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Conociendo al pecado -1-

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Les presento una nueva historia, espero que la disfruten. Como siempre saben que ante cualquier sugerencia o critica pueden envíame un correo (busquen en mi perfil) también quiero pedirles que puntúen la serie para saber si de verdad le gusta. Abrazo.

 

Capítulo Uno

 

La pobre chica daba una vuelta más en su cama. Esos nuevos pensamientos tan opuestos a sus ideales la atormentaban una vez más, pero al mismo tiempo no quería que desaparecieran. Una fuerte guerra se desarrollaba dentro de su cabeza. Seguir esos fuertes deseos, dejar que fluyan con tranquilidad o detenerlos de una vez y ponerles un freno definitivo para poder volver a dormir. Esas locas ideas asediaban su mente. Un suspiro escapo de sus labios. ¿Tanto efecto podía tener sobre ella?

Su piel reaccionaba, se electrizaba. Su respiración se aceleró. Su corazón bombeaba sangre a la máxima capacidad, acaricio su cuerpo. Mordió sus labios y acalló un bramido que venía de lo más profundo de su ser. Rasguño las sabanas tratando de descargar un poco de tensión acumulada, acaricio su cuerpo de manera casi involuntaria. Rozo sus senos solo para comprobar lo obvio, se estaba volviendo loca. Una de sus manos bajo hasta su entrepierna, sintió el calor que su cuerpo generaba. La humedad que había ahora sobre sus dedos, se hundieron en su interior. Mordió sus labios una vez más, el sentimiento de culpabilidad aumento. El deseo y el morbo también. Comenzó a jugar con ellos, su respiración se alteraba, intentaba que nadie la escuche, la casa permanecía en silencio. La intensidad del juego de sus dedos aumento, un gemido logro escapar de sus labios sin poder evitarlo. Mordió con todas sus fuerzas la almohada, no se detenía. Suspiraba una vez tras otra totalmente controlaba por su imaginación. Gimió con fuerza, eso la hizo sentirse aliviada. Gimió de nuevo, de nuevo y de nuevo. Su habitación ahora era eso, un templo placeres oscuros… prohibidos. Su cuerpo se descontrolaba, una fuerte corriente lo recorría, sus caderas seguían ahora un ritmo hipnotizante creado por el rápido movimientos de sus dos pequeños dedos. Su respiración se descontrolo, estallo con todas sus fuerzas contra esos dos intrusos que se negaban a detenerse, cientos de espasmos ahora la controlaban, su imaginación seguía volando. Era una víctima del placer, del deseo. Luego de la tormenta llego la calma, permanecía inmóvil en su cama, solo su respiración tan irregular dejaba ver que había sobrevivido a esa guerra interna.

Entonces se produjo lo que tanto temía, la culpa llegaba con una fuerza avasallante ¿Qué estaba haciendo? Ella no era así. Se sintió sucia, pero no era su cuerpo quien reclamaba sino su espíritu. Usando todas las fuerzas tenía logro ponerse de pie, cambio sus sabanas y se dio un baño.

Más tranquila, arrodillaba frente a una cruz que colgaba sobre una de las paredes de su habitación pidió perdón. Una lágrima salió de su ojo derecho, recorrió todo su rostro antes de caer por su mentón. Perdón… repitió una vez más, pero el sentimiento de culpa no desaparecía. Ahora sí, acostada entre sentimientos de culpa, confusiones, recuerdos del placer y satisfacción logro conciliar el sueño.

Despertó increíblemente tarde, algo totalmente anormal en ella. Su familia la observo asombrada por la hora – Buenos días, no dormí bien anoche. Tengo que irme – no dio siquiera tiempo a que objetaran algo. Tomo su bicicleta y salió a toda velocidad hacia la iglesia más cercana que encontró. Entro sintiéndose más aliviada, hizo una genuflexión frente al sagrario y tomo asiento. Espero cerca de cinco minutos hasta que el confesionario quedo libre. Con un paso lento y temeroso se acercó, arrodillándose ante él.

-Ave María purísima – comenzó diciendo angustiada.

-Sin pecado concebida – se escuchó del otro lado

-Perdóname padre porque he pecado, ha pasado solo un día desde mi última confesión. Me siento muy angustiada. Tengo sentimientos que no puedo controlar y que me confunden mucho.

-Cuéntame tus pecados hija mía.

Cerró sus ojos con toda la fuerza que podía, sus manos juntas en posición de plegaria trataban como podían de ocultarla del mundo y sus prejuicios.

-Sentimientos impuros invaden mi mente y me obligan a… cometer actos impuros.

-Cuéntame más hija mía ¿Conoces el detonante de esos sentimientos?

-Sí, es un amigo de mi padre. Estoy obsesionada con él, no me puedo controlar y al mismo tiempo no sé si quiero hacerlo.

-Te recomiendo que reces hija mía. Tienes que orar, despejar tu mente y encontrar el camino hacia la salvación, hacia el amor de nuestro señor.

-Tengo miedo de condenar mi alma. Me siento muy angustiada de vivir en pecado, necesito ayuda.

-¿Te arrepientes de corazón de tus pecados?

Permaneció varios segundos en silencio, sus manos seguían juntas, pero ahora las apretaba con fuerza, la respuesta obvia saltaba a la vista, estaba acorralada y lo sabía.

El cura repitió la pregunta.

-No, no estoy arrepentida. No puedo mentir, mi corazón cree fervientemente que el amor traspasa cualquier tipo de barrera e imposición.

-Te recomiendo la meditación, intenta encontrar el camino correcto. Puedo mostrarte el sendero, pero deberás recorrerlo sola. Solo así hija mía podrás hallar la salvación de tu alma.

Se puso de pie sintiéndose tan derrotada como había llegado, no sentía que hubiera ayudado en nada. Un sonido estrepitoso pudo escucharse en la solitaria iglesia, la puerta del confesionario se había abierto. Ante ella estaba el cura que la había confesado.

-Buenos días hija mía, soy el padre Juan.

Se quedó congelada, no sabía que decir. Millones de ideas pasaban por su mente a toda velocidad sin darle tiempo a poder interpretarlas. El hombre tan sabio como maduro lo comprendió al momento. Dio el primer paso al acercarse a ella abriendo sus brazos. Como había pensado era eso lo que necesitaba, la pobre chica se abrazó a él con toda la fuerza que su delicado cuerpo permitía.

-Como pastor lamento no poder hacer más por esta hermosa ovejita que se ha alejado del rebaño.

Su voz resonaba en la cabeza de la pobre joven, tranquilizándola. Tubo deseos de llorar, pero al sentir las caricias sobre su cabello se sintió en paz.

-Gracias, hizo lo necesario. – se animó a decir. Mientras se separaba de él.

-Tienes una dura batalla frente ti, recuerda que las puertas de la iglesia estarán siempre abiertas. Dios te iluminé y guie – levanto su mano derecha haciendo la señal de la cruz, mientras era imitado por la joven – In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.amén. Puedes ir en paz hija mía.

Salió de la iglesia sintiendo como el frio aire ingresaba en sus pulmones, subió a su bicicleta. Se dejó llevar por la tranquila brisa que se arremolinaba en su cabello. Recordó como había empezado su martirio apenas dos días atrás.

La mañana arranco con normalidad, su madre había preparado el desayuno, su padre hablaba con su hermano. Ana, su única hermana terminaba su última tostada mientras repasaba sus carpetas.

-¡Buenos Días! – Anuncio a todos ellos, la saludaron con la misma simpatía -¿No se supone que ya deberías haber estudiado? – tomo asiento junto a su hermana.

-Ya estudié, estoy repasando. Tengo miedo de que no haya sido suficiente.

-A mí también se me complicaba Historia con la profesora Leticia. Te ayudo, te hago preguntas y vos las respondes ¿Hasta dónde tuviste tiempo de leer? – se ofreció tomando las carpetas de su hermana.

-¡Deja, deja! Lo único que necesito ahora es que la hermana perfecta se aparezca a salvar el día ¡Déjame en paz por favor!

Cerro las carpetas de mala manera y arrancándoselas de sus manos. Guardo todo y salió de la casa dando un fuerte portazo. La joven quedo totalmente paralizada, sin saber cómo reaccionar a las injustas acusaciones de su hermana.

-¿Alguien me puede explicar que le pasa?

-No te preocupes María Elizabeth. Está asustada por su examen.

-Es Lizzy mamá… Lizzy

-No, nada de eso. No elegí tu nombre con tanto amor solo para que un montón de jóvenes lo cambien.

-Está bien mamá, está bien.

Sonrió incapaz de discutir, todo lo que sabía era gracias a ella. Lizzy la tenía como si fuera un modelo a seguir y no disimulaba en demostrarlo. Amos, su hermano se acercó a ellas sentándose de mala manera.

-María Elizabeth, te llamo el estúpido de Lucas. Que no moleste más porque voy a desfigurarle la cara a golpes.

-¡Amos! Cuida tu vocabulario ¿De quién hablas?

-Del estúpido de Lucas Atienza.

-Aww me cae tan bien ese chico, es el novio que mi hijita necesita – dijo besando la cabeza de Lizzy.

-Si, a mí también me caía bien pero después de los rumores…

-¿Qué rumores? – se interesó Lizzy.

-Al parecer lo encontraron golpeando a una mujer, dicen que fue debido a las drogas que había ingerido.

-Pero... Amos ¿De que estas hablando? Pero por favor hijo. Conozco a su familia desde hace años, son incapaces de consentir algo así, son gente de bien hijo, tenés que estar equivocado.

-A mí también me sorprendió mama, me lo conto alguien que los vio. Estaba totalmente loco… y me dijeron que no es la primera vez que pasa. Ahora estoy totalmente furioso, lo quiero lo más lejos posible de María Elizabeth.

-¿Estás seguro hijo?

-Lo juro por las sagradas escrituras. – respondió levantando la mano derecha.

Su madre retrocedió dos pasos horrorizada ante lo que su hijo le estaba contando. No podía creer que el hijo de una persona tan cercana a ella tenga ese pasado tan oscuro, pero al mismo tiempo le costaba desconfiar de su amado hijo.

-Aaron… ¿A vos ya te lo había contado? ¡Aaron!

Su madre salió corriendo en busca de su marido, necesitaba que le diera todas las explicaciones que tuviera a disposición.

-Mentiste por mí

-Ohh… me merezco el infierno – comento riendo – No creo que tengas que aguantar más los planes de mamá por casarte con Lucas.

-Gracias – susurro – ¡choca esos cinco!

-De nada – sonrió correspondiendo su gesto.

Amos es el hermano mayor y principal defensor de su hermana Lizzy. Hacía ya muchos años que se había alejado de las creencias religiosas impuestas por sus padres, por lo que mentir no significaba nada para él y mucho menos por su hermanita. Ella siempre sabía que, aunque no la pidiera, siempre tendría su ayuda.

-¿Sabes que le pasa a Ana?

-Supongo que está enojada con vos.

-¿Conmigo? No le hice nada Amos, quise ayudarla.

-Hace años que vive bajo tu sombra, no es algo fácil hermanita.

-No entiendo que querés decir – comento mientras tomaba su café.

-¿Garibaldi? Ahh Sos la hermana de Elizabeth. Tu hermana tenía tan buenas notas. Tu hermana fue la abanderada con el mejor promedio de esta escuela. Tu hermana nunca desaprobaba en mi clase. Tu hermana siempre cumplía con mis trabajos. Tu hermana era tan responsable ¿Por qué no te pareces más a tu hermana? Podrías decirle a tu hermana que te ayude – comento Amos con una voz desafinada.

-Bueno si, ya entendí ¿debía tener malas notas para que la princesita no se sienta mal?

-No, podes simplemente comprenderla. No es fácil cuando cada profesor que ves te dice lo mismo. Son zapatos muy grandes para llenar.

La mente de Lizzy se llenó de diferentes ideas ¿Qué debía sentir? Culpa. Fue la primera palabra a su mente. No, ¿Por qué sentirla? Había hecho lo que tenía que hacer. Bronca, paso por su mente. Podría ser, su hermana debería esforzarse más en cumplir con sus responsabilidades en lugar de echarle la culpa. Tristeza, esa había dado en el blanco. Durante años Ana fue una especie de fan su hermana Elizabeth, era su modelo a seguir, su máxima referencia de cómo quería ser. Seguía cada uno de los pasos que deba su hermana mayor, pero en algún momento de la adolescencia Ana cambio y le declaro la guerra, culpándola por todo lo que saliera mal en su vida y destruyendo el corazón de su hermana mayor. Siempre era la parte más sensible la que atacaba su hermanita. Por lo que incapaz de hacerla sufrir varias noches había llorado amargas lágrimas en lugar de defenderse y lastimarla.

-¿Qué vas a hacer hoy? – Comento mientras se preparaba una tostada con dulce de leche – ¿Te preparo una?

-Si, gracias. Trabajar ¿por qué?

-Me refiero a la noche, genio. – dijo mientras le entregaba la tostada.

-Ah… hace una semana que Ale me está diciendo de ir a la fiesta que organiza Fran, pero no creo que vaya.

-Mmm Claro – Amos nota como su hermana se mancha cerca del mentón con dulce de leche, por lo que pasa una servilleta para limpiarla – ¿Y ella?

Fue en ese momento que Lizzy por fin se da cuenta de las intenciones de Amos, siempre caía en sus trucos que la hacían hablar más de la cuenta, pero esta vez había descubierto la trampa antes de tiempo.

-¿Qué intenciones tienes con ella? – hizo a un lado su ayuda de mala manera. Golpeando su brazo.

-¿Yo? Ninguna. Simplemente quiero saber que va a hacer.

-Te lo pedí por favor Amos, no quiero que te pase nada con ella ¿Tan difícil es?

-Bueno… uno no controla lo que siente.

-¡Vos no sentís nada por Alexandra! Vas a jugar con ella, vas a lastimarla y te vas a alejar.

Se produjo un silencio entre ambos. Amos sabía perfectamente que la mejor amiga de su hermanita gustaba de él, pero siempre había tenido esa restricción de Lizzy que le prohibían a toda costa acercarse.

-Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos.

Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,

De cierto lo menospreciarían.

-Sera mejor que me vaya a trabajar

-Lizzy… perdón ¿está bien?

-Promételo y no quiero una de esas promesas vacías que usas con mamá. Quiero una promesa real. Prométeme a mí, por mí, que no vas a acercarte a Alexandra.

Las palabras retumbaron con fuerza en el pensamiento de Amos ¿Elegir entre su hermana o una simple calentura? la ecuación era simple y la respuesta también. Retroceder.

-Prometo que no voy a hacer nada con ella mientras estés en contra.

-Gracias – comento retirándose enojada.

Notablemente más calmada se dirigió hacia su trabajo, tomo su bicicleta y empezó recorrer la ciudad. “Luz y Salvación” era el negocio en el que trabajaba Lizzy. Desde hacía dos años su padre la había puesto a cargo para que ella tuviera un ingreso con el cual volverse independiente del resto de la familia. Fue un día de trabajo normal, problemas con proveedores, discusiones con algunos clientes, risas y charlas con otros.

La hora del cierre había llegado, cerró las puertas y bajo la pesada cortina metálica. Sintió como alguien le apoyaba algo sobre el cuello.

-¡Shh Shh Shh! – pronunciaron cerca de su oído.

-¡No, no, no! Para, para, para por favor, te doy todo. No me lastimes por favor. – respondió rompiendo en llanto

La obligaron a dar vuelta, su pecho se contrajo. Su respiración se cortó súbitamente, sus piernas comenzaron a temblar, el color de sus mejillas se borró en su totalidad. Pero al levantar la vista se encontró con la cara de su mejor amiga.

-¡Sos una estúpida! Una tarada ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa semejante? No te entiendo ¿Qué te pasa?

-Bueno, bueno… perdón Lizzy. Se me olvido. Perdóname por favor. Perdóname

-Abrázame al menos – alcanzo a responder antes de empezar a llorar de nuevo.

-Perdóname Lizzy, de verdad se me olvido. Tenés razón soy una idiota, una estúpida, una tarada… perdón, perdón.

-Si, lo sos…

Ambas comenzaron a reír, la pelea quedaba olvidada transformándose solo en un mal recuerdo.

Cinco meses antes un ladrón había entrado al negocio, llevándose dinero e intentando un intento de violación a Lizzy, uno de sus vecinos al escuchar los gritos decidió llamar a la policía que increíblemente consiguió llegar a tiempo para evitar que se produjera. Pese a que recibió tratamiento psiquiátrico las secuelas causadas por el trauma todavía continúan presentes en su día a día.

-Ya está, ya está ¿mejor?

-Si, algo… me asustaste mucho.

-Si me di cuenta, que boquita que tenés nena.

-Ya te dije me asustaste. No voy a ir a lo de Fran no insistas.

-Ya sé, ya se. Vamos a casa, comemos algo y pasamos la noche hablando pavadas

-Buen plan.

Alexandra es la mejor amiga de Lizzy, se conocieron en el jardín de infantes. Pasaron juntas tanto la primaria como la secundaria. Esta locamente enamorada de Amos, el hermano mayor de su mejor amiga cosa que causo peleas y discusiones entre ambas en más de una ocasión. Es atea desde hace ya muchos años, pero aun así nunca sintió que su amiga la criticara, ni ella ni su familia, esto la hacía sentirse como una integrante más de ellos.

Llegaron a la casa de Alexandra, saludaron a los padres, cenaron los cuatro juntos y luego ambas se fueron a la habitación para poder hablar con más intimidad. Lizzy se recostó en la cama de dos plazas que su amiga, mientras que Ale se ponía a navegar por el internet.

-Me cruce con Lucas hoy, te mando saludos y no sé cuántas cosas más… Esta obsesionado con vos, no entiendo como Marta lo ve como tu pareja ideal.

-Lo veía – comento riendo.

-¿lo veía? No entiendo.

-Amos invento unas cosas, mamá no lo puede ni ver. Enemigo público número uno.

-Tu hermano es único. Mira, mira, mira ¿conoces esta página?

Lizzy tuvo que levantarse a regañadientes para ver qué era lo que su amiga quería mostrarle, sabía perfectamente que ignorarla no era una opción, solo conseguiría que se volviera más insistente.

-¿Qué es? – comento sentándose al lado.

-Es una página de chat, puedes comunicarte con gente de todos lados, conoces gente interesante, pervertidos sexuales y mujeres locas por encontrar una pareja.

-Pero por favor Ale ¿Qué estas mirando? Estas páginas son basura, además, todos son mentirosos ¿Cómo sabes si hablas con alguien de tu edad realmente?

-De la misma manera que él, no importándome. En estos chats anónimos todos mienten… vamos a crearte uno, solo un ratito, será divertido. Necesitas un nickname... mmm ya se.

Entraron en una de las salas de chat disponibles y luego de media hora de rechazar gente inmadura y peticiones de que les muestren sus senos por fin encontró a una persona que parecía dentro de todo normal.

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Pequeña_Pecadora: -¡Hola! ¿Cómo estás?

LoboSolitario_35: -hola, bien… es un placer conocerte.

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