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Regalado a todas

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Mi calentura sexual no podía ser más gorda de lo que era aquella noche. Ya durante el día unas amigas del barrio habían estado calentándome a más no poder, y al llegar la noche y salir hacia una fiesta de carnaval, me encuentro por fin en una multitudinaria y colorida festividad donde miles y miles de personas disfrutaban aquella alegría.

Las muchachas, andaban como en tropel a cuál de todas más hermosas y vestidas de las maneras más excitantes. Yo, solito y mirando todo, iba quedando como un hierro al rojo vivo poseído en una de esas calenturas como de bestia. Entonces, ubicado yo ahí en un lugar entre unos árboles en una plaza donde parte de la fiesta se daba, me pongo a contemplar a un numeroso grupo de hermosísimas muchachas que juntas, charlaban y reían. Varias de ellas eran exageradamente exuberantes en sus cuerpazos inmensos y de piernotas gruesísimas, y aquél mi estado de calentura bestial, un deseo loco me invadió por entero: SER ESCLAVO DE ELLAS.

Aquello, tan absurdo como ridículo, estaba tan desesperadamente enquistado en mi mente, que decidido... llamo a una de aquellas muchachas, la cual viene acudiendo a mi llamado para escuchar qué quería yo decirle, y así le digo:

-"Por favor... estoy ardiendo en una calentura demasiado atroz, y es mi deseo entregarme a todas ustedes como esclavo si así lo desearan, y dejarme hacer todo lo que quieran hacerme, con la única condición de que respeten mi vida y no me lastimen... pero deseo locamente que hagan lo que quieran conmigo. Decíle a tus amigas esto que te estoy diciendo, y que si todas están de acuerdo en agarrarme y llevarme por ahí para hacerme cosas, acepto." Le dije. La muchacha, escuchándome atenta y mirándome perpleja mientras yo le iba diciendo lo que le decía, iba dibujando en su cara una risita silenciosa mirándome, y al terminar yo de hablar... me quedó mirando en silencio unos segundos, y su risita silenciosa se transformó en una sonora risa, y sin decirme palabra, salió corriendo hacia donde estaban sus amigas a las que reunió para contarles lo que había de mí escuchado.

En un apretado racimo se juntaron atentas para escucharla, mientras yo, ahí detrás de los árboles y medio escondido, las observaba.

Los primeros gritos, risas y exclamaciones, no demoraron en surgir en el transcurso de la plática que la muchacha les iba narrando sobre lo que yo le había dicho. Ahí mismo y terminada la comunicación que la chica les dio, varias irrumpieron en las más sonoras carcajadas, mientras otras miraban hacia donde yo estaba y reían mirándome. Unas y otras se hacían comentarios y reían, y rápidamente comenzaron a organizarse para decidir al respecto. Las risas y carcajadas eran constantes, y algunas soltaban verdaderas carcajadas estridentes que aún más me encendían. Y astutas y muy inteligentes, algunas alzaban los brazos danzando graciosamente para encenderme todavía más. Y... me llamaron.

Fui envuelto en una nerviosidad caliente, y al llegar hasta ellas, las veía reír mirándome todas ahí rodeándome.

Confieso sin ser mi intención pedante, pero mi figura física siempre despertó en el femenino sexo, seducciones innegables que me mostraron siempre como un chico de impresionantes dotes de seductor. Mi edad adolescente entonces actuaba como aditivo ingrediente motivante. Y aquellas muchachas, un poco mayores que yo, reían viéndome como un bocadillo digno para una divertida noche de gran farra a vivirla aprovechando tal ocasión servida como en bandeja. Y comienzan a acribillarme a preguntas:

-"¿Deseas entregarte como esclavo a todas nosotras, es cierto eso???"

-"Si". Les respondí...

-"¿Y aceptas que te hagamos cualquier cosa sin que te hagamos daño, obviamente???"

-"Si". Les respondí...

-"¿Aceptas ir con nosotras hasta donde te llevemos, para hacerte cosas???"

-"Si." Les respondí...

A cada "sí" de mi respuesta, soltaban risitas, y algunas bailaban alzando los brazos. Entre risas ya sin ninguna delicadeza seguían haciéndome preguntas cada vez más directas y preguntándome si aceptaba yo dejarme hacer esto o aquello, y a cada "sí" de mis respuestas, sus carcajadas poblaban aquel interrogatorio. Sin ningún disimulo y a voz en cuello, algunas hacían comentarios como ser:

-"Este bicho está más caliente que un burro, chicas!!!" Y las carcajadas brotaban en varias, mientras otras me miraban riéndose...

-"Vamos a llevarlo, vamos a llevarlo y a darle bien dado el gusto!!!" Yo, ¡más me encendía!

Rápidamente una sale corriendo a buscar la camioneta en la que andaban, mientras todas reían mirándome ahí a todas ellas entregado y aceptando el ser llevado por ellas a donde iban a llevarme.

-"¡Está que no puede más de tan caliente!!" Comentaban entre ellas ahí delante mío escuchándolas, y se reían sin disimulo. Y veo llegar a la muchacha con la camioneta que frena ahí cerca, y me dicen ordenándome:

-"Andando... vamos!!!" Y con ellas, voy. Varias, danzando en la marcha, brazos bien en alto. Reían; ellas y yo, reíamos.

Entramos a la camioneta y me colocan en medio de ellas, y riéndose con las más cochinas y maliciosas de las risas, me dicen al partir rauda la camioneta saliendo ya de allí hacia donde me llevaban:

-"Las coooosas que te vamos a hacer!!!" Yo... reía; pero ellas, reían mucho, pero mucho más..!

Lo que iría a conocer yo aquella noche allá en una hermosa finca de campo que tenían ellas para sus fiestitas privadas, sería algo, digno de ser contado en un siguiente capítulo.

(8,29)