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Primo Puto

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Por la época en que Alejandro entraba en su adolescencia, vino de visita su primo Philipe.  Hacía al menos seis años que los chicos no se veían, pero Alejandro recordaba a su primo como a un chico de melena rubia, muy fino y cuyo acento francés lo hacía reír de buena gana.  Recordaba también las travesuras que tramaba en su compañía y lo mucho que se divertían juntos jugándoles trastadas a los sirvientes.

Cuando lo vio no podía reconocer en él al chiquillo flacucho y petizo con que había jugado años atrás.  Philipe se había desarrollado como un adolescente verdaderamente guapo, de rasgos muy finos y grandes ojos verdes.  Conservaba su melena rubia y su delgadez y su finura de modales se había convertido en un leve amaneramiento, que junto con su singular acento francés volvió a hacer que Alejandro riera como antes.

Desde el primer momento los chicos retomaron la amistad de la infancia e intimaron como si no hubiese pasado más de una semana de no verse.  A tal punto que Alejandro se negó a que Philipe durmiera en el cuarto de huéspedes, ordenándole a algún sirviente que acomodara una cama para él en su propia recámara.  Ese fue el principio de una aventura en la que Alejandro descubriría cuánto placer se puede obtener de un chico.

Desde el primer momento Philipe se dedicó a alabar a Alejandro, comentando cuánto había crecido, que si la melena negra de su primo era más brillante que la suya, que si tanto músculo que había echado lo hacía ver de su misma edad, aunque Alejandro apenas despuntaba en la adolescencia y Philipe tenía dos años más que él.

El rubio se quedaba viendo a su primo como absorto para terminar hablando de lo guapo que lo encontraba, haciéndolo reír con sus aspavientos, con sus monerías y con ese acento suyo que hacía que Alejandro le dijera que el francés seguía siendo tan niño consentido como hacía seis años.

Una noche, disponiéndose ya para dormir, Philipe sacó de entre su equipaje de mano una película e invitó a Alejandro para que la vieran juntos.  La sorpresa del más joven de los primos fue grande cuando al correr de las primeras escenas, descubrió que el par de adolescentes que protagonizaban el film se empezaban a meter mano, besuqueándose y agarrándose la polla mutuamente, para concluir mamándose el uno al otro.

Alejandro estaba tan absorto viendo aquella película, que ni siquiera se había percatado que tenía su propia verga al palo, más dura que un riel de ferrocarril.  Y no vino a caer en cuenta de ello sino hasta que sintió la mano de Philipe acariciándosela suavemente por encima del pijama.

—  ¡Oh…pegro queg ggragnde lag tiegnes pagra tug egdagd, mig quegrigdo Alegjandgro! – comentó Philipe con voz ronca mientras trataba de abarcar con su mano la verga completamente erecta de su primito.

Alejandro lo dejó hacer.  La caricia de Philipe le estaba causando un enorme y nuevo placer.  A la edad que tenía y a pesar de haberse desarrollado plenamente, el sexo no había constituido hasta entonces una preocupación para Alejandro.  Como mucho se había masturbado un par de veces, sin encontrar en ello demasiada gracia.

Pero el que Philipe le estuviera acariciando la verga le resultaba no solo nuevo sino muy placentero.  Mucho más placentero que acariciársela él mismo, así que en vez de apartarse, lo que hizo Alejandro fue reclinarse un poco en el sillón para que Philipe pudiera seguir con esa especie de masaje que lo estaba llevando al paraíso.

—  ¿Meg pegrmigtegs queg teg mastugrbe mig quegrido pgrimito?

Alejandro no tuvo necesidad de aceptar, pues antes de que pudiera responderle, ya Philipe estaba corriendo el borde del pijama y liberando la verga de su primito, haciéndolo estremecer de placer al sentir en ella el calor y la suavidad de sus manos.  Y antes de que el chico emitiera ni siquiera un suspiro, ya Philipe se la había agarrado con delicadeza para descapullársela un poco y empezar a masturbarlo con toda lentitud y cuidado.

—  ¡Ohg…pegro nog soglo egs ggrangde…tagmbiégn egs demagsiado hegrmosa…! – comentaba Philipe al tiempo que seguía acariciándole la verga a Alejandro.

Y sin que el chico tuviera que decir ni hacer nada, Philipe se puso de rodillas a sus pies, le zafó el pijama con algo de premura, le agarró de nuevo la verga y se inclinó para dedicarse a besársela entre suspiros y alabanzas, haciéndolo delirar de excitación.

Entonces Alejandro no aguantó más.  Le apartó las manos a Philipe y agarrándose la verga él mismo y de manera instintiva, le apuntó a la boca, ofreciéndole la polla para que se la mamara.  Y Philipe no se hizo de rogar.  Abrió sus labios y se la fue tragando poco a poco, acariciándosela con la lengua y chupándosela suavemente, hasta que pareció llegar al límite de su capacidad cuando aún quedaba un buen trozo por fuera de su boca.

Entonces empezó un movimiento muy suave de vaivén, al tiempo que le daba levísimas lamidas a la verga por la zona del glande.  Aquello empezó a volver loco de placer a Alejandro y en medio de gemidos y contorsiones, posó su mano sobre la cabeza de Philipe y lo empujó obligándolo a que acabara de tragarse su palo entero.

Al principio Philipe se debatió un poco, pero Alejandro no aflojó la presión de su mano sobre la cabeza de su primo, manteniéndolo ensartado hasta la garganta y además moviendo la cadera para tratar de penetrarlo más profundo como si ello fuera posible.

Philipe pareció resignarse y en cambio de seguir resistiéndose, se entregó a mamarle la verga a Alejando con verdadera devoción, arrancándole gemidos de placer y haciéndolo ver las estrellas por tanta maestría que aplicaba en acariciarle la polla con su lengua, como si de ello dependiera su vida o como si sintiera la urgencia de hacer que su primito eyaculara lo antes posible, para terminar con el ahogo que seguramente debía estar sintiendo.

Alejandro no aguantó mucho.  Entre contorsiones y espasmos, al tiempo que aumentaba la presión de su mano sobre la cabeza de Philipe, empezó a vaciarse entre su boca, sin preocuparse en lo más mínimo si a Philipe iba a gustarle o no que le inundara la garganta con su semen y concentrado únicamente en aquel increíble placer que se le convertía en un intenso cosquilleo que le recorría desde los pies hasta la cabeza y se le concentraba en el glande, que no paraba de vomitar y vomitar espesos chorros de leche.

Finalmente Alejandro se quedó sin fuerzas y se desmadejó sobre el sillón, abandonándose completamente a Philipe, quien lejos de retirarse, seguía mamándole y lengüeteándole la verga con tanta suavidad que logró prolongar el placer de su primito por algunos minutos más, hasta que seguramente también ya satisfecho, el francesito levantó su cabeza y miró a Alejandro con una encantadora sonrisa y le dijo con un fingido tono de reproche:

—  Egres ung bgrutog…mig quegrigdo Alegjandro…pegro agsí meg egncagnta…

Alejandro lo miró con curiosidad y se percató que por la barbilla de Philipe corría un hilillo de semen que el francesito no tardó en recoger con su dedo índice para enseguida llevárselo a la boca y chuparlo con tanta coquetería que hizo sonreír al otro chico.

—  ¿Teg hag gusgtagdo prigmigto? – le preguntó mientras seguía chupándose el dedo.

Alejandro volvió a sonreírle y en vez de responderle, alargó la mano y agarró la melena de Philipe tironeándolo un poco hasta hacerlo pegar de nuevo sus labios a su verga y le ordenó con voz ronca:

—  Sé un buen chico y vuelve a hacerlo.

—  Egres ignsagciagble…pegro egsta vegz vag ag regquegrigr deg mágs tgrabagjo…

A Alejandro no le importaba cuánto trabajo fuera a costarle, lo que él quería era volver a sentir semejante placer.  Y a Philipe tampoco parecía importarle cuánto tuviera que esforzarse para complacerlo, pues de inmediato se dedicó a besarle la verga aún morcillona y a lamérsela entre beso y beso, mamándosela por momentos con entera suavidad, evitando de esa forma que se le bajara la erección, hasta que llegó con sus caricias a los huevos colmándoselos también de besos y de lametones.

Con aquellos manejos acabó de templársele la tranca a Alejandro, logrando una erección casi más potente que antes de la primera mamada y renovando completamente su excitación inicial.  Así que sin ningún cuidado, echó mano de la melena de Philipe y lo tironeó hasta que sus labios estuvieron a la altura del glande y volvió a ordenarle con tono imperativo:

—  ¡Vuelve a mamármela de una puta vez!

Philipe le dedicó una mirada entre excitada y temerosa, y sin decir ya ni una sola palabra, volvió a tragarse la verga casi entera, para iniciar esta vez con una mamada un poco más intensa que la primera, pero que sin embargo le causaba igual placer que antes.

Por unos instantes Alejandro lo dejó hacer, conformándose únicamente con mantenerlo agarrado por su melena mientras Philipe se esforzaba de verdad por aumentar la intensidad del placer que le estaba provocando con su mamada.

Pero al cabo de unos cinco minutos, sin aguantar ya tanta excitación, Alejandro enredó sus dedos entre el cabello de Philipe y sosteniéndolo firmemente, inició a follarle la boca sin ningún miramiento, olvidándose de que era a su primo al que le estaba ensartando violentamente con la verga y dedicado únicamente a gozar de aquel indescriptible placer de estar poseyendo un cuerpo con el único propósito de gozar.

Alejando terminó explotando en un orgasmo que lo hizo rugir y estremecerme en una especie de convulsión, al tiempo que volvía a colmar con su semen la garganta de Philipe, quien sin la menor posibilidad de resistírsele, aguantó como pudo las embestidas al tiempo que se esforzaba en lengüetearle la verga terminando por tragarse hasta la última gota de la corrida.

Finalmente Alejandro soltó el cabello de su primo y volvió a desmadejarme en el sillón, sin preocuparse de que Philipe jadeaba como si acabara de correr la maratón y lo veía con ojos llorosos al tiempo que un hilillo de sangre corría por la comisura de su boca.

—  Egres un bgruto…mge hags rgoto mgi bgoca… – le dijo esta vez con tono de verdadero enojo.

De inmediato, Philipe se puso de pie y se desembarazó de su pijama en un santiamén, quedando desnudo ante Alejandro y con su polla apuntándome amenazadoramente, al tiempo que se agarraba los huevos lampiños con la mano izquierda y le señalaba con su índice derecho para decirle en un tono de exigencia que no le gustó para nada al chico:

—  ¡Aghogra egs tug tugrgno!

Alejandro creyó entender mal pero no era así.  Philipe estaba exigiéndole que le mamara su polla.  Primero se asombró y enseguida sintió una repulsa irresistible, al tiempo que la ira empezaba a calentarle la cabeza.

—  Ni en sueños te la voy a mamar.  Estás loco si piensas que soy un maricón como tú – le respondió Alejandro.

Philipe se puso histérico.  Sus reclamos se le atropellaban en la lengua y sus aspavientos se iban volviendo más amenazantes a cada momento.  Alejandro lo miró con furia y en vez de seguir discutiendo con él se levantó del sillón y desnudo como estaba, se metió en su cama tratando de no oír todas las sandeces con las que su primo intentaba convencerlo de retribuirle las dos mamadas que acababa de hacerle.

—  Egres ugn bgagstargdo… – le decía histérico – agl megnogs meg degbegríags hagcegr ugna pagja…

Alejandro acabó de enfurecerse.  Saltó de su cama y sin considerar que Philipe era su primo y no un sirviente cualquiera, le soltó una bofetada tan fuerte que lo hizo tambalearse.  Y sin mediar palabra, volvió a meterme entre sus sábanas, sin preocuparse más por él y deseando únicamente que parara con sus reclamos para poder dormir con tranquilidad.

Aquello pareció surtir un efecto mágico, porque en vez de seguir con su cantaleta, Philipe se metió también en su cama, tratando de ahogar sus sollozos y se quedó muy quieto, con lo cual Alejandro se despreocupó de él y pudo dormirse en paz.

Sin embargo, al día siguiente Alejandro se despertó sintiendo cierto peso sobre él y al abrir los ojos se encontró con Philipe echado entre sus piernas y besuqueándole la verga y colmándosela de lametones.  La tenía al palo y su excitación empezaba a hacerlo gemir, pero sin querer para nada que se repitiera la escena de la noche anterior, se apartó como pudo y le exigió a Philipe que lo dejara en paz.

Philipe se volvió a verlo con los ojos anegados en llanto y empezando a sollozar le suplicó que lo dejara mamársela de nuevo.  Pero todo el fastidio que le habían causado a Alejandro los reclamos de su primo la noche pasada y el enojo que tenía aún, eran más fuertes que su propia excitación y las súplicas de Philipe.  Así que sin mediar palabra, Alejandro se levantó y se fue directo al baño para encerrarse con cerrojo y darse una ducha fría que le bajó la calentura.

A partir de ahí, Alejandro empezó a tratar a su primo con indiferencia, a pesar de que Philipe no paraba de hacer monerías para llamar su atención y no desperdiciaba ocasión cuando estaban solos para rogarle que le permitiera mamarle la verga nuevamente.  Así transcurrió todo ese día y ya por la noche, a la hora de dormir, el francesito pareció no resistir más y fue hacia Alejandro y arrodillándose a sus pies le suplicó con voz sollozante:

—  Pogr fagvogr Aglegjagndgro…fógllagme lag bogca deg nugegvo…teg log sugpligco…nog teg pegdigre nagda…segré tug pugta sig quigeregs…teg log sugpligco…pogr fagvogr…

Verlo así, arrodillado a sus pies suplicándole que lo usara, implorándole que lo dejara ser su puta, excitó demasiado a Alejandro.  Sin pensárselo ya más, se quitó el pijama, enredó sus dedos entre la melena rubia de Philipe y le enchufó la verga entre los labios para de inmediato empezar a follarle la boca sin la más mínima consideración, hasta que se corrió a borbotones y esperó a penas lo suficiente para que el francesito lamiera un poco limpiándole completamente los restos de semen.

Para entonces, Alejandro se metió en su cama dejando a Philipe aún de rodillas en el suelo.  Y quedándose ahí donde lo había dejado su primo, el francesito no tardó en empezar a alabar a Alejandro, mencionando la potencia de su verga y el tamaño y en fin…una sarta de halagos que muy pronto empezaron a fastidiar al chico y entonces le ordenó que se callara y se metiera en su cama sin hacer ruido para que lo dejara dormir tranquilo.

—  Ogh sig Aglegjagndrog…cogmog tug ogrdegnegs…

Philipe obedeció bien, pues Alejandro no volvió a sentirlo más, hasta que en la madrugada se despertó de nuevo con su verga completamente erecta y entonces lo llamó para que viniera a mamármela otra vez.  Y parecía como si Philipe hubiese estado esperando que Alejandro le ordenara hacerlo, pues saltó de su cama y se metió entre las sábanas para de inmediato tragarse todo el palo y dedicarse a mamárselo como si de ello dependiera su vida.

A partir de ahí Philipe se convirtió literalmente en la puta de Alejandro.  Aunque los dos primos seguían su relación de camaradería con normalidad, al entrar en sus habitaciones, le bastaba a Alejandro con tronar los dedos para que Philipe se pusiera de rodillas a sus pies y le ofreciera su boca con coqueta sumisión.

A cada momento Alejandro estaba follándole la boca a Philipe, o cuando no le apetecía esforzarse, lo dejaba mamar a su ritmo, solazándose con la entrega del francesito y siempre acabando con tremendos orgasmos que lo hacían estremecer de placer.

Lo hacía mamar en las mañanas al despertarse o al medio día, luego de almorzar, le follaba la boca sin misericordia o en las noches unas veces lo dejaba a su ritmo y otras veces lo ensartaba sin detenerse a pensar si lo lastimaba, pues lo único en lo que pensaban los dos era en el placer de Alejandro.

Una mañana, sin haber pasado aún una semana desde la primera vez que lo hicieron, luego de haberlo tenido metido entre sus sábanas dedicado a prodigarle una de esas usuales mamadas matutinas, Alejandro le ordenó a Philipe que se fuera a su cama porque luego de correrse en su boca, aún quería dormir algo más.

Philipe obedeció sin chistar y Alejandro volvió a conciliar el sueño.  Pero al cabo de un tiempo, cuando el chico despertó, se percató de que Philipe no estaba en su cama.  Oyó algunos ruidos en el baño y cuando se fijó con algo más de detenimiento, se encontró con que a través de la puerta medio abierta se escuchaba una especie de gemidos.

Alejandro se levantó con toda cautela y se encaminó con sus pies descalzos hacia el baño.  Lo que vio lo dejó impactado por unos instantes: Philipe, reclinado sobre la bañera, casi en cuatro patas, exhibiendo obscenamente su trasero y algo despatarrado, estaba metiéndose un dedo por el ano, dedeándose como si se estuviera follando a sí mismo.

Alejandro estuvo a punto de soltar la carcajada, pero empezó a excitarse al ver aquella escena tan morbosa y sobre todo al contemplar el fabuloso culo de su primo, tan lozano, tan blanco y tan duro, expuesto y siendo ensartado tan delicadamente por su propio dedo que parecía estar embarrado de crema lubricante.

Decidió entonces aprovechar la situación y acercándosele muy despacio, levantó su mano abierta y le asestó una nalgada muy fuerte, al tiempo que le preguntaba con tono de reconvención:

—  ¡¿Pero qué diablos es lo que estás haciendo, grandísimo marrano?!

Sorprendido por el golpe en su culo y por la pregunta, Philipe sacó de inmediato el dedo de su culo, se incorporó a medias y se dio vuelta quedando de rodillas a los pies de Alejandro, empezando a gimotear y a suplicarle que lo perdonara, como si lo hubiese descubierto cometiendo una grave falta.

Su actitud acabó de erectarle la verga a Alejandro a tal punto que le dolía.  Así que sin pensárselo demasiado agarró a Philipe por los pelos tironeándolo y obligándolo a ponerse en pie, al tiempo que el pobre seguía gimoteando e implorando perdón.

—  ¡Eres un sucio puerco! – le gritó Alejandro al tiempo que empezaba a llevarlo arrastras agarrado de su melena hacia la recámara – ¡Pero vas a ver el castigo que te espera, sucio maricón!

Sin conmoverse por sus gimoteos y sus súplicas, Alejandro llevó a Philipe hasta un sillón y lo obligó a reclinarse dejando su culo en pompa.  Le asestó un par de nalgadas más fuertes que la primera y urgido por su propia excitación, se despojó a las volandas de su pijama y se le acercó empezando a puntearle el ano con la verga completamente tiesa.

Philipe se soltó a llorar descaradamente, suplicándole entre sollozos que lo dejara mamarle la verga en cambio de sodomizarlo.  En principio Alejandro no le prestó atención y siguió con sus intentos por ensartarlo, pero no atinaba de pleno en su ano y en vez de lograr metérsela, seguía punteándolo y haciéndolo chillar con cada puntazo.

Alejandro decidió entonces cambiar de táctica y agarrando a Philipe por su melena lo obligó a darse vuelta y a ponerse de rodillas, de inmediato le enchufó la verga en su boca y le ordenó que se la mamara hasta dejársela bien ensalivada.

Philipe obedeció y se aplicó a mamársela con tanta entrega, que a punto estuvo Alejandro de desistir de su idea inicial.  Pero cuando ya casi había decidido correrse en la boca del francesito en vez de ensartarlo por el culo, el muy soso abandonó su tarea para preguntarle estúpidamente:

—  ¿Teg gugsta agsí, Aglegjagndgro?

Alejandro se enfureció.  Volvió a tomar a Philipe por los pelos y de nuevo lo obligó a reclinarse sobre el sillón.  Y sin fijarse en que de nuevo el francesito arrancaba con sus gimoteos y sus súplicas, apuntó la verga hacia su ano expuesto y lo embistió con todas sus fuerzas, logrando al fin penetrarlo hasta meterle un buen trozo de su erecto palo.

Philipe chilló e intentó desesperadamente apartarse.  Entonces Alejandro le puso las manos sobre la espalda y lo empujó obligándolo a mantenerse reclinado sobre el sillón, al tiempo que volvía a embestirlo sin ninguna clemencia y acabando de ensartarlo completamente con su verga, que a esas alturas se mantenía con una erección de caballo.

—  ¡Aguántate sucio marica! – le gritó Alejandro – ¡Y mejor abres las piernas si es que no quieres que te rasgue el culo!

Philipe pareció entender que no tenía más opción que obedecer y se relajó un poco, momento que aprovechó Alejandro para empezar a follarlo a tope, sin consideración ninguna y sólo concentrado en todo el exquisito placer que le estaban provocando en su verga las contracciones del culo de su primo francés.

Al cabo de unos pocos minutos de estar siendo ensartado, Philipe abandonó cualquier intento de sustraerse a lo que le estaba haciendo Alejandro.  Los chillidos del francesito se fueron convirtiendo en gemidos cada vez más ahogados, hasta que terminaron en una especie de gorjeo que acompañaba ahora con un movimiento acompasado de su culo y que estaba empezando a volver loco a Alejandro por tanta calentura.

Alejandro perdió la noción del tiempo, no supo por cuánto tiempo se estuvo ensartándolo, pero cuando ya estaba completamente empapado en sudor, oyó que Philipe empezaba a suplicarle que siguiera dándole duro, que no parara de empalarlo, implorándole con su gracioso acento francés que le partiera el culo, que se lo destrozara sin ninguna misericordia.

Eso hizo que Alejandro redoblara las embestidas hasta que en un momento dado sintió que el ano de su primo se contraía y se dilataba espasmódicamente y entonces ya no aguantó más.  Alejandro empezó a eyacular a borbotones, al tiempo que Philipe se estremecía y seguía pidiéndole palo duro, mientras su ano se mantenía exprimiéndole la verga con una especie de mamada que le estaba provocando un placer que no podía comparar con nada que hubiera sentido antes.

Ya sin fuerzas, Alejandro lo liberó y sacó su verga del culo del francesito.  Chorreaba semen y algo de sangre y casi le dolía de tanto esfuerzo que había hecho follándolo.  Pero antes de que el chico se diera cuenta, Philipe se había puesto de rodillas a sus pies y estaba mamándosela con tanta entrega y tanto agradecimiento, que Alejandro se asombró de que con los melindres que solía gastarse su primo, estuviera tragándose la asquerosa mezcla con que había quedado cubierta su verga luego de sodomizarlo.

Lo dejó hacer por unos instantes, hasta que ya sin poder resistir más, Alejandro lo apartó y se dejó caer en el sillón, al tiempo que Philipe se postraba a sus pies para besárselos y agradecerle con efusión lo que acababa de hacerle:

—  Egregs magragvigllogso, Aglegjagndgro…egregs egl megjogr…

A partir de entonces, Philipe le prestó servicios sexuales tan variados y placenteros a Alejandro, que no pasaba un día en que el chico no lo hiciera mamar, le follara la boca y le partiera el culo sin ninguna misericordia, hasta que casi un mes y medio después de su llegada, sus padres llamaron para recordarle a Philipe que debía regresar a Francia en algo más de dos semanas.

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