Eran las 10 de la noche y Flor estaba ya embriagada, nos habían dado permiso hasta las 12 de la noche; pero nos pasamos de trago y a todo nos daba risa, la música, el humo del cigarrillo hacia un ambiente frenético con el ritmo del sonido del tambor. Había muchas parejas y cada quien bailaba de manera distinta. Flor me invita a bailar con ella y en sus labios, al moverlo era una invitación a la lujuria, al amor. En un ritmo frenético se me acerca y comienza a tocarme los muslos, de manera repetida y a cada instante rozábamos nuestros cuerpos y eso se extendió en toda la piel, comenzó a emerger con la misma intensidad de excitación entre mis piernas.
Luego acerca sus frondosos labios a los míos y humedece toda mi comisura, hasta sentir su lengua recorrer. De pronto se va la luz y quedamos a oscuras y noto que me empuja a un pequeño recinto en la que había un mobiliario al que me recuesta y comienza a lamerme de pie a cabeza; mientras acariciaba mi clítoris. Yo no aguante más y acerque mi rostro entre sus piernas, sintiendo un olor que me invitaba a saborearla una y otra vez; hasta que me corrí con ella. Un jadeo se escuchó al volver la luz y los presentes se quedaron viéndonos, mientras que nos acariciábamos lo senos.
Al ver la hora, ya era la medianoche y cual si fuera la historia de quien se le acaba el encanto a las 12 de la noche; nos esperaba nuestra dulce morada.