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Sexo VIP 1

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Al principio no me gustaba, pero era nueva en la ciudad y no tenía dinero. Me desagradaba tener que tocar la piel y los genitales de un desconocido por un poco de dinero. Pero poco a poco fui perdiendo el miedo, porque vi que nada pasaba, y hasta cierto punto me comencé a sentir segura y en control de la situación, no sin antes cometer muchos errores.

Ahora no. Ahora todo es diferente. Obtener dinero es tan simple como poner un precio, recibir el dinero y abrir las piernas. Antes me desagradaba, pero ahora la sola idea de pensarlo me excita y me mojo. Cada uno de mis talentos tiene un precio extra, pero valgo mucho la pena, soy la mejor y más agradable compañía que puedas encontrar.

De figura esbelta, carne firme, boca besable, piel blanca, pechos pequeños, pezones rosa oscuro, duros, erectos y vagina estrecha.

Si mis clientes gustan y tienen tiempo, una vez recibido el dinero, me gusta tomar vino y fumar porros, porque me relajo y me pongo muy cachonda. En ese momento sé que mi cuerpo le pertenece a quien pagó por usarlo un rato para su placer.

Mis tetas arden y suplico que me las mamen, que las succionen muy fuerte, que las muerdan suavemente, y en ocasiones que me las golpeen con las palmas. Cuando lo hacen me excito tanto que mi panocha se humedece hasta chorrear, mis piernas se abren y estoy lista para recibir verga.

Un día uno de mis clientes, un africano, estaba encima mío, me abrazaba y me besaba el rostro y el cuello, y notaba que abría mis piernas e intentaba poner su miembro cerca de mi vagina empapada, pero sin condón. Yo logré evitarlo durante bastante rato, pero después él abrió mis piernas con las suyas, y lo hizo con fuerza, yo no pude evitarlo, pero no dije nada.

Estuvo jugando con la punta de su verga en las afueras de mi empapada cosita, durante varios minutos... de pronto comenzó a morder mi cuello, y yo le pedí que no me dejara marcas, pero no le importó, me mordió varias veces, y aunque me dolía me gustaba... mordía también mis pezones, pero lo hacía fuerte, y aunque le supliqué que no lo hiciera, parecía no escucharme... ese dolor no era excitante, yo no lo estaba disfrutando.

Yo no podía moverme, y comencé a sentir algo de temor y le dije que necesitaba ir al baño. Él me contestó que me podía orinar ahí, que él no se iba a levantar, ni me iba a dejar ir. Después de cierto tiempo, el hombre comenzó a penetrarme, yo estaba demasiado excitada, moría porque me metiera ese pepino enorme de hombre negro. Le pregunté si se había puesto el condón, y me contestó que a él así no le gustaba. Yo brinqué del susto, pero no pude quitarme al hombre de encima. Seguía penetrándome rítmicamente, y yo me tuve que someter.

Comprendí que me habían pagado, y que soy una prostituta, y que el sexo forzado y sin protección son sólo gajes del oficio de las putas. Así que dejé que el tipo continuara. No había más.

De repente se levanta, me jala del cabello y me pide que me ponga arriba de él y que lo folle. Lo hice. Practiqué mi mejor movimiento de cadera para complacerlo, mientras el lamía mis pezones y los jalaba con los dedos, de tal modo que pensé que los iba a arrancar, pero antes de protestar recordé que él había pagado por un servicio, y que yo era una prostituta, una mujer que sirve para dar placer a cambio de dinero, así que lo dejé jugar conmigo y yo continué con mi servicio.

El hombre se cansó de la posición, me jaló bruscamente del cabello y me puso a la orilla de la cama, con mi culo parado, yo estaba empapada, y el tipo comenzó a penetrarme bruscamente, mientras jalaba mi cabello, y al mismo tiempo que lo hacía, me mordía el cuello, me lastimaba y jalaba mis pezones a tope. Observaba en el espejo qué hermoso es mi cuerpo, observaba como temblaban mis pequeños pechos y mis nalgas con cada embestida de la verga de este hombre.

Veía su verga oscura entrar y salir, mientras yo tocaba mi clítoris, y me masturbaba, en mi mente repetía las palabras: "eres una puta, eres una verdadera prostituta, y eres la mejor, la más cachonda, la más rica y la más complaciente"... entonces todo el dolor de las mordidas, los jalones de cabello, los pezones morados, se convirtieron todos en un instante en un orgasmo extenso y muy placentero...

Al terminar mi orgasmo pude notar que mi caballero se alejó de mí para recostarse en la cama con el miembro flácido, entonces en pánico volteo a verme las piernas y vi goteando de mi panocha litros de su semen, que había depositado dentro de mí sin autorización. Yo no pude decir nada, porque la verdad me había gustado mucho lo que me había sucedido.

El hombre estaba cansado, me pidió que me durmiese inmediatamente...

Yo tenía miedo, pero esperaba con ansias a que el hombre salvaje despertase nuevamente y me hiciese suya sin pedirme autorización siquiera, ni mucho menos volver a pagar.

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