Ya Daniel estaba bañado, limpio, oloroso. Sus muslotes, sin vello, se veían hermosos, duros, firmes. Sus nalgas estaban a mi disposicion, la verdad es que solo recordarme esa tarde me vuelven las ganas de pajearme hasta la muerte.
Me lo llevo al cuarto y nos tiramos en la cama. Ya no aguantaré mucho así, viendo como menea ese culón cuando se voltea. Vuelvo y escupo en todo su ojete y lo estiro con mis dos manos para ver ese agujerito del placer. Se ve rosado con un aro más oscuro en el centro, casi invisible. Paso mi lengua desesperadamente y escupo. De nuevo. Ya no aguanto más, meto un dedo suavemente y siento como ese aro caliente me exprime.
Mi verga mide unos 20 centímetros, gruesa, venosa, cabezona. No estoy circuncidado y cuando comencé a meterle el pico en su culito se echó para atrás. Creo que ya se lo habían culeado antes pero no mucho. La verga le fue entrando suavecito, lubricada cada vez con un escupitajo. El me agarró los huevos y me guiaba la pinga poco a poco para que entrara y saliera. Me lo fui culeando suavecito, cada vez con mas y mas ganas. Me fui emocionando tanto que realmente no duré mucho, la leche se me salió casi con dolor, con una fuerza que realmente no esperaba.
Busqué una toalla mojada y le limpié las nalgas y la raja del culo, se veía abierto, casi como una vaginita caliente. Me arrodillé nuevamente y volví a pasarle la lengua, metiéndosela todo lo que podía mientras el se pajeaba. Cuando se vino, su culo exprimió mi lengua y mis labios, Uff, todavía puedo sentir ese culo tan tan rico en mi cara.