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Desafío de galaxias (capitulo 13)

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Faltaban tres días para que el cronómetro llegara a cero, y Anahis y Marisol, retozaban placidamente en su aposento del cuartel general en Mandoria. Tenían por delante una noche intensa y se habían retirado a dormir la siesta, esa costumbre española a la que Anahis se estaba aficionado.

—Me encanta esto de la ssiessta, —siseo Anahis moviendo la cola como una gata complacida. Su desnudo cuerpo azul resaltaba sobre las sabanas negras.

—Siesta, se dice siesta, —corrigió Marisol pasando la mano por el trasero de Anahis.

—Pues lo que he dicho, ssiessta, —respondió indiferente.

—Vale mi amor, —desistió Marisol.

—Creo que has hecho bien en invitar a Oriyam a lo de está noche, —dijo cogiéndola la mano—. ¡Joder! vaya cara que se le quedó cuando dijiste que ibas a llevar la guerra a la otra galaxia: se quedó muerta.

—No puedo permitirme el lujo de llevarme mal con ella, —respondió—. Va a ser una pieza clave en el ejército y es la comandante de una de las divisiones más potentes que tenemos, —y después de una pausa, añadió—. Pero es una cabezona…

—¡Cuidado! Mira quien fue hablar, —exclamó soltando una carcajada—. ¿A qué hora quieres bajar al centro de mando?

—Sobre las diez, después de cenar, —respondió Marisol.

—Entonces tenemos todavía un par de horas, —dijo Anahis, y saltando sobre Marisol la cabalgo mientras la hacia cosquillas. Está, dando un chillido, se abrazó y las dos rodaron sobre la cama mientras sus labios se encontraban.

Estaban cenando en la cantina cuando vieron llegar a Opx acompañado por Oriyam. Marisol les hizo una señal con la mano y los dos se acercaron a la mesa. Se saludaron y se sentaron todos juntos.

—¿Habéis cenado? —preguntó Marisol.

—Yo no, acabo de llegar, —admitió Opx, mientras Oriyam negaba con la cabeza—. Y estoy hambriento.

Anahis hizo una señal al camarero que se acercó rápidamente. Pidieron algunas cosas para picar que rápidamente estuvieron sobre la mesa.

—¿Qué tal van las cosas en Faralia?

—Muy bien, muy bien. Casi hemos terminado el despliegue y entre mañana y pasado fortificaremos posiciones.

—¿Por fin en torno a la capital?

—Si, si, fuera de los escudos de energía, las condiciones son durísimas, —afirmó rotundo Opx—. En Karahoz, la estrategia defensiva nos fue bien. Hemos expandido los escudos defensivos hasta los 30 Km y vamos a establecer posiciones avanzadas con escudos propios hasta los 70 Km Pero no exclusivamente defensiva, la 101.º acorazada está desplegada en las planicies del norte, para poder atacar con profundidad cuando sea necesario.

—¿Has recibido ya toda la intendencia? —le interrogó Anahis—. Me han asegurado que todo estaba ya allí.

—Si, tranquila, todo está bien.

—Necesito tres meses, —dijo Marisol cogiéndole la mano. Se daba cuenta de que había muchas posibilidades de perder a todo el ejército en Faralia—. Mientras tengan a su infantería inmovilizada no podrán intentar ocupar el sector.

—Cuenta con cuatro, —dijo Opx con una sonrisa mientras la besaba la mano.

—Bueno, ya veremos. En principio, en tres meses, os sacaremos de allí, —y mirando a Oriyam, añadió—. Estás muy callada, general.

—Así no meto la pata, mi señora.

—Como decimos en España: “en boca cerrada, no entran moscas” —dijo con cierta sorna Marisol.

—Con el debido respeto, mi señora, —Opx había perdido la sonrisa y se le veía francamente molesto—. Creo que estaría bien que dejarais de hacer el tonto.

—Si, eso estaría bien, —le apoyó Anahis.

—Oriyam, parece que al final nos vamos a tener que llevar bien… por cojones, —dijo Marisol forzando la sonrisa.

—Eso parece, mi señora.

—Me hubiera gustado contar con Oriyam en Faralia pero entiendo tus razones y las comparto, —dijo Opx—. Podrías empezar por explicarla el porqué se queda fuera.

Recostada sobre el respaldo de la silla, y con su taza de café negro de la mano, miro a Oriyam con el ceño fruncido.

—Es muy posible que este ejército que tanto esfuerzo nos ha costado preparar, —comenzó a hablar Marisol— lo perdamos en Faralia. Solo voy a arriesgar una división acorazada de las tres que tenemos, y la 101.º está totalmente operativa porque ha tenido más tiempo, la tuya casi lo está, pero todavía no. Tú eres su comandante, y si la 102.º se queda fuera, tú también.

—Si mi señora, pero es mi patria, —dijo Oriyam con los ojos brillantes.

—Lo sé, pero tu no estás aquí para salvar a Faralia, estás aquí para salvar la galaxia, la República, y a los miles de billones de ciudadanos que en ella hay.

Sobre las diez, los cuatro entraron en la sala de estrategia donde ya esperaban todos los que eran algo en las Fuerzas Armadas.

—General, la secretaría de la presidencia de la República me ha comunicado la llegada del presidente, y varios cancilleres, sobre la 22:15h. —informó Marión nada más ver entrar a Marisol y sus acompañantes—. He enviado a un grupo de oficiales para que le reciban y le acompañen hasta aquí.

—Gracias Marión, —dijo mientras se sentaba a su lado y comenzaba a teclear en la consola—. Quiero que encriptes este enlace para que no pueda ser rastreado y crea claves de acceso personales para mí, el presidente, Clinio, Loewen, Anahis y tú. Después pasa la imagen a la pantalla central pero mantenla en negro, —con cara perpleja, Marión se dispuso a cumplir la orden mientras Marisol se levantaba y saludaba a los jefes militares presentes para la ocasión.

—¿Cuándo nos vas a decir que hacemos aquí? —preguntó Loewen dándola un beso después de saludarla militarmente—. ¿Y por qué voy a tener una clave de acceso a algo de lo que no tengo ni idea?

—Por favor, señores… y señoras, sé que tienen muchas preguntas, —dijo Marisol dirigiéndose a todos mientras pasaba el brazo por los hombros de Loewen— y todas tendrán respuesta cuando llegue el presidente Fiakro, un poco de paciencia.

—Ya estoy aquí general Martín, —dijo Fiakro entrando en la sala acompañado por los cancilleres de Mandoria, Nueva España, Numbar y Ursalia. Durante un par de minutos, todos se estuvieron saludando.

—He mandado a tu aposento una caja que te envía tu madre, —dijo el canciller de Nueva España saludándola afectuosamente.

—Gracias canciller, ya me dijo que lo iba a mandar. Conociéndola, supongo que serán… viandas locales, —y los dos se echaron a reír.

—Muy bien, por favor, vayan sentándose que vamos a empezar, —dijo Fiakro levantando la mano y dirigiéndose a todos—. Antes de dar la palabra a la general Martín, que es la más indicada para explicar todo esto, y como ya sabéis que los políticos aprovechamos la más mínima oportunidad para soltar un mitin, quiero decir algo. Hace cuatro meses conocí a una españolita que era lo más parecido a una experta que teníamos. Hoy es un militar que tiene sobre sus hombros la descomunal tarea de salvar a está galaxia de la mayor amenaza que ha sufrido desde que la historia tiene memoria. En estos meses he aprendido a confiar en ella, por eso, cuando me contó lo que pretendía, solo la dije: de acuerdo, ¿cómo lo quieres hacer? Ella sabe perfectamente que cuenta con todo mi apoyo, pero quiero que también lo sepan los demás, que nadie tenga la más mínima duda. Cuando la general Martín da una orden, quien la da es el presidente federal Fiakro…

—Y que el grupo de los doce cancilleres principales lo hacen también, y sin reservas, —añadió el canciller de Numbar.

—Pero ya está bien de hablar, —finalizo Fiakro—. General, cuando quiera.

—Gracias por su apoyo señor presidente, —comenzó a hablar Marisol—. Analizadas las imágenes enviadas por la sonda desde el interior de portal, la primera oleada de invasión estaba compuesta por unas trescientas naves y entre 200.000 y 300.000 soldados de infantería. Consideramos que con la segunda apertura la situación se repetirá. Con el estudio de la nave apresada, sabemos también que su tecnología no ha evolucionado, al menos en los últimos mil años. Eso ha ocurrido porque no han tenido necesidad de evolucionar, no han tenido el aliciente de una guerra de igual a igual, que les obligara a poner su ingenio, si lo tienen, al servicio de la ciencia y la tecnología. Los bulban no están acostumbrados a perder, y es posible que la derrota que sufrieron en Karahoz, a manos del general Opx, haya sido la primera en varios miles de años. Si después de la primera oleada, por el portal empiezan a llevar miles y miles de naves, no tenemos nada que hacer. Es prioritario fijar al grueso de su flota en su galaxia de origen… y para eso, tenemos que llevar la guerra a su casa.

Un murmullo se elevó entre los asistentes y en segundos los comentarios se elevaron en intensidad mientras varios negaban con la cabeza. Marisol sintió que la sangre le fluía por la cabeza, y dio un fuerte golpe sobre la mesa.

—¡No he terminado de hablar! —gritó— y si alguno no se ve con fuerzas para llevar a cabo la tarea que se le encomiende, lo mejor que puede hacer es salir de está sala ahora mismo. ¡No quiero cobardes aquí!

Todos se quedaron mudos y ninguno se movió de su sitio. Las palabras de Marisol escocieron a todos. Durante unos segundos, Marisol miró detenidamente uno por uno a los militares invitados.

—El proyecto Ares se puso en marcha al día siguiente de que los evacuados de Akhysar llegaran a Konark. Los mejores ingenieros de Maradonia y Raissa se trasladaron a un lugar secreto y que no vamos a divulgar, para ensamblar los talismanes, el Ojo del Universo y el Aro de Luz. En unos minutos, si todo va según lo previsto, estaremos en disposición de abrir un portal, nuestro portal, —todos se miraron entre si con asombro pero nadie osó abrir la boca—. Nuestra intención es establecer una base al otro lado desde la que hostigar al enemigo. Para los que no están familiarizados con el proceso, les diré que el proceso que van a ver a continuación no es nada espectacular, aunque la maquinaria que vamos a emplear si lo es. El portal tarda casi dos meses en establecerse completamente, pero inmediatamente comienza la emisión de energía mística al otro lado. Confiamos en que una emisión tan masiva será detectada por el enemigo y le obligara a replantearse la invasión. ¿Alguna pregunta?

—Si mi señora, —dijo Oriyam levantando la mano—. ¿quién va a ir al otro lado cuando se establezca el portal… y como se va a hacer?

—Tú no, necesito aquí a alguien que me toque las narices de vez en cuando, —respondió Marisol intentando rebajar la tensión—. El comandante de la misión ya está designado, y desde el principio está trabajando en el proyecto. Básicamente, mandaremos unos satélites armados que establecerán un perímetro de defensa y después mandaremos un transporte como la Fénix. ¿Alguna pregunta más? —Marisol miró a los asistentes que no dijeron nada, mientras Oriyam se quedaba enfurruñada—. Entonces procedamos. Marión por favor, imagen en la principal.

En la pantalla apareció la figura de dos personas, una con el uniforme federal y la otra, un maradoniano, con un mono de trabajo.

—Ingeniero Camixthel, general Esteban, buenas noches aquí, —saludó—. ¿Está todo preparado?

—Si mi señora, —respondió el maradoniano—. Hace dos horas hemos hecho una última prueba de potencia y hemos alcanzado el 92 % y estable. Estamos en disposición de disparar el sistema.

—Excelente, —y dirigiéndose a Fiakro, preguntó—. ¿Podemos proceder, señor presidente?

—Puede proceder general Martín.

—Ingeniero Camixthel, puede proceder al disparo.

El rojo ingeniero se volvió y empezó a accionar los controles de la consola con sus cuatro brazos. Delante de él, una compuerta se abrió por la que se veía un hangar, claramente subterráneo, de unas dimensiones descomunales, más de un kilómetro de alto y tres de largo. El plano se abrió, y en tres hileras escalonadas, un par de docenas de operadores trabajaban en sus consolas.

—Acumuladores al 60 %.

—Aislados sistemas secundarios.

—Inyectores de plasma en verde.

—Acumuladores al 75 %.

—Motores de disparo en verde.

—Acumuladores al 90 %.

—Activados campos de contención primarios.

—Activados campos de contención secundarios.

—Acumuladores al 100 %.

—Sistemas de potencia estables y en verde.

—Sistemas de seguridad en verde.

—Todas las estaciones han reportado verde.

—Procedemos al disparo, —dijo Camixthel y acciono un botón digital en su consola. Desde varias docenas de inyectores, haces de partículas impactaron en una nube de plasma que emanaba de seis dispensadores. La nube comenzó a girar aumentando la velocidad hasta convertirse en un torbellino vertiginoso.

—Nube de plasma al 70 %… al 80 %… al 90 %.

—Cañón de disparo activado.

—Nube de plasma al 100 %.

—Alcanzado umbral de disparo, —dijo el general Esteban y accionando un disparador en su consola, un rayo de energía mística impactó en el centro de la nube. El portal de formó y se empezó a alejar el horizonte de eventos de su interior.

—Portal estable. Horizonte de eventos a 24 años luz y aumentando.

—La velocidad de avance es superior a la prevista.

—Todos los sistemas operan dentro de los parámetros.

—Horizonte de eventos a 100 años luz.

—Todos los puestos reportan verde.

—El portal se mantiene estable.

—Señor presidente, general Martín, el portal se ha establecido, —dijo Camixthel girándose hacia la cámara—. Según nuestras previsiones, en seis horas, el disparo de energía mística brotara en el punto de destino, y en 54 días el corredor intergaláctico quedara formado.

—General Esteban, ¿el Ares y el resto de sistemas estarán preparados para ese día? —preguntó Marisol.

—Mucho antes mi señora, en tres semanas todo estará listo.

—Entonces en 54 días nos veremos.

Estaban en los jardines del antiguo palacio real y Marión no paraba de reír.

—¡Levanta la cola que te la pillas con la rueda! —gritaba Marisol a Anahis—. ¡Da pedales, da pedales y no mires al suelo, mira para adelante!

Anahis, descontrolada y moviendo el manillar de un lado a otro no paraba de chillar.

—¡Pero da pedales! —seguía gritando Marisol corriendo detrás de ella.

—¡Me la voy a pegar! —chillaba Anahis manteniéndose precariamente sobre la bici.

—¡Que no, que no, sigue, sigue!

—Este trasto solo lo puede haber inventado un español. —dijo Marión con los costados doloridos de reír.

—¡Joder! Que no es español, —protesto Marisol— pero no recuerdo quien lo invento. ¡Y no te rías que ahora vas tú!

—¡Unos cojones! —exclamó Marión—. Yo ahí no me subo.

—¿Serás miedica? Mira que bien lo hace ya Anahis.

—¡Que no me subo yo ahí, joder!

Anahis, titubeante, daba vueltas por el jardín, ante la mirada risueña de su padre, que desde la ventana de su despacho no perdía detalle, e incluso, soltó alguna carcajada con los lances del aprendizaje. La idea fue de Anahis ante la aptitud desquiciada de Marisol que estaba de los nervios. Al día siguiente el cronómetro llegaba a cero y la espera la consumía. Todo estaba preparado para afrontar la tremenda batalla que se preveía.

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