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La flor que me robé

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Lo veía de vez en cuando, en las ocasiones en que su padre lo traía a arreglar el jardín de mi casa. Delgadito, blanco, cabello puntiagudo, ojos grandes y una colita chiquita pero que movía muy bien. Yo solo lo trataba bien, como a cualquier empleado normal pero nunca le despegaba el ojo. Lo veía cada vez más con lujuria y deseo. Un cuerpecito lampiño, musculitos sobresaliendo aquí y allá.

Un día de calor yo me estaba bañando en la piscina solo y llegó con su padre. Se pusieron a trabajar en el jardín con el calor canalla que hacía. De reojo veía el sudor que le marcaba los pantalones a la rodilla, la camiseta, la frente. El cabello negro azabache ahora se le pegaba al cráneo. Solo de verlo me arreché muchisimo.

Un día su padre me dice que tendría que viajar a la ciudad durante una semana con su esposa y su hija y que no podría venir a limpiar el jardín, De una vez le sugerí que Javierín se encargara del trabajo. Él dudó un poco pero asintió. Me encargué de que trabajara alrededor de la piscina para tenerlo a la vista. Cada vez que se agachaba yo sentía que la pinga se me iba a salir del pantalón. Un culito paradito, duro, como de bebé. Piernas lampiñas, delgadas, pálidas. Boquita rojita, labios delgados. Y sobre todo se le marcaba un paquetito interesante.

Al tercer día le ofrecí una cerveza. Se la tomó como si fuera agua. Le ofrecí otras dos, las que tragó sin saborearlas. Ya sabía por donde venía el lado flaco del flaco. Le pedí que me acompañara al supermercado y ahí le regalé cosas. Un jabón perfumado, shampoo, un desodorante bueno, talco y por supuesto, un six pack de cervezas. Ya lo sentía más relajado conmigo, más a gusto con el patrón. Todavía me decía usted pero ahora estaba más a tono.

Pasaron las semanas y unos días que eran libres le indiqué al jardinero que si podría "prestarme" a Javierín de nuevo. La mamá estaba como nerviosa, su bebecito se iba un par de dias pero al final consintieron. Apenas llegamos a la casa le dije, llama a tus viejos para que sepas que estás bien. Le dí una cerveza y lo dejé limpiando el frente de la casa. Me tiré a la piscina en calzoncillos. Yo no soy un galán pero tengo lo mío. Cuando estaba nadando veo que se acerca y le pregunto si quería tirarse. No trajo bañador. Le dije, cual es el problema, aqui somos varones, tirate en calzoncillos. Se encueró y quedó con unos calzones pegaditos, de color negro, gastados. Uff, dios, que cosa tan rica, Un pecho con dos tetillas rosaditas, sus abdominales marcados, su culito parado y su bultito pudoroso. Me le quedé viendo y lo dejé saltar. Otra cerveza. Otra más. Otra más.

Yo solo tomaba coca cola y lo veía nadar y chapotear en la piscina mientras yo estaba sentado afuera, supuestamente chateando por el celular pero realmente grabandolo. Lo dejé solo viendo TV en la sala y salí por la parte trasera de la casa y me asomé a una ventana. Estaba en calzoncillos, con la verga parada, viendo pornos. No podía distinguir con detalle su pinga pero si vi la mata de pelos largos, negros que surgían entre su mano mientras se sobaba. Realmente no estaba pajeandose, solo se acariciaba fascinado mientras en la TV se veían dos rubias y un negro cogiendo como animales. Esa noche me hice la paja mil veces recordando como meneaba el culo, como se abría de piernas mientra s nadaba y como se le marcaba la raja de las nalguitas y la verga en el calzoncillito mojado. Vi el videito que le grabé hasta que los huevos se me secaron. Entré en el baño y ví que había puesto a secar el calzoncillito negro, me lo puse en la cara y cuando aspiré ese aroma a culito joven casi me desmayo del placer.

Al día siguiente lo llevé de nuevo a su casa. Ahora ya tenía un plan para comerme esa florecita.

En la siguiente visita, más o menos tres semanas después, le pregunté si había tenido sexo con alguna amiguita. Muy apenado me dijo que no, que nada de nada. Comencé a tocar temas sexuales, hablándole de todo lo que se me ocurría para tantearlo y sentir su reacción. Estaba apenado pero yo lo que quería era que se fuera soltando, que me echara algun cuento calientito. En el camino me detuve y compré una botella de ginebra y varias latas de gin tonic. Le dije que íbamos a preparar un traguito bien rico. Apenas llegamos a la casa nos tiramos a la piscina. El inocentemente se acostó sobre una colchoneta inflable, dejandome a la vista el par de nalguitas bajo su calzoncillito mojado. Cada vez que chapaleaba yo veía esas nalgas meneandose y me ponía a mil. Me fui a la cocina y le serví un trago flojo, casi aguado, con un par de gotitas de algo que llevaba para esa ocasión. Solo un parcito. No quería noquearlo.

Nos bañamos, el seguía chapaleando, salía tomaba y yo lo veía cada vez más intensamente. Luego le serví otro trago más fuerte y vi como lo tomaba de casi dos golpes. Se notaba que no sabía tomar licor. Al rato me le fui acercando dentro de la piscina y le pregunto que si le gustaba bañarse ahi, de noche. Claro que si me contestó, riendo. Ya para esas alturas se sospechaba algo. Cada vez que me le acercaba se echaba para atras o buscaba una esquinita dentro del agua, como si me estuviera rehuyendo.

Cuando salimos de la piscina se quedó con la toalla enrollada a la cintura solamente. Volví a servirle otro trago con un par de gotitas de mi magia. :). En ese momento nos sentamos en la sala y "accidentalmente" dejé un canal porno. Ninguno de los dos dijo nada. En la oscuridad de la sala, solo con la luz de la TV podía ver como su bulto iba creciendo. En un momento me le acerqué y el no reaccionó. Se quedó tranquilito viendo hacia el frente. Yo puse mis manos sobre sus hombros y comencé a acariciarlo lentamente, muy lentamente. Me puse crema humectante y le pase las palmas calientes sobre su espalda fría, apretando y masajeando su pecho y bajé a su abdomen. Él sólo miraba la TV fijamente. Luego bajé mis manos hasta su ombligo y le metí la mano bajo la toalla, tocando, tanteando, masajeando. Le agarré la pinga sin verla y baje hasta sus huevos. Podía sentir su tensión, podía sentir como estaba hipnotizado por lo que estoy seguro era su primera vez con un hombre y tal vez en el sexo en general.

Le apreté suavemente la pinga y luego le desenrollé la toalla. Mediría unas 7 pulgadas, roja, circuncidada, con la cabeza en punta de flecha. Las venitas se veían azules. Los huevos le colgaban casi hasta el culo, con una matita de pelo incipiente, parecía que le estaba comenzando a crecer. No tenía un solo vello más en el cuerpo, ni siquiera en las piernas.

Le puse la lengua en la oreja mientras le masajeaba el pico. Aspiré para sentir su olorcito a machito limpio y me intoxiqué. Delicioso, casi a flores. Bajé los dedos y lo fui moviendo lentamente alrededor de su culito. Limpiecito, ni un solo vello. Pequeñísimo, se sentía casi como su ombligo, apretado y duro.

Le fui moviendo las manos para que tocara mi verga. Gruesa, casi de 8 pulgadas, cabezona, incircuncisa, velluda, venosa, de un color más oscuro que la suya. La apretó con curiosidad y ganas pero seguía viendo hacia la TV. Solo se escuchaban los gritos de las putas que se estaban culeando en la porno.

Lo senté al bordecito del sofá y comencé a pajearlo lentamente mientras le daba vueltas a mi dedo en todo su culito. Bien lubricadito con mi saliva, empezó a entrar hasta que sentí que apretaba y se quejaba. Le di la vuelta y le puse mi pinga en la entrada de su huequito, pasandola de arriba a abajo, pegándole en las nalgas y a la vez lamiendole la espalda y los hombros. Cada vez que el se echaba para adelante, yo le empujaba un poquitito más mi verga entre sus nalguitas ricas y deliciosas.

Javierín de pronto reaccionó. Me dijo que mejor no, que ya no siguiera. Que lo dejáramos así. En ese momento estaba bastante ido, creo que todo lo que se había tomado y no coordinaba bien. Yo estaba demasiado arrecho, demasiado. Lo agarré un poco fuerte por la cintura y le puse un brazo en el cuello.

Esta historia continuará porque se puso mucho mejor (o peor).

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