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Diario de un putito (4)

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… Yo las disfruto mucho y muy especialmente cuando son en mi boca…

Hoy, antes de irme lleno de semen a mi casa, el señor Iñíguez propuso que me dejara crecer el pelo todo lo que dé…

-Así parecerá todavía más una nena… ¿Qué opinás, Roque?

-Me parece una idea excelente, ¿qué te parece, Jorgito?

-Yo hago lo que ustedes quieran… -contesté desde lo más profundo de mi condición de sumiso…

-¡Bien, putito, muy bien!... –aprobó el señor Roque…

-¿Y en tu casa no te dirán nada?... –quiso saber el señor Iñíguez…

-No creo, mis padres no me hacen mucho caso, señor… Están en la de ellos… -contesté algo dolido y me pregunté –por primera vez- si no sería por esa desatención de mis padres que salí putito y tan necesitado de señores… ¿Estaré buscando la figura paterna que no tuve ni tengo en casa?... Como putito, ¿estaré compitiendo con mamá por el amor de papá?...

-Bueno, entonces a partir de ahora no más peluquería hasta que nosotros dispongamos, ¿entendido, nene putito?... –dijo el señor Roque…

-Sí, señor Roque… -murmuré y me despedí con el saludo que los dos habían decidido días atrás: tocándoles la verga por sobre el pantalón…

………….

Mientras mis dos señores no han dejado de darme verga ni un solo día por el culo y por la boca, mis rulos han cobrado más y más volumen y mi cara –modestia aparte- luce muy linda con ese marco… Mis rulos de color castaño oscuro tapan mis orejas y descienden gráciles ya casi hasta los hombros…

Yo vivo en éxtasis, feliz por demás, con hambre permanente de vergas y tengo que hacer un esfuerzo para concentrarme en la escuela…

Hoy pasó algo importante… Me habían cogido y estábamos tendidos en la gran cama del dormitorio, yo entre ellos, listo para hacerles una mamada, cuando el señor Roque me dijo: -Mirame, Jorgito…

Lo miré, algo intrigado, y entonces, después de unos segundos de observar fijamente mi cara, le dijo al señor Iñíguez: -¿Qué tal si hacemos que se depile las cejas?... Con el pelito así largo y las cejas depiladas va a ser más nena, ¿qué opinás?

Al señor Iñíguez le gustó tanto la propuesta que se sentó en la cama, me miró, miró al señor Roque y dijo entusiasmado: -¡Genial tu idea, Roque!... –después pareció vacilar y dijo: -Pero… ¿cómo hacemos?... Yo ni idea para depilarlo…

-Tranquilo, Iñíguez, tengo una prima que es dueña de un salón de estética; llevamos al nene ahí y listo…

Yo los escuchaba con el corazón latiéndome aceleradamente y bullendo en medio de sentimientos encontrados… Me siento varón, putito, sí, pero varón, y sin embargo cuando me llaman nena y ahora, que pretenden depilarme las cejas para que parezca más mujercita todavía, me siento oscuramente turbado y caliente, angustiosamente caliente, perturbadoramente caliente…

-Che, pero, ¿esa prima no pensará cosas raras?... A ver si todavía se nos arma un problema… -se preocupó el señor Iñíguez…

Pero el señor Roque sonrió y dijo: -No, che, tranquilo, esa prima es muy compinche, sabe de mis gustos y no me censura… “hacé tu vida, Roque, mientras no te metas con menores”… suele decirme…

-¡Ah, bueno, entonces sí, Roque!... Llevémosle a Jorgito y que ella se encargue… ¿Y sabés qué?, esto de la depilación me calentó mucho, así que, Jorgito, haceme una buena mamada… -se exaltó el señor Iñíguez…

-Sí, señor, lo que usted quiera… -dije y me incliné sobre esa verga a la que había que poner dura…

-Perfecto, che, hoy mismo llamo a mi prima y que nos dé un turno…

Y escuchando esas palabras me sumergí en mi tarea de mamón, lamí primero los huevos –algo que me fascina hacer- y después, cuando los noté bien hinchados, empecé a recorrer la verga con mi lengua hasta que se puso dura y bien erecta… ¡Un manjar!... Empecé a lamerla desde la base hasta el glande, jugueteado allí con mi lengua para volver después a la base y ascender nuevamente un par de veces… Por fin la engullí y empecé la mamada disfrutando de ese aroma y del sabor de esa verga adorada…

Cada tanto, en plena mamada, pensaba en esa depilación de mis cejas, en esa prima del señor Roque ante la cual seguramente iba yo a sentir mucha vergüenza, en ese deseo de mis dueño de acentuar lo femenino de mi aspecto, y ante la angustia que me invadía, me concentraba en la mamada y entonces el placer y la calentura se imponían a la angustia…

Por fin oí al señor Iñíguez jadear cada vez más fuerte mientras me aferraba por el pelo y de pronto sentí los varios chorros de semen que me lanzó en el fondo de la boca y que tragué hasta la última gota, disfrutando de ese licor delicioso…

………….

Estamos en un taxi camino de encontrarnos con la prima del señor Roque… Por orden de mis dueños llevo un jean bien celeste bien ajustado y una remera blanca no menos ceñida y mis rulos bien peinados con cepillo…

Cuando llegamos al salón de estética la prima del señor Roque se adelantó a recibirnos… Calculé su edad en unos cincuenta años… Es pelirroja de ojos verdes, algo robusta, de estatura media, vestía un guardapolvo blanco y calzaba zapatos negros de tacos altos…

El señor Roque me presentó a su prima: -Éste es Jorgito… -y después hizo lo mismo con el señor Iñíguez…

-Ella es Silvia, mi prima preferida… explicó…

-¡La única que tenés, sinvergüenza!... –retrucó la señora sonriendo y enseguida nos guió hasta su gabinete de trabajo, ubicado en el fondo del salón…

De camino vi a varias mujeres jóvenes trabajando cortes de cabello y peinados de diversas señoras sentadas ante espejos y a algunas ubicadas frente a otras clientas oficiando de manicuras…

Una vez en la privacidad del gabinete la señora Silvia dijo con tono de sorna: -Mmmmmhhhhh, Jorgito y sus dos maridos… -mis dueños rieron ante lo que evidentemente era una humorada que no entendí y la señora agregó: -Es muy lindo el chico, tenés buen gusto, Roque… Pero parece un menor, ¿qué tenés para decir?

-Tranquila –le pidió el señor Roque y después se dirigió a mí: -¿Tenés el documento, Jorgito?...

-Sí, señor…

-Mostráselo…

Se lo mostré, lo miró y luego me lo devolvió con una expresión de alivio en su rostro… -Yo no le daba más de quince, pero está bien, primo, sigamos entonces… Sentate, nene… -dijo y me señaló un sillón como de dentista ubicado ante un espejo… Puso el respaldo en 45 grados con un pedal y pude ver la escena: ella a mi derecha empuñando una pequeña maquinita depiladora de ésas que funcionan a pilas… La puso en marcha y comenzó a trabajar sobre mis cejas… Operaba con mucha seguridad, dando toques precisos en una y otra ceja… Por último trabajó con una tijerita pequeña y la tarea quedó completada… Puso el respaldo del sillón en ángulo recto y me dijo: -Mirate, Jorgito, ¿te gusta?...

Eran cejas femeninas, dos delgadas líneas sobre los párpados superiores… No supe qué decir y el señor Roque me apuró: -Mi prima te hizo una pregunta, putito, contestále…

-No sé, es raro, son… son cejas de mujer… Tengo que acostumbrarme… -murmuré sin dejar de mirarlas en el espejo…

-Qué carita tan linda tiene… -comentó la señora dirigiéndose a mis dueños y ellos coincidieron…

-Casi de nena con esos rulos hasta los hombros y ahora con las cejas depiladas… -dijo el señor Roque…

-Le faltaría un toque de rubor… -¿puedo?... –dijo la señora Silvia despertando mi curiosidad…

-¿Qué es eso?... –preguntó el señor Iñíguez…

-Un poco de maquillaje, una coloración suave en los pómulos…

-¡¿Maquillaje?!... –exclamé alarmado… ¡¿Van a maquillarme como a una chica?! ¡No, maquillaje no!...

Ante mi reacción el señor Roque me aferro con fuerza por el pelo, acercó su rostro al mío y me dijo mordiendo las palabras: -¿Te estás revelando, putito?... ¿Eh?, ¡contestá! ¿te estás atreviendo a rebelarte?... Sabés muy bien el precio de eso… No más vergas, ¿eso querés, Jorgito?... ¿Querés quedarte sin vergas?... –finalizó con un tono de fingida suavidad…

La amenaza me sonó terrible, algo imposible de soportar y entonces me doblegué…

-No, señor Roque, por favor, eso no…

Entonces me soltó y dijo: -Pedí perdón…

-Perdón, señor Roque…

-Al señor Iñíguez y a mi prima también pediles perdón…

-Perdón, señor Iñíguez, perdón, señora Silvia… -murmuré…

-Eso está mejor, nene, ahora tranquilito y dejá trabajar a la señora…

-Sí, señor Roque… -acepté y empecé a sentirme muy excitado, cada vez más, ante el rigor con que me trataba el señor Roque y también, aunque me costaba aceptarlo, por esa feminización parcial a la que estaba siendo sometido…

La señora Silvia tenía en sus manos un potecito de plástico negro y un pincelito de cerda suave… Con ese pincelito comenzó a pasarme el contenido del pote por los pómulos mientras yo miraba en el espejo los efectos de ese maquillaje…

Por fin, la señora Silvia terminó la tarea y me dijo sonriendo: -Mirate, Jorgito, mirá que linda luce tu carita con ese toque de rubor…

Miré y lo que vi fue un rostro de aire femenino dado por la abundante cabellera enrulada, por las cejas depiladas y por ese tono levemente rosado en los pómulos… Me sentí oscuramente atraído por ese aspecto que la señora Silvia le había dado a mi cara y eso hizo que me angustiara, pero no más que eso, porque en mí no había fuerzas ni deseos para oponerme a lo que estaban haciendo conmigo…

-Falta solamente un detalle para completar el trabajo con este niño… -dijo en ese momento la señora…

-¿Un detalle? ¿cuál, Silvia?... preguntó el señor Roque y entonces ella explicó, para mi desesperación…

-Un sombra discreta en los párpados…

Vi que el señor Roque y el señor Iñíguez se consultaban con la mirada y el señor Roque dijo:

-Adelante, primita, el nene es todo tuyo… -autorizó el señor Roque y entonces la señora Silvia hizo su tarea con un potecito y un pequeño pincel de cerda rígida…

-Mirate, Jorgito… Mirá qué precioso quedaste… -me dijo la señora y me miré, agitado por fuertes sensaciones opuestas… Humillación, angustia y calentura, todo bullendo en mi interior al mismo tiempo…

-¡Quedó fantástico, Silvia! ¡felicitaciones! –se entusiasmó el señor Roque…

-¡Una obra maestra, señora!... –se sumó el señor Iñíguez…

-Bueno, ¿cuánto es, prima?... –quiso saber el señor Roque…

-¡Nada, Roque, nada! Ha sido un placer trabajar con este nene y dejarlo más lindo todavía… Ahora les voy a regalar esos elementos que usé, para que ustedes lo maquillen cuando quieran…

-¡Gracias, Silvia!... ¡Lo vamos a tener siempre maquillado cuando venga a casa! ¿cierto, Iñíguez?...

-Claro que sí, me encanta cómo quedó Jorgito… ¿Y cómo hacemos para quitarle el maquillaje?...

-Ah, sí, hay un producto excelente que yo uso… El primero se los regalo y después ustedes se encargan de reponerlo… Usen algodón…

Y así terminó esa sesión en el salón de estética, con mis dueño entusiasmadísimos y yo asumiendo poco a poco, con algún esfuerzo, ese emputecimiento cada vez más profundo en el que me veía sumergido sin vuelta atrás…

De regreso, en lugar de tomar un taxi decidieron viajar en colectivo y, para mi vergüenza, abundaron las miradas de señores que yo advertí a hurtadillas, porque durante casi todo el trayecto mantuve la cabeza gacha y mis ojos clavados en el piso…

(continuará)

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