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Control y amor -1

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Jorge y Julio son primos, el primero estudia psicología y el segundo, informática. Entre los dos habían desarrollado una aplicación que tras detectar que el usuario está en fase de sueño REM se activa con mensajes subliminales. Al principio Julio usó la aplicación para que su madre pueda superar el fallecimiento de su padre, pero tras ver el potencial de la App la usaron para el control mental de sus progenitoras.

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Beatriz estaba sentada en una silla totalmente desnuda, alrededor del cuarto había anuncios de “tú eres de tu hijo” “tu hijo es tu todo” “tu hijo es tu amo y amor” ”tú deseas ser poseída por tu hijo” “mamá deja que su hijo la cuide” “una buena madre complace a su hijo en todo sentido” “mamá desea cogerse a su hijo” “tu hijo es tu macho”. Su hijo se acercó tímidamente y empezó a besar y acariciar cada parte de su cuerpo.

Beatriz despertó, desde hace unas semanas había tenido el mismo sueño. Bostezó delicadamente, desenredándose de las mantas. Se deslizó de la cama acomodando su cabello abundante y ondeado, acomodó su bata. Lentamente se levantó, sonriendo ampliamente. La noche pasada, como cada noche de esa semana, había estado llena de sueños placenteros. Ni una sola mañana de las últimas semanas había comenzado su día sin tener las bragas húmedas. No sabía por qué demonios se sentía tan excitada, pero le gustaba.

Se dirigió al baño, echó una mirada en el espejo y le gustó lo que vio. Después de cuarenta y cinco años sabía que todavía tenía el ENCANTO. Quizá tuviera algunas patas de gallo empezando a notarse en el borde de sus ojos, y su trasero ya no era lo bastante duro para no moverse, pero todavía tenía unas piernas para morirse, y sus pechos grandes todavía no mostraban señales de colgarse, poseía su cintura de reloj de arena. Tenía algunos mechones blancos y su tamaño pequeño hacía resaltar las curvas. Se sentía muy sensual. Sus dos meses en el gimnasio estaban haciendo efecto.

Andando calladamente y descalza hacía la cocina, encontró a su hijo Julio "Buenos días, cariño" dijo y comenzó a servirse su desayuno preparado por su hijo. La bata se abría de vez en cuando, y así sus piernas aparecían a la vista para el único espectador presente. Beatriz no podía suprimir una sonrisa cuando escuchaba su masticar hacerse más lento cada vez que los pliegues de algodón se abrían. Sabía la que miraba... lo había estado haciendo toda la semana.

Beatriz trató de guardar el recato que siempre la caracterizó, luego de tomar desayuno, asearse y mudarse de ropa Beatriz se dirigió a su trabajo y Julio se dirigió a su universidad. Por la noche volvieron a su casa. Para relajarse sentaron en el sillón para ver televisión. Julio veía las torneadas piernas de su madre, Beatriz enrojeció sus mejillas pero inmediatamente se sintió pícara extendió una pierna fuera de su falda, apuntando su pie a la televisión.

Él pudo ver un destello de la parte superior de su muslo antes de que pudiera reajustar el borde de su falda. Julio se acercó y fue a darle un delicado y relajante masaje a su madre, mientras decía: “Relájate, te sientes relajada. Tus ojos están cada vez más cansados, pero te sientes maravillosa. Ahora ya puedes cerrar tus ojos y escuchar mi voz. Bastante segura cerró sus ojos. Su madre empezó a ronronear. Aprovechando eso, Julio empezó a besar la suave piel de su madre empezando por sus mejillas y bajando por su cuello. Tratando de recuperar la cordura le dijo a Julio.

—Ya casi esta lista la comida, mi amor, te estoy preparando una carne asada, por favor prepara la mesa corazón.

Aunque normalmente le dice apodos cariñosos, le llamó la atención que esta vez lo dijo de forma distinta. En la cocina tienen una pequeña mesa que es donde generalmente comen. Julio puso los manteles y los cubiertos y se recargó de espaldas sobre el refrigerador para esperar que terminara. Ella lo vio y como si fuera la cosa más natural del mundo fue hacia él y dándole la espalda recargo su culo y lo friccionó suavemente contra su verga a la vez que dulcemente le decía:

—Te faltó poner la jarra con agua y los vasos, si no haces las cosas bien voy a tener que castigarte.

Su verga se paró como un resorte y estaba a punto de ponerle las manos en las caderas para guiar su movimiento cuando se despegó y regresó a la estufa para comenzar a servir.

Durante la comida no pasó nada raro salvo el hecho de que se le quedaba viendo muy insistentemente, ella estaba sentada frente a él y en un momento dado su blusa se le abrió por el frente dejando a la vista casi la totalidad de sus hermosos melones apenas cubiertos por su sostén con encajes. Ella se dio cuenta que era observada por su hijo, pero no hizo nada por cubrirse, solo sonrió y siguió comiendo como si nada pasara.

Cuando terminaron dijo que se sentía cansada y se mudó de ropa para ponerse su bata. Continuaron viendo televisión ella se sentó en el sofá grande y él en el individual, se recostó en el mismo y la bata casi se le abrió por completo dejando ver gran parte de sus blancos muslos, hizo como que no la veía y trató, sin lograrlo, de concentrarse en la televisión, unos minutos después le dijo:

—Hoy si vengo verdaderamente cansada, tuve que caminar mucho en el trabajo, ¿hijo me harías un favor?

—Claro que sí, mamá, lo que quieras –le contestó.

—-No quiero abusar de ti cariño, pero me sentiría muy bien si me sobaras nuevamente un poco los pies. Sóbalos suavemente con las dos manos por arriba y por abajo.

Comenzó a tocar sus hermosos pies a la vez que veía de reojo sus muslos y su panochita cubierta por una maraña de pelos negros, pues la bata ya se le había abierto casi por completo, no pudo aguantar más y miró descaradamente hacia sus muslos. Ella se dio cuenta, pero pareció no darle importancia: cerró los ojos como si estuviera a punto de dormir pero su respiración denunciaba que no tenía ninguna intención de hacerlo, Julio siguió en lo que estaba haciendo y ya tenía la verga completamente parada, su mamá con un movimiento que quiso parecer distraído puso uno de sus pies sobre su pene y lo empezó a sobar lentamente, esto le dio valor y comenzó a subir sus manos sobre sus tobillos llegando hasta sus pantorrillas, ella levantó los pies y los puso en la cara de su hijo. Él se puso a besarlos y a lamerlos, a la vez que seguía sobándole las pantorrillas, y se aventuraba por sus muslos. Después de unos minutos ella se sentó pegada a él, lo abrazó y acariciándole la cara dijo:

—Yo sé que me deseas, hijo, he notado cuando me espías al bañarme o al vestirme y te lo he permitido y nunca te he dicho nada porque yo también te deseo, tengo muchos años sin tener un hombre y deseo sentirlo, pero me da pena contigo, de manera que se me ha ocurrido algo, si tu quieres hacerlo me ayudarás a entregarme sin sentir tanta pena.

—Yo haré lo que tú me digas, mamá.

—Me voy a meter en mi recamara y te espero en diez minutos, me encontrarás con los ojos tapados. No haré ni diré nada, pero tu podrás hacerme todo lo que tú quieras, ¿de acuerdo? Todo lo que tú quieras y en la forma que quieras.

—De acuerdo –contestó Julio.

Ella se levantó y caminando lentamente se fue a su recamara, Julio estaba asombrado. Todo había salido mejor de lo que había esperado. Ella estaba dócil y dispuesta a entregarse y con esto realizar su sueño de tantos años. Esperó diez minutos y fue a la recamara.

Abrió la puerta y los ojos se le abrieron: ella estaba acostada en la cama, boca arriba los ojos tapados con el antifaz que usa para dormir, y totalmente desnuda se acercó, se sentó junto a ella y suavemente la comenzó a acariciar desde sus hermosos pies hasta su pelo sin dejar un solo centímetro de su piel sin tocar, le besó los pechos, le chupó los pezones y le acarició la panocha deslizando sus dedos por sus labios vaginales que empezaron a humedecerse y su clítoris que empezó a ponerse duro, mientras ella gemía un poco. Luego pasó su lengua besando sus vellos púbicos y chupaba los jugos que salían de su gruta mientras con su dedo jugaba con su clítoris. No pudo aguantarse más y se desnudó rápidamente, con su pene totalmente erecto se situó sobre sus piernas y se lo metió sin compasión y ella a pesar de estar lubricada dio un brinquito y un pequeño grito. Su vagina estaba estrecha, por lo que bajó el ritmo de la arremetida. Se recostó sobre ella y se movió rápidamente tardando solo unos pocos minutos en venirse. Explotó de placer por el deseo largamente reprimido. Se recostó junto a ella besándole los labios.

—Me vine muy pronto —dijo— no me pude aguantar, pero te prometo que el próximo lo gozarás más.

—No te preocupes. Yo también estoy segura de que en el futuro lo haremos mejor –contestó Beatriz a la vez que con su suave y dulce manita le acariciaba la verga.

Julio siguió besándola y acariciándole las tetas, la espalda, las nalgas, las piernas, el culo, la panocha y todo lo que alcanzaba a acariciarle. Ella se sentó en la cama y sin quitarse el antifaz, con su boca busco su verga, se la metió y comenzó a chupársela desde los huevos hasta la punta. La lamía y la besaba, Realmente la disfrutaba.

Al poco tiempo tuvo la verga de nuevo totalmente erecta. La sacó de su boca y puso a Beatriz boca abajo. Su hijo acarició sus nalgas con las ansias de quien tanto había deseado algo y hasta entonces no había podido tenerlo, sus nalgas eran suaves, redondas, grandes y paraditas. Siguió acariciando y metió suavemente un dedo, lo movió dentro de su agujerito, era suave como un guante de seda y totalmente apretado.

Se puso sobre ella y le metió la verga por la panocha, tuvo la tentación de metérsela en el culo, pero me aguante sabiendo que ya tendría ocasión de hacerlo muy pronto y no quería apresurar las cosas. En ese momento ignoraba a ciencia cierta que ella estaba totalmente a su merced para hacer cualquier cosa que quisiera.

Se la clavó hasta el fondo. Beatriz ayudó abriéndose las nalgas con las dos manos. Julio metía las manos abajo de ella y le acarició las tetas: ella gemía y se movía. Beatriz nunca había sentido tan rico placer, pedía más, que no se la sacara y que la inundara con su leche. Estuvieron casi media hora en esa posición hasta que el estímulo de sus nalgas y lo apretado de su panochita le hicieron venirse por segunda vez. Era una enorme cantidad de leche. Ella grito, su cuerpo se convulsionó. Tras calmarse ambos se sintieron felices quedando boca arriba con la vista perdida en el techo de la habitación.

Ella estaba con la cabeza sobre su estómago chupándole solamente la punta de la verga mientras hacía círculos con su dedo sobre los pelos de su pecho.

—Eres lo más hermoso del mundo —dijo Beatriz— y yo quiero ser tu puta, ¿quieres que sea yo tu puta?

—¡Claro que sí, mamita!

—Pero no me digas mamita, dime puta, quiero que me trates como una puta y hacer todo lo que hacen las putas, que me cojas por donde quieras y como quieras.

Era increíble el cambio que había sufrido su madre. Julio nunca había imaginado que pudiera hablar con esas palabras y mucho menos dirigiéndose a él. Su cerebro se negaba a llamarla puta, pero tuvo que vencerlo si quería llegar hasta el final de lo que ya había empezado.

—¡Está bien… putita! –contestó tímidamente.

—¡Qué buen hijo tengo! –dijo Beatriz poniéndole sus chiches en la cara y agarrándole la verga— de ahora en adelante tu vas a ser el amo y yo voy a ser la esclava.

—¿Vas a ser mi esclava obediente?

—¡Sí!, voy a ser tu esclava, esclava de tu verga, haré todo lo que me ordenes, y a la hora en que me lo ordenes. ¡Seré tu puta y tu sirvienta! y a cambio de todo eso solamente te pediré una cosa… Que no tengas ninguna otra mujer, yo quiero ser todo para ti y por eso te obedeceré en todo, ¿estarás de acuerdo en esto papito?

—Claro que si putita —contestó ya con más confianza mientras le chupaba y le acariciaba sus chichotas— pero las esclavas no deben ser egoístas.

—Lo que tú digas mi señor- dijo mientras besaba y lamia su oreja

Su sueño se había vuelto realidad, tenía yo a su madre como siempre había querido tenerla, encuerada y a sus órdenes. Esto era inclusive más de lo que yo había soñado. El hecho de que ella casi me rogara para ser mi puta eso si nunca pudo imaginarlo. Se resistía a creer que todo eso fuera por causa de las sesiones de hipnopedia, pero aparentemente no había ninguna otra explicación. Y así pasaron toda esa noche cogiendo.

Tendría que organizar cómo vivirían en delante, de manera que pudiera saciar todos sus instintos sexuales en ella y llevar a la realidad todos los sueños eróticos tenidos durante todas las masturbaciones que se había hecho pensando en ella. Al levantarse Julio y entrar al baño hace el mayor ruido posible para despertarla. En cuanto lo vio le dijo:

—¿Quieres más, cariño?, hijo, ¡ven estoy dispuesta!

Era Beatriz que despertaba con hambre de lujuria tocándose sus senos y abriendo las piernas para que Julio observara su concha.

—¡No!, por ahora solo quiero comer, prepara el desayuno.

Beatriz respondió:

—¡Házmelo, quiero estar contigo! –su rostro era de una mujer deseosa.

—Si haces el desayuno te daré lo que deseas, madre esclava mía.

—Soy tu esclava, y obedeceré todo lo que ordenes.

Mientras conversaban Julio se mantuvo acariciando su vagina sintiéndose excitada otra vez, al grado de perderse en la locura maligna que la sumía. Al alzar su rostro, Beatriz denotaba su deseo una vez más y le dijo, y sin descaro alguno:

—Mi amo, soy tuya, tu zorra, por siempre hazme sentir el deseo del incesto en mi sangre y vientre. ¿Qué quieres que haga para empezar, mi señor?

Después de aquella primera noche en la que se entregó siguieron muchas otras noches de pasión y no solo noches, mañanas, tardes. Prácticamente cualquier momento era propicio para entregarse a la pasión y hacer el amor en cualquier rincón de la casa. El encuentro más ardiente que tuvieron fue la noche que se apoderó de su ano. La sodomizó con tal desesperación que le costaba sentarse en cualquier lugar, así que le permití durante esos días comer de rodillas en el piso como una perrita.

—Mi macho, estuviste magnifico querido mío.-dijo ella suspirando

—Gracias perrita, me esfuerzo cada vez más para ti. Cada vez duro más.

—Me encanta todo lo que me haces mi macho, eres el mejor hombre del mundo. Mi amor tú eres mi dueño. Yo solo soy tu perra ¡Eres tan bueno y caritativo!- y sonriendo se besaron apasionadamente.

Fue en ese momento que se dio cuenta de que ella estaba sometida completamente a su voluntad, y que no se resistiría a nada que le pidiera o le ordenara. Y obviamente estaba dispuesto a aprovecharme de eso.

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