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Jueguitos sexuales

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Ahora puedo decir que estoy bien. Pude asomar la cabeza del infierno en el que me metí por boluda, y hoy tengo ganas de recomponer mi vida, la que mi ex novia arrugó y pisoteó como a un trapo viejo.

No fue sencillo gritarle a toda mi familia mi condición de lesbiana, y abandonar mi hogar antes de que me lastimen con sus antiguas morales.

Mi primera relación fue con Antonella, a mis 19 años. No duramos mucho. Fueron apenas dos años de discusiones, celos sin sentido y una imperante necesidad en ella de controlarme, hasta en lo que gastaba.

A los 22 tuve un pequeño desliz y salí durante 6 meses con un pibe que me calentaba mucho.

Luego, hasta los 24 pasé por una sequía de dos inviernos crudos, y a los 26 conocí a Fernanda. Ufe en un boliche.

Llovía a cántaro cuando las dos bebíamos vino y hablábamos de fútbol. Ella jugaba de 9 en un club de barrio, y aunque con solo 18 años tenía un talento admirable, le faltaba un golpe de suerte para que alguno de los sabios del género la descubra.

Esa noche no podía dejar de mirarle las piernas, ya que su faldita se bamboleaba cuando salía desatada a la pista, se tiraba algunos pasos y volvía conmigo.

A ella tampoco se le hizo fácil con su familia. Para colmo tiene un hermano gay.

A las 7 de la mañana pedimos un taxi, colmada de licores y pucho ajeno, aturdidas por el punchi punchi y acaloradas por la humedad, y terminamos en mi casa.

Nunca había tenido sexo con una casi desconocida, pero me calentaba tanto la curiosidad de saber cómo era el olor de su intimidad, susformas, su carácter a la hora de hacer el amor, sus palabras sucias, sus fantasías, su desnudez completa y toda para mí solita.

Esa mañana solo pude conformarme con mirarle las tetas y su pancita sexy porque estaba tan borracha que apenas se quitó la camisita, y yo le ayudé con el corpiño. Se desmoronó en mi cama, y no tardó en quedarse dormida tras un par de bostezos y un leve: ¡ojo con lo que me hacés e!

Yo no me dormía ni a palos tentada por subirle la falda y devorarme su tesoro femenino, y encendida por la paja que le dediqué a sus tetas angelicales. Además, que fuera una pendeja me subía más a la moto.

Se despertó cerca de las 3 de la tarde, se lavó la cara y compartimos unos mates. Nuestras ojeras y su confusión eran inocultables.

Dijo que tenía que ir a su casa a bañarse, que luego pasaba por lo de una amiga y, que a la noche me llamaba.

Cuando lo hizo me quemé la mano por atender el celu, ya que me estaba haciendo un huevo frito y me salpiqué aceite caliente. Pero no me importó.

Salimos a tomar un café en el que hablamos de todo, y esa noche dormimos en mi casa. Todavía ninguna daba el primer paso. Yo siempre fui re cagona para encarar. Pero antes de acostarnos, justo cuando yo salí del baño ella me atajó contra la puerta cerrada y me encajó un chupón cargado de deseo, el que yo continué fervorosa.

Cuando nuestras lenguas se tocaron, sus manos presionaban mi cola y las mías le mimoseaban la espalda al descubierto, ya que se había sacado la remera del rojo de Avellaneda, la intensidad y el placer nos condujo a la cama, donde nos dejamos caer para seguir besándonos.

Su aliento fresco y el sabor de su lengua adolescente me hacían vibrar y mojarme como nadie lo había logrado. Pero de pronto el sueño nos privaba de pensar en cogernos como nuestros cuerpos lo merecían.

No teníamos fuerzas para más. Así que nos dormimos en cuanto nos acurrucamos bajo la sábana, yo detrás de ella como en cucharita, y las dos en bombacha, aunque yo me la tuve que cambiar porque la excitación por poco me la evaporaba. Era imposible controlar que mis manos no se apoderen de sus pezones chiquitos!

A la mañana, en cuanto el sol nos desveló altivo y elegante como siempre en mi ventana, ella se levantó para apagar el despertador del celu que había quedado en la cocina. Yo no pude limitarme más.

Cuando llegó a la cama con la idea de vestirse le dije:

¡quiero chuparte la conchita pendeja!

Ella actuó con naturalidad mientras yo temblaba. Se sacó la bombachita celeste, y se acostó en forma vertical en la cama, abriendo las piernas, con carita de haceme lo que quieras, respirando suave y con las manos en sus pechos.

Me abalancé sobre ella, le lamí el ombligo, subí a sus lolas para chuparle los dedos y los pezones mientras frotaba mi vulva en sus rodillas, bajé luego para besarle esas piernas atletas, duras y depiladas, y cuando el olor de su sexo invadió mi oxígeno le di rienda suelta a mi lengua y a mis besos para que se llenen de todo lo que su conchita divina vertía.

Se la chupé, penetré con mi lengua y dedos, se la mordí con entusiasmo, conocí el sabor y los latidos de su clítoris floreciente y lo conviné con la electricidad de sus besos una vez que me acabó en la boca.

Vi en sus ojos el goce de una hembra decidida a más, sin miedos ni tabúes. Quería disfrutarla más, y que ella también pueda probarme. Pero tenía que ir a trabajar, y ella al colegio, ya que estaba terminando el secu.

Fui toda mojada a mi puesto de ventas, y mi celular estallaba de mensajes calientes entre nosotras. Ese mismo día a la noche nos pusimos de novias.

A la semana se vino a vivir conmigo, y el primer año la relación fue un éxito. Todos los domingos y algunos miércoles yo era su ídola agitando la bandera del club en el que jugaba, y ella me dedicaba sus goles más bonitos. El resto de los días, yo laburaba y ella iba al cole, entrenaba en el club, agarraba alguna changuita cuidando niños y visitaba a su familia.

Ella me impulsó a ir al gimnasio, terminar el secundario, entablar lazos con mis viejas amistades, algunos de los cuales me discriminaron, y a dejar el cigarrillo.

Pero también me llenó de fantasías. Siempre me sorpendía con sus jueguitos sexuales. Una vez llegué a casa, y ella estaba disfrazada de policía. Apenas crucé la puerta me amarró con fuerza, y mientras me palpaba por todos lados, me olía y me desnudaba decía con autoridad:

¡haber si tenés olor a otra guacha, espero que no… porque sino te voy a tener que arrestar!

En cuanto terminé desnuda me ató las manos a la espalda y me comió la concha, inmovilizando mis esfuerzos pisándome los pies. Esa vez fue la primera vez que alguien me chupó el culo.

Otra vuelta, mientras caminábamos por la plaza del pueblo, volviendo en plena madrugada de lo de una amiga, fingió tropezar y se dejó caer. Cuando me agacho para asistirla y ponerla de pie, ella me baja de un tirón el pantalón y me pajea con su lengua y un dedo por encima de mi bombacha, mientras me decía:

¡acabá perrita, hasta que no acabes no te suelto, dale, rapidito, dame tu lechita mami!

Acabé como una yegua, porque fue un orgasmo impensado, práctico y creativo. Creo que dos flacos que pasaban nos vieron. A ella le encantaba eso de la exposición.

Una vez me toca el timbre de casa, tipo 2 de la mañana, y al abrirle la veo descalza, en bombacha y corpiño. La hago pasar con los nervios de punta, dispuesta a llamar a la policía. Pero, ella me agarra de un brazo y me dice:

¡no pasa nada amor, sentate y pajeame toda!

Lo hice con desconcierto, y logré que se viniera en mis manos. La guacha se había sacado la ropa en la entrada para que yo la pajee en la puerta, y tal vez alguien nos vea!

Cuando venía a visitarme mi hermano, ella se ponía hincha pelotas como nunca. Quería que andemos en calzones. Necesitaba que mi hermano sepa que somos lesbis de esa forma. Yo le obsequié ese capricho, pero ella se me tiraba encima en cualquier momento, me tocaba, me hacía gestos obscenos y hablaba de sexo si él estaba, y se quedaba en ropa interior.

Una vez me dijo que le vio la pija re dura por debajo de la mesa de tanto mirarle el culo y las tetas. Me gustaba saber que mi hermano le tenía ganas!

Nos disfrazábamos de todo! Hacíamos el amor en todas las partes de mi casa y a escondidas en la de mi madre. Íbamos a algún telo, ella vestida bien provocativa y yo de hombre. Nos besábamos en frente de los tacheros para calentarlos. Algunas veces nos masturbábamos viajando en micro.

Pero además de todo eso nos acompañábamos, nos entendíamos y complementábamos como almas jemelas.

El año siguiente fue distinto, y no solo por rumores que instalaban en mi cabeza sus conversaciones por whatsapp. De pronto el director técnico del club le sacó la titularidad. Ella dijo que hubo una conspiración en su contra.

Lo cierto es que Fernanda manoseaba a otras jugadoras, y, al parecer se metió con la novia de la arquera. Ella me desmintió todo. Pero lo claro es que algo había. Su malhumor, sus pocas ganas de salir y su reacción al tocar el tema del club eran contundentes.

La vez que la encontré en la cama con un chupete, un babero, escarpines y un pañal haciéndose la que lloraba, supuse que todo estaría bien más temprano que tarde. Esa vez mi bebota estaba tan caliente que hasta me dejó hacerle la cola con un juguetito. Cogimos como hacía mucho que no pasaba, con tanto desenfreno, gritos, pasión y lujuria que el vecino nos golpeó la pared por el entrechoque de la cama. Fernanda me destrozó la ropa, me rasguñó toda, me mordió y lamió con una furia impropia en ella, y me entregó el culo sin arrepentimientos. El 69 que hicimos luego en el piso parecía reconciliarlo todo.

Al mes, después de un guiso que preparó sin mucha onda, me comunicó que se iría a probar en Brown de Adrogué, un club de Buenos Aires. Me habló de mejores condiciones económicas y de otras que no quise procesar. Eso significaba que viajaría a capital día por medio a entenar, y los domingos o sábados para jugar.

No sería lo mismo llegar a casa y que no esté su olor, sus sonidos, sus colores y su semi desnudez proponiéndome alguna chanchada.

En ese momento fui egoísta, paranoica y poco reflexiva. Le contesté para el carajo y, un sabor amargo recorrió mis venas.

Transcurrieron los meses. Ella iba y venía, y yo me cubría de ausencias y soledades, porque ella había hecho algunas amigas, y en oportunidades pasaba la noche en capital. Eso me sacaba la cabeza.

Para colmo un día me encuentro al técnico de su antiguo club, quien me saluda atento, y luego me pregunta si Fernanda tuvo suerte en la prueba. Le dije que sí, y él enseguida remarca:

¡espero que no se mande de las suyas, no todas las chicas son lesbianas en el fútbol, y a tu ex le encantaba hacer tiempo en los vestuarios seduciendo a las pibas!

Le aclaré que no es mi ex, y le agradecí de mal modo sus intromisiones para seguir caminando.

El fin de todo fue una noche fatal. Ella me advirtió que iría a una fiesta con sus nuevas amigas, y que no me invitaba porque quería protegerme. Discutimos mucho. No me gustaba que no me incluya en su vida. Me sentía usada.

Al final me dijo que si tantas ganas tenía de ir que me banque las consecuencias. Cada vez entendía menos. La veía pintarse, elegir la ropa y escribir en el celu.

¡ponete linda mi amor, y quedate tranquila, que no quiero que digan que tengo una novia histérica!

Me sentí más pendeja que ella al no dominar la situación, y me duché.

Cuando salgo la veo con unas medias de red, una tanguita minúscula, una faldita, con tacos altos y una remera muy fina, escotada y llena de brillitos. No sabía qué ponerme, y cuando le pedí una opiñón me dijo que vaya como me sienta cómoda.

A las 3 horas estábamos frente a la puerta de un edificio, bajo una luna radiante y sin mediar palabras. Subimos por un ascensor hasta el último piso. No niego que pensé en cogérmela allí mismo, presa de su aspecto de putita, su aroma y su indiferencia hacia mí.

Ella tocó el timbre del depto 3, y al toque una morocha en shortsito y puperita nos hizo pasar. A ella le dio un pico y a mí me paseó la lengua por los labios cuando la fui a saludar. Se llamaba Jazmín.

Adentro había una mesa hasta el tope de botellas de alcohol, y una mesita ratona con fasos, masos de cartas, puchos, forros y 3 consoladores de distintos tamaños. Sonaban temas de Los Piojos.

Un solo ventilador desparramaba el aire viciado del departamento. Había solo un puf y una silla desocupada.

En el sillón estaba Ricky y Tony, dos amigos con derecho, según se me presentaron. En otro Lorena fumaba con las piernas cruzadas, luciendo apenas un corpiño que le tapaba los pezones. En la cocina dos chicas hablaban de las medidas de la pija de un pibe que no estaba en la reunión, y otras dos se re tranzaban contra la pared. Las dos primeras eran Nerina y Lola, y las otras Viki y Sol.

Viki estaba en bolas, y su pareja sumisa vestida de colegiala.

Al rato entró Tomás, un flaco de unos 35 al que todos aplaudieron porque traía merca.

Todos me miraban raro. Fernanda pareció olvidarme entre sus amigos.

Pronto desfilaron cervezas, espumantes, canapés con aceituna, empanaditas, maní salado, papitas, salchichas con mostaza, gancia, fernet, faso y un montón de charlas entrelazadas.

Yo me senté en el puf, y solo hablaba con Lorena, que no tardó en intimidarme cuando se sacó el corpiño y dijo:

¡no me digas que no te gustan! A mí me encanta que las nuevitas me chupen las tetas!

Me calentó la situación, pero me moría de vergüenza.

Bebí mucho, y probé mariguana gracias a la insistencia de Lola, una coloradita risueña y entradora, con un culo en el que mis ojos se perdían de tanto admirarlo.

Estaba confundida. No creía que fuera real todo lo que me rodeaba, y cada vez era peor.

Jazmín me llenaba el vaso de birra en cuanto lo tenía por la mitad, y vi claramente cómo se sonrojó cuando Lorena le dijo:

¡me parece que esta torta es justo para vos pendeja!

Yo me reí, pero supongo que la risa se me desdibujó del rostro al ver a Fernanda sentada en la falda de Tony, que pajeaba a su amigo y le tocaba las tetas a ella. Quise gritar, desaparecer, o al menos largarme a llorar.

No hubo tiempo para ponerse mal porque, Jazmín en breve estaba sentada en el suelo con la cabeza apoyada en mis piernas, con su puperita y en bombacha. Apenas le acaricié ele pelo sin ninguna intención, se me sentó encima diciendo con una voz pequeña y melosa:

¡tocame toda mi amor, quiero que me agarres el culo y me lamas toda, dale, así tenés tu bienvenida!

Me desprendió el pantalón y me deshizo la trenza del pelo.

A mi lado Lore le chupaba las tetas a Sol, que tenía su faldita a cuadros en la cintura y dejaba relucir su desnudez en el espejo gigante de la pared.

En una de las sillas Tomás lamía un consolador para rozarle el culo y la concha a Lola, y Viki le hacía succionar sus pezones luego de ensalsarlos con mostaza o mayonesa.

Enseguida entró Paul, que es un cuarentón gracioso, pelado y, a juzgar por lo que le vi entre las piernas solo mirando lo que sucedía, era el más dotado de todos.

Lorena tomaba gancia y le daba de beber a Sol de sus labios, sin dejar de manosearse.

La primera en quedar en pelotas fue Fernanda, y la que recibió el primer aplauso cuando se arrodilló para petear a Paul. Ahí confirmé que ese pedazo le llegaría hasta la campanilla! Ferchu hacía esfuerzos anormales para meterse apenas la mitad. El tipo estaba de pie apoyado en la mesa. Fumaba y comía papitas mientras yo veía cómo Fer abría las piernas para colarse dos dedos con la boca ocupada con sus huevos, y a Nerina colaborar con ella en la mamada.

Tony le chupaba la pija a Ricky, Lore se re tranzaba a Sol y le pedía un chiche a Tomás que se lo negaba con malicia.

Viky ya estaba sentada a upa de Tomi, rodeándole la verga con su conchita saltarina, y Lola se tocaba poniendo algo de Lady Gaga en la compu. Jazmín me tocaba las gomas y me ponía las suyas en la cara.

¡chupaselás boluda, no vés que está re alzada la pobre!, me gritó Fernanda en cuanto Paul le dio un respiro, y creo que por la desolación y la calentura no pude más que acatar.

El olor de esas tetas era afrodisíaco. Su pier era tersa y suave. Cuando me besó quise quedarme a vivir en su aliento frutal, en esa lengua jaranera, en esa cola chiquita y hasta en cada pliegue de su bombacha de nena.

Creo que me dijo que mañana cumplía 18. Todavía nadie se percataba que ya era el otro día. Era la más guacha de todas.

Paul sentó estrepitosamente a Fer en la mesa, le abrió las piernas y le chupó la concha mientras le frotaba un chiche en el culo. Casi nadie hablaba. Todo lo que se oía eran gemiditos, chupones, risas, jadeos y palabras deliciosas.

Tomás le hizo chupar la pija a Lorena y a Sol, y enseguida acomodó en cuatro patas a Lore en el suelo para darle duro por adelante, entretanto la colegiala le hacía chupar su concha.

Ricky ahora le hacía comer su tremenda chota a Tony y a Nerina, y Viki armaba fasos mientras Lola me insistía para que me desvista con un juguetito en su entrepierna. La única que conservaba la bombacha era Jazmín, y yo aún seguía con lo puesto, aunque descalza.

De repente la nena introdujo su mano en mi vientre, y después de comerme la boca con una pasión irrepetible dijo hacia la concurrencia:

¡chicas chicas, no saben lo mojada que tiene la bombachita la nueva!

Y todos aplaudieron entre jolgorio, arenga y abucheos. Todos menos Fernanda, que ya gozaba con la pija de Paul en su concha, aún sobre la mesa. El pibe se la metía de parado, y Nerina le chupaba el culo para que largue la leche más rápido. Eso le pedían ambas.

En eso, y al tiempo que todo en mi cabeza parecía una calesita, Viki, Lola y Lorena se dieron a la tarea de desnudarme entre las 3. Me dejaron solo con el culote en las rodillas.

Muerta de pudor dejé que las 3 me huelan, laman mis piernas y me toquen las gomas con furia.

Al rato Tomi me manoteó del pelo para que me agache y le mame la verga. Se la devoré con rabia, y con Jazmín bajo mis piernas. Me encantaba el sabor de ese pene al borde de fecundar mi garganta, a la vez que la pequeña le pasaba la lengua a mi calzón, me soplaba la vagina y amagaba con hundirme un dedo que nunca llegaba a destino. Eso me ponía loquita!

¡apretame la verga guacha, dale que ya me salta la lechona!, gemía Tomi cuando me dispuse a pajearlo, y justo en lo mejor de la hinchazón de su tronco corrió hasta donde estaba Ferchu, le pidió permiso a Paul y se la enterró en la concha para que su semen explote en su interior.

Ahí mis ojos fulminantes se cruzaron con los de Fer, que me dijo adivinando mi angustia:

¡vos gozá nena, esto es una fiesta, y no te hagas la boluda que estás calentita como todos nosotros!

Lola cogía en el piso con Ricky. Tony dejaba que sol le coja el culo con su cinturón con pito de goma mientras Nerina se la mamaba, y Viki se unía a Fer para mamar a Tomi y a Paul, que ya había aspirado un poco de coca.

Yo no pude evitar colarme dos dedos, ya que Jazmín estaba en el baño.

Seguí fumando y bebiendo tequila. Cuando Jazmín llegó se me tiró encima con un consolador en la mano.

¡bajame la bombacha y cogeme con esto, metémelo en la concha y chupalo, dale, oleme zorrita!, me dijo al oído.

Pero no pude hacer nada. Me sentía mareada, descompuesta y sofocada por el calor. También estaba caliente. Creo que por eso cuando me acostó en el suelo y se arrodilló sobre mi cara, no tuve opción, ni quería hacer otra cosa que probar su vulva delicada, mientras ella hundía tres dedos en la mía.

¡me re excitan las conchas peluditas!, dijo gimiendo, acomplejándome aún más.

Vi que Fernanda cabalgaba a Ricky en el sillón más amplio, y a Lola haciendo un 69 con Nerina, bien pegaditas a Tony que le entregaba el orto a Tomás. Viki y sol charlaban de todo lo que veían fumando.

Fernanda salió de arriba del tembloroso Ricky con la conchita goteando leche, y se le montó a Tomi para que éste le dé unos fuertes bombazos a su sexo. Pero luego se sentaron en la mesita ratona y Tomi se la incrustó sin miramientos en el culo. Fer gritó despavorida, pero en menos de lo que tardé en acabar con los deditos de Jazmín, la perra subía y bajaba feliz con ese cilindro de carne desgarrándole el ojete.

Luego Paul se acercó a su boca y casi la hace vomitar de tan profundas que eran sus arcadas en cuanto se la dio de mamar. Nerina le chupaba las tetas y la pajeaba. Tony parecía molesto con su amigo no quería que coja con Lola, pero él siguió firme con sus convicciones y se la re garchó al lado de nosotras.

Tomé valor y le cogí algunos minutos la conchita a Jazmín con el consolador. Ella permanecía encima de mí, y no sé en qué momento fue que acabó, y me cambió su bombacha por la mía. La suya tenía bastante olor a pichí.

Justamente, Fer se meó apenas Tomás le anunciaba que le dejaría el culo lleno de leche.

Todos se le rieron, pero a Tomi le dio un placer especial. La tiró al suelo, se le trepó y tan solo con tres penetradas a fondo le rebalsó la argolla de semen. Paul ya se la había largado en la boquita.

Luego todos estaban re duros, hablando de tragos, manoseándose entre todos y echando humo.

No puedo recordar qué pasó finalmente. No había en mi organismo ninguna noción de horarios ni momentos.

Sé que vomité en el lavatorio, y que Viki me llevó hasta allí. Luego regresé a la fiesta, y Ferchu estaba cogiendo con una de las minas. Ya no podía distinguir de quién se trataba.

Al otro día amanecí en una pieza minúscula. El dolor de cabeza era similar al olor a sexo que ardía en mi piel. Estaba cubierta con una sábana colmada de elefantitos, con el pelo enredado, los ojos reventados, y con la bombachita de Jazmín puesta.

Quise hablar, pero mi disfonía ahogaba mis intentos de explicaciones. Ni siquiera sabía dónde estaba mi celular.

Luego aparece Fernanda y Lola con una gaseosa y unos fideos con crema y queso. Me puse a llorar como una maricona, y sin probar bocado me levanté de la cama para vestirme con lo que encontré de mi ropa y, le pedí a Lola que me llame un taxi.

Ferchu y yo ni nos mirábamos. Me fui a mi casa, me duché, ventilé todo lo que pude, hablé con mi hermano para que venga a hacerme compañía, y en cuanto llegó le conté de lo sucia, usada, pelotuda y deprimida que me sentía. Me empujó a dejar mi relación con Fernanda. Pero no hizo falta.

Ella volvió a casa recién a los tres días, con la cola entre las patas. Intentamos otra oportunidad. Esa reconciliación fue una madrugada llena de sexo, poses raras, disfraces locos y cosas que no vienen al caso.

Sucede que una mañana, a eso de las 7 la muy turra me confiesa que está embarazada. Habían pasado 4 meses de aquella partuza insolente, y ella fue, digamos el resipiente oficial de esperma de todos los tipos que asistieron. Ni siquiera podríamos decir quién era el padre.

No pude con semejante noticia, y salí a caminar confundida, y sin una esperanza. Cuando retorné a casa a las dos horas ella no estaba. Tampoco su ropa, ni sus chiches, ni sus fotos. Solo una carta en la que me despedía sin agradecimiento y con algunos rencores. Para ella yo no tenía el don de humanidad para aceptarla tal y como era.

No quise buscarla, aunque mi alma ya la perdonó.

Hace poco la vi con un bebé en brazos en la guardia del hospital. Pero ella no me reconoció. Creo que es mejor que sea así, y espero que logre encontrar la felicidad, la que yo aún no consigo.

Fin

(9,22)