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Ivette: Infiel ¡otra vez!

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Era temprano, salir de la oficina, y estar en la calle para visitar a un cliente antes del mediodía  era algo que representaba un reto para Ivette, sabía que las ventas de seguros eran algo que en su familia se había convertido en una tradición, y que ella, por ningún motivo debía fracasar en esta aventura profesional.

Se había casado joven, no con su hombre soñado, pero Eduardo le había dado tres hijos, y a pesar de que la relación había dado fruto, ella siempre se había sentido incompleta, y a sus 48 años, 1.70 de estatura, piel blanca como la nieve, pelirroja natural, de figura curvilínea, grandes senos, poderosas piernas y torneadas caderas, sonrisa fácil, y una expresión facial que mezclaba un aire infantil y juguetón, con una sensualidad que emanaba de cada poro de su epidermis.

A lo largo de sus primeros años de matrimonio, había probado la fruta prohibida de la infidelidad ocasional, en diversas oportunidades, primer sintiéndose culpable, pero después, notándose liberada, como si la vida le diera oportunidad a través de su infidelidad de encontrar en esos hombres, el romance que formaba parte de su fantasía de encontrar al hombre perfecto.

Ivette no era infiel con mala intención, si es que esto era posible, era infiel porque deseaba vehementemente que un hombre que llenara sus expectativas surgiera de alguna de esas múltiples aventuras que se habían dado ocasionalmente de vez en vez, pero que también ella había provocado con su coquetería natural, y su abierta sexualidad.

Al llegar a la oficina del corporativo que tenía que visitar, fue atendida por una asistente ejecutiva alta y esbelta, la cita con el señor Márquez, propietario de la empresa camionera que deseaba asegurar su flotilla de autobuses era una oportunidad de oro para Ivette que, en caso de cerrar la transacción ganaría una muy jugosa comisión mensual que pondría fin a algunos apuros económicos de la decidida vendedora.

-hola, soy Alina, el señor Márquez ya la espera, gracias por su puntualidad- Ivette sonrió y agradeció la cortesía – Un placer estar aquí, espero que mis servicios llenen sus expectativas –

La mujer que recibió a Ivette hizo un gesto, bajo sus ojos y recorrió a Ivette de pies a cabeza, con lentitud casi morbosa, con tanta lentitud y detenimiento, que Ivette se percató de su actitud, verifico sus zapatos de tacón alto y correa a la altura del tobillo, el vestido floreado, de verano, que delineaba las curvas y protuberancias del cuerpo de Ivette, el vestido presentaba un escote que destacaba los dos senos turgentes copa D que tanto orgullo le daban a su poseedora – Señora Ivette, le garantizo que el señor Márquez estará encantado con usted, y seguramente llenara sus expectativas y alguno más – esta última frase la dijo sonriendo con picardía, como anticipando algo, un algo que Ivette no alcanzaba a descifrar y que después descubriría profundamente.

-Permítame anunciarla, siéntese por favor- Alina se dio la vuelta y se dirigió a su amplio escritorio mientras Ivette tomaba asiento en el amplio y mullido sillón de piel a un costado de la iluminada estancia que era antesala para ingresar a la oficina del magnate camionero.

Ivette vio a Alina levantar el teléfono, sonreír, y escucho que la treintañera asistente ejecutiva decía, sí señor, es lo que usted estaba esperando, se sentirá complacido.

Ivette noto las cámaras de seguridad en la parte alta de la oficina, una a cada lado del techo, es decir, su cliente seguramente ya la había visto, y tal vez Alina destacaba ante su jefe su puntualidad y seriedad en el trato, Ivette no tenía idea de que eran otras cosas las que la asistente había mencionado a su jefe a través de la línea telefónica – Un momento, en 10 minutos el señor Márquez la recibirá, ¿gusta tomar algo? Tenemos un vino rosado de excelente calidad, frio y perfecto para sentirse relajada antes de una cita tan importante- Ivette sonrió, y medito su respuesta, pensó: ¿vino al mediodía en una cita de trabajo? Sin acertar sobre que decir, vio a Alina caminar hacia ella en su elegante traje sastre, ya con la copa de vino en la mano, y antes de que pudiera responder las largas manos de la asistente le estaban entregando su fina copa de cristal cortado con una generosa cantidad de vino –Ivette agradeció, con una pequeña caravana al tiempo que Alina sonrió una vez más, se dio la vuelta y regreso a su escritorio, Ivette se llevó la copa a los labios y sintió que el dulce sabor de la generosa bebida le caía del cielo, había sido un día caluroso y el traslado hacia la zona de edificios ejecutivos había sido tortuoso en medio de un tráfico incesante y un sol a plomo.

Tras varios tragos a la bebida, se dirigió a Alina, y le dijo: gracias por la copa, verdaderamente me ayudo a relajarme, y además me refresco mucho- la asistente volvió a sonreír y le respondió – que bueno que se siente relajada, eso es importante para tratar con el señor Márquez.

El sonido del timbre del teléfono interrumpió a la mujer, quien clavo su mirada en Ivette y le dijo, adelante señora, el patrón está listo para recibirla.

Ivette se levantó, meso la falda sobre sus protuberantes glúteos, y su cadera, y camino hacia la amplia puerta de doble hoja frente a ella, la oficina y su cita con el destino estaba a su alcance, Alina abrió una de las dos puertas e Ivette se internó en una amplísima oficina con muchos ventanales que daban a la ciudad desde el décimo piso en donde estaba situada, una pequeña y elegante sala de tres piezas al lado derecho, y al fondo un hermoso juego de oficina de chapa de nogal con un gran escritorio y una silla ejecutiva alta que semejaba a un trono, y dos sillas sin abrazaderas frente al escritorio.

Ahí, detrás del voluminoso mueble, estaba el señor Márquez, quien estaba de espaldas a la puerta en ese momento, pero al escuchar el sonido de la puerta comenzó a girar, viendo a la mujer que entraba en su espacio, Márquez y su mirada oteo el físico y apariencia de Ivette como lo había hecho antes su asistente, era un hombre alto, de casi un metro noventa centímetros, de manos grandes, canas en las sienes, y una piel morena clara que hacia juego perfecto con sus ojos verdes.

Ivette no pudo evitarlo, para sus adentros pensó: que delicia de hombre, y se sintió emocionada primero y algo excitada ante un hombre que era lo que ella desearía para poder gozarlo cuantas veces quisiera.

-Bienvenida Ivette, Alina no se equivocó, es usted una mujer muy elegante y hermosa, y espero que nuestro encuentro de negocios sea un verdadero placer- su sonrisa la derritió, el énfasis que el hombre hizo en la palabra “placer” fue notorio, e Ivette volvió a cavilar sobre el sentido que este maduro hombre de 46 años le había dado a su comentario.

Ella adopto rápidamente su papel profesional, saco algunos papeles y gráficos de su portafolio, y permaneció de pie frente al hombre que se apuró a dar la vuelta al escritorio, saludarla de mano, darle un gran beso en la mejilla y retirar la silla para que la vendedora se sentara frente al escritorio.

Adelante Ivette, dígame, ¿Qué tiene que ofrecerme? Ella se inclinó hacia el frente, la distancia entre su cliente y ella, con el enorme escritorio de por medio era muy grande, al inclinarse, el escote de su vestido se abrió un poco, dejando ver el hermoso canalillo que se formaba en medio de sus senos, dicha vista fue aprovechada a la perfección por Márquez, quien no perdía detalle mientras ella le hablaba de los planes de seguros para los vehículos de su compañía, en el curso de la conversación, ella nunca se percató de que el hombre disfrutaba de una vista perfecta de sus pechos, que con cada movimiento de ella sobre las hojas en el escritorio se balanceaban tentadoramente, en un momento, ella tuvo que incorporarse de la silla y así, de pie e inclinada sobre el escritorio siguió con su exposición, el hombre de negocios la interrumpió un momento y afirmo – Vaya que usted hace bien su trabajo, me tiene plenamente interesado en sus grandes planes – Ivette sonrió, y siguió hablando, seguía inclinada, con el vestido de tela suave resbalando a la altura de su pecho y las dos telas cruzadas se descolgaron un poco más, ampliando el ángulo de visión para el hombre que estaba frente a ella.

Márquez se levantó, de la silla, y dijo. Siga Ivette, la escucho, y procedió a dar la vuelta desde su escritorio, quedando detrás de la vendedora que entusiasmada en la exposición, no alcanzo a ver al hombre que analizaba con detenimiento sus piernas, sus caderas, las nalgas y la espalda así como su cabello rojo como el fuego, él se acercó por detrás de ella, quien sintió su presencia y se incorporó lentamente, volteando a verlo, sonrió ligeramente y dentro de sí medito sobre el descarado análisis al que había sido sujeta por el varón que ahora estaba a un paso de ella justo a un costado de la silla - ¿le ha gustado el plan? Todavía hay muchas cosas que tengo que enseñarle, todavía no termino –  el  la interrumpió, en forma amable, sonriendo, ella volvió a sentir esa calentura y entusiasmo que el hombre la había hecho sentir cuando le vio anteriormente – Ivette, soy un hombre de negocios, y estoy acostumbrado a realizar transacciones comerciales importantes en muy poco tiempo, y sé que lo que usted y su compañía me ofrecen, es lo mejor para asegurar mi flotilla, siéntase tranquila.

Ahora él estaba dentro de su espacio, menos de medio metro entre ella y ese hombre 20 centímetros más alto que ella, que le encantaba, que la hacía sentirse como una adolescente entusiasmada por el maestro, ¿Qué tanto estas dispuesta a hacer para cerrar este trato Ivette? La pregunta la sorprendió, ella dijo – sinceramente señor Márquez, esta es una venta muy importante para mí en lo personal, y para la compañía que represento, casi podría decirle que hare lo que sea necesario para que usted se sienta complacido, y firme con nosotros y no con otra empresa.

-Complacido ya estoy, es un gusto ser atendido por alguien como tú – la tuteo por primera vez – y como te dije, escuchándote, sé que tu oferta es lo que necesito, pero debo ser franco, quiero una atención verdaderamente personalizada de mi agente de seguros, algo que sea más que la atención que ofrecen la pólizas, estiro la mano, y toco su rostro, fue una caricia suave, con esas manos inmensas, y con un aroma a una colonia exquisita, un estremecimiento súbito recorrió la piel de Ivette, quien se sonrojo, y esbozo una sonrisa tímida pero no menos coqueta –Señor Márquez, soy una mujer casada – Lo sé, dijo el empresario, lo note por la argolla de matrimonio en tu mano, y debo decir que tu marido debe ser un tipo muy feliz teniendo a una mujer madura, atractiva y profesional junto al el – Ivette bajo la mirada, pero se recuperó rápidamente del piropo, y levanto la cabeza para decir algo, pero no pudo hacerlo, el hombre estaba ya ahí, entre la silla y el escritorio, a centímetros de ella, y le robo un beso en forma sorpresiva y relampagueante, Ivette solo respondió al ósculo, había sido tan osado, tan hábil, que quedo indefensa y su propio deseo la traiciono.

La lengua del empresario se abrió paso entre los labios pequeños y rosados de Ivette, sintió como el hombre adelanto su humanidad y sus brazos entrelazaron su cintura y la jalaron hacia él, un flujo de sensaciones, incluyendo una lubricación inmediata cundieron por todo su cuerpo, sus senos altamente sensibles se apretaron vigorosamente contra el sólido pecho del hombre que le robaba el beso, y que ahora, estaba segura, podía hacerle lo que él quisiera.

La delgada tela del vestido, era una barrera tímida ante las sensaciones que las caricias cada vez más atrevidas prodigaban, ella quiso retomar su compostura, y aun cuando internamente deseaba que el la hiciera suya, quiso poner distancia empujándolo, el separo sus labios de la boca ávida de la mujer, quien solo pudo decir – ¿qué me haces? – nada aun, contesto el varón, quiero hacerte ¡todo! Ella se ruborizo y sintió el calor recorrer su rostro y en una oleada completa bajo por su cuello, quemo sus senos, su vientre y su sexo, Ivette sabía que no había defensa y que sería poseída en esa oficina esa tarde.

La mano de inmensas proporciones copo a Ivette por las nalgas, bajo el vestido había un delicado pantie de encaje, de dimensiones regulares que hacia juego con su brasiere, ya había tocado las frondosas carnes de la vendedora por encima de la tela, pero ahora comenzó un recorrido de arriba hacia abajo, sin soltar el beso, que seguía invadiendo la boca de Ivette, la mano se metió curiosa por debajo de la tela, sus dedos eran tan largos que abarcaban el gran trasero de la mujer que seguía extasiada en el beso, sin notarlo, tal vez más por reflejo que por voluntad, separo las piernas para facilitar el acceso a esa mano que, desde atrás, estaba a milímetros de su húmedo coño que estaba inundado de sus líquidos lubricantes que manaban incontrolablemente ante la sensación del macho.

Ivette, no te quiero condicionar, pero debo decir, que una vez que hayas sido mía, el contrato y la venta será tuyo, desde que te vi a través de la cámara de seguridad desee tenerte, tocarte, sentirte, las palabras de Márquez encantaban la vanidad de la mujer casada que estaba siendo tocada por alguien que no era su esposo – No se por quién me tomas- afirmo Ivette – no quiero que pienses que soy una puta que se vende por un contrato – el contesto – Jamás lo he pensado, solo te informo que te deseo, y que cuando termines de entregarte a mí, además del placer, tendremos un negocio que satisface lo que yo necesito y que te otorgara un ingreso importante producto de tu trabajo, no de tu sexo, quiero que lo tomes así –

Por dentro, Ivette se sintió como usada, sería una puta que daría su cuerpo a cambio del contrato, pero una vocecilla interior respondió a su pensamiento, lo vas a hacer porque te encanta, y además, ganaras un dinero divirtiéndote….

La mano de Márquez seguía abierta, copando las abundantes carnes del trasero de  Ivette que se estremecía con el recorrido descarado, casi vulgar que su cliente realizaba en su curvilínea anatomía, su mano cerro los dedos, y se metió por en medio del amplio puente entre los poderosos muslos de la pelirroja que sintió esos gruesos y largos dedos hacer contacto con su sexo, moviendo hacia un lado la delicada tela, y llegando a su labia exterior, un suspiro largo y un gemido delicado y sensual broto de sus labios cuando su atrevido comprador uso el dedo pulgar y el anular de su mano diestra para jalar el encaje de la prenda hacia un costado, asegurándose que no regresara a cubrir la mojada abertura de la mujer, y uso los mismos dedos para abrir la vagina e introducir el grueso dedo índice en la entrada de la abertura – hummmmmmmmmm, oh!!! – gimió Ivette, y el procedió a jalarla más, atrayéndola  hacia su cuerpo, mientras ella arqueaba la espalda para facilitar la introducción del dedo que ahora exploraba y acariciaba la parte más íntima de esa mujer casada que, una vez más, volvía a violar sus votos, disponiéndose a dar rienda suelta a sus altamente desarrollados instintos sexuales.

Señor Márquez – dijo Ivette – José Luis, Ivette, llámame José Luis – contesto el hombre, que percibía el exceso de humedad en la cavidad tierna y tibia de ella en la punta del dedo que ahora hacia movimientos circulares dentro de la oquedad de ella, Ivette seguía gimiendo, y dijo quedamente, nos van a escuchar,  el, simplemente sonrió y le explico - como tu bien sabes, soy viudo, y mi oficina ha sido testigo de mi búsqueda de mujeres hermosas que , como tú, estén abiertas a una tarde placentera, y que quieran estar un rato conmigo, mi asistente es acreedora de toda mi confianza y ella sabe que mientras yo no la llame, no debe molestarme, además de que la oficina tiene un sistema de aislamiento al ruido que hace imposible que nos escuchen linda, así que, puedes dar rienda suelta a tu pasión – Ivette se sintió una vez más, usada, la confesión de José Luis Márquez de que lo que le estaba haciendo a ella, ya se lo había hecho a otras, le molesto un poco, pero, misteriosamente, la excito aún más, sería una más, si, pero pensó, seré una más que le será difícil olvidar.

Ivette se alejó apoyando sus manos en el pecho de su aspirante a amante, rompió el beso, y el dedeo insistente en su vagina que ahora ella sentía rezumaba jugos mojando la parte interna de sus muslos, sus pezones le dolían, y la anticipación de contacto sexual la estaba volviendo loca, la falda del vestido cayo cubriendo sus nalgas, todavía con la tela del pantie hecha a un costado de sus hinchados labios vaginales, se recargo en el borde del amplio escritorio, y le dedico a su amante una sonrisa juguetona y coqueta, ¿no vamos demasiado rápido? El echo un paso hacia atrás, y contemplo una vez más a la mujer madura con las mejillas rojas por la excitación, y le contesto – No, al contrario, me encantaría que te quitaras la ropa para mí – Ivette había perdido toda inhibición, ahora era ella quien quería controlar el show, se llevó las manos a la cintura y procedió a retirar el cinto de tela que acinturaba el vestido, la delgada tela cruzada se abrió inmediatamente tras de que ella quitara el cinturón, las enormes tetas de Ivette en su brassiere rematado de encaje eran incitantes, y el frente de sus pantaletas, que, estaban hechas a un lado dejando ver el matojo de pelo  púbico rojo, y sus hinchados labios vaginales, era una invitación increíble para el empresario que tras verla así, solo acertó a decir – eres una puta deliciosa – Ivette sonrió pícaramente ante el insulto,  dio un pequeño paso al costado, y dejo que el vestido resbalara hasta caer en el piso, después paso los brazos por detrás de su espalda, y lentamente proyectando su cadera hacia un costado sin dejar de sonreír, desabrocho el clip que sujetaba el brassiere, mismo que procedió a retirar despacio, haciendo que su apasionado observador casi perdiera la razón, con mucha pericia, las dos correas del sujetador estaban entre las delicadas manos de uñas perfectamente manicuradas y pintadas de Ivette, quien halo ambas correas hasta la altura de sus exaltados pechos, y dando un paso al frente retiro las copas que sujetaban esas dos enormes piezas de carne trémula  medida doble D, el hombre acelero su respiración, y sonrió estúpidamente, anonadado, la vendedora de seguros casada que había entrado a la oficina, era ahora una mujer poseída de deseo, que estaba haciéndole un strip tease enfrente de su escritorio.

Los pechos enormes de Ivette, coronados con pezones de color café obscuro, y aureolas grandes de un café claro, contrastaban radicalmente con la blancura de su piel, y las pecas que adornaban su epidermis, ahora, tras retirar el sujetador, estaban libres de frente al hombre que tenía una erección que rayaba en lo doloroso, José Luis tocaba su duro falo por encima de la tela del  fino pantalón de vestir, mientras Ivette, dando un par de pasos se colocó a centímetros de su rostro, ataviada solo con sus panties de encaje azul, y los tacones, el sujeto a la mujer por la cintura y se avoco a lamer los pezones que estaban duros como diamantes, y masajeo los dos pechos con sus grandes manos, ella volvió a gemir, y le pidió que retirara lo que le quedaba puesto, sin pensarlo, puso ambas manos al mismo tiempo a la altura de la amplia cadera, tomo las pantaletas y las bajo tirando de ambos lados, hasta que su cara quedo a la altura del pubis de la caliente mujer y la prenda estaba enredada a la altura de los tobillos de ella, Ivette levanto primero una pierna, y el hizo pasar la delicada prenda repitió la operación, y finalmente ella estaba frente al él solo con los zapatos de tacón puestos, y esa picara y coqueta sonrisa – cojeme José Luis – quiero que me la metas toda.

El respondió, estaba sorprendido, era increíble el contraste entre la mujer casi tímida que había entrado a la oficina 25 minutos antes, ahora estaba frente a una hembra hambrienta de sexo que pedía ser fornicada con urgencia.  José Luis la abrazo por la cintura, bajo uno de los brazos y volvió a magrear el amplio trasero, uno de sus dedos resbalo hasta la entrada del ano de Ivette, quien separo las piernas, el metió el dedo índice hasta la mitad, ella ronroneo como un gatito, al tiempo, la jalo hacia sí, y se sentó en la silla donde antes Ivette había hecho su exposición de ventas, desde ahí, siguió dedeando el ano de ella, y ataco sus enormes pechos con la boca, lamia y chupaba los erectos pezones, y ella se sentía en la gloria, mientras ella estaba ahí, inclinada hacia él, de pie, con sus pechos siendo devorados y su mano derecha dedeando su entrada trasera el movió el brazo izquierdo y tomo la vulva  que tanto deseaba, el dedeo era ahora simultaneo, un dedo en su apretado culo, y uno más en su empapada vagina, tras unos minutos en esta operación, Ivette sentía sus jugos resbalar por ambos muslos, el finalmente rompió el extraño candado al que la tenía sometida, la llevo hacia atrás y la levanto por la cintura, sentándola en la orilla del escritorio, ella empezó a desabotonar la camisa con manos expertas, retiro la prenda, y la doblo cuidadosamente poniéndola en la silla de a lado, ahora sus manos fueron por la hebilla del cinturón de su amante, pero al mismo tiempo, su mano derecha bajo hasta donde la enorme protuberancia del miembro de el luchaba por escapar de la tela, ante su tacto, la dureza del pene de él, la hizo gemir una vez más – ummm, que rico, quiero esto dentro de mí – subió la mano, y desabrocho la hebilla, abrió el pantalón, y metió desesperadamente la mano para liberar el pene del bóxer debajo del pantalón, durante la operación, el resto de la prenda  se deslizo hasta sus tobillos, los retiro con torpeza, atorándose con los zapatos, y entre risas le dijo –  ve como me tienes, casi me caigo – para evitar más accidentes él se quitó la camisa que había quedado abierta tras el procedimiento incompleto de Ivette, se quitó los zapatos, y los calcetines, y finalmente el bóxer dejando ahora sí, su pene enhiesto y listo frente a la vendedora de seguros.

Al tiempo que retiraba sus ropas, la mujer de blanca de piel coronada con pecas, y enormes pechos con pezones en punta, ronroneaba, era una gata en celo, quería más, Ivette se arrodillo frente al macho que deseaba, tomo el pene por su base, y procedió a meter el enorme cabezal del miembro en su boca de muñeca de porcelana, cualquiera que hubiera visto la escena, habría pensado que ella era la que había realizado la seducción, ahora era Ivette la que respondiendo a las caricias, y a su enorme deseo y sexualidad abierta y caliente temperamento tomaba la iniciativa, era ella quien mamaba ese pedazo de carne con boca experta, su cavidad bucal era pequeña, pero metía lo más que podía de ese bate de carne dura que deseaba tener en medio delas piernas, sacaba la lengua y lamia con enorme deleite el líquido seminal transparente que ahora brotaba profusamente del miembro viril del líder transportista, al mismo tiempo acariciaba sus testículos con habilidad extrema, sus uñas trazaban círculos concéntricos diseminando la sensación por todo el vientre el hombre, y con la otra mano se asía firmemente de una de las nalgas del varón que estaba siendo devorado con una pericia asombrosa.

Ivette siguió mamando con entusiasmo mientras José Luis comenzaba a emitir sonidos guturales motivados por el placer de esa mujer madura, y casada chupándole el miembro en su oficina, chúpamela toda, chúpame la verga ¿te gusta verdad? Ivette no respondió con palabras y arrecio la succión sobre el glande – que rico mamas eres una mamadora experta – que puta tan rica – oírse descrita como PUTA enervo a la mujer, muchas veces había sido llamada así injustamente por su marido, y en ese momento, ella sabía perfectamente que se lo merecía completamente y letra por letra, pero no le importó, por el contrario, dejo de chupar el miembro, y con una sonrisa pícara le dijo al hombre, mejor me la metes porque si sigo lo único que me voy a llevar es mi boca llena de mecos y lo que quiero es que me cojas y me compres hermoso.

Ivette se levantó, apoyo ambas manos sobre el amplio escritorio y respingo sus enormes nalgas arqueando la espalda sin dejar jamás de mirar a los ojos del hombre que se había quedado de pie, detrás de ella, con el miembro totalmente enhiesto y goteante, y que en ese momento lo que más deseaba era penetrar esa vulva de enormes labios que dejaba ver un rastro evidente de humedad lubricando la labia interna y el orificio de la misma, al tiempo de que las gotas resbalaban hacia abajo.

Así, José Luis se incorporó y dirigió la punta de su miembro hacia la entrada húmeda y caliente de Ivette, y de un solo golpe la puso dentro de ella al tiempo que comenzaba un frenético mete-saca que la mujer gozo con suaves gemidos en cada incursión hacia el interior de su ser, la excitación había sido mucha, la entrevista degenerando en una situación meramente sexual estaba cargada de morbo y calentura y ambos estaban a punto de estallar, no variaron en la posición y el tomo a Ivette por las anchas caderas al tiempo que la mujer echaba los brazos hacia atrás y con sus manos abría sus nalgas dándole al hombre aun mayor profundidad en sus embestidas, y una vista maravillosa para el varón que contemplaba a la mujer ofreciéndosele completa con una perspectiva perfecta de su miembro entrando en ella y su ano expuesto totalmente, el orificio era rosa, apetitoso, pero el placer de su vulva sobrepaso los pensamientos de el de meterse en el ano de la vendedora que ahora respiraba entrecortadamente y gemía con mayor volumen y descaro, sus quejidos excitaban aún más al hombre que reforzó la frenética sesión y al tiempo que ella comenzó a decir: me vengo, huuum hayyyy que rico, cogemeeee haaaaaaaaaaaay- el no pudo contenerse y así, sin condón de por medio estallo con una lechada profusa, chorros de semen que inundaron la vagina de la mujer que, al hacerse el para atrás y sacar el miembro, dejo salir varios chorros de la leche del amante que escurrían de su bien usada vulva que aún se abría y cerraba con los espasmos de un poderoso orgasmo, él se sentó en el cómodo sillón de visitantes mientras Ivette permanecía sin moverse con medio cuerpo encima del escritorio, de pie, aun con las nalgas paradas y sus piernas abiertas por cuyos muslos el semen y su propia excitación escurrían dando una visión caliente y sensacional.

José Luis rompió el silencio y le dijo: Señora Ivette, tiene usted mi compromiso para comprar TODOS SUS SERVICIOS, así que espero que cada quincena venga a visitarme IGUAL que hoy, para seguir CONECTADOS en cuanto a negocios e igualmente disfrutar de sus esmeradas atenciones y excelente servicio.

Ivette se vistió rápidamente, las palabras del empresario de regresar cada quince días le daban vuelta en la cabeza, se dirigió a la puerta le sonrió a su cliente y le dijo, aquí estaré, y espero que la siguiente sesión de negocios sea aún más larga y conveniente para los dos, meso el vestido sobre su trasero, camino, y volteo a donde Alina, la asistente ejecutiva sonreía socarronamente y le dijo: muchas gracias, nos vemos en 15 días, a lo que la bella mujer le dijo, si señora Ivette, y ojala en la siguiente sesión pueda acompañarlos para tomar dictado de lo que pase en la reunión.

Ivette no contesto, camino hacia el elevador al tiempo que su imaginación la ponía de vuelta en esa oficina con su recién adquirido cliente y amante y probablemente con la esbelta asistente que, al parecer le había flirteado descaradamente en su camino a la puerta….

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