerpo eres tú, no quiero que hables nada, yo soy un ministro de dios y entiendo las debilidades de la carne, no digas nada y déjate llevar, se tu solo tú, no tengas vergüenza de lo que tu cuerpo sienta, pues este ha sido creado por dios, solo déjate llevar y se tu misma que solo eso te liberara -

Yo estaba arrodillada delante de él, entonces el en forma tranquila pero de un solo tirón se levantó la sotana, dejándome ver un tremendo pene, grande y grueso con pelos rubios, me quede paralizada, no podía hablar ni moverme, tenía ese cilindro de carne erecta a 10 cm de mi cara, todo mi cuerpo comenzó a temblar, y mi corazón comenzó a latir otra vez a 100, mi cuerpo estaba reaccionando igual que con mi jefe, no podía ser, - te voy a ayudar hermanita - y con su tremenda mano, tomo la mía y me puso de pie, tranquilamente, sus manotas levantaron mi vestido, y sujetando mi tanguita por los costados la comenzaron a bajar, yo me sentía como una sonámbula, no oponía ninguna resistencia, no miento, mis piernas al sentir mi tanga en las rodillas, comenzaron a ayudar a sacarla, primero una pierna y luego la otra - ahora si hermana, u tiene que subirse, no la puedo ayudar en eso, pero eso si le digo que se sentirá mejor - sin dejar de mirar tremendo cilindro blanco de carne me sujete de los brazos del sillón y luego del cuello del cura, para subir mis piernas a sus costados, entonces no pude mirarle la cara, y cerrando los ojos comencé a bajar lentamente mis nalgas y comencé a sentir como esa maza de carne iba entrando en mí, tenía miedo que me desgarrara, para mi sorpresa fue entrando fácilmente, estaba totalmente mojada, me senté del todo encima de él y pude sentir que había llegado hasta el fondo cuando sentí sus vellos en mi culo, entonces me cuerpo no pudo más y comencé a subir y bajar en forma salvaje, subir y bajar entraba y salía de mi ese rico rico pene, grueso y sabroso, lo abrazaba fuertemente al cuello, sus manotas estaban en mi cintura, ayudándome a subir y bajar, arriba abajo, arriba abajo, a los dos minutos lo abrace fuertemente y le clave mis uñas en su espalda, me había venido un tremente orgasmo, cuando regrese, su pene seguía erecto, yo comencé nuevamente, a meterlo y sacarlo, no podía mas, no podía mas me sentía una hembra que le estaban dando mucho placer, abrí los ojos lo mire, y lo comenzó a besar, el me correspondió, nuestras lenguas jugaban y jugaban, entonces nuevamente comencé a subir y bajar ahora si el me levantaba pero me hacía bajar con violencia, una y otra vez, un y otra vez, sus manos apretaban mi potito, me volvía loca, el seguía una y otra vez, - más mas padre más mas gracias gracias, ah ah ah..., - ya no me interesaba gritar de placer y que todos nos escucharan, era incansable, hubo un momento en que finalmente sus brazotes me estrecharon fuertemente, emitió un gemido y entonces sentí un chorro de líquido caliente que inundaba mi conchita, me apretó mas y sentí un segundo chorro, luego sentí que se ponía relajado y su maza se ponía flácida y se retraía de mí, me baje de él y lo vi que estaba con la cabeza inclinada y con los ojos cerrados, recogí mi tanga y me la puse, en eso no pude evitar ver esa carne que tanto placer me había dado, ahora flácida, como una serpiente dormida, sin pensarlo, me volví a arrodillar delante de él y sin más la comencé a chupar una y otra vez tragándome los restos de nuestros fluido, el abrió los ojos, y me miro con dulzura y agradecimiento, cuando la deje limpita no sabía qué hacer, así que no se me ocurrió mejor idea que persignarme y decir - gracias señor.

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