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Vacaciones en Merlo 2 - Segunda parte

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PARTE 1: Vacaciones en Merlo 2. Primera parte. Un encuentro inesperado”.

 

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PARTE 2

TRAICIÓN EN EL ARROYO

Lo primero que hizo fue chuparle bien la pija, tal como se lo había prometido a la mañana. Pero esta vez Maxi descubrió que su novia la mamaba mucho mejor: chupaba el glande con ternura, se tragaba el tronco casi entero, le lamía las bolas, y mientras lo hacía, metía mano en las nalgas, y lo penetraba con un dedo en el culo. Hace mucho que no veía a Sofía tan caliente. Él enseguida cobró energías. Dejó que se la chupara un buen rato, hasta que acabó en su cara. Después Sofía hizo algo insólito en ella: juntó con la mano el semen que tenía pegado a la cara y se lo metió en la boca, tragando todo, chupándose los dedos una vez que ya no quedaba más.

A él le encantaba que su novia, por una vez, se haya convertido en una verdadera puta.

Ella no se podía sacar de la cabeza a su amigo Nahuel mientras estaba en la cama con su novio. Y cuando terminó de tragar todo el semen, recordó, que Nahuel eyaculaba mucho más abundantemente, ya que sabía contener la erección por un tiempo increíblemente largo, y entonces le tiraba mucha más leche en la cara, de la que acababa de recibir de su novio.

Pero tenía que quitárselo de la cabeza. Amaba a Maxi. Se puso en cuatro.

-Cogeme fuerte. –le ordenó. Pero pronto se arrepintió de haber pronunciado esas palabras, porque Maxi empezó a penetrarla con mucha potencia, y eso le encantó, pero él enseguida se cansó y ya no pudo seguir el ritmo. Inevitablemente recordó nuevamente a Nahuel, que se la cogía como un animal, y resistía durante muchos minutos los rápidos movimientos pélvicos que hacía para penetrarla. Se aferró a ese recuerdo, porque no le quedaba otra, y acabó con un grito más fuerte del que Maxi le haya oído en todo el tiempo que llevaban juntos.

Al otro día fueron a la excursión al Salto del Tigre. Sofía vio la cara de espanto de Maxi mientras la cuatro por cuatro subía por el cerro, convirtiendo a Merlo en una miniatura. Y cuando las nubes se mezclaban con ellos como neblina, sus ojos se abrieron como platos. Ojalá fuese más macho, pensó Sofía, y recordó nuevamente a su amigo y ex amante.

Pasaron un lindo día, se bañaron en el arroyo que tenía el agua deliciosa, y luego comieron chivito a la parrilla en un restorán rústico que estaba en medio de la nada. Ahí, Sofía decide comentarle que Nahuel se hospedaba en el mismo hotel que ellos. Por un lado, lo hizo porque era altamente probable que se encontraran los tres, y Nahuel la saludará con naturalidad, lo que haría ver raro el hecho de que no se lo haya contado. Pero la razón principal era para que su novio despertara, y se diera cuenta de que había un macho peligroso queriendo invadir su territorio. Si lograba despertar celos en Maxi, entonces sería él mismo quien se encargaría de mantenerla alejada de Nahuel, y ella no tendría que luchar contra el impulso de tirarse encima de él y comerlo a besos. Sentía que se le caía la bombacha de solo pensarlo.

Cuando terminó de contarle a Maxi, este le respondió.

-¡Che que copado encontrarse a un conocido acá!, le podemos decir que nos acompañe mañana a Pasos Malos.

No puede ser tan idiota, pensó Sofía, no se da cuenta de nada este pibe.

-Bueno, después vemos. – le contestó, tratando de modificar su mirada sombría.

Cuando bajaron del cerro pasaron unas horas en la reserva natural. No pudieron ver a los zorros, pero sacaron una buena foto al águila, cuando este bajó para llevarse el pedazo de carne que la jefa de Guarda parques puso en un plato. Sofía se sorprendió cuando vio que su novio devoraba con la mirada a otra turista, una morocha hermosa que resaltaba increíblemente en medio del gentío. Pero no sintió celos, se dijo que él nunca la engañaría y que lo máximo que se animaría a hacer era a mirar. Pero en su interior deseaba ardientemente que Maxi le diera un motivo para enojarse con él. Así, quizá no se sentiría tan puta por el deseo que sentía desde que se reencontró con Nahuel.

Llegaron al hotel a las cinco de la tarde. Se quedaron un rato afuera, sentados cerca de la pileta donde la noche anterior se había encontrado con su viejo amigo. Y precisamente ahí se lo cruzaron, y Sofía, a su pesar, tuvo que presentarlos. Otra vez se indignó con su novio, esta vez por ser tan simpático con Nahuel. Hasta lo invitó a cenar. Pero por suerte Nahuel si tenía tacto, y había notado la incomodidad de Sofía, así que inventó una excusa y los dejó solos.

-Copado tu amigo. –comentó Maxi. – Y qué facha tiene. Se va a levantar a más de una acá.

Al otro día Maxi amaneció enfermo. El cambio de temperatura que implicaba subir a los cerros, y luego bajar, y después meterse en el hotel con aire acondicionado, lo habían engripado.

Sofía estaba decepcionada, habían acordado ir hasta Pasos Malos después del mediodía.

-Andá con tu amigo. -le propuso él.

-¡¿Qué?! – se exaltó ella. -No, me quedo acá con vos.

-No seas boluda, ¿qué te vas a quedar a hacer acá todo el día? – retrucó él. – déjame que me quedo en cama, y ya para mañana estoy bien, andá a invitar a Nahuel, dale, yo voy a estar bien acá.

Ella no quiso discutir más, porque si se mostraba tan reticente a pasar la tarde a solas con su amigo, quedaría en evidencia.

-Bueno, si lo veo le digo. -dijo finalmente, pero en realidad tenía pensado salir sola, no quería correr el riesgo de estar a solas con Nahuel, porque le sería muy difícil no caer en la tentación.

Quiso la mala suerte (o la buena), que cuando se disponía a ir hasta la remisería con mochila al hombro, se encontró en la salida del hotel con Nahuel, que también iba de excursión.

-¿A dónde vas? – le preguntó él.

-A pasos Malos.

-¿Y tu novio?

-se enfermó, está en cama.

-¡Uy, pobre! – se compadeció él, aunque Sofía creyó adivinar una mueca de alegría en sus labios. – Yo también iba para allá, vamos juntos. – lo dijo con naturalidad, como quien dice cualquier cosa.

-Mirá, yo voy en remis, si querés vamos juntos, así pagamos a medias. – le propuso. No podía hacer otra cosa, al fin y al cabo, Nahuel no había propuesto nada turbio, todo estaba en su cabeza, seguramente la respetaría, y respetaría a su novio.

-¿En remis? Tsk. Vayamos caminando, que es más divertido, vamos a tener buena vista mientras caminemos por el sendero.

La actitud normal de él la alivió un poco.

-¿Pero no es muy lejos caminando? – Preguntó.

-¡¿Dónde está la Sofi aventurera que yo conozco?! – rio él, y le dio una suave palmada en el hombro que la hizo estremecer. – en un par de horas llegamos.

-Bueno, dale vamos. – dijo ella, ya convencida. Debía dejar los pensamientos eróticos de lado. No era justo que desprecie a su amigo, además, ella era una chica madura, y debía saber controlar sus impulsos. Luego de este día se demostraría a sí misma que su fidelidad era inquebrantable.

Enseguida se relajó y empezó a charlar con su amigo, como lo había hecho miles de veces. Él le contó de su trabajo de mozo en un bar de Recoleta, y de los lugares que conoció antes de llegar a Merlo. Ella le contó sobre su nuevo trabajo en la financiera, y hasta le contó un poco de su novio Maxi, aunque no lo pintó tan débil y desganado.

Mientras caminaban, dejaban atrás las casas hermosas que sólo tenían un cerco bajito para delimitarlas, y se internaron en el sendero, rodeándose de verdor. Mientras subían iban dejando Merlo abajo. A Merlo y a Maxi.

Sofía estaba muy casual con su pelo recogido, el short negro, y una remera amarilla. Pero Nahuel no perdía oportunidad de mirarle el culo o las tetas sin que ella lo note. En la mentalidad de Sofía, su amigo se estaba comportando como un caballero, y no hacía mención a todas las veces que se acostaron. Pero, sin embargo, Nahuel ya se imaginaba adentro de ella.

En un momento Nahuel se adelanta, y como el sendero hacía una curva, lo perdió de vista.

-¡Esperame boludo! -Le gritó. Trotando para alcanzarlo.

Cuando ella dobló la curva, se encontró con una sorpresa. Nahuel estaba meando a un costado del camino.

-¡Ay, que tarado! – le recriminó, al ver la enorme verga con la que solía penetrarla.

-Perdoná, me adelanté porque necesitaba mear, no daba más. – se disculpó él, mientras sacudía su pene, notando que ella todavía tenía la vista clavada en él.

Sofía miró a otro lado. Pero la imagen todavía no se le salía de la cabeza. Esa pija siempre le pareció la más hermosa que haya conocido. Grande, rosada, asimétrica. Y lo más impresionante no era su aspecto, sino lo que podía hacer con ella. Nahuel mantenía las erecciones durante casi dos horas. Y mientras él contenía la eyaculación, ella acababa varias veces. Según recuerda, en una ocasión se corrió cinco veces, y luego él le llenó las tetas de leche.

Hizo de cuenta de que no había pasado nada, pero Nahuel ya estaba notando la excitación en ella. Las tetas, aparecían hinchadas debajo de la remera, y el pezón, puntiagudo, sobresalía notablemente.

Cuando llegaron al mirador del Inca, se encontraron con otros turistas, y ella se sintió más segura. Pero mientras disfrutaba del espectacular paisaje parada en el mirador, sintió que dos manos rodeaban su cintura. Se dio vuelta, y Nahuel le besó los labios.

-¿Qué haces? ¡estás loco!

-No te preocupes, acá no nos conoce nadie. – le dijo él, le dio un beso en el cuello, y la apoyó.

-Por favor no hagas eso. – pidió ella. Se apartó de él, y se alejó.

Caminó unos metros más en subida, siguiendo los carteles que indicaban la entrada al arroyo. Nahuel la seguía de cerca. Sofía intuía que ya no tenía escapatoria. Cuando la besó, sintió el sabor fresco a menta, de la boca de Nahuel. Era el mismo olor que ella conocía. Nahuel solía chupar un caramelo antes de hacerle sexo oral. Y cuando comenzaba a lamerla, largaba el aliento fresco sobre su clítoris, aumentando el placer que sentía al recibir los masajes con la lengua. Era un experto en chupar conchas.

Bajó por un camino improvisado. Se escuchaba muy cerca el ruido del agua correr, y chocar con las rocas. Y detrás, escuchaba los pasos de Nahuel.

-Vamos a bañarnos. – propuso él, una vez que la alcanzó, señalando una de las ollas que tenían cerca. La más profunda.

-No traje maya. – dijo ella.

-No importa, hasta que volvamos te secás sola con el viento y el sol.

Nahuel estaba hermoso con su cuerpo bronceado. Sus músculos marcados, pero sin ser grandote. Sus ojos casi cerrados, porque le daba el sol en la cara, le daban un aire soñador. Llevaba una bermuda gris, y una remera azul. La sonrisa leve decoraba su cara. Una barba de dos días le daban un aire desprolijo y encantador. Sofía miró hasta donde su vista le permitía, buscando a algún otro turista en ese arroyo. Pero sólo se veían a un par de ellos, bastante lejos, caminando torpemente por las rocas en dirección contraria.

-Dejemos las mochilas acá. -dijo él, poniendo la suya sobre una roca. Se descalzó, se sacó la remera y entró al agua.

-Bueno. – Dijo ella imitándolo, salvo por la remera, que la tenía puesta.

Sentía la inminencia de lo que vendría. La tensión sexual se palpaba en el aire, como si fuese algo casi tangible. La traición era inevitable. Se estaba sintiendo como una puta, pero lo peor de todo es que ya no quería impedirlo. Su sexo ya estaba largando fluidos, y su bombacha se había empapado antes de tocar el agua.

Nahuel se hundió en el agua, nadó hasta llegar a la pequeña cascada. Cuando se paró, empapado, algunas gotas brillaban sobre su cuerpo.

-¡Dale vení! – la llamó.

Sofía se acercó sin zambullirse. El agua le llegaba hasta las rodillas, y hasta que llegó a mitad de la olla, le subió hasta la cintura. El agua corría fuerte entre sus piernas. Las pequeñas piedras que pisaba le relajaban los pies.

De repente tropezó con una piedra más grande y cayó. Nahuel rió a carcajadas por su torpeza, pero fue a ayudarla. Cuando Sofía se puso de pie, tenía la remera empapada pegada al cuerpo, y los pechos quedaron marcados, y expuestos a su vista. Nahuel la sujetaba de la mano para ayudarla a hacer equilibrio. Fueron hasta la pequeña cascada, y entonces él la abrazó y le comió la boca a besos.

Ella ya no pensaba en resistirse. Sería absurdo hacerlo. Su boca se inundó del aliento mentolado de Nahuel. Ella también lo besaba con pasión, mientras sentía las manos de él recorrer su espalda y su culo. Lo abrazó fuerte, y le dio un beso en el cuello, sin preocuparse por dejarle marcas. Los dientes se enterraron en él, y lo hizo gemir de placer.

-Vení, vamos atrás de esa piedra.

Nahuel había señalado una piedra grande. Ella entendió que detrás de ella, sería difícil que los descubran.

Ahí, el agua les llegaba casi hasta las rodillas. Sofía apoyó sus manos sobre la piedra, aferrándose bien a ella, porque el agua corría con fuerza, y podría resbalarse.

Nahuel la abrazó por atrás. Ella sintió el enorme pene duro, apretándole el culo. Se sacó la remera, y la dejó encima de la piedra. Él le bajó el short, estiró el elástico de la bombacha, y lo soltó, haciendo que de un pequeño salto por el dolor.

-No sabés como te extrañé amiga. -Le susurró, cerrando sus dedos sobre las tetas, estrujándolas. Le dio un mordisco en la oreja, y le bajó la bombacha.

-Yo también te extrañé. – Confesó Sofía. – Necesito tu pija. Nadie me coge como vos.

Una imagen de su novio le vino como un flash, pero se deshizo de ella enseguida con una sacudida de cabeza. Ya no había vuelta atrás.

La verga de Nahuel recorrió sus nalgas, apuntó más abajo, flexionó un poco las rodillas, y le ensartó la punta. Ella gimió. La boca se le hizo agua. Mojó sus labios con la lengua.

-Metemela toda. Despacito. – Pidió.

Nahuel la invadió con su falo, de a poquito, mientras le quitaba el corpiño, y empezaba a masajear las tetas desnudas. Le daba besos en la espalda, le decía que estaba hermosa, que le iba a dar mucha leche, y que la iba a coger en frente de su novio.

Los movimientos pélvicos eran lentos y suaves, porque pisaba un terreno irregular, y debía tener cuidado.

Sofía sentía las bolas peludas mojadas sobre su piel, cuando ya tenía toda la verga adentro suyo. Mientras era penetrada, observaba que no se acerque nadie. Pero en realidad, por nada del mundo se iba a sacar la pija de Nahuel hasta acabar al menos una vez.

Su boca estaba permanentemente abierta, porque no podía parar de gemir, y gritar.

-Cogeme un poco más rápido. – Ordenó, cuando sintió que le faltaba poco para acabar. Él se la mandó lo más frenéticamente que pudo, y enseguida, Sofía sintió que su cuerpo ardía, y una explosión de placer culminó con un grito liberador.

Nahuel sacó su miembro de adentro de ella. Todavía lo tenía duro, y si no había perdido su talento, seguiría así por mucho tiempo más. Se arrodilló y le agarró el tronco con ternura. Le lamió el glande sacando la lengüita de víbora, y luego se lo tragó hasta donde pudo, saboreando sus propios fluidos vaginales.

Se la chupó por un rato muy largo, haciendo todo lo posible para que acabe. Pero si bien el miembro se veía colorado, con las venas bien marcadas, a punto de estallar, los minutos pasaban y sólo expulsaba el presemen.

-Seguís siendo un toro, como siempre. – lo felicitó. – Cogeme de nuevo.

Le dio la espalda otra vez. Él le besó el culo, le dio una nalgada, y la penetró de nuevo. Seguía igual de duro que la roca en la cual se sostenía. La hizo acabar dos veces más. En un momento, una familia se acercó bastante a ellos. Desde donde estaban sólo podían verle el rostro. Pero su gesto era muy delatador, así que en seguida se fueron.

-Acabame en el culo, quiero sentir los chorros de tu leche caliente. -dijo Sofía. Calculaba que habían pasado al menos una hora y media desde él la estaba montando.

Nahuel se masturbó detrás suyo. De su garganta brotó un gemido que iba in crescendo, a medida que el semen se disparaba con fuerza increíble. Cinco chorros abundantes bañaron el culo de Sofía, y se chorreaban, hasta caer en el agua.

Comieron en silencio, unos sándwiches que habían llevado en su mochila. Durante ese tiempo se trataron como novios, dándose besos, y acariciándose todo el tiempo. Él la tumbó en el piso, e hicieron el amor de nuevo. Pero la tarde se terminaba. Debían volver al hotel.

A medida que se alejaban de Pasos Malos y se acercaban al centro de Merlo, la expresión de Sofía se ensombrecía más y más. Debía volver con su novio Maxi, y mirarlo a la cara sin que sospeche nada. Lo primero que haría sería meterse en la ducha. Se había bañado en el arroyo, pero todavía sentía en su lengua el sabor de Nahuel, y su piel desprendía olor a sexo.

Esa noche estuvo especialmente cariñosa con Maxi. Se sentía culpable y decepcionada de sí misma por lo que hizo. Aunque no se arrepentía. Deseaba que los días pasen rápido, y que no se encuentre a Nahuel de nuevo.

Pero el tiempo pasó lento, y fue torturante. En una ocasión Maxi la escuchó llorar mientras ella estaba en el baño, pero le dijo que no era nada, sólo estaba sensible por estar en un lugar tan hermoso con el hombre que ama.

En unos días conocieron los lugares más importantes de Merlo. Llegó la última noche, y decidieron ir a cenar al casino, donde luego perdieron algo de plata apostando. Cuando volvieron al hotel fueron a la pileta, y después se sentaron en las mesas que estaban en el corredor, para disfrutar en mutua compañía los últimos momentos de sus vacaciones.

Y entonces llegó Nahuel.

Había vuelto de un restorán donde brindaban un show de folclore.

-Mirá quien está acá. – dijo Maxi, alegre. – Vení, sentate con nosotros que mañana ya no te vemos más.

Sofía no podía creer su mala suerte. Pensaba que se había librado de él, pero justo en el último momento, apareció de nuevo.

Charlaron sobre banalidades un buen rato. Ella estaba nerviosa. En un momento, sintió los dedos de Nahuel deslizarse en su pierna, por debajo de la mesa. Su descaro la indignó, pero muy a su pesar, se sentía excitada.

Pero luego Nahuel hizo algo insólito. Se inclinó, y le dio un beso en la pierna.

-¡Qué haces! –exclamó. Luego miró a su novio. Estaba colorada, y nerviosa.

Maxi seguía sonriendo como si nada hubiese pasado. No puede ser tan idiota, pensó Sofía. Entonces Maxi la sorprendió dándole un beso, exactamente en el mismo lugar donde lo acababa de hacer Nahuel.

-No te preocupes mi amor, no pasa nada. -Le dijo, y le acarició la mejilla.

-¿Qué? -Sofía no entendía nada.

-Que ya sé que cogieron, no te preocupes, yo había arreglado con él para que venga a este hotel. Quería probar algo nuevo.

-¿De qué estás hablando Maxi?

-Tranquila, mi amor. – le dio un beso en los labios. – Vamos a la cama.

Entonces Sofía miró a Nahuel, y este también la besó.

-Vamos a la cama. – Repitió Maxi, y la agarró de la mano, y la llevó a su habitación, seguidos de Nahuel.

Ella se sentía como drogada. No terminaba de asimilar la situación. Entonces Nahuel le pellizcó el culo.

-Te dije que te iba a coger delante de tu novio. -comentó.

-Jajajaja, eso le dijiste. – Dijo Maxi.

Los dos hombres se desnudaron. La rodearon. Le besaron la boca y el cuello. Le acariciaron las tetas, las piernas, y el culo al mismo tiempo. La desnudaron. Le dijeron que se ponga en cuatro sobre la cama.

Nahuel le metió la verga en la boca. Maxi le chupó el culo, y le metió el dedo hasta el fondo.

-Así me gustás mi amor, bien putita.

Luego peló la pija, y se la metió, con cuidado, en el culo, mientras Sofía se tragaba la pija de Nahuel.

Nunca le había dado el culo a su novio, pero esa semana había hecho varias cosas que nunca hizo, así que no le importó. Es más, le gustó.

Estuvo un rato entre los cuerpos de sus dos machos, sintiéndose más hembra que nunca. Cuando Maxi acabó, se fue a un costado, y observó como su novia se ponía encima de Nahuel, y se metía la enorme pija en su sexo.

-que hermosa estás así, con esa carita de puta mientras te cogen, mi amor. -le dijo.

Cuando la tuvo de nuevo dura, se subió a la cama y le hizo mamar la verga.

Ese día la acabaron en la cara, en las tetas, en el culo, las piernas. Todo su cuerpo olía a semen. Perdió la noción del tiempo, y también perdió la cuenta de cuántas veces la hicieron acabar. Terminó exhausta, casi desmayada, sucia, relajada, liberada, y feliz. Así terminó las mejores vacaciones de su vida.

Fin.

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