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Diario de un putito (final)

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Cada vez que llego a la casa del señor Roque, lo primero que hacen él y el señor Iñíguez es maquillarme según les enseñó la señora Silvia… Cuando lo hacen, a menudo se congratulan de que mi cara no presente ni siquiera sombra de vello y pueda ser, una vez aplicado el maquillaje, la cara de una nena…

Lo bueno es que eso los pone a mil y me cogen fogosamente… Primero deciden quién de entrada me usará la boca y quién el culo, y resuelto esto se lanzan sobre mí para darme la primera ración de semen… Después de descansar un poco y reponerse vuelven a usarme cambiando cada uno el objetivo…

Les gusta sobarme y eso hacen después de desvestirnos y antes de cogerme… A mí me encanta sentir sus manazas recorriéndome el pecho, las nalgas, las caderas, los muslos, por momentos crispadas, por momentos distendidas y suaves…

Casi siempre empiezan a sobarme de pie, pero enseguida acabamos los tres tendidos sobre la mullida alfombra del living, yo entre ellos y los tres gimiendo y jadeando de calentura… En medio de esos toqueteos me las arreglo para agarrarles las vergas, que estás bien erectas y duras y, sin impedirles que me sigan toqueteando, voy besándolas y chupándolas un poco…

Después de un rato debo ponerme en cuatro patas y comerme ambas vergas, a veces en el mismo living y a veces sobre la cama del dormitorio…

Hoy tuve la sorpresa muy agradable de que habían tomado viagra y pudieron cogerme tres veces cada uno… ¡Fue glorioso!... Terminé lleno de semen y lamenté tener que volverme a mi casa…

El último polvo fue conmigo inclinado sobre uno de los apoyabrazos del sofá del living chupándole la verga el señor Iñíguez, que estaba tendido de espaldas, mientras el señor Roque, de pie detrás de mí, me culeaba…

Se nos hizo tarde y apenas quedó tiempo para que me quitaran el maquillaje…

………….

Han pasado unos días y esta tarde, después de maquillarme, el señor Roque me contó el plan que tienen…

-Mañana te vamos a llevar de paseo, Jorgito…

-¿De… de paseo?... –pregunté entre curioso e inquieto…

-Sí, de paseo y maquillado…

-¡Ay, señor Roque! ¡me va a dar mucha vergüenza!...

-¿Creés que nos importa, Jorgito?... –intervino con ironía el señor Iñíguez…

No, claro que no les importa me dije y el señor Roque siguió contándome el plan…

-Vos vas a caminar solito y nosotros te seguiremos unos metros detrás…

-Pero… ¿para qué, señor Roque?... –me atreví a preguntar…

-Queremos ver si se te arrima algún señor…

-Ay… -me asombré… -¿Y si se me arrima qué hago?...

-Le das calce y arreglás algo…

-Señor Roque, ¿voy a… voy a poder ir adonde… adónde quiera llevarme?...

-Vos no te preocupes… Nosotros vamos a estar cerca… Si nos necestás hacés una seña…

La idea, a pesar de la vergüenza de salir maquillado a la calle, me excitó mucho, y así excitado y con vergüenza salí hoy a la calle seguido discretamente por el señor Roque y el señor Iñíguez… Había que aprovechar el tiempo que teníamos, así que no me cogieron…

El señor Roque vive a dos cuadras de una avenida importante en el barrio de Belgrano y por esa avenida fue el paseo… Llevábamos dos cuadras caminando, yo entre miradas de señores y señoras, miradas que oscilaban entre el asombro, el interés y el morbo…

A las dos cuadras decidí pararme ante una vidriera, fingiendo interesarme en la ropa allì exhibida…

De pronto un señor a mi lado y su saludo en voz baja…

-Hola…

-De reojo vi que era un madurón…

-Hola… -respondí y lo miré de arriba abajo… Unos cincuenta años, calvo, estatura media, robusto sin ser gordo…

-Se me acercó hasta pegarse a mí y me dijo mientras yo veía que el señor Roque y el señor Iñíguez nos observaban a pocos metros: -En la esquina hay un bar… Tomamos algo y charlamos… ¿eh, nene?...

Asentí con la cabeza mientras el corazón me latía rapidito y poco después estábamos sentado a una mesa con dos gaseosas…

-Me gustás mucho, lindo…

-Gracias, señor… -dije y le pregunté su nombre: Ramiro…

-¿Y vos?... –preguntó…

-Jorge…

El señor Roque y el señor Iñíguez habían entrado al bar y ocupaban una mesa cercana, mirándonos…

-Andás maquillado…

-Sí, señor…

-Sin duda sos un putito…

-Sí, señor… -confirmé bajando la vista, por vergüenza…

-Bueno, putito, quiero darte pija… -dijo poniendo en claro que no era hombre de perder el tiempo…

-Está bien, señor…

-Ya mismo vamos para mi departamento…

-Es que…

-Qué, ¿te vas a hacer el difícil?...

-No, señor Ramiro, es que yo… yo… -y sin saber qué decir les hice una seña a mis dueños...

-Buenas tardes, amigo… -saludó el señor Roque de pie junto a nuestra mesa…

-¿Quién es usted? No lo conozco y estoy ocupado hablando con este chico…

-Precisamente de este chico quiero hablarle… -dijo el señor Roque y tomó asiento invitando al señor Iñíguez a hacer lo mismo…

Mientras el señor Ramiro no salía de la sorpresa, el señor Iñíguez llamó al camarero y pidió dos botellines de cerveza…

-Ustedes se entrometieron… ¿Qué quieren?... –se molestó el señor Ramiro, pero el señor Roque le pidió que se calmara…

-Escuche atentamente, señor…

-Está bien... –concedió el señor Ramiro y entonces el señor Roque se lo explicó todo…

-Jorgito, este lindo nene, está a cargo mío y del señor Iñíguez (y al nombrarlo lo señaló)… Vive con sus padres pero nos visita en mi casa todas las tardes y le damos verga… Es putito, yo lo inicié… Ahora el señor Iñíguez y yo sentimos el deseo de compartirlo y es por eso que usted está sentado a la mesa con él… ¿Entiende, amigo?...

El señor Ramiro hizo un silencio, como si estuviera pensando en lo que acababa de escuchar y finalmente dijo: -¿Y si ustedes fueran policías en busca de pedófilos y me hubieran tendido una trampa con este chico?...

-Jorgito, mostrale tu documento al señor… -me pidió el señor Roque y se lo mostré…

-Bueno, está bien… -dijo aliviado…

-Hoy ya no hay tiempo porque el nene tiene que estar en su casa antes de las ocho, que es la hora en que sus papis vuelven de trabajar, pero si le interesa lo esperamos mañana a las cinco de la tarde, amigo, ¿qué me dice?...

-Sí, claro que me interesa, ni loco me perdería semejante bomboncito… -contestó el señor Ramiro y los tres rieron mientras yo me estremecía de calentura pensando en lo que me esperaba al día siguiente…

El señor Ramiro anotó la dirección y nos fuimos a casa del señor Roque, donde tendrían que quitarme el maquillaje…

-¿Estás contenta, nena putita?... –me preguntó el señor Roque mientras íbamos en el taxi y el conductor, hombre de unos sesenta años, me miraba cada tanto por el espejo retrovisor…

-S… sí, señor Roque…

-Una verga más…

-¡Ay, sí!... –y en ese momento intervino el taxista: -Oiga, amigo, perdone, pero me estoy calentando al escucharlos…

El señor Roque y el señor Iñíguez rieron a dúo y el señor Roque dijo dirigiéndose al chofer: -Lo entiendo, amigo, está bueno el chico, ¿cierto?... ¡Y si supiera lo putito que es!...

-Sí… se nota…

-El chico es nuestro, señor, y nos gusta compartirlo, somos muy generosos, ¿se da cuenta?...

-¿Quiere decir que…? –se ilusionó el taxista pero interrumpìó la frase posiblemente por miedo a haberse equivocado…

-Sí, señor, quise decir lo que usted imagina, que si el chico le gusta lo esperamos mañana a las cinco de la tarde… Cuando lleguemos anote la dirección…

-Gracias por el convite, señor… Claro que voy a ir, prefiero perder viajes pero no perderme a esta belleza... –prometió y yo sentí una alegría y una excitación enormes por las dos nuevas vergas que se sumaban para darle de comer a mi culo y a mi boca de putito… Soy una putita insaciable y por eso espero que mis dueño, el señor y el señor Iñíguez, sigan sumando hombres,… ¡Quiero más y más vergas y que me inunden de semen!...

Fin

(9,27)