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El diario de Claudia: Memorias de una prostituta travesti

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La inicié como una “travesura” – ya era travesti por algunos años, quizá 8, ya hacía vida pública en discotecas y bares; ya había cogido con una docena de tipos, la mayoría amigos de la oficina o de la universidad. Cuando empecé a buscar “algo más” que me excite, descubrí, como jugando, que recibir dinero luego de dejarme follar el culo o la boca, me alocaba exponencialmente. Primero fue con un amigo del trabajo, un cachero de fin de semana. Me pagó por mamársela y solo eso, el recibir dinero por “mis servicios” hizo que se la mamara más aún hasta que dispare toda su leche hasta el fondo de mi garganta.

Pasó el tiempo y el solo “vestirme como puta” (mi estilo favorito) ya no era suficiente: empecé a frecuentar los barrios de las putas callejeras, a imitar todo su atuendo y maquillaje, a pararme en las mismas esquinas… hasta coger en los mismos callejones oscuros. Externa e internamente me convertía más y más en Claudia, la puta travesti de Cartagena. Empecé a poner más fotos mías en la web – en las redes sociales, y videos. Luego los avisos clasificados, ofreciendo mi cuerpo por dinero.

Pero tenía un “trabajo oficial” por las mañanas…que me quitaba tiempo y dinero (pronto descubrí que ganaba más puteando), así que decidí matar dos pájaros de un solo tiro: empecé a reclutar clientes en la oficina. Siempre hay esos cuarentones solitarios o bicuriosos, o aquellos casados pero hartos de esa esposa aburrida y cucufata a quien no le gusta chuparla hasta hacerlos venir. Cuidadosamente los fui atrapando en mis redes; desde la tarde de los viernes hasta la madrugada del domingo me convertía completamente en la prostituta que ahora adoraba ser; conseguí un buen trato con el administrador de un hotelito lejos del centro y por allí pasaron más de una docena de mis frustrados compañeros de oficina. Cuando estaban conmigo se transformaban por completo: daban rienda suelta a todas las fantasías que sus seniles esposas no lograban darles: yo se las mamaba hasta el fondo de sus vergas, dejando que me tomen de la cabeza y me empujen hasta hacerme tragar cada centímetro de piel; dejaba que regaran toda mi cara con semen caliente, hasta darme un baño facial. Y claro, el plato fuerte era siempre mi culo, el cual desfollaban como si yo fuese la última perra en el mundo. Les encantaba… me adoraban (o más bien, me adoran). Algunos curiosos terminaban mamándome la verga hasta tragarse mi esperma o, de vez en cuando, me pedían que los penetre. Todo vale, con tal que pagues bien.

Los fines de semana era eso y solo eso: una puta, una perra, una prostituta de hotel – alguien a quien los hombres podían follar hasta dejar su leche; me convertí en un depósito de esperma.

Cada vez dedicaba más días de la semana a mi vida de puta… vestida con mini-minifaldas o vestidos de licra al tubo, tipo malla, sin trusa, o con shorts plateados bien pegaditos; me encantaba ponerme los tacones más altos posibles o sino, botas negras que llegaban hasta mis muslos. Era la puta perfecta.

Eventualmente decidí que mi trabajo oficial, en la oficina, me quitaba el tiempo (además que la noticia de mi doble vida se había divulgado a tal extremo que varias veces terminé fornicando en el baño de la empresa), así que decidí renunciar. Ya no lo necesitaba. Eso fue hace un año y medio; aunque intenté volver, ya no me sentía a gusto. Ahora soy Claudia, la puta travesti de Cartagena a tiempo completo. Llevo una vida “de murciélago”: duermo todo el día, vivo y trabajo de 6 pm a 6 am. Con el tiempo, mi lista de clientes regulares se ha extendido a más de 50, más aquellos que me buscan en línea o los que me recogen en la calle. Tengo mis calles favoritas, con sus callejones en donde, poniéndome de rodillas he mamado alguna verga dura y gorda. Hay también varios clubes nocturnos y discotecas que frecuento para conseguir carne; disfruto cada momento de mi vida como puta… ¿y quién no?

Con el tiempo, he llegado a “diversificarme” – como por ejemplo atender grupos: eso es de lo mejor! De pronto te ves rodeada de 5-6 (y hasta 10!) machos desnudos, todos masajeando sus vergas durísimas y grandotas… mientras que yo, de manera casi sumisa espero impaciente de rodillas entre ellos; primero siempre empiezo con un masaje oral de sus vergas: mamándolas cada una como si fuesen la única en el mundo, bañándolas en mi saliva densa, dejando que esas cabezas gordas raspen el interior de mi garganta. En muchos casos estos masajes terminan con baños de semen, ya sea inundando mi garganta o esparciendo esa leche salada sobre mi rostro. Ahora que ya estoy algo bañada en esperma puedo ofrecer mi culito redondo y hambriento a cada uno de mis clientes. De preferencia de gusta que me cojan de a dos: uno en mi boca y el otro en mi garganta, aunque a veces tengo un par metidos atrás mientras mamo otra verga. (Siempre me sentiré orgullosa por aquella vez en la que logré meter 3 vergas en mi orto y dos en mi boca… ¡5 dentro mío!). El sexo en grupo de aloca de verdad…esa riquísima sensación de ser un pedazo de carne con un par de huecos que todos quieren penetrar casi simultáneamente; aprendí a ser una verdadera máquina del sexo – mamando de tal manera que mis amantes de vacíen lo más rápido posible para que pase el siguiente, y el siguiente, y el siguiente…Y luego vienen esos baños de esperma tibia que terminan cubriendo mi cuerpo desnudo, chorreando por toda mi piel, hasta que lo tomo con mi dedos para metérmela a la boca. La leche no se desperdicia. Y al final de la noche, termino poniéndome la ropa sobre todo ese semen y salgo a la calle en dirección a mi casa, con esperma en la cara y brotando desde el interior de mi culo con el orto ahora completamente expandido.

Soy una puta, una puta travesti. Y lo seguiré siendo.

Claudia

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