Julia fijó, asombrada, su mirada en la polla grande, gruesa y dura de Carlos, y su coño gimió de deseo. “¡Por favor, fóllame!” Carlos la inclinó sobre la mesa, se colocó detrás de ella, le quitó las bragas, la abrió de piernas, y la penetró suavemente.
Como sólo él sabía hacerlo, fue aumentando el ritmo de las embestidas, hasta alcanzar el punto en el que Julia, fuera de sí, gritaba de placer y se corría una y otra vez.
Agarrada fuertemente a los bordes de la mesa, sintió como el semen de Carlos se derramaba dentro ella. Ante el temor de que se detuviera, gritó desesperada: “¡No, por favor! ¡Sigue! ¡No pares!” Y él siguió. Su polla se repuso.
Y ella, insaciable, seguía corriéndose.