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Alimentando mi voyerismo

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Transcurría octubre de 1995, en ese tiempo, por cuestiones laborales tuve que trasladarme a otra provincia vecina, a un pueblo que es cuna de mi madre y toda su familia. Lugar que no visitaba desde hacía dos o tres años, visita ocasionada por los festejos del casamiento de mi prima.

Para hacerme cargo del mencionado trabajo viajaba todos los domingos a la noche, pernoctaba en la casa de mi madrina, en una ciudad vecina (hasta donde podía llegar en ese horario en ómnibus) y en horas tempranas del día siguiente (lunes) me trasladaba como podía (a dedo, con algún/a compañero de trabajo, o como se dieran las circunstancias) al mencionado lugar.

Los viernes regresaba a mi ciudad.

Todo esto se repitió durante aproximadamente tres años.

Mis padrinos viven en una coqueta casa, fruto de toda una vida de sacrificios. Y cuentan en ella con un comedor, una pieza donde lleva a cabo quehaceres como costuras, bordados, planchado, etc.; también un amplio living, un gran patio y dos piezas, la de ellos y la de huéspedes, lugar que me cobijaba en todas la oportunidades que mencioné. Bueno, en casi todas.

Sucedió un día que llegué pasada las 00:40 hs. Debido a un problema del ómnibus en el que viajé y mi querida madrina me esperaba ansiosa y preocupada. Cuando golpeé la ventana de su pieza, me atendió algo exaltada y me abrazó con un rostro de angustia.

Una vez al tanto de las peripecias, nos preparamos para ir a dormir. En ese momento recordó que la pieza que siempre utilizaba estaba ocupada por mi prima (ya mencionada por su casamiento) y su esposo. Y debido a que estaban “muy cansados” se fueron a dormir sin esperarme para saludarme.

Como último observación me comentó que pidieron que los despierte antes de irme trabajar.

En fin, me acomodé en un sofá-cama que había en el living, me puse a leer un buen rato (siempre me costó mucho conciliar el sueño) y pasados aproximadamente 30 o 40 minutos, apagué la luz para descansar.

En ese momento caí en la cuenta que la tía no me dejó el despertador que siempre me prestaba, que estaba en la mesita de luz de la pieza de mis primos.

Me levanté nuevamente y sin hacer ruido alguno abrí la puerta que me separaba del comedor y me dirigí hacia la mencionada pieza con la intención de sacar el despertador.

La puerta se abría fácilmente y sin siquiera pensarlo la empujé con mucho cuidado para no despertar a quienes dormían. Cuando la puerta comenzó a abrirse cerca de 1 o 2 cm., noté que la luz estaba prendida y me quedé quieto de la sorpresa. En forma instintiva miré hacia adentro y al instante noté que a mis queridos primitos no les apuraba el cansancio, sino otras intenciones y seguramente al creer que todos dormíamos, dieron rienda suelta a su fiestita.

Una vez que me repuse de la sorpresa, que tomé aire y me acomodé en la oscuridad total, me dispuse a disfrutar de “pornografía gratis”, como dice una amiga.

Me acerqué cuidadosamente y vi que ella se encargaba de darle una mamada descomunal a su querido macho. Evidentemente es una maestra en el arte de la felación.

Pasaba su lengua pensando cada movimiento, por todo el tronco del miembro viril, de manera suave momentáneamente; luego lo apretaba con su mano derecha, a la vez que con la otra le masajeaba los huevos y le chupaba intensamente el glande. Luego, mientras pasaba su lengua por el prepucio, lo pajeaba velozmente hasta casi hacerlo acabar.

Y así, una y otra vez repetía las distintas variaciones volviéndolo loco de placer, haciéndole decir obscenidades como “ahora me voy a desquitar puta de mierda”, mientras ella sonreía con el pedazo de carne en su boca.

Mi lugar era como una platea privilegiada, ya que la cama de una plaza y media se ubicaba trazando una diagonal con el eje imaginario de la pieza. Por lo que podía apreciar el sector de los pies de la misma. Todo lo relatado hasta el momento sucedió con él acostado y ella, de rodillas, al borde de la cama mirando hacia mi posición.

Luego de unos diez o quince minutos de sexo oral de película, el amante, a punto de reventar, se paró dando su espalda hacia mi posición, rodeó la cama y con un fuerte apretón levantó del brazo a mi prima, quien con una sonrisa burlona le decía:”¿Viste que no te aguantás?” El, sin decir palabra alguna la tiró de espalda a la cama. Era la primera vez que veía desnuda a mi prima. Si bien se podían adivinar sus encantos, superaba las expectativas.

Una cola firme y bien redondeadita, una cinturita que la exaltaba aun más, unas tetas bien dibujadas y unas piernas acordes.

En ese momento le levantó las piernas y desde mi posición se podía apreciar una conchita encantadora, bien atendida que denotaba un tiempo considerable de dedicación, con un bello púbico prolijo, cortadito, que contrastaba con la blancura de su piel blanca. Unos labios totalmente despejados, que por el reflejo de la luz de la pieza brillaban por los jugos que chorreaban de esa vagina hambrienta de verga.

Sin palabras su esposo la penetró de un empujón, haciendo que esa pija colorada, al máximo de su tamaño, se pierda en el interior de la amante.

El movimiento se volvió enloquecedor, los gemidos, disimulados por el ruido de los ventiladores, dominaban la situación.

De repente, la pija se dejó ver, salió totalmente de su lugar mientras los rostros cambiaron repentinamente, el de mi prima se transformó en un insulto: -¡cojéeme hijo de puta, no te hagás el boludo!. Él, ahora dominante de la situación decía -ahora me toca a mí, mientras sonreía sarcásticamente y daba una estocada a su hembra y paraba y luego otra, y luego otra.

Luego de unas diez o quince veces, se arrodilló frente a ella y le empezó a masajear el agujerito, detrás de la concha. Ella se desfiguraba de placer.

Nuevamente acomodó las piernas de la mujer en sus hombros y mientras le pasaba su mano por detrás de las piernas y le metía primero uno y luego dos dedos en la cola, mientras le preguntaba -¿qué querés ahora putita? y ella le respondía, casi suplicando ?que me rompas el culo?

-¿Queeee? (le preguntaba él burlonamente, mientras le apoyaba el glande en la puertita)

- Que me cojas por el culo. ¡Dale hijo de puta! (le respondía ella)

Sin más, en la misma posición le fue perdiendo el miembro en ese dilatado agujerito de la afortunada.

Ella, con los ojos cerrados, sacudía la cabeza de un lado a otro. Los insultaba, lo besaba, deliraba...

Y volviendo al anterior juego, retiró su miembro y la quedó mirando, riendo, mientras ella asombrada le preguntaba -¿qué hacés pelotudo?, ¡vení, cojéeme, partime el culo!? y se lo abría para él (y para mí, que a esa altura tenía una calentura de aquellas) y le mostraba como se abría y se cerraba, con una dilatación impresionante.

Dejando de lado los juegos la clavó de nuevo y empezó un vaivén que ya no pudieron soportar y acabaron en forma conjunta e interminable.

Él quedó tendido sobre ella por un rato, hasta que retiró su poronga del violentado culito. Ella, mientras tanto seguía con las piernas casi contra sus tetas. Y mientras que él las sostenía se podía ver como caían los chorros de esperma desde el dilatado ano a las manos de ella (tratando de evitar que caiga en las sábanas o en el piso).

Se levantaron, se dieron un apasionado beso y primero ella y luego él fueron al baño a bañarse.

Para ese entonces ya me encontraba en mi lugar de reposo, recostado, con mil imágenes en mi cabeza.

Al otro día, me levanté (casi ni dormí), los desperté y como si nada, cada uno continúo con sus actividades.

(9,14)