Nuevos relatos publicados: 7

El socio de mi marido

  • 7
  • 46.239
  • 9,55 (38 Val.)
  • 5

Como narraba en mi último relato "Una mutua masturbación", Juan me puso mas caliente que una perra en celo, así que llegué a la cita con mi marido, con una calentura que se notaba a la vista. Ya estaba esperándome con Ramón, su compañero de despacho; saludé a mi marido con un pico y a Ramón con dos besos, el último en la comisura de los labios.

Ramón siempre me había atraído y mi marido era conocedor de cuánto me ponía y en nuestros juegos sexuales siempre le decía que me gustaría coger con él algún día y que mas de una vez me había masturbado pensando en ello. Muchas veces me había insinuado, pero aunque me miraba con deseo, nunca me hizo caso, supongo que por lealtad a mi marido.

Ahora que estaba divorciado, no dejaría pasar la oportunidad de intentarlo de nuevo. Estaba alterada del calentón que acababa de tener, lo que unido a las copas ingeridas en compañía de Juan, me lancé a coquetear con él sin rubor alguno ante la mirada atónita de mi marido. Además de las frases que le dedicaba con intención picarona, le rozaba en cada ocasión con alguna parte de mi anatomía. El parecía ignorarme, no así mi marido que dándose cuenta de la situación, sugirió ir a casa a tomar unas copas y algo de picoteo. Ramón intentó eludir la invitación pero finalmente los tres salimos dirección a casa.

Abrió mi marido una botella de vino y sirvió tres copas, a la vez que decía ibamos escasos de wiski y salía a comprar otra botella y de paso traería algo para picar. Así que me quedé a solas con Ramón al que empecé a provocar mostrándole alguno de mis encantos femeninos. A pesar de que era evidente me estaba deseando, se mostraba distante y no me dio otra opción que abrir mi blusa y tomando su mano la lleve a mis pechos. Dudó pero no apartó la mano y empezó a acariciarlos y estrujarlos a la vez que me besaba apasionadamente. Le correspondía dándole lengua y participando encantada del morreo y de paso lleve mi mano a su paquete que estaba muy abultado. Quería disfrutar de su polla y arrodillándome entre sus piernas bajé la cremallera y allí, dura como una piedra, estaba su verga que agarré para lamerla y meterla entera en mi boca. Se la mamaba con deseo haciéndole gozar, mientras me decía lo putita que era. En estas apareció mi marido de vuelta de su compra, le miré con cara de viciosa sin sacar la polla de su amigo de mi boca.

"A qué esperas a follarte a esta golfa, hace tiempo te anda buscando y te dejé con ella a solas para que le dieras ese gusto".

Acto seguido sugirió ir al dormitorio. "Vamos a darle polla los dos para dejarla bien servida una temporada".

Nos desnudamos apresuradamente y mi marido se tumbó boca arriba mientras yo, en posición de perrita, me puse a mamarle dejando mis dos agujeritos empapados a disposición de Ramón que ya estaba detrás de rodillas con su pollón en la mano. No tardé en notar su capullo entre los labios vaginales que se abrían a la presión de su verga, que entraba despacio hasta el fondo. Con sus manos en mis caderas empezó a meterla y sacarla dándose gusto con mi coño. Primero despacio, recreándose perforando mi chocho, luego fue aumentando el ritmo jadeando de gusto cada vez mas excitado, mientras yo emitía sonidos guturales con la boca llena de la polla de mi marido. Estuvo follándome como cinco minutos hasta que notó mi corrida y eso le hizo eyacular echando leche como un semental. Notaba los espasmos de su verga echando chorros en disminución y sintiendo las contracciones de mi almeja en su polla, lo que hizo delicioso el orgasmo de ambos que casi no termina.

La sacó chorreando fluidos por mi entrepierna y mi marido, que ya no aguantaba, se levantó para intercambiar la posición con su amigo y sentí su pija como entró de un golpe en mi vagina que aún seguía con las palpitaciones del reciente orgasmo. Ya estaba dedicada a la verga de Ramón lamiéndola, degustando la mezcla de semen y flujo pegados a ella. Me deleitaba saboreando y oliendo aquel néctar delicioso impregnado en aquel miembro ahora amorcillado, que me proponía recuperar para la causa. No tardé en sentir el corridón de mi marido, inundando de nuevo mi intimidad y desprendiendo semen abundante piernas abajo.

Dijo que tenía que madrugar porque al día siguiente viajaba por trabajo, y recomendando a su amigo pasara la noche conmigo, le animó a follarme toda la noche y se fue a descansar a otra habitación.

Seguí trabajando la pija de Ramón que ya empezaba a dar signos de vida; me pidió me diera la vuelta para poder comerme el coño y obediente le puse mi sexo encima de su cara bien abierto a su disposición. Sentí su lengua repasando la raja empapada y abierta de par en par y luego sus dientes oprimieron con suavidad la base del clítoris, que ya fuera del capuchón había adquirido todo su tamaño y dureza. Me lamio la puntita con la lengua produciéndome temblores. Sabía el cabrón cómo hacer sentir a una hembra caliente y viciosa; me estaba dando la mejor comida de coño que me habían hecho en meses, gritaba como una posesa, pedía mas y eso le ponía mucho y me daba azotes en las nalgas mientras me decía obscenidades e insultos. Pasó a meterme la punta de la lengua en mi ano, lubricado metió el dedo pulgar taladrándome, mientras me metía lengua sin parar en el coño. Debió encontrar mi punto G, porque empecé a temblar y a tener estremecimientos hasta que me corrí con chorro en su cara.

Con la polla en erección extrema se levantó y agarrándome de la cintura no tardó en colocar el capullo en mi ano, que fue cediendo a su opresión poco a poco hasta introducirlo entero, apenas noté dolor de lo excitada que estaba, y su verga se fue introduciendo hasta que sus huevos chocaron en mi culo. La sensación era de lo mas extremo y excitante y le pedí me poseyera duro. No tuve que insistir porque empezó a taladrarme salvajemente. La estrechez del conducto hizo que la excesiva estimulación le hiciera venirse rápido llenando de semen mi intimidad, mientras él jadeaba gritando "toma, toma, toma polla, puta". Agotada caí de bruces y él encima sin sacarla escurriendo las últimas gotas de su verga dentro. Creo que me quedé dormida de inmediato de la paliza sexual que me habían dado aquella tarde.

Ramón debió despertar empalmado, porque a la mañana siguiente sentía, en total somnolencia, cómo sus manos repasaban todos mis rincones. Adormilada notaba su excitación dejándole hacer, su verga totalmente dura la sentía restregarse por mi cuerpo; después de un buen rato de sobe, me abrió las piernas, se colocó de rodillas entre ellas y directamente la sentí dentro de un golpe. Le dejé hacer en total pasividad, me gustaba sentirlo, no tardó en descargar.

Dijo que tenía que ir a trabajar cuando se levantó de la cama. Después de asearse y vestirse, se despidió con un beso. "Nos vemos putita, eres muy buena follando".

Desde ese día quedamos de vez en cuando para pasar unas horas de sexo desenfrenado. Prefiere intimidad, no le gustan los tríos, así que mi marido es ajeno a la relación sexual que tengo con su socio.

(9,55)