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Elena, mi profesora del colegio

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En este relato, les contaré como conseguí poder estar con Elena, la profesora de Literatura que tuve en el colegio.

Todo arranca en el tiempo que iba al colegio, lo terminé en el 2009 con 18 años, ahora ya tengo 25. Elena fue mi profesora en todo el secundario, siempre me había parecido una mujer hermosa y muy sexy. Alimento muchas de mis fantasías sexuales como alumno, la típica profesora que nos calienta en las épocas de colegio. Ella es de estatura baja, no lo sé exactamente, pero debe rondar en los 1,60, de piel blanca, cabello negro largo y ondulado, de senos no muy grandes pero que lo compensa con una cola excelente, que con sus 37 años se mantiene muy bien. Si. 37 años. Una milf espectacular!

Cuando terminé el colegio, muy pocas veces me la había vuelto a cruzar a Elena por las calles de la ciudad, y las veces que me la encontraba, recordaba las ganas que me habían quedado como producto de las fantasías creadas en mi mente de adolescente. Hasta que el año pasado 2016, en el mes de septiembre, yendo a la universidad caminando me la crucé. Nos saludamos con muy buena onda y nos contamos de nuestras vidas, mientras hablábamos, me daba cuenta que no dejaba de mirar mi cuerpo. Ese día me había puesto una camisa que me quedaba entallada.

La última vez que nos habíamos visto, hace más de un año de ese día, hacía frio y estábamos abrigados hasta el cuello, por lo que no se notaban demasiado mis resultados en el gimnasio. Pero en septiembre, acá en Argentina hace calor, más en esta zona norte del país donde vivo. Ella elogió mi estado físico, me preguntó que hacía y me dijo que ella salía a caminar siempre. De verdad se la veía muy bien, tenía puesta una calza deportiva y una remera larga que le tapaba hasta la cola, por lo que no pude ver mucho.

No iba a dejar pasar otra oportunidad. Siempre que nos habíamos visto me arrepentía luego de no pedirle su número de celular. Para poder tener el contacto seguido. Y poder intentar algo, quien sabe. No podía perder nada haciéndolo. Así que cuando nos despedimos le pedí su número, a lo cual ella accedió a dármelo sin pensarlo. Le propuse vernos el algún momento a tomar un café o algo. Elena sonrió y me dijo que sí. De esa manera nos despedimos. Mire mi reloj y ya habían pasado más de 15 minutos del horario de entrada de clases. Y aún me faltaban unos 15 minutos más de caminata. Así que decidí volver a casa. Me ganaría inasistencias pero por lo menos valió la pena, había conseguido el número de Elena.

No dejé pasar mucho tiempo en escribirle, tanto había esperado para conseguir el contacto que no perdería más el tiempo. Así que le mande whatsapp, un lunes, con la noticia de que me quedaría solo en casa el viernes por la tarde, hasta el sábado a la tarde, más apurado estaba. Ella me respondía de la mejor manera. Y quedamos vernos en mi casa ese viernes a las 6 de la tarde. Ya tenía todo arreglado. Solo me quedaba planear alguna estrategia para poder conseguir algo. Toda la semana mi mente estuvo a mil. Hasta que por fin llegó el bendito viernes. Sobre el medio día, Elena me escribió, recordándome que nos teníamos que ver. Eso me sorprendió y me dejo más loco aun.

Llegó la hora acordada, yo ya estaba solo en casa, el clima no estaba muy favorable recuerdo, el cielo nublado y había bajado la temperatura. Rogaba que no lloviera hasta que Elena llegara. Mis suplicas fueron escuchadas. Escuché el celular. Era ella, que me avisaba que estaba sobre la avenida. No había encontrado mi casa. Salí rápido a buscarla. Al hacerlo me di cuenta que había empezado a lloviznar. Al llegar a la mencionada avenida que queda a la vuelta de casa la vi. Rápidamente se acercó a mí y nos saludamos. Olía muy rico. Fuimos a casa apurando el paso mientras la llovizna aumentaba de intensidad. No podía haber tenido más suerte. O ser la mejor ocasión. Los planetas se me habían alineado, y debía aprovecharlo. Sí o sí.

Entramos a mi casa, y la invite a sentarse en el sofá, mientras ella se divertía con mis dos perros. Tenía puesto un tapado medio largo. Antes de sentarse se lo quitó, dejándome ver completamente su cuerpo. Tenía puesto un jean ajustado, negro, un zapato alto pero no de aguja, y una remera de escote, no muy escotado pero dejaba ver un poco sus senos, blanca. En resumen, estaba espectacular. Mi cabeza empezó a volar. Como iba a hacer para conseguir algo con ella. Había planeado muchas estrategias. Debía jugarme por alguna de ellas. Preparé café para ambos y me senté en uno de los sofás quedando frente a ella, separados por una mesita.

Conversamos de todo un poco, muy sueltos, como si fuéramos buenos amigos de hace mucho tiempo, hasta que la conversación se interrumpe cuando Elena me pide ir al baño, el cual está en la planta alta de mi casa. Se levantó y se dirigió a las escaleras. Mientras yo la miraba. Por fin pude verle la cola. Se veía espectacular en ese jean apretado. Le hacía saltar las nalgas. Me hizo hervir las venas. Ya no quería esperar más. Cuando volviera del baño iba a confesarle todo. ¡Estaba jugado! Cuando bajó volvió a sentarse en el sofá, frente a mí. Comentó sobre el clima afuera, que no había mejorado, la llovizna aún era intensa, y se sentía el fresco entrar por la ventana del living.

Decidí a jugarme todas las cartas. Le dije: - Tengo algo que decirte Elena. Respire profundo y empecé.

– Desde el secundario me pareciste una mujer hermosa-.

– Y cada vez que nos cruzábamos, me volvías a recordar lo loco que me ponías cuando eras mi profesora-.

Ella me miraba atónita.

-Esta última vez que nos cruzamos, no podía dejar pasar la oportunidad de poder decírtelo-. –No podía dejar pasar más tiempo-. – Me gustas-.

No sé si fueron las mejores palabras, pero su cara no me decía mucho, me acababa de confesar ante una mujer 12 años mayor. Era mi primera experiencia con una mujer de tanta diferencia de edad. Hubo unos segundos de silencio. Me miro y me pregunto.

-¿Me estás jugando una broma, no?-

-¡No!, es la verdad- Afirme.

- Bueno, tengo que decirte que al verte también me pareces un hombre atractivo- Dijo Elena. Sonriendo. Medio nerviosa también. Por la situación.

-¿Pero qué van a decir?-. –Tenemos mucha diferencia de edad- . Agregó.

-Nadie debe decir nada, porque nadie debería saberlo Elena- Dije. Con la actitud de no perder.

- Es verdad que hace mucho no me decían cosas así- Me dijo.

Extendí mi brazo con la mano abierta, invitándola a que se acercara a mí. Esa fue la jugada final. Si se levantaba y venía hacia mí, ya la tenía. Si me rechazaba, debería trabajarlo más o peor, perdería la oportunidad, quizá para siempre.

Para mi enorme suerte, Elena se levantó, se acercó a mí, agarrándome la mano.

-¡Estás loco!- Me dijo. Ya con un tono más amigable.

-¡Muy loco!- Le dije.

La senté despacito sobre mis piernas. Coloque mi mano sobre su pancita y la comencé a deslizar, bajando hacía sus piernas, la caminata las hacía conservarse muy bien. La miré y nos empezamos a besar, primero lentamente para luego comernos como dos locos. Mi mano exploraba sus piernas de abajo hacia arriba. Para luego pasar por su cintura. Ella mientras acariciaba mis pectorales, mi abdomen y besaba mi cuello. En ese momento ya no había marcha atrás. En mi mente rogaba que nadie viniera a interrumpir el momento. Puse mi mano sobre uno de sus senos y comencé a aprovecharme, acariciándolo por encima de la remera. Ella miraba como lo hacía, sonriendo ahora ya con cara de putita. Mi pene empezaba a ponerse tieso, duro con cada segundo que pasaba. Repetí la operación con su otro seno. Y ella, obediente, quietita, sentada sobre mí.

Tomé su mano y lo puse sobre mi bulto, ella lo acariciaba con apremio, ya lo tenía durísimo. Me desprendió el cinto e hizo lo mismo con el botón de mi jean, bajo el cierre y empezó a tocarme sobre el bóxer. Mientras, metí la mano por su espalda, desprendiendo su corpiño, ayudándome, ella se lo quitó. Por fin los tenía libre bajo la remera. Metí la mano y los masajeaba. Elena gemía y se mordía los labios. Ella seguía tocándome el pene por sobre mi bóxer. El cual tenía botones. Me los desprendí para que ella pueda sacarlo por el agujero que quedaba al desprenderlos. La cabeza y el tronco de mi duro miembro asomó. Empezó a acariciármelo, me masturbaba lentamente para luego acariciármelo por completo nuevamente.

La hice parar y la puse de modo que su cola quedara frente a mi cara, yo seguía sentado en el sofá, besé sus nalgas sobre su jean. Elena desprendió su botón, bajo su cierre y frente a mi cara empezó a bajárselo. Sus nalgas blancas empezaban a surgir de a poco. En medio una tanga azul, ese triángulo quedaba increíble. Cuando sus nalgas estuvieron completamente al desnudo, inmediatamente las besé, las devoré. Me coloqué un preservativo, lo lubriqué bien. Le corrí la tanga y ella apoyo su vagina sobre mi pene. Me lo agarró del tronco y se lo metió. Ambos gemimos cuando mi pene entro por completo. Elena empezó a moverse, abajo, arriba, abajo, arriba; mientras yo disfrutaba de la vista, su espalda, su cintura, caderas, sus nalgas que se comían mi pene cada vez que bajaban y reaparecía cuando subían.

La tome de la cintura y la coloque de perrita sobre el sofá, tome mi pene y la penetre. Mientras me movía dentro de ella una de mis manos tomaba su cintura, y con la otra me aferraba de su tanga. Elena gemía y decía mi nombre. Intentaba controlarme, pero de verdad, estaba muy caliente. No quería perder el control de la situación y alargar lo más que pueda el momento. Siempre me gusta hacerlo así. Y más si son oportunidades únicas. Las nalgas de Elena sonaban al ritmo de mis embestidas. Hasta que sentí como mi pene se apretaba, era consumido mas por su vagina, ella gemía más fuerte y sentí un gran flujo mojar mi pene.

-¡Me vine!- ¡Me vine!- ¡Pará un poco!- Me dijo Elena, con un tono de sufrimiento, agitada.

Saqué mi pene de su vagina, ella se sentó en el sofá, me miro y empezó a reírse. Ambos reímos de la situación. Me agaché y besé la parte de sus piernas que quedaban descubiertas. Lo demás seguía tapado por el jean que no se lo había quitado. Con sus piernas de lado corrí nuevamente su tanga, metí mi pene lentamente en su vagina. Entraba y salía con lentitud. Sus zapatos azules me causaban un gran morbo. Esa posición hacia que se sintiera muy apretado. Sentía que mi pene estallaría dentro. Sin embargo no paraba con mis movimientos. Elena se acariciaba los senos mientras yo lo hacía. El calor nos invadía a ambos. Su cara estaba roja. Y su vagina muy mojada.

Me quité, la tome de la mano y la coloque sobre la mesa, levante sus piernas y las coloque sobre mi hombro, corrí su tanga, penetrándola. Mis movimientos ahora eran bruscos. Con velocidad. Hacia adelante y hacia atrás. Elena gemía mientras se mordía los labios como toda una puta. Quería que se corriera una vez más para poder acabar después yo. Ya no daba más. Saqué mi pene, la tomé y la puse de perrita apoyada con sus brazos sobre la mesa. Metí mi pene en su vagina y retomé mis movimientos, rápidos y duros. Hasta que mi esfuerzo dio fruto. Sentí que su vagina nuevamente apretaba de más. Elena se vino, un sonido vaginal me lo aviso, con el flujo mojando mi pene, cubierto con el preservativo.

Me quité el preservativo y así como estaba Elena, de perrita, metí mi pene en su vagina. Podía sentir todo, más. Lo profundo, caliente y mojado de su vagina. Ella empezó a moverse lentamente. Dispuesta a sacarme todo el semen que tenía acumulado.

-¡Dame la lechita en la cola amor!- Me dijo.

-¡Dale amor, no tardes!- . - ¡Ya quiero sentir!- Volvió a insistir.

Mi pene se hinchaba más y más con cada movimiento de sus nalgas, chocando contra mi pelvis. Lento pero profundo. Hasta que no aguanté más. Saque rápidamente mi verga y me masturbe. Hasta que los chorros de semen empezaron a salir disparados. Sobre su espalda los más largos. Y luego sobre sus nalgas. No dejaba de eyacular. Era demasiado el semen que se había acumulado. Elena miraba como su cola era cubierta por mi esperma, mientras se mordía los labios y sonreía por la cantidad del mismo. Exprimí de mi pene hasta la última gota.

Cuando ya terminé todo, fui hasta mi pieza y tomé una toalla, se la dí a Elena que se limpió lo que pudo y fue al baño para terminar de hacerlo. Con la misma toalla limpié mi pene. Tuve que cambiarme el bóxer porque lo tenía mojado de los flujos. Me volví a vestir mientras la esperaba. No podía creer lo que había sucedido. Me había cogido a mi profesora de colegio. Venía de buenas rachas en el sexo. Y había concretado ya dos de mis pasadas fantasías.

Con "Laura, mi ex cuñada" (Los invito a leer este relato) y ahora, con Elena, mi profesora de colegio.

Elena bajó del baño, y me mostro su tanga, no pudo ponérsela porque estaba empapada mi semen. Así que la lavó y la metió en su cartera. Nos sentamos juntos en el mismo sofá, seguimos charlando ahora con más confianza. Hasta que llegó el momento de que decidió irse. Nos despedimos con un beso apasionado y desde luego, acordamos seguir viéndonos. No iba a perder ahora la oportunidad de seguirla disfrutando. La acompañe a tomar un remis (taxi). Y se fue.

Mensajeabamos bastante seguido. Y aun hoy seguimos teniendo sexo. Y cada vez mejor. Así que les seguiré contando de los mejores encuentros que hemos tenido.

-Alexander 0022-

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